diumenge, 7 de setembre del 2008

Latinoamérica y el ruido.

México es una ciudad inmensa, tumultuosa, abigarrada, llena de contrastes y por muchas razones fascinante. Pero es tremendamente ruidosa. Ayer anduvimos dando un paseo por el centro en torno a la Avenida Madero en el cruce con Lázaro Cárdenas, en torno al Palacio de Bellas Artes y la famosa Torre "Latino". En la foto el bloguero en el mirador de la torre; abajo puede verse el Zócalo con la banderaza que inspiró al señor Aznar para hacer algo parecido en la madrileña plaza de Colón; la señorita de la derecha es circunstancial. Después merodeamos por la incomparable plaza Garibaldi a la observación del mariachi. Y, en efecto, el estrépito y más que estrépito, el fragor es insoportable. Los autos, los pitidos de los guardias, los claxons y esa maldita costumbre de toda Latinoamérica de tener música altísima en todas partes a todas horas del día que no escucha nadie pero que todos tienen que oír quieran que no convierten un simple paseo en un suplicio inimaginable.

Los lectores que conocen la inquina que Palinuro profesa al ruido, valorarán el sacrificio que le supone deambular por estos lugares tan absurdamente estruendosos. Parece ser que Madrid es la segunda ciudad del mundo en ruido después de Tokio. Ignoro cómo se hacen estas mediciones pero afirmo que, al lado de México, Madrid es un convento trapense. Es más, creo que el ruido es la maldición de toda América Latina. Imagino que este factor no cuenta a la hora de medir el subdesarrollo pero debiera; estoy seguro de que tiene notable incidencia en él. Es imposible concentrarse en nada o ser medianamente productivo con ese estrépito permanente en todas partes, esas musicangas que los dioses confundan en los coches, los bares, los chiringuitos, las casas de vecinos.

El segundo rasgo que suele mencionarse de México, y más recientemente, es su inseguridad. Este es asunto muy subjetivo y no me atrevo a pronunciarme porque supongo que habrá datos incontrovertibles pero tengo la impresión de que también hay mucha exageración. No me parece que México sea especialmente insegura. Supongo que habrá zonas y barrios peligrosos; pero ¿en dónde no? Téngase asimismo en cuenta que parte del negocio de la industria turística consiste en asustar a la clientela para que no se desplace por la ciudad haciendo uso del metro, los taxis, etc y tenga que contratar sus carísimos servicios especiales.

A cambio debo insistir en el atractivo de una ciudad tan gigantesca, en su extrordinaria variedad por barrios, su abundantísima vegetación tropical, su disparatado y sorprendente diseño urbano. Luego del Zócalo anduvimos por la colonia Roma, sobre la calle Durango, a la búsqueda de una librería de lance a la que soy muy aficionado en la calle Mazatlán, una zona de calles amplias con bulevares, rebosantes de palmeras, ceibas, buganvillas, jacarandas y plagada de estatuística clásica, con Apolos, Dianas cazadoras, Venus... Lo que se ve en la segunda foto, además de Celia y Ramoncete, es una réplica exacta de la madrileña Cibeles, en la plaza de su mismo nombre, que produce un efecto bien curioso.