divendres, 28 de novembre del 2008

La creatividad de la guerra.

El Thyssen tiene en marcha una exposición titulada ¡1914! La vanguardia y la gran guerra que, como suele pasar en este museo, se divide en una parte que muestra él y otra que hay que ir a visitar a los locales de Cajamadrid en la Plaza de Celenque. No es que sea muy cómodo pero tiene la ventaja de que, mientras se desplaza, uno puede ir pensando en lo que ha visto y lo que verá o, si va acompañado, comentando sobre lo uno lo otro.

Me pongan lo que me pongan sobre las vanguardias artísticas y la Primera Guerra Mundial (eso de la Gran Guerra es un barbarismo) iré a verlo con delectación porque todo en esos fenómenos me resulta fascinante: la explosión de creatividad artística (pictórica, literaria, musical, cinematográfica), la evidentísima relación entre la guerra y la creación, la destrucción de las formas tradicionales de pensamiento y las pautas culturales recibidas, la alegría por lo innovador, lo rupturista, lo revolucionario. Son los signos característicos de una época que vio las primeras matanzas en proporciones ciclópeas, la eficacia industrial aplicada a la tarea de masacrar seres humanos, los más altos ejemplos de estupidez, generosidad, ceguera y audacia colectivas. Una época que se pensó a sí misma en términos militares (pues hubo "vanguardias" no solo en la guerra sino también en la política, su prima hermana, y en las artes y la literatura, las sublimaciones de las dos primeras) y en la que se sentaron las bases de lo que, para bien o para mal, fue el siglo XX, entre otras cosas, a través del dadaísmo y el surrealismo hasta el mayo del 68.


Breve digresión.

A propósito, como se ve a la derecha, la Fundación FAES, del PP, anuncia una jornada de "ruptura con el espíritu del Mayo francés". Como suena. Se suman a tan insólita como esforzada labor de romper con un espíritu las Nuevas Generaciones del PP, y los Estudiantes Liberales, gentes a medio camino entre el Frente de Juventudes y los chicos de la YMCA/YWCA, dispuestos, como siempre, a ser originales en la senda marcada por el gabacho Sarkozy, al que citan textualmente en el encabezamiento. No podían romper con los sesenta españoles, tenía que ser con los franceses. Para sepulturero se ha convocado un amplio elenco, desde la señora Aguirre al señor Nasarre. Seguramente habrá unanimidad y nadie rechistará en el auditorio. Suerte.


Volviendo a lo nuestro, la exposición es muy digna de verse y de pasar en ella un buen rato. Hay pintura, grabado, algo de escultura, facsimilares de textos y dibujos hechos por algunos autores/artistas en el frente, por ejemplo de Guillaume Apollinaire (de quien se exponen asimismo algunos caligramas ) o Franz Marc, y obra poética escrita al sonido de los cañones y en las trincheras, expuesta en las paredes y con traducción al español (generalmente desafortunada) y al inglés porque en su mayoría está en alemán, francés e italiano.

La exposición documenta de modo inmediato el nacimiento de algunas vanguardias en los tiempos oscuros antes de 1914 o hacia 1914, como el futurismo, el rayonismo o el vorticismo. Hay en consecuencia una amplia muestra de autores como F. T. Marinetti, Mario Sironi, Umberto Boccioni, Giacomo Balla o Gino Severini, algunos de los cuales fotografiados de uniforme. Especial atención se dedica, claro, al expresionismo, con obras de Emil Nolde, Ernst Ludwig Kirchner, Max Beckman (el autorretrato del folleto más arriba) Ludwig Maidner (a la izquierda), Egon Schiele, colaterales como Franz Marc (el de los caballos azules), reciclados como August Macke, periféricos como Chagall y revolucionarios dentro de la revolución como Vasily Kandinsky y Paul Klee, en la alborada del abstracto. Por haber, hasta hay algo de Man Ray... y alguna otra curiosidad como las planchas de Kirchner para las ilustraciones de libro de Adalbert von Chamisso, Peter Schlehmihl, una de esas obras sorprendentes que son la gloria de la literatura.

Vaya a ver la exposición quien quiera tener acceso a la febril actividad del joven artista como soldado, al espíritu compartido de estar viviendo "los últimos días de la humanidad", para confirmar una vez más aquella sabia expresión de Heráclito de Éfeso de que "la guerra es el padre de todas las cosas".