diumenge, 4 de gener del 2009

La nación demediada.

La convocatoria de elecciones autonómicas vascas para el próximo 1º de marzo en coincidencia con las gallegas prueba el nulo respeto del PNV y el presidente Ibarretxe hacia los intereses de uno de los miembros de esa organización Galeuzca de la que tan orgullosos dicen sentirse. Y es prueba asimismo de que el nacionalismo vasco es el más oportunista, de regate corto, el más regionalista de todos los de la Península, a pesar de sus vociferantes protestas de soberanismo, derecho a decidir y peculiaridad vasca. Si cree que puede rebañar unos votos jugando en clave de política española con una artimaña de este jaez, lo hace sin dudarlo. El derecho a decidir del pueblo vasco se reduce al derecho a decidir del señor Ibarretxe, un pollo que ya intentó engañar a cuarenta millones de personas colando un referéndum independentista como si fuera una consultilla parroquial y que ahora recurre a un ardid de tercera regional a ver si lo beneficia.

No hay grandes dudas acerca de la motivación del gobierno vasco al buscar una coincidencia que tanto rebaja su simbología nacionalista y tan alto coste tiene en términos de imagen: cree que así debilitará a los partidos españolistas en Euskadi, singularmente al PSE/PSOE porque obligará a que los dirigentes nacionales se dividan entre las dos autonomías. Es un cálculo verdaderamente provinciano. Casi paleto, por utilizar un término que me parece detestable por la carga discriminatoria que tiene pero que el señor Ibarretxe se ha ganado por derecho propio. Porque sólo a un paleto se le ocurre pensar que el señor Zapatero o el señor Rajoy no puedan estar por la mañana en Puentedeume y por la tarde en Amorebieta y con más facilidad aun en las capitales de provincia.

Compárese este regate oportunista del señor Ibarretxe con el exquisito cuidado que el señor Pujol puso siempre en separar las elecciones autonómicas catalanas de cualquier otra consulta en España consciente como era de que el nacionalismo es, ante todo, una cuestión simbólica que es en el terreno de los símbolos en donde se gana o se pierde la partida. Se verá así la diferencia de categoría entre el nacionalismo catalán y el vasco. El catalán es un nacionalismo de la sociedad civil, burgués; el vasco, un nacionalismo de monaguillos y funcionarios.

Convocando las elecciones el 1º de marzo el señor Ibarretexe sale de perdedor. De hecho aquí ha empezado a perder las elecciones cuyo resultado puede depararnos el hito histórico de un triunfo socialista que demostraría dos cosas: 1ª) que es posible cohesionar territorialmente a España a pesar de las tendencias centrífugas del nacionalismo; 2ª) que el único que está en situación de hacer tal cosa es el PSOE. Es mucho lo que nos jugamos en esas elecciones y el intento del señor Ibarretxe de vender la singularidad nacional vasca por el plato de lentejas del manejo de los presupuestos así lo demuestra.

(La imagen es una foto de jkarteaga, bajo licencia de Creative Commons).