dilluns, 23 d’abril del 2012

Un día en la vida de Rajoy.

"La actividad política es trepidante, agotadora, imprevisible y hay que prestarle la máxima atención. No caben descuidos. Vienes de inaugurar algo; te has despachado bien, todo a pedir de boca y, cuando vas de retirada, te enteras de que te han cazado por micrófono abierto diciendo una barbaridad, de esas que obligan a invocar rápidamente el consabido contexto. Hay que hablar siempre como si hubiera micrófonos abiertos, lo cual acaba siendo ridículo, sobre todo al hablar con los hijos o con la santa. Hay que estar a todas. En cada instante te llegan informaciones, ideas, propuestas, críticas que requieren tu atención y yo hay veces que ya no sé ni lo que digo. Si acaso me entero después por la prensa. Cuando puedo leerla o no viene algún asesor a decir que la prensa del día ya está anticuada porque las versiones digitales traen actualizaciones. ¡Qué tiempo! Ni desayunar te dejan. Vengo de visitar un par de países latinoamericanos, de los que apenas sé nada, pero teníamos como tema común de charla el atropello de Cristina Fernández con Repsol. Tanto el mexicano como el colombiano se han pronunciado en contra y asegurado que en sus países no hay nacionalizaciones. Ese es el problema: ellos, no; te animas, inviertes y luego llega otro y te nacionaliza. ¡Es que ya no se respeta aquí ni el Consenso de Washington! Me hicieron Doctor Honoris Causa por una universidad bogotana que, al parecer, tiene lazos con la FAES, lo que es una garantía de calidad intelectual. En el Consejo de Ministros disparamos a matar al Estado del bienestar. Les quitamos los 10.000 millones a Educacion y Sanidad. Precisamente los que dije que no tocaría. La vida política es así. Lo saben todos. Lo habitual es decir una cosa y hacer la contraria. También los sociatas iban a crear 800.000 empleos y terminaron con cuatro millones de parados. Lo del paro me dio mucho juego pero ahora lo padezco yo y no tiene gracia. Hasta el Rey dijo que el paro juvenil le robaba el sueño y se fue a buscarlo a Botsuana. Las cosas no son nada sencillas y es injusto lo mal valorados que estamos. Ni uno solo de mis ministros aprueba. Que Báñez no llegue al 3,6 no me extraña; no llega en la vida normal, pero que Wert esté en 3,7 es sorprendente, sobre todo por el alto concepto que tiene de sí mismo. La intención de voto sigue descendiendo. Y es que nos embarcamos en peleas por razones infantiles y damos la impresión de estar improvisando, cosa que la gente no perdona. Y es verdad. No hacemos si no improvisar. ¿Quién iba a suponer que esto es tan rematadamente difícil? Hace mucho que no hago plan alguno; es perder el tiempo porque llega luego la realidad y lo desbarata. Encima lo del trabajo en equipo es una quimera. Aquí va cada cual por donde quiere. No sé qué urgencia entró a Gallardón para hablar del aborto. Debió de ser Rouco, que lo maneja como si fuera un guiñol. Me puso al género femenino enfrente, menos las beatas, claro. Mientras pienso cómo domeñar el celo gallardónico me entero de que hay unos españoles declarando sobre el franquismo ante una jueza argentina. Estos no van a parar hasta desenterrar a todos los muertos. No sé si no valdría la pena favorecer su empeño para terminar con él de una vez. Claro que luego me llaman Maricomplejines y ahora vendrá el ministro del Interior a decirme que va a detener a los declarantes a su regreso a España. A saber qué delitos querrá imputarles. Este hombre me resulta algo prusiano. Tiene la idea de que toda persona es culpable en tanto no consiga demostrar lo contrario y los transeúntes, potenciales presos preventivos. Y encima estoy obligado a vigilar el conflicto latente entre Cospedal y Soraya Sáez de Santamaría que menudas son las dos. Tener cerca mujeres valiosas es muy conveniente. Pero el problema se plantea cuando surgen los celos que son típicamente femeninos o eso he pensado yo siempre en mi lejana Pontevedra, mientras me preparaba para ser registrador de la propiedad y padre de la Patria. El caso es que, si pudieran se sacarían los ojos mutuamente. El indulto a los dos últimos condenados del caso Yak42 nos ha costado una oleada de indignación. Menos mal que los socialistas habían indultado unos meses antes a un banquero. Aun así, un escandalazo. Pero yo lo tengo claro: prefiero un escándalo a tener a Trillo todos los días al teléfono pidiendo el indulto para sus dos exsubordinados y recordando los servicios prestados en cuanto a obstaculizar y enredar los procesos judiciales en materia de corrupción, que no nos deja vivir porque parece ser la esencia misma de este partido que heredé en mala hora y, claro, no vas a regatearle satisfacciones al que te libera de tu esencia pecaminosa. Porque no me parece mal que el personal se busque un arreglito para compensar sus magros ingresos como político. Pero no es fácil. La Ley de Incompatibilidades de los socialistas revela su mentalidad calvinista estrecha. Hay que ser magnánimos, si bien es cierto que los arreglitos suelen ser latrocinios monstruosos de millones de euros. Ni Cospedal, prodigio de mendacidad que siempre me asombra por lo pétreo de su rostro, puede cambiar esa percepción que los ciudadanos tienen de nosotros, en tanto que partido nacionalcatólico, franquista, autoritario y corrupto. Pero lo más gordo ha sido la tele. Querían que respetáramos la ley de los socialistas que obliga a pactar el nombre del presidente de la Corporación Radio TVE. ¡Qué pacto ni pacto! Con mi mayoría absoluta en el Congreso impongo el presidente. Ya se verá que no será un hombre de partido. Seguiré en esto el ejemplo de Aznar y a ver si se resuelve pronto porque de esta decisión dependen muchas cosas y no estoy dispuesto a que se pierdan por un falso prurito de objetividad. Los medios tienen que adoctrinar en interés de la mayoría de la población, que somos nosotros. Si la tele estuviera en manos de fiar, no habría hecho la sesgada presentación que se hizo de las las presidenciales francesas en favor de la izquierda, que casi sirvió para que ganara Hollande. Por fortuna había ganado el Real Madrid. A veces la vida tiene momentos buenos. Pero duran poco. Rápidamente se te echan encima otros asuntos igualmente urgentes y decisivos. El Rey me trae de cabeza. ¿No podía el abuelo este haberse quedado en su casa que tiene que andar haciéndose el gallito por el África? Ahora está en un lío fenomenal, sobre todo porque se ha descubierto el quid de la cuestión que, como siempre con los Borbones, es un asunto de faldas. Ya me lo decía mi abuela en su casa de Porriño: los Borbones se van por los calzones. Encima no puedo prestarle atención cuando me anuncian una huelga para el próximo 29. Menos mal que cae en puente. Parece como si los sindicatos colaboraran conmigo. A todo esto, a ver qué pasa con la prima de riesgo y las finanzas del país. Guindos inspira confianza, me parece; al menos, más que yo, aunque no acabo de entenderlo. Habrá otros que sí lo hagan. Yo solo entiendo ya de prima de riesgo, pago de la deuda, recorte del déficit. Es decir, los deberes que me han puesto en Alemania para cumplir con las exigencias de los mercados, mi máxima prioridad que es también la guía de mi vida: si no tienes fuerza para ir por tu cuenta, búscate una buena sombra. Apenas puede uno respirar y viene alguien del sur a decir que el Comité Central del Partido Comunista de Andalucía se pronuncia por un gobierno de coalición de PSOE e IU. Al fin y al cabo en Andalucía queda algo de cordura porque en Asturias están locos. No sé qué manía ha entrado a Paco Cascos. Supongo que es envidia. En cuanto a Andalucía, habrá que echarles a Montoro y, desde luego, será cosa de sacar del baúl el estigma aznarino de la coalición social-comunista. A Aznar querría yo ver aquí, administrando lo que en el fondo es su herencia más que la de los socialistas. Me largo a vigilar los diferenciales porque, como esto siga así, nos intervienen".

(La imagen es una foto de La Moncloa, en el dominio público).