diumenge, 13 de maig del 2012

Esto es una revolución.

Y lo es porque no se parece a ninguna otra. No es una reproducción de alguna anterior. El movimiento 15-M rompe todos los esquemas y es obligado mirarlo con ojos nuevos y el espíritu libre de preconceptos. Víctimas de estos, muchos lo daban por muerto con muy sabias razones. Y los muertos son ellos y el mundo que representan.
En primer lugar la política parlamentaria que ya no es ni un remedo de lo que fue en tiempos. El Parlamento es un lugar en el que se impone la voluntad de un partido (o dos o tres) que están en el gobierno y lo apoyan pero que no necesariamente tiene que coincidir con el bien común ol el interés general. No es solamente que el parlamento no sea soberano (esto solo se le ocurre a la ministra Báñez) sino que carece de independencia frente al gobierno. El es el que de verdad legisla ya que el parlamento se limita a dar forma jurídica legal a la voluntad del gobierno, no a la suya propia como parlamento, que no existe.
Dar forma legal a las decisiones de un gobierno que generalmente no sabe qué hacer no es tarea fácil pero sin duda será peor tener que tomar medidas sin saber qué se quiera conseguir, sin un criterio o un plan previo. Pues tal es la situación en que se encuentran los gobiernos de la zona euro, que no pueden tomar decisiones autónomas sino que han de gestionar un programa que se les impone desde Bruselas, especialmente en aquellos países que ya han entrado en territorio de quiebra, como Grecia, Irlanda, Portugal y España, aunque la lista pueda alargarse.
Los partidos son testigos elocuentes de esta situación y a ella añaden su falta de entendimiento de un fenómeno como el 15-M que se proclama, sabido es, apartidista. Esto es algo que por pura lógica lo partidos no conseguirán comprender jamás. El PP, que no comulga con las reivindicaciones de los indignados, tampoco entiende la dinámica de sus movilizaciones salvo en la triste comprobación de que estas son manifestaciones y no las semiprocesiones que él organiza de vez en cuando con curas y gente bien en defensa de instituciones que nadie ataca, por ejemplo, la familia. No hay modo de conciliarlas. La derecha no se manifiesta por las instituciones sino por la idea que tiene de estas y pretende imponer a los demás como sea.
A su vez el PSOE que, por razones históricas debiera estar más cerca del 15-M ya que comparte muchas de sus reivindicaciones, ha optado por desaparecer. Si no es él el protagonista de la fiesta, no acude a ella. Ayer las redes estaban vacías de los habituales socialistas. Es verdad que muchos de ellos estarían en las manifas a título personal, pero el partido como institución no dijo nada, no se pronunció sobre un hecho que tiene una enorme importancia en España y fuera de España. Esta vergonzante inhibición revela la mala conciencia de haber sido su gobierno el que suscitó el origen del 15-M como protesta y la todavía peor de no haber conseguido erigirse en una oposición clara y distinta al de la derecha actual que le permitiera tender puentes con el 15-M. Puesto a elegir entre el estatu quo y una incierta renovación que no se puede controlar, prefiere el primero. Quizá no pueda hacer otra cosa habiéndose convertido en un partido dinástico y manteniendo su apoyo, no ya a la Constitución de 1978, sino a la interpretación más rácana y conservadora de ella, por ejemplo en lo referente a la relación entre la iglesia y el Estado.
Es difícil entender la razón del moderantismo del PSOE si no es porque sus dirigentes parten de la idea errónea de que la gente (esto es, para entendernos, el electorado) es conservadora en estos asuntos de principios sobre la Monarquía y la iglesia. Y no es así, como demuestra la explosión cívica del 15-M. O el PSOE recupera su tradición socialdemócrata y tiende puentes con el 15-M o seguirá perdiendo apoyos electorales en favor de otras fuerzas de izquierda.
Estas otras, especialmente Izquierda Unida, han mostrado una sensibilidad y una capacidad de acción común loables, sobre todo porque no intenta capitalizar el movimiento, ni dirigirlo, ni hacerlo suyo. Sus militantes y simpatizantes que están en el 15-M tambien a título personal, presentan sus propuestas como hacen todos los demás en el conjunto de un movimiento espontáneo y libre en el que todas las propuestas valen lo mismo. Pero la coalición como tal, al igual que el PCE ha sabido manifestar simpatía por el 15-M por boca de sus principales dirigentes.
Tampoco los medios de comunicación han comprendido el movimiento. La mayoría de derecha porque está casi genéticamente imposibilitada para entender la legitimidad de un movimiento político de protesta en su contra. Tan solo El País garantiza una información medianamente objetiva por razones de calidad del producto periodístico porque el diario no tiene la menor simpatía por el 15-M. Para encontrar algo de esto hay que ir MásPúblico. Estoy arrimando claramente el ascua a mi sardina. Por el momento en que nace, por lo que es y por quienes lo hacen, MásPúblico quizá puede configurarse como el medio del 15-M, que este precisa como agua de mayo.