dilluns, 24 de febrer del 2014

Menudo follón el del Follonero.

¡Qué golpe a los principios de la Transición y la Antitransición! Pasado el primer sofoco, muchos se acordaron de Welles y la guerra de los mundos. Es una comparación que eleva a Évole al pináculo de la genialidad. Con justicia, desde luego. El genio no deja a nadie indiferente. Ayer había gente que bramaba en Twitter. Otra aplaudía a más no poder. Reacciones normales en quienes se sienten víctimas de una inocentada porque se la toman como algo personal.

Lo decisivo aquí es que Operación Palace fuera tan verosímil y encontrara una audiencia tan crédula. Suele decirse que no se sabe todo (algunos sostienen que, en realidad, no se sabe nada) del 23-F. ¿Por qué no iba a haber sido una farsa? Al fin y al cabo, lo fue, aunque impremeditada. Esa reunión de todos los políticos de entonces con el general Gutiérrez Mellado y el inevitable Sabino Fernández Campo en la que se fraguó el golpe antigolpe es extraña. Pero también lo es la que se produjo en realidad entre el socialista Mújica y el general Armada un poco antes del golpe. Lo inverosímil no es la reunión, sino la decisión que se toma: inventar el golpe vacuna antigolpe. Demasiado brillante para nuestros dirigentes.

Un punto de arranque le daba una verosimilitud añadida, a tono con el imaginario colectivo: por fin, una explicación de la hasta ahora inexplicable dimisión de Suárez.

La historia pecaba de exceso de perfección. Los políticos y periodistas que la narraban no eran igual de convincentes y algunos francamente malos interpretando. Pero, sobre todo, había un escalón insalvable desde el principio: de todos los entrevistados, personajes públicos de elevado narcisismo en muchos casos y con una incurable afición a hablar de lo que saben y lo que oyen, ¿todos guardaron celoso secreto durante 33 años? ¿Hasta el catedrático de historia contemporánea, faltando clamorosamente a su profesión? No obstante, muchos la dieron por buena y, cuando ya fue evidente, empezaron a borrar tweets como locos, por pasarse de listos. Sin embargo, es comprensible: el golpe del 23-F fue tal desastre que podía haber sido preparado para fracasar.

Luego empezaron los ataques a Évole: lo que se hace por conseguir audiencia, falta de respeto a diversas cuestiones consideradas sacrosantas (la angustia de los partícipes, la de la población en general), trivialización de cosas serias, inconfesable intento de lavar la cara a la monarquía, justificación de la impresentable transición. No le quedó un hueso sano al periodista. Lo mantearon a modo al consabido grito de todos tenemos sentido del humor pero te has pasado veinte pueblos, amigo. Hay cosas con las que no se juega. Es más o menos el club de los creyentes en la blasfemia.

A los demás les preocupa lo que dijo después: Seguramente otras veces les han mentido y nadie se lo ha dicho. Muy probable, muy probable. Si el personal se traga esta rueda de molino, ¿qué sucede con los rodamientos de rodillos que colocan todos los días los medios, especialmente los gubernamentales, que son casi todos?

Un follón el que ha montado el Follonero. Y el toque final de la misteriosa caja blanca corona el pastel. De misterio, nada, es la caja negra de la Corona que, por ser la Corona, es blanca.

(La imagen es una foto de Dovidena del Campo, con licencia Creative Commons).