dijous, 18 de setembre del 2014

Europa, España, pendientes de Escocia.

El de hoy será un día largo, muy largo, para Europa y también para España que es parte de Europa, aunque a veces no lo parezca. Hay tensión, emoción por lo que pueda pasar en Escocia. Los gobiernos, las grandes y los grandes capitales muestran profunda preocupación. Las autoridades andan angustiadas. El Reino Unido se asoma al abismo titulaba ayer dramáticamente una pieza el diario Público.es. Nada menos que al abismo. El temor a lo desconocido se palpa en el ambiente. Seguro que las cotizaciones de las bolsas, que son los termómetros del capitalismo, sufren algún quebranto. 

Solo los grupos nacionalistas e independentistas de los diversos Estados europeos, las minorías,  manifiestan su alegría. Los demás, las mayorías, contienen el aliento, especialmente en Inglaterra/Gales y Escocia. Un triunfo del "sí" en el referéndum tendrá consecuencias directas en la vida cotidiana del conjunto de habitantes de lo que ha venido siendo el Reino Unido, uno de los Estados de mayor éxito en la Edad contemporánea y que puede dejar de existir a partir de hoy. Una perspectiva suficiente para generalizar la inquietud y sembrar el miedo. Es cierto que están contenidos. No ha habido violencia ni barbarie durante el proceso. Al final, parece haberse dado algún intento de guerra sucia: las autoridades inglesas han pretendido comprar el "no" en Escocia mediante concesiones y donativos que quizá no acepten los demás británicos. El Partido Laborista, se dice, ha filtrado un supuesto documento oficial escocés en el que se planean recortes bestiales del sistema nacional de salud despues del referéndum. Pero, en general, el debate ha sido civilizado, pacífico, democrático. O sea, ejemplar: una colectividad es capaz de razonar sobre su división sin enzarzarse a palos. 

¿De dónde viene, pues, el temor? De un lado del hecho de que, en los últimos tiempos, la independencia de Escocia ha pasado de ser una quimera o una remota e indeseada posibilidad a tener un alto grado de probabilidad. The Scotman trae el resultado del último sondeo: 48% por el "sí" y 52% por el "no", con tendencia creciente del "sí".  Y un forofo de Plaid Cymru, los nacionalistas galeses, vaticinaba ayer en Twitter un 60% de "síes". La preocupación viene de que la incertidumbre se mantiene ahora mismo. 

Pero viene también de la repentina conciencia europea de que el secesionismo, la inestabilidad territorial, no es cosa tan solo de la Europa Oriental. Es de toda ella que se había acostumbrado a la idea de que las fronteras del continente salidas de la II Guerra Mundial habían quedado fijadas para siempre en la Declaración de Helsinki de 1975. Falso. Aquellas fronteras empezaron a saltar a finales de los años 80. Bueno, se dijo, pero en los países eslavos, los orientales, los bálticos; la zona periférica de Europa. El Reino Unido forma parte del corazón de Europa, aunque su sentimiento a veces sea distante y su situación geográfica también relativamente periférica. 

En realidad, no hay razón para alarma. Europa, el continente europeo, es una región en la que las fronteras no han hecho otra cosa que cambiar desde siempre. Los Estados aparecen y desaparecen y sus formas políticas cambian. Bélgica, meollo de la UE, no tiene doscientos años, Italia no llega a los ciento cincuenta y Alemania tiene algo más de veinte dado que la República Federal surgida de la unificación con la República Dmocrática dio origen a un Estado, el actual, que no coincide con ninguno anterior a la partición del país en 1945. Escocia ya fue reino independiente. ¿Por qué no ahora una república?

En el caso de España, el asunto es distinto. Aquí el impacto del referéndum no depende solo de su resultado. Cierto, si este es "sí", el independentismo catalán subirá como un soufflé; si es "no", quizá no tanto. Sin embargo, el efecto no lo produce el resultado sino el hecho de que pueda celebrarse el referéndum. Para justificar su cerrada negativa a la consulta catalana, Rajoy ha dicho en alguna ocasión con esa facundia tan suya que ningún país democrático del mundo ha sometido a referéndum su integridad territorial. Si el hombre ignora que el Canadá lo ha hecho dos veces, en 1980 y 1995 y no ve que el Reino Unido está haciéndolo ahora mismo, delante de sus narices, su caso es preocupante y, por supuesto, las consecuencias las pagaremos todos. 

Los unionistas en ambos casos cuentan los pelos al rabo de la esfinge buscando diferencias entre Escocia y Cataluña, entre el Reino Unido y España. Pero, aunque son muchas, obviamente, ninguna de ellas ni todas en conjunto justifican una diferencia tan abismal de trato en materia de derechos por la cual los escoceses pueden hacer lo que no pueden los catalanes. Serán todo lo distintos que se quiera, pero tienen algo esencial en común: dicen ser Estados democráticos de derecho. Y el derecho a decidir no se le puede negar a nadie. El argumento según el cual los catalanes no tienen ese derecho ya que pertenece al conjunto del pueblo español porque eso es lo que dice la Constitución es endeble por dos razones. Una es liviana pero tiene su alcance: el Reino Unido no tiene constitución escrita. 

La otra razón es de más peso. El derecho a decidir, el derecho de autodeterminación, no puede depender de su reconocimiento en un texto legal anterior. Si así fuera, los Estados Unidos no existirían y el mundo hoy sería muy distinto al que es. Ciertamente, no será posible convencer al presidente del gobierno de que adopte este punto de vista. Su tarea es, como siempre recuerda, cumplir y hacer cumplir la ley, si bien es cierto que, cuando le incomoda, hace que sus huestes parlamentarias la cambien a su antojo. Pero para eso no es necesario mentir diciendo que las democracias no someten a referéndum su integridad territorial. 

Ahora mismo está haciéndolo una y eso es lo que saca de quicio al nacionalismo español, con independencia del resultado.

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Por cierto, hoy presento a Alfred Bosch en el Fórum Europa, en el Ritz. Algo también conocido como "los desayunos del Ritz" o algo así. Bosch es portavoz de los diputados de Esquerra Republicana de Catalunya en el Congreso. Un escritor, político, profesor, un hombre culto al que gusta leer y al que será muy interesante escuchar.