dimecres, 3 de desembre del 2014

Mundos aparte.


Ahora mismo España es un rompecabezas. O un puzzle, como dicen quienes celebran Halloween porque son unos cracks. Hay piezas nuevas imposibles de encajar en el dibujo. Incluso hay dos dibujos distintos. Muy distintos. El de tema catalán y el de tema español. Son como dos realidades diferentes, cada vez más separadas, mundos aparte.

Cataluña muestra un sistema político de hegemonía soberanista con una dinámica propia, decididamente orientada a la construcción de un Estado independiente y en conflicto, relativamente controlado de momento, con el Estado. El proceso prescinde de la dinámica del sistema político español desde el momento en que se postula por igual frente al inmovilismo del PP o el cauto reformismo más o menos federalizante del PSOE, dándoles a ambos por superados en Cataluña. La hegemonía es patente. El bloque soberanista debate sobre las formas electorales, pero no sobre la decisión de convocar elecciones anticipadas. Sin duda estas no son inevitables, dado que CiU todavía puede mantenerse en el gobierno en alianza con un PSC que estaría encantado con ello. La cuestión es si al nacionalismo burgués le merece la pena retrasar un año las elecciones a cambio de una pérdida de imagen soberanista fuerte. La opción conservadora, la lista única, quiere acentuar el carácter nacional al estilo bismarckiano, garibaldino; la nación por encima de sus facciones. La opción de izquierda, las listas separadas, quiere subrayar más el carácter social. Es republicana, pues lo lleva en el nombre, y decididamente radical. El gobierno de concentración, se entiende nacional, es una figura conocida aplicada en situaciones de emergencia. Y ¿qué emergencia hay mayor que la del nacimiento de un Estado? Por otro lado, es difícil imaginar qué gobierno podría constituirse a partir de una lista única trufada de nombres personales sin traducción partidista.

Lo que está claro es que ese debate es puramente catalán. En Cataluña hay también otras fuerzas políticas. Es la comunidad autónoma con mayor índice de pluripartidismo. Hay siete partidos en el Parlament, frente a cinco en el País Vasco y menos aun en las demás comunidades autónomas. La hegemonía es catalanista. Las fuerzas puramente españolas, el PP y Ciutadans, son minoritarias, marginales. Las dos intermedias, PSC y ICV-EUiA, eso, intermedias; más inclinada al soberanismo la segunda que la primera. Nada que pueda oponerse con eficacia a la mayoría absoluta soberanista en la cámara. Esta tiene fuerza de atracción pues sus resoluciones suelen ir firmadas también por alguna de las fuerzas intermedias y hasta por las dos. Mientras que lo contrario no se da. Cataluña no se mueve en clave española. Pero España sí se mueve en parte en clave catalana.

La posibilidad de una gran coalición, lanzada ayer como una pedrada en el estanque por mi señora Aldonza Lorenzo de La Mancha para garantizar, dice, la gobernabilidad ha puesto a croar a todas las ranas. Nada de gran coalición rechazan indignados los socialistas, cuyo secretario general acaba de afirmar que podía llegar a acuerdos puntuales con el PP y con un sentido de la diplomacia que los dioses le conserven. En todo caso, de grosse Koalition, ni hablar. Se entiende el escándalo en un partido al que se presenta en la izquierda como la otra pata del banco de la restauración, la transición y el fementido "régimen", como PPPSOE. Sin embargo, Alemania se gobierna con una grosse Koalition y no parece haber un descontento masivo marcado. Aquí, se argumenta, eso es imposible porque las diferencias entre PP y PSOE son antagónicas. Véase por si había dudas el artículo 135. No, no y no a la gran coalición. ¿Se mantendrá ese criterio si, complicándose los asuntos catalanes, el PP hace a su vez una llamada al patriotismo del PSOE y propone otro gobierno de concentración como el catalán? Dos gobiernos de concentración en España y enfrentados entre sí. El SPD alemán, además, no tiene un Podemos pisándole los talones. Pero Cataluña es decisiva.

De Cataluña no hay discurso claro en Podemos. A falta de ver qué resultado obtendría en unas elecciones y qué actitud adoptaría en la política específicamente catalana, a día de hoy, según sus declaraciones, Podemos se situaría en el campo intermedio, obstaculizando o apoyando la opción hegemónica, pero sin capacidad de configurar una propia.

Podemos es una fuerza decididamente española e inserta en la dinámica del sistema político español. Una vez fagocitado el apoyo electoral de IU y mantenido esta como opción perdedora con la sola función de evidenciar que Podemos no es una fuerza comunista o poscomunista, toca ahora absorber la base electoral del PSOE hasta pasokizarlo. La declaración de Pablo Iglesias de que su programa económico y supongo que todo él es socialdemócrata revela astucia. La utilización de un término denostado hasta la fecha a base de precisar que se trata de la verdadera socialdemocrcaia, la que el PSOE ha abandonado vergonzosamente por un plato de lentejas de las migajas capitalistas. Podemos recoge bravamente una bandera abandonada en el fango y la enarbola, al tiempo que empuja a la derecha a su abanderado tradicional, el socialismo democrático, el PSOE. Esa es la gran apuesta, la misma que había hecho Carrillo en lo años setenta del siglo XX, cuando se sacó del magín el eurocomunismo, que era el viejo progama comunista dulcificado y aplicado mediante elecciones democráticas.

La cuestión es si la socialdemocratización de Podemos tiene mayor éxito que el eurocomunismo del PCE.