divendres, 27 de febrer del 2015

La terquedad catalana.


No parecen enterarse. O no quieren darse por enterados. Los nacionalistas catalanes siguen erre que erre queriendo separarse. Y los nacionalistas españoles eñe que eñe, poniéndoles coto, límites, barreras que los otros se obstinan en sortear o saltarse limpiamente. No se enteran de que no pueden organizar referéndums en su tierra; ni consultas. No pueden llamarse a sí mismos "nación" si con eso pretenden ladinos "efectos juridicos". O deportivos. No pueden tener una selección nacional de fútbol, pero sí un Museo Nacional de Arte de Cataluña y una Orquesta Nacional de Cataluña. La cultura, al parecer, no tiene "efectos jurídicos". No pueden organizar su sistema educativo como quieran. No pueden hablar en catalán en el congreso. No pueden tener representaciones exteriores de fuste. Pasado el Ebro, no son catalanes, sino españoles. Allende los Pirineos, también. Eso dicen sus documentos de identidad.

Ahora, si son jueces, tampoco pueden redactar proyectos de Constitución de entes imaginarios como una República Catalana. El juez Vidal queda fuera de la carrera por eso. No dudo de que la decisión disciplinaria del Consejo General del Poder Judicial estará impecablemente ajustada a derecho. Si no lo estuviere, ya se lo harán ver.

Al margen de estas cuestiones, que se ventilarán sin duda en su momento, el asunto tiene unas implicaciones políticas de largo alcance. La decisión del órgano de vigilancia de los jueces ha sido contundente y veloz y contrasta con la lentitud e incluso dejadez en otros casos. Pero, sobre todo, es obvio que se trata de algo ideológico. ¿Qué pasaría si, en vez de llamarlo "proyecto" de Constitución, Vidal lo hubiera llamado "Utopia de Catalunya Lliure"? ¿En dónde están los límites que hacen de una obra del espíritu una creación literaria o un documento para la comisión de una delito? Aceptar esto nos lleva peligrosamente cerca del juicio de intenciones.

Dicen los guardianes del orden que se trata de un proyecto ideológico partidista. Y los jueces no pueden pertenecer a partidos. Ideológico es seguro; partidista, falso. El popio Vidal ha señalado en repetidas ocasiones que tras su iniciativa no hay partido alguno. Añadase a ello que la medida tomada contra él lo ha sido por un órgano que ve bien que el presidente del Tribunal Constitucional haya militado activamente en el partido del gobierno. En el caso de Vidal no hay partido y lo de la ideología no es algo que los jueces tengan prohibido, según se colige de que estén organizados en tres asociaciones profesionales separadas por razones ideológicas. Resumen aparente, si eres juez y tienes un problema ideológico, solo te pasa algo si eres catalán.

La indiferencia, desconocimiento e irresponsabilidad con que el nacionalismo español -especialmente enraizado en la judicatura- se enfrenta a la cuestión catalana, que es la cuestión española, son asombrosos.