divendres, 5 de juny del 2015

Los viejos soldados nunca mueren.


Esta línea de la antigua  balada antimilitarista, reconvertida luego en timbre de honor por el general MacArthur en la guerra de Corea, se aplica a la inenarrable ceremonia de ayer en la que Felipe VI homenajeó en París a los combatientes españoles republicanos de la novena compañía de la división Leclerc y haciéndolo, si no yerro, bajo los colores de la bandera de quienes los expulsaron de su país. Palinuro lo trató en un post titulado ¿con esto tampoco va a pasar nada? Aquí solo una reflexión complementaria, para ver más de cerca esta vergüenza de la Gran Nación.
 
La Europa de hoy es el resultado de la derrota del fascismo. España lo es de su victoria. Allí ganaron quienes aquí perdieron. No compartimos memorias. No compartimos nada. En Europa abundan los recuerdos, monumentos, homenajes a los antifascistas. No hay ninguno que honre la memoria de los fascistas. Aquí es al revés: apenas dos o tres placas y recuerdos a los antifascistas, generalmente por iniciativa municipal, y una plétora de monumentos, calles, plazas, arcos, fuentes, paseos y hasta pueblos enteros dedicados a honrar la memoria de los fascistas. La historia la escriben los vencedores y, por eso, el arco de La Moncloa, a la entrada de Madrid,  sigue llamándose Arco de la victoria.
 
Felipe VI hiló un discurso vergonzoso. Por el contenido y por la circunstancia. Citó como si fuera motivo de orgullo, la presencia en Francia de artistas e intelectuales españoles, entre los que mencionó a Picasso, Dalí y Machado. Pero no dijo nada de las razones de la marcha de muchos de ellos.  Y eran poderosas. Palinuro le ofrece un par de ejemplos, entre otros posibles, por si las desconoce. Julián Zugazagoitia y Lluís Companys eran dos españoles que también se fueron a Francia en aquellos años. Los ocupantes alemanes los capturaron, se les entregaron a Franco y Franco los hizo fusilar. ¿Entiende S.M. por qué se iban los españoles, incluidos los combatientes de la Nueve?
 
Pero hay más. Hay la circunstancia. Casi nadie subraya el hecho verdaderamente aleccionador de que el discurso de Felipe VI se hiciera en presencia de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, nieta de exiliado político del franquismo e hija de emigrante económico de ese mismo franquismo. El franquismo que nombró Rey a su padre.
 
No, los viejos soldados nunca mueren. Solo se difuminan.