dimecres, 9 de desembre del 2015

Los cuentos de Eros.

VV.AA. (2014) A l'ombra del Decameró. Catorze relats eròtics. Maçanet de la selva: Gregal. (111 págs).
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  No soy aficionado a la literatura erótica. Probablemente me ocurre con ella como a Obelix con la poción mágica, que absorbí demasiada ya al comienzo de mi afición lectora. Hurgando de adolescente en la biblioteca de casa encontré una preciosa edición del siglo XIX de las Aventuras del baroncito de Faublas, una novela erótica escrita por Jean-Baptiste Louvet de Couvrai en 1787. Creo recordar que la edición española era de cuatro volúmenes en octavo que, por supuesto, leí de un tirón, muy entretenido con sus picantes ilustraciones. Ya más en nuestro tiempo pero siempre del feliz botín de los antepasados, leí algunas novelas de Felipe Trigo y Eduardo Zamacois, a los que había gran afición en casa porque, además de escritores eróticos, eran de izquierda. Luego, ya en la juventud dorada acabé de curarme con la visita al Henry Miller de los Trópicos y La crucifixión Rosa, que no son literatura erótica, pero como si lo fueran y Anaïs Nin, que hablaba mucho de él. Precisamente llegué a ella por su curioso ensayo sobre D. H. Lawrence, cuyo Amante de Lady Chatterley debiera ser lectura obligada para todos quienes, a ciertas edades, sientan nostalgias extrañas y vacíos melancólicos. Más en la actualidad, es poco lo que he leído de este género. Si acaso alguna cosa suelta como Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, quien ganó con ella el premio de la Sonrisa Vertical y hubiera hecho bien manteniéndose en esta línea porque su otra literatura es pavorosa. Por eso he acogido el libro en comentario con la sensación de visitar paisajes familiares.

La obra, una recopilación de cuentos de 14 autor@s simula una situación similar a la que dio origen al Decamerón de Bocaccio. En este caso, 14 personas que, según la introducción, son "aficionadas a las letras", se reúnen en una casa de campo a cierta distancia de Barcelona,  como los del Decameron estuvieron diez días alejados de Florencia para escapar a la peste negra. En este caso, según se dice, es una petición de una desconocida señora que presta su posesión a los narradores para que pasen allí 14 días a condición de que cada día le hagan llegar un  cuento erótico. Los autores bautizarán el lugar como Conyserola, esto es, algo así como Coñoserola. Si non è vero, è ben trovato. Porque se trata, en efecto de 14 aficionad@s a las letras que, en casi todos los casos, ejercen otras profesiones, y tienen muy diversas edades, siendo la más joven de 28 años y la mayor, de setenta. La mayoría, en la cincuentena y, por lo que me malicio, tod@s pudieran ser alumn@s de algún tipo de taller de escritura. O sea, son escritores vocacionales pero casi ninguno o ninguno vive de la literatura, aunque en algunos casos ejercen actividades (periodismo, diseño, etc) relativamente próximas a ella.

Los 14 cuentos, todos muy breves, ninguno de más de 10 páginas, son una muestra muy variada en cuanto a estilos y temas, como es de esperar. Hay algunos factores que se repiten, aunque no con tanta frecuencia que quepa considerarlos característicos. Pero tienen su relevancia. Por ejemplo, varios de ellos giran en torno a cuestiones de cocina o de comidas, (moluscos, sopa de puerros, tortas) probablemente por aquello de que los sentidos van juntos. Otros tienen claves literarias o cinematográficas o de peregrina actualidad: uno relata una historia con un intelectual, un filósofo, propietario de un perro llamado Nietzsche; otro (póquer de reines), trae un cuento dentro del cuento; otro es un juego irreverente con Elizabeth Bennet, la heroína de Orgullo y prejuicio; y otro replica el título de una famosa película (Quatre polvos i un funeral); otro, por fin, es una reconstrucción de la escena que alguien grabó con un vídeo con Pedro J. Ramírez y Exuperancia Rapú, naturalemente con los nombres cambiados. Por lo demás, las cuestiones concretas son también muy diferentes: se tratan cuestiones de fetichismo corporal (el pubis) la inapetencia sexual por aburrimiento en el matrimonio, la promiscuidad, las alucinaciones a cuenta de la muerte, nunca muy lejos del amor en la literatura, los consoladores y objetos eróticos y las fantasías sexuales, como el de una mujer que se trajina el dragón de Sant Jordi o se deja trajinar por él. 

Normalmente son narraciones moderadas, contenidas, incluso cuando describen situaciones que entrañan cierta dosis de violencia. Ninguno plantea esa cuestión tan complicada de la oscura relación que hay  entre el sexo y la brutalidad, aunque alguno hace referencia a prácticas sadomasoquistas. Con una calidad literaria aceptable, se dejan leer con agrado. Y, si este crítico no los encuentra excitantes quizá sea por lo narrado al principio de haber caído de pequeño en las redes del travieso hijo de Venus.