dimecres, 13 de juliol del 2016

La República Catalana independiente

Cada vez está más cerca. Los partidos españoles siguen perdiendo el tiempo sin conseguir formar gobierno. La asociación de malhechores del PP con el Sobresueldos a la cabeza mantiene la indignidad y la vergüenza de una manga de ladrones. Las autoridades tratan de procesar con medios torticeros a los independentistas catalanes. Y, mientras tanto, estos siguen avanzando en la hoja de ruta. Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado De la refundación a la República Catalana, en el que valoro el congreso de fundación del Partit Demòcrata Català a partir de la vieja CDC como un paso muy significativo en el proceso hacia la independencia. El inequívoco pronunciamiento del Partido por la independencia y la República significa un giro esencial en la perspectiva política catalana; significa que el independentismo hoy es respaldado no solamente por los sectores populares e izquierdistas (casos de ERC y la CUP) sino también por las clases burguesas y medias, más moderadas y hasta conservadoras. La nación catalana cuenta con el apoyo de las Dos naciones de Benjamin Disraeli, unidas.

Aquí el texto del artículo en castellano.

De la refundación a la República Catalana.

El Rey Felipe VI, ese monarca declarado “persona non grata” en un puñado de municipios catalanes, llegó hace unos días a Cataluña predicar la necesidad de la convivencia, cosa que no hace en el resto del Estado que, al parecer, no lo necesita. El primer ejemplo de su modo de entender la convivencia lo dio luego excluyendo a los partidos catalanes y vascos de la invitación al almuerzo que se iba a celebrar con el presidente Obama. Por entonces todavía pensaba el monarca que habría un almuerzo o una cena con el presidente estadounidense y que no tendría que ir a pedir una hamburguesa a un MacDonalds porque Obama se reunió a comer con su gente y canceló el resto de los ágapes.

Este giro de los hechos libró a los representantes catalanes y vascos de escenificar el mismo ridículo que hicieron los líderes de los partidos de ámbito estatal a los que Obama despachó a razón de tres minutos por cabeza, como si fuera un médico de la seguridad social en un ambulatorio del PP. Al tiempo, pueden plantear legítimamente el alcance del concepto de “convivencia” que excluye a los partidos nacionalistas de los actos de Estado.

Por eso, porque hay que precaverse frente al concepto de “convivencia” de la monarquía española, CDC acaba de refundarse cambiando su nombre por el de Partit Demòcrata Català. Tras el asunto de Pujol y la escisión de UDC, era imprescindible que Cataluña contara con una organización partidista que encauzara hacia la independencia a unos sectores políticos y sociales no representados en las existentes. La cuestión del nombre produjo algún desconcierto cuando los delegados, con buen tino, rechazaron el de Partit Nacional Català que Puigdemont y Mas favorecían. Es mucho más inequívoco el término “demócrata”.

Pero lo definitivo no está en lo nominal, sino en el contenido en la definición del partido. Este se quiere demócrata, catalanista, independentista, europeísta y humanista y republicano. Los factores esenciales son el independentismo y el republicanismo en los que cristaliza una evolución histórica del nacionalismo catalán moderado, de clase media, burgués y tradicionalmente acomodado con la concepción autonomista con que la Constitución de 1978 relevó el viejo regionalismo. El independentismo y el republicanismo sin ambages no solamente clarifican un sector importante, decisivo, de la política catalana sino que también arman un bloque transversal juntamente con ERC que equivale a un gran frente independentista “de todo el pueblo” o “catch all”, con clara vocación ganadora.

El partido refundado era justamente la pieza que faltaba para hacer frente a los acontecimientos que previsiblemente se acelerarán a partir de septiembre y, sobre todo, de la Diada. A partir de ese momento y del resultado de la cuestión de confianza pendiente, se sabrá si Cataluña se dirige a nuevas elecciones o si aplica ya la segunda parte de la hoja de ruta mediante un RUI o una DUI, cuestión que está por dilucidar.

Por supuesto, estos acontecimientos tendrán lugar en un ambiente en el que habrá que tomar en consideración las decisiones que se adopten en Madrid, tanto en el ámbito procesal como en el político, esto es, si los cuatro grandes partidos consiguen o no formar algún tipo de gobierno en España o deben realizar unas terceras elecciones. Todo ello tendrá influencia, sin duda, en el desarrollo de la circunstancia catalana, pero no será ya determinante. A la vuelta del verano, Cataluña deberá dar los primeros pasos para configurar la República Catalana. Por eso un Partit Demòcrata Català independentista y republicano es imprescindible para asociar a un centro y centro derecha que coincide con la izquierda en la voluntad independentista pero quizá en poco más.

El próximo día 23 se celebrará la segunda parte del Congreso fundacional del PDC, en el que este elegirá sus cargos orgánicos. Parece haber tres o cuatro candidaturas a los del órgano ejecutivo de coordinación del partido y se perfila una, quizá dos para la presidencia y la vicepresidencia, lor órganos personales más importantes del partido, sin funciones ejecutivas peo si de coordinación.

A la hora de elegir a los titulares de esos cargos, el criterio que debe prevalecer es la probada capacidad de dirigir a Cataluña a la independencia.