divendres, 15 de juliol del 2016

La centralidad política

Lo decía ayer Palinuro y lo reitera hoy: el único partido en posición de centralidad política es el PSOE. Supongo que algo así debe de picar en Podemos, en donde llevan dos años hablando de conseguir esa centralidad que juzgan suya por derecho de conquista. Pero solo queda rascarse porque, a pesar de las malas circunstancias por las que ha pasado, el PSOE sigue siendo imprescindible en cualquier alianza de gobierno que se postule. Con el PSOE son posibles todas las configuraciones de gobierno, (en principio); sin el PSOE o contra él, ninguna. Envidiable posición, aunque cuajada de dificultades y problemas.

En Podemos, fieles a su tendencia de simular un peso del que carecen, apremian a los socialistas a elegir entre aliarse con el PP o formar un gobierno de izquierdas, es decir, aliarse con ellos. Un dilema inexistente, pues el PSOE rechaza de plano la primera opción. No importa, Anguita, el profeta que más veces ha tomado sus deseos por realidades, sostiene que se dará la gran coalición. O sea, el PSOE ya ha elegido y solo queda ir al sorpasso, si no ahora, en las próximas elecciones. Pura clarividencia. Que Podemos esté fragmentado ya antes de comenzar la legislatura al parecer no preocupa. Pero el hecho es que se configuran cinco tendencias: Podemos-vieja-guardia, realquilados de IU, comuneros catalanes con exigencias referendarias, valencianos de Compromís y, quizá las Mareas. En esa situación -en la que ya se preanuncian enfrentamientos al estilo de la Vida de Bryan- los morados ganarían más con una actitud más realista.

A su vez Rajoy, a quien ya ve todo el mundo como el primer y principal obstáculo a un desenlace de este bloqueo, ha tardado veinte días en entender que no cuenta con apoyo alguno en el Parlamento. Innecesario decir que ser incapaz de encontrar aliados es la prueba más clara de la ineptitud política. En otros veinte días habrá digerido el dato y tirará la toalla como hizo el 20 de diciembre, por incomparecencia. El que ha gobernado autocráticamente durante cuatro años y lleva medio en funciones, quiere seguir siendo presidente pero no está dispuesto a mover un dedo para lograrlo. En el fondo, lo que quiere son terceras elecciones porque dicen los arúspices que, de producirse, le darían mayoría absoluta, esa sin la cual las derechas no saben gobernar. En breve: no está dispuesto a irse salvo con los alguaciles.

El discurso de C's se ha hecho inaudible. Mantienen el "no" al PP en primer vuelta y pasan a la abstención en segunda. Quieren hacerse a un lado, pero facilitando las cosas al PP.

A la inversa, los indepes catalanes, por boca de Tardá, han dejado meridianamente claro que no apoyarán gobierno alguno de Madrid que no sea de izquierdas y por tal ha de entenderse, en la lengua de Ausiàs March, uno partidario del referéndum.

Es grande la responsabilidad del PSOE, el de la centralidad política con los resultados peores de toda su historia en la segunda restauración. La situación es complicada, pero no imposible de resolver. Depende de la capacidad de negociación de las partes. El peor adversario lo tiene el PSOE dentro de sí mismo o en sus aledaños. Los barones de las marcas periféricas, los jarrones chinos, ahora acompañados de teteras y bandejas de Sèvres, los grandes comunicadores bien avenidos con el gobierno, tratan de forzar la mano de Sánchez, convenciéndolo de la necesidad de abstenerse y dar paso a un gobierno del PP. Argumentan asimismo que aquellos resultados electorales no legitiman al PSOE para gobernar. Ese criterio solivianta a la militancia y al electorado, las bases sobre las que Sánchez debe apoyarse para mantener su negativa al PP en cualesquiera circunstancias.

Es posible evitar terceras elecciones y licenciar al gobierno del PP. Depende del PSOE.