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dimecres, 26 de desembre del 2007

Una buena empanada.

La política, disciplina en la que uno apenas llega a graduarse tras dedicarle la vida como estudioso, ciencia la más difícil que hay al tener que dar cuenta de aquella característica específicamente humana, que es la capacidad para mentir es, con todo, una actividad fascinante. Tiene mucho de guerra en países en los que se aspira a prescindir de las guerras de verdad y en buena medida lo han conseguido. La política es la continuación de la guerra por otros medios, según dice Foucault, dando la vuelta al conocido y sobado apotegma de Clausewitz de que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Ambas observaciones son verdad porque se trata de un círculo, de la guerra a la política y de la política a la guerra. A veces se oye a las almas cándidas decir eso de que la guerra es consecuencia del fracaso de la política. O también de su éxito. El caso es que es consecuencia. Como la política es después consecuencia de la guerra.

Hay quien dice que se dan diferencias cualitativas entre la guerra y la política. En la guerra a los desertores los fusilan; en la política, no. Pero no será por falta de ganas. El caso es que la política tiene mucho de guerra y en la guerra vale todo. Se dice que no, que en la guerra se respetan las Convenciones de Ginebra. Pero eso no es estrictamente cierto. Los vencedores aplican siempre las Convenciones de Ginebra a los vencidos pero no a sí mismos. Por ejemplo, los EEUU sostienen que no incumplen las Convenciones porque los prisioneros de guerra que tienen en Guantánamo no son "prisioneros de guerra" sino "enemigos combatientes", con lo cual no le son de aplicación las convenciones. Y nadie dice nada, al menos ningún gobierno de los "fieles aliados" pone de manifiesto que eso es un fraude como un castillo. Habiendo los EEUU declarado la guerra al terrorismo internacional en todo el mundo bajo la doctrina de que ésta no es una guerra convencional sino nueva, contra un enemigo que no puede localizarse geográficamente (salvo casos excepcionales, como el Irak), que no se sabe en dónde está y que puede (y suele) estar entre nosotros, todos sus enemigos combatientes son prisioneros de guerra y los EEUU están infringiendo sistemáticamente las Convenciones de Ginebra.

En realidad quería hablar de dos entrevistas que leí ayer y anteayer en Público, una al señor Oskar Lafontaine y la otra al señor Carod Rovira. Hay que ver, me decía yo, a la conclusión de mis lecturas, qué personas tan distintas y tan parecidas. Las dos son de izquierda. Lafontaine abandonó el SPD (del que había llegado a ser Presidente, así como candidato a la Cancillería) en 2005 acusándolo de haberse escorado a la derecha a favor de los vientos neoliberales en los que la izquierda de toda la vida lleva perdiendo perfil. De izquierda sin duda. Y ha venido a España a apoyar a Izquierda Unida porque, al parecer, se lleva bien con el señor Llamazares. Ese abrazo del oso germánico puede costarle caro a Llamazares porque los del Partido Comunista ya tienen las baterías preparadas para el desembarco de la "socialdemocracia", de nefasta memoria en el comunismo. En todo caso, aquí está el izquierdista alemán, señor Lafontaine apoyando a un grupo de izquierda español y en una perspectiva europea.

Un día después, el que se asoma al periódico es el señor Carod Rovira, también de izquierda. De izquierda posibilista (el señor Carod Rovira afirma que en Esquerra Republicana de Catalunya sólo consideran la posibilidad de pactar con el Partit dels socialistes de Catalunya, no con el PP) pero izquierda. Su discurso es esencialmente nacionalista e independentista, es un discurso no a unos u otros catalanes sino a los nacionalistas catalanes, expresión por lo demás redundante a su parecer. Lo que hace a ambas partes iguales es su radicalismo. El señor Lafontaine quiere un giro a la izquierda de los viejos partidos europeos socialistas con políticas más sociales y más redistributivas y el señor Carod Rovira quiere una Cataluña independiente. Las dos visiones son perfectamente legítimas, ambas, según ellos mismos, los distinguen como izquierdistas y sin embargo no tienen nada que ver entre sí.

Lo del señor Lafontaine me interesa en la medida en que me interesan las formas de articulación de la izquierda en nuestras sociedades, que no lo tiene fácil. Si quiere gobernar (ganar elecciones) tiene que moderar su discurso político; si modera su discurso político, deja de ser de izquierda. Lo del señor Carod Rovira, como es lógico, me interesa bastante menos. De su continuo monotema de la inequidad entre Cataluña y un ente impreciso que se denomina "España" o "Madrid" sólo me quedo con una propuesta, la de que se celebre un referéndum de autodeterminación en Cataluña en 2014. Lo único que no me gusta es que lo fije tan tarde. Cuanto antes, mejor. Cataluña es una sociedad civilizada, avanzada y democrática en la que, a diferencia de lo que sucede en el País Vasco hay una situación de paz civil, por lo tanto, puede procederse al referéndum ya. Sería de desear que igual que si sale que sí los "españolistas" acatarán la decisión, si sale que no lo independentistas prometan no convocar otro referéndum al día siguiente; fundamentalmente, para no aburrir... más.

divendres, 5 d’octubre del 2007

Todos a la cárcel.

Audacia y contundencia ha mostrado el juez Garzón al detener a la mesa nacional de Batasuna varios de cuyos miembros seguramente acabarán haciendo compañía a los señores Otegi y Olano, que llevan ya un tiempo entre rejas. Sin duda habrá quien se eche las manos a la cabeza, vaticinando que, con esta nueva medida represiva, arderá Troya o el País Vasco. Me parece que no. Habrá algunos altercados callejeros, cajeros automáticos achicharrados y algún contenedor de basura en mitad de la calzada. Pero del tantas veces anunciado plante de masas importantes de nacionalistas y simpatizantes, las grandes manifestaciones que paralizarían el país, nada de nada. Aquí no va a pasar nada, como no pasó cuando se ilegalizó a Batasuna, ni cuando se encarceló a Otegi ni pasará nada cuando el Gobierno suspenda la autonomía del País Vasco si el señor Ibarretxe lleva adelante su pretendida consulta. Las razones de esta falta de pulso resistente, de esta apatía de los sectores nacionalistas y, desde luego, de la creciente simpatía con que se ven estas medidas en la opinión pública española vienen de antiguo y conviene recordarlas.

El independentismo, nacionalismo, abertzalismo o movimiento vasco de liberación, como quiera llamarse esa proteica orientación de una parte de los vascos ha acabado agotando la paciencia y el caudal de simpatía de que pudo haber gozado entre la izquierda española. Y lo ha hecho por su incapacidad (o voluntaria y poco inteligente negativa) de entender los cambios habidos en España desde el fin del franquismo, por la injustificada continuidad de la actividad armada de ETA durante la democracia, por el apoyo y el amparo que la miriada de organizaciones políticas ha venido prestando a las actividades terroristas de esa organización y por el desprecio con que siempre han tratado a todo lo procedente de España, incluida la solidaridad de su izquierda, partidaria del acuerdo, la negociación y el derecho de autodeterminación.

Cuando la cuerda se tensa por la obstinación e inflexibilidad de una de las partes, se acaba rompiendo y las consecuencias pueden verse con claridad: nunca ha estado el nacionalismo vasco en todos sus matices más lejos de sus objetivos que hoy.

La impunidad con que manifestaron su apoyo al uso de la violencia contra gentes indefensas en los años pasados en que ETA (que ya no es ni reflejo de lo que fue) sembraba de muerte y sufrimiento la geografía española y la vasca; la calculada ambigüedad del nacionalismo burgués, beneficiario directo de la situación sin salida a que abocaba la praxis terrorista al País Vasco; los dos fracasos de las primeras negociaciones, en 1989 y 1998, que frustraron muchas esperanzas; la amarga experiencia de los crímenes policiales de los GAL, auténtica canallada que todavía envenenó más los ánimos y debilitó mucho al Estado de derecho y su política de seguridad; todo ello acumulado extendió la convicción social de que el independentismo, el asesino y el "político", cómplice de aquél, no era vencible por la vía policial y judicial sino que, al contrario, cualquier medida de este tipo que se tomara, provocaría una reacción social en el País Vasco que empeoraría las cosas.

Esos prejuicios y falsedades empezaron a romperse con el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo y la subsiguiente Ley de Partidos con que los partidos españoles respondieron al pacto nacionalista excluyente de Lizarra que, a su vez, fue un intento de relegitimar la acción independentista después del inhumano asesinato de Miguel Ángel Blanco, perfectamente equiparable a las ejecuciones de judíos por los nazis. Coincidentemente con estos hechos, parte de la izquierda española empezó a distanciarse de la vasca no interesada en nada que no fuera la imposición completa de sus puntos de vista, enunciados por los de las pistolas y apoyados en ellas.

Llegó luego la ilegalización de Batasuna y el llamado "entorno" de ETA que, desde luego, resulta muy objetable desde el punto de vista de la práctica procesal democrática, pero que tampoco suscitó movimiento alguno de protesta o resistencia digno de consideración. Vino después el breve lapso de la tercera y última negociación, propiciada por la llamada "propuesta de Anoeta" que, como pudo verse después, no era más que humo, dado que, ironías de la vida, Batasuna carece de autonomía frente a los pistoleros. Y, por último ETA rompió unilateralmente la tregua (primero por la vía de hecho, a lo gangsteril y luego mediante declaración formal) al comprobar que no arrastraría al Gobierno a concesión alguna en contra de la vigente Constitución.

Normal. La dicha Constitución permite y ampara las reivindicaciones independentistas pacíficas sin límite alguno, como puede verse en el caso de ERC, ¿qué sentido tenía tratar de arrancar un compromiso inconstitucional al Ejecutivo sino el de conseguir por la vía del chantaje lo que no consiguen mediante la libre expresión de sus programas? Una vez comprobado que ETA llama negociación a la imposición de sus puntos de vista y que Batasuna llama "acción política" a seguir sin respetar el derecho a la libertad de expresión y a la vida de quienes no piensen como ella, la represión ha ido a más, cuenta con la eficacísima ayuda del Estado francés (que es elemento determinante en la derrota de ETA) y poca gente la cuestiona ya en España. Paradójicamente la única esperanza de los independentistas es que el partido de la derecha española, en su ofuscación, obstaculice la acción del Gobierno socialista en la lucha contra el terrorismo.

Y ahora, todos a la cárcel, que mucha gente en este país, incluido el vasco, está ya harta de la impunidad con que los aliados "políticos" de los terroristas trataban de seguir imponiendo sus criterios a base de blandir pistolas por persona interpuesta. Tenía que quedar claro de una vez que la disposición del Estado de derecho a negociar y de la izquierda partidaria de la autodetermiación no son pruebas de acobardamiento o debilidad. Los pistoleros y quienes los apoyan suelen creer erróneamente que la fidelidad a los principios que otros puedan tener es una forma de ocultar su amilanamiento. Nada más falso.

Ahora, con la mesa nacional de Batasuna detenida es de suponer que el Estado se tomará en serio las tareas subsiguientes: el cumplimiento de la ley allí donde ésta sea quebrantada, tanto en las acciones de la ANV, como en el asunto de las banderas o en el de esa consulta con la que Ibarretxe cree que puede salvar algo del naufragio independentista. Porque si la cerrazón, el desprecio y la actitud de trágala permanente de los señores de Batasuna son difíciles de soportar, no lo es menos la taimada hipocresía del soberanismo burgués a lo Ibarretxe que iba a convocar una consulta "en ausencia de violencia y con consenso" y, al final la anuncia con los pistoleros tratando de asesinar todo lo que pueden (que ya es muy poco), los gamberros de la kale borroka intentando amedrentar a todo Dios y sin consenso alguno. ¿Cómo va a extrañar que algunos pensemos que la propuesta de Ibarretxe es un intento desesperado de rentabilizar los restos del terrorismo etarra antes de que se lo trague el basurero de la historia?

El juez hará muy bien mandando a la cárcel a aquellos miembros de Batasuna que lo merezcan, a ver si les entra en la cabeza que la ley hay que cumplirla y que no hacerlo tiene las condignas consecuencias en un país en donde defender pacíficamente las ideas que ellos defienden es posible. Y el Gobierno también hará bien suspendiendo la autonomía del País Vasco, como recomienda el señor Guerra, en aplicación del art. 155,1 de la Constitución, si el Lehendakari se obstina en poner fuera de la ley tanto a él mismo como a la institución que representa.

(Las imágenes son tres láminas con grabados de Giovanni Battista Piranesi, pertenecientes a su obra Carceri de invenzione, a mediados del XVIII).

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dissabte, 29 de setembre del 2007

La consulta de Ibarretxe.

Como dicen los castizos, "éramos pocos y parió la abuela". Los Reyes huelen a socarrao en Cataluña; ETA quiere demostrar que no ha perdido capacidad asesina aunque, de momento y por fortuna, no lo consiga; las tropas están bajo fuego enemigo en Afganistán; algunos medios bajo fuego amigo en Madrid y no me refiero sólo al episodio Prisa vs. Mediapro, también el ABC y la COPE andan a sopapos; el euribor lleva camino de convertir a media España en okupa; y los curas se han echado al monte trabuco en mano contra las Sodoma y Gomorra zapateriles. Ardua cosa ser político en España, pues hay que estar al loro de asuntos tan dispares como el mercado hipotecario y la esencia metafísica de la nación y el valor de sus símbolos. En este Campo de Agramante sobreviene el vascón armado con su consulta que es algo así como el yelmo de Perseo y Sigfrido aunque a la inversa porque si el yelmo hacía a los héroes invisibles, la consulta hace al lehendakari no sólo visible, sino aburridamente inevitable.

Hay incluso quien hace una interpretación psicológica de esta insistencia del señor Ibarretxe en seguir adelante con su plan, rechazado en el Congreso de los Diputados. Según ésta, el señor Ibarretxe lleva mal que los acontecimientos de la política española oscurezcan su figura y, en determinados momentos, decide tomar la iniciativa porque, dice, no va a permitir que lo haga ETA permanentemente. En este territorio de las ambiciones personales, hay quien dice incluso que la reaparición del señor Ibarretexe con su "consulta" es la mejor prueba de que ETA ya no está en situación operativa y que los especialistas en recoger nueces ya no cuentan con quien les movía el árbol. Pudiera ser, ¿por qué no?

No obstante, la reaparición del señor Ibarretxe se hace en clave política y en clave política debe entenderse. En las elecciones autonómicas vascas de 1998, que fueron muy tensas, el PP retó al PNV a atreverse a incluir la autodeterminación en su programa electoral. La derecha española pensaba que, de hacerlo, los nacionalistas vascos perderían el voto de sus seguidores moderados y regionalistas. Era un reto estúpido porque pasó lo que era de temer, esto es, que el PNV incluyó la autodeterminación en el programa electoral y ganó las elecciones diciendo que quería ejercerlo, como se prevé en el "Plan de Ibarretxe", aprobado unos años más tarde y, ya dicho, rechazado en el Parlamento español. El Gobierno del señor Aznar se limitó a promover una reforma del Código Penal (a través del subrepticio método de las leyes de acompañamiento de los Presupuestos) que castigaba con hasta cinco años de cárcel a quien convocara "consultas ilegales". Llegaron luego los sociatas y retiraron ese proyecto.

Ahora, con el anuncio del señor Ibarretxe ya en firme, como los órdagos en el mus, el señor Zapatero dice que nada se hará al margen de la Constitución y de las leyes, una de las cuales, la orgánica 2/1980 de 18 de enero sobre regulación de las distintas modalidades de referéndum" dice en art. 2,1 que "la autorización para la convocatoria de consultas populares por vía de referéndum en cualquiera de sus modalidades, es competencia exclusiva del Estado". Sanseacabó.

Por si había alguna duda, ya han salido los señores Rajoy y Savater, cada uno por su lado y en nombre de su partido, diciendo que esa consulta del señor Ibarretxe es ilegal, aunque el del PP añade que, además, es un chantaje al Estado.

La verdad es que el Lehendakari no lo pone fácil ni siquiera a quienes defendemos el derecho de autodeterminación de los pueblos de España. Porque la autodeterminación en el País Vasco está muy bien, pero así no, ni hablar o, como dice el mismo señor Ibarretxe con castelarina oratoria, "no y mil veces no". Empeñarse en decir que la situación es normal y que pueden hacerse elecciones en el clima de inseguridad y amedrentamiento que hay en el País Vasco a causa de ETA y sus compinches, especialmente en las localidades pequeñas, es carecer de escrúpulos y ser un perfecto hipócrita.

La situación es bien clara: primero ETA abandona las armas; luego se deja pasar un tiempo (ya se verá cuánto) hasta que se recupere la seguridad y la confianza en el País Vasco; después se plantea la cuestión de Estatuto vs. independencia. Pero, para que se pueda plantear consulta alguna de ámbito subestatal será precisa una reforma del bloque de constitucionalidad en toda España.

Algo crudo, pero no imposible.

dissabte, 17 de març del 2007

Oñati.

Aquí seguimos ayer y seguiremos hoy, sábado, en esta ciudad, en el corazón del País Vasco, patria de Lope de Aguirre, el de La ira de Dios, a un paso de Mondragón y otro del santuario de Arantzazu que he ahí en la foto. En mitad de los riscos, regido por los franciscanos, lugar sagrado desde que, según la leyenda, se apareciera la Virgen al consabido pastor a mediados del siglo XV, el lugar es, desde luego de gran belleza, pero la construcción no me gusta, ni los apóstoles de Oteyza que adornan la entrada y que en la foto no se ven porque están en la parte derecha. Eso de las piedras esquinadas que han de recordar los espinos en que se apareció la Virgen le da un aspecto espaluznante para mi gusto. Pero, en fin, es lugar de mucha devoción. Aquí subió Ignacio de Loyola a postrarse ante la Virgen, antes de emprender su vida al servicio de la fe.



Por mi parte, hice mi exposición que se remataba con la práctica de la autodeterminación, después de haber expuesto la teoría. A mi juicio, esa práctica ha de venir precedida del cese definitivo de la violencia etarra, la legalización de la izquierda abertzale y la decisión en sede parlamentaria vasca del ejercicio de la autodeterminación, a ser posible con el máximo apoyo posible. No quiero imaginarme cosas que no son, pero me da la impresión de que las bases del Partido Socialista de Euskadi son más autodeterministas que su dirección. Pero no sé si lo suficiente para imponer un apoyo del PSE a un proyecto de ese tipo. En cualquier caso saldría por mayoría. Debería luego darse traslado de él al Parlamento español para su tramitación. Ésta exigiría la reforma de la Constitución y por el procedimiento agravado.
Tengo escasas esperanzas en que una iniciativa así prosperara en el Congreso de los Diputados, aunque me parecería estupendo que lo hiciera. Podría entonces celebrarse un referéndum de autodeterminación en el futuro en el País Vasco en el que cada cual podría defender lo que estimase pertinente; yo, por ejemplo, la unidad de España.

(En la foto, por cierto, el escudo de la fachada de la Universidad es el del Emperador Carlos; en los cuarteles, los emblemas de Castilla y León y en torno, el collar con el toisón de oro de los Austrias. Vamos, lo mismo que se encuentra en Granada) .

Pero eso son ganas de soñar despierto y de esperar que por una vez en la vida pudiéramos resolver un conflicto de modo civilizado y pacífico. Lo más probable sería que la iniciativa no se aprobase y que el Estado cercenase mediante la represión cualquier intento de la parte vasca de realizar referéndum alguno. De hecho, hay que recordar que, cuando Ibarretxe anunció su plan, el Gobierno del señor Aznar puso en marcha un proyecto de ley que permitiera encarcelar a quien convocara un "referéndum ilegal". La victoria socialista de 2004 consiguió impedir que se consumara el atropello; para que digan los geniales estrategas de la revolución mundial que son iguales, las dos patas del mismo banco, y otros refinamientos analíticos de este jaez.

En todo caso, de darse esta situación, sería argumentable que el nacionalismo vasco estaba sometido a la tiranía de la mayoría, una figura suficientemente conocida en la teoría política. Y con ello, también que la carga de la ilegitimidad se había transferido de quienes hubieran practicado o amparado la violencia a quienes arbitrariamente coartaban las posibilidades de expresión de los vascos. Ello, a su vez, justificaría todo tipo de oposición siempre que fuera no violenta, desde la resistencia pasiva a la desobediencia civil.

Era la primera vez que exponía la tesis en el País Vasco y la verdad es que la recepción no fue mala. Sin duda que le digan a uno que tiene que afrontar un período indefinido de práctica de desobediencia civil, que es muy difícil, no es para dar saltos de alegría. Pero yo, la verdad, no veo otra alternativa. Goyo Monreal, que intervino en el coloquio con su mucha sabiduría, no se entusiasmaba, pero reconocía que la alternativa que él veía, esto es, "la paciencia histórica", aun era peor. La opción tuvo buena acogida por parte de un joven profesor de Ciencia Política, Igor Ahedo, que afirmaba que ese era el camino que ya estaba abriéndose y contó una interesante experiencia en ese sentido de recurso a la desobediencia en Iparralde, a raíz de la negativa de las autoridades francesas a reconocer un departamento vasco.