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dissabte, 25 de gener del 2014

El verbo de Dios.

Animada por el edificante ejemplo del ministro Gallardón en defensa de la fe cristiana, la jerarquía se ha lanzado al combate dialéctico por la misma causa, pero no solo en defensa de la ley contra las mujeres, sino de todos los valores que representa: la homofobia, el estigma de las relaciones sexuales no matrimoniales, la sumisión de la mujer al hombre, la lucha contra el horrendo feminismo. Cumple así el pío deseo de su hasta ahora cabeza visible, Rouco Varela, de reevangelizar España, dejada de la mano de Dios. Son la legión tebana en apoyo de su capitán, San Mauricio Gallardón, batiéndose solo contra los asesinos de seres concebidos pero no nacidos. Arman un gran barullo y esperan que no los sometan al martirio.

Suelen argumentar los católicos, cuando alguien protesta por tener que escuchar en público una sarta de disparates y granujadas, que los curas tienen perfecto derecho a expresarse, que hay libertad de expresión y mucha gente está encantada de escucharlos. No lo dudo. Pero sus gustos no son necesariamente los de los demás y estos monseñores imparten sus doctrinas a través de medios públicos de comunicación que pagamos todos, incluidos quienes no tenemos ningún interés en escucharlos. Es más, cualquier cosa que expresen los curas en público, aunque sea subidos a una farola en una plaza, lo hacen con el dinero que todos los españoles estamos obligados a pagar a la iglesia y con el que esta se mantiene. Es lógica nuestra petición de que, cuando los católicos quieran escuchar a sus pastores, lo hagan en locales apropiados, privados, aparte, en donde no den la murga a los demás, que bastante tienen para pararse encima a escuchar (si, por ejemplo, son gays) cómo los insultan unos señores tocados con un cucurucho.

Una vez corregido este abuso de sobrevoz de la iglesia católica en España, ya decidirán los ciudadanos si les merece la pena acercarse a escuchar la doctrina de los clérigos sobre asuntos acerca de los cuales no suelen saber nada. Siempre hay, además, gente con sentido del humor. Mientras esto no suceda y la jerarquía se empeñe en ocupar los espacios públicos para sus monsergas, en lo que los economistas llamarían una típica externalidad, o sea una especie de contaminación acústica, tendrán que tragar con el correspondiente derecho de réplica de quienes están obligados a escuchar sus sermones y... pagarlos.

Y es que el clero dice cosas que producen verdadero pasmo. El nuevo cardenal, Fernando Sebastián, uno que en 2007 pedía el voto para Falange de las JONS, siete años más tarde ha progresado en su espíritu cristiano y ahora solo pide que se se trate a los homosexuales como enfermos, razón por la cual ya lo han llevado a los tribunales. No sé cómo acabará el asunto pero es difícil que este clérigo entienda lo inhumano y perverso de su razonamiento. Ningún fanático admitirá jamás que quienes no compartan a pies juntilla sus creencias y valores sean personas normales; son delincuentes o enfermos. Es el abc del totalitarismo. Pero está claro que, si hay un enfermo en esta fábula, es el fanático.

El obispo de Granada, editor del libro Cásate y sé sumisa, también está bajo la lupa de la fiscalía que investiga si el ensayo merece algún tipo de reproche penal. Pero Palinuro confiesa que su obispo preferido es el de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, que tiene un discurso más filosófico y carga contra el feminismo radical porque deconstruye la persona. Ahí es nada. Entra a saco en el terreno de la izquierda, igual que Gallardón pero, a diferencia de este, en lugar de enarbolar la bandera roja y ponerse al frente de la revolución, enarbola el lábaro con la cruz y desbarata a los heréticos e infieles con la espada.

Reconozco idealizar un poco pero es que uno espera que Dios envíe sus mejores soldados a la defensa de su causa. Un hermoso San Miguel con su espada flamígera o un aguerrido San Jorge de brillante armadura, por ejemplo. En su lugar hemos de vérnoslas con estos atildados burócratas, repeinados, de sonrosados mofletes, poco dados a la rudeza de la lucha en campo abierto y más a los placeres de la buena mesa. Pero lo que nos niegan en la estética nos lo dan en la dialéctica, en los alambicados conceptos que manejan. Este viene hablando de que el feminismo conduce a la deconstrucción de la persona. Ignoro lo que monseñor entiende por este concepto derridano. Según parece lo tiene por algo abominable. Porque gran parte del feminismo se vale de él para su objetivo, esto es, contraponer la ausencia en que ha consistido su condición desde tiempo inmemorial a la presencia masculina, hacer aquella visible mediante un proceso de différance, hacer visibles a las mujeres. Y eso es más de lo que el obispo puede tolerar.

Carga asimismo monseñor contra las teorías queer y cyborg. Está a la última. Se ve que conoce el manifiesto de Donna Haraway, al menos tanto como Gallardón el Manifiesto Comunista. No sé por dónde puede tener el clérigo cuita con lo cyborg. Una metáfora antes que un teoría. Le hace ilusión, imagino, soltar el término con sus resonancias cavernosas. Alguien que anda con cyborgs está al servicio del maligno. Y de inmediato encuentra Reig el tono pastoral para adoctrinar el rebaño: el feminismo que (ya ven ustedes) empezó pidiendo el sufragio para las mujeres, se ha radicalizado, se ha convertido en un instrumento político a favor del aborto, contra el matrimonio monógamo y la maternidad. ¿Pruebas? Bueno, ¿no está al servicio de los cyborgs? Es el vituperable "feminismo de cuota", el del "empoderamiento", el feminismo ginocéntrico. Le gustará más o menos al obispo (no lo tengo claro) pero este discurso justifica indirectamente la violencia de género.

¿Violencia la iglesia? Por el amor de Dios, si esta ofrece amparo al verdadero feminismo, el cristiano que, sin seguir modelos machistas, sabe reconocer y expresar el verdadero espíritu femenino. El suyo. El ánimo del prelado no solamente no es violento sino que anima a sus seguidoras a rezar por sus hermanas descarriadas, las del feminismo ginocéntrico.

Palinuro, un descreído, también invoca a los dioses, a todos, por si acaso, pues nunca se sabe (aunque sin rezarles) para que nos protejan a tod@s, mujeres y hombres, feministas y no feministas, frente a la ley que Gallardón pretende imponer, con ayuda de estos clérigos bocazas que no saben lo que dicen, pero no paran de anatematizar.

dimecres, 30 de gener del 2013

España cañí.

Según mis noticias, TVE ha censurado una escena de homosexualidad en una serie propia, que se emite en horario de máxima audiencia, pretextando la audiencia infantil. Los niños no pueden ver cómo dos hombres (o dos mujeres) se besan. Pero sí pueden ver que se odian, se engañan, se envenenan, se asesinan, incluso entre hermanos. Tampoco es tan extraño. Al fin y al cabo, Caín y Abel no se llevaban muy bien. Desde luego, es una curiosa forma de entender la moral. La serie, según parece, es una imitación de Falcon Crest. Eso sí que me parece obsceno: adaptar productos culturales extranjeros, copiarlos, adoptar pautas culturales, formas de vida, costumbres extrañas, exponiendo situaciones que aparentan ser reales pero están fuera de la realidad cotidiana de la gente. Es un asalto, una imitación lacayuna y una renuncia a elaborar ficciones y relatos en los que la gente pueda reconocerse.

Pero, en fin, lo cañí es tomarla con la homosexualidad. Como ya no pueden tratarla de delito, han dado en la flor de considerarla una enfermedad, aunque la OMS hace años que la ha eliminado de la lista oficial de dolencias. No importa, en la España eterna se la sigue considerando una efermedad en virtud de la superior autoridad del obispado, experto en estos asuntos. Por eso hasta ofrece curarla. La autoridad secular, algo más prudente que la espiritual, prefiere invisibilizarla. Los matrimonios homosexuales, la homosexualidad han desaparecido de la Educación para a ciudadanía. Por supuesto, en la tele los chicos no se besan y, si se besan, se corta la escena. Y eso que esta no se rodó en el procaz extranjero sino en el viril solar patrio.

Claro, el Consejo de Europa la ha tomado con TVE, a la que acusa de someterse a las presiones del gobierno. TVE lo niega en solemne comunicado y tiene razón. TVE no se somete a las presiones del gobierno. Es el gobierno. O, mejor dicho, parte de él. Es su aparato de publicidad y propaganda con absoluta desfachatez. No saben los señores del Consejo de Europa qué es la España cañí. Podrían darse una vuelta por el foro.

El Rey está para el arrastre pero no puede abdicar porque es un momento muy malo para el prestigio de la Monarquía. La abdicación de la Reina de Holanda, frecuentemente empleada como espejo de la Corona española, no tiene nada que ver. Si se quiere emplear el caso como ejemplo, compárese con Isabel II de Inglaterra, que en tres años habrá reinado tantos como la Reina Victoria. La Monarquía no es una institución racional y no se atiene a pautas racionales. Cada cual abdica cuando le parece. Lo cañí de la historia es que el Rey no puede abdicar debido a la maraña de complicaciones procesales en que se encuentra su familia. Visto lo visto, quién sabe si él mismo. Siendo Rey, es irresponsable; pero no siéndolo, estando abdicado, cabría sostener lo contrario. El Rey Juan Carlos I no está sujeto a responsabilidad. ¿Y el ciudadano Juan Carlos de Borbón? Esa sería otra historia.

Lo último en cañí vuelve a los niños. Los escolares de la pública que lleven fiambrera (ahora llamada tupper por la misma razón por la cual el rompecabezas de toda la vida se llama puzzle) pagarán 3,8€ en concepto de ignoro qué. El precio del menú en el Congreso de los Diputados es de 3,5€. Sus señorías tienen el papeo subvencionado con cargo a los fondos públicos. Los escolares pagan incluso sin tener por qué. No comprendo cómo se puede permitir algo así.

Y cañí del todo es el asunto de los sobres. Rajoy ha prohibido a los suyos, gobierno y partido, hablar de él. Igual que la TVE escamotea los besos entre hombres. Pero los besos existen y los sobres, también. Los últimos han salido hasta en el New York Times. Es decir, son la comidilla mundial. En definitiva, un nuevo ataque, una nueva infamia de la conspiración judeo-masónica antiespañola. Eso sí que es cañí.

diumenge, 1 de juliol del 2012

La incomprensible homofobia.

El carácter pacífico y poco amigo de pendencias del ser humano hace que, cuanto más violenta e irracional sea una actitud, más en el fondo se la respete, antes por temor que por convicción. Esas ejecuciones públicas de homosexuales en el Irán con grúas no son peculiaridades culturales o religiosas sino simples crímenes inhumanos que debieran mover a las naciones civilizadas de la tierra a romper relaciones con bárbaros de tal calibre.
Pero eso no sucede porque, en realidad, la homofobia es una actitud mucho más extendida de lo que parece. No tan extrema como entre los iraníes, más suave, pero también muy injusta y dañina para la concepción de la dignidad de la persona. Las intervenciones públicas de la jerarquía católica, sus diatribas contra la homosexualidad disfrazadas de paternal congoja por los destinos de los homosexuales como ovejas desviadas carecen de fundamento evangélico.
No obstante, los católicos son muy libres de seguir las enseñanzas de sus obispos y adecuar a ellas su comportamiento. Pero esa forma concreta de proceder respecto de los homosexuales no tiene por qué extenderse más allá de los límites de su religión. Los homosexuales no católicos no tienen por qué tolerar que los traten de desviados, de enfermos o de pecadores. Ese es un problema exclusivo de los homosexuales católicos.
La homofobia, una actitud que considero incomprensible, lo impregna todo. Eso se ve en la cuestión del matrimonio gay. El Tribunal Constitucional parece a punto de darle el visto bueno. Los sectores conservadores, probablemente, presionarán en favor de una nueva ley que lo haga imposible. El discurso justificatorio es siempre el mismo: "no tengo nada contra los gays ni contra que vivan en pareja con iguales derechos que los heterosexuales, pero que no le llamen a eso matrimonio". Luego sí tiene algo contra los gays, pues los limita en sus derechos.
La mentalidad homofóbica no puede admitir una familia gay porque cree estar en posesión de la verdad en lo que a la familia se refiere: una unión de un hombre y una mujer con fines de procreación. Pero la historia registra otras formas de familia y en la actualidad también las hay, como la poligamia entre los musulmanes. Está bien que sea la idea católica de familia, pero los católicos no tienen más derecho a imponer a los demás su idea de familia que los demás a imponer la suya a los católicos. 
La homofobia es incomprensible.

dilluns, 21 de maig del 2012

¿Quién persigue a quién?

Según el Cardenal Rouco en Alcalá de Henares se está persiguiendo inicuamente al obispo Reig Pla a causa de sus declaraciones sobre los homosexuales. Rouco las atribuye al amor cristiano de Reig por la especie y por sus ovejas descarriadas y/o enfermas. La mayoría municipal, en cambio, las considera inadmisibles por homófobas y merecedoras de algún tipo de ostracismo o expulsión a las tinieblas exteriores a Alcalá.
¿Y qué dijo exactamente el obispo para encrespar así la opinión pública? Vino a decir que la homosexualidad es una enfermedad que “se cura” con una terapia adecuada. Un disparate muy extendido entre mucha gente conservadora y tradicional bastante de la cual va más lejos y la considera un delito. En varios países acarrea la pena de muerte. O sea, no es asunto para andarse con frivolidades, aunque sean mitradas, pues fácilmente pueden convertirse en tragedias. Se empieza hablando de enfermedad y se termina haciéndolo de delito. Más claramente: esas declaraciones estigmatizan a los homosexuales y, por tanto, los persiguen.
En verdad, el obispo supuestamente perseguido, según Rouco Varela, es el que persigue a una colectividad que no es de su agrado, la de los homosexuales y lo hace, además, con desprecio no ya de las virtudes cristianas sino del mero sentido común. La Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la homosexualidad una enfermedad en 1990. Carece de sentido que un obispo enmiende la plana en asuntos médicos a la OMS. Por eso los homófobos católicos recurren al término “desorden”, en un intento de ocultar sus intenciones, siendo así que “desorden” quiere decir enfermedad. Un obispo no es quién para determinar qué sea o no enfermedad y, si lo hace, está usurpando ilegalmente unas competencias profesionales.
Suele aducirse, llegada aquí la discusión, que, al fin y al cabo, la iglesia es una asociación privada voluntaria y habla para sus miembros y no para el conjunto de la sociedad y, en consecuencia, puede decir lo que le parezca y convenga a los intereses de la asociación. Nadie tiene derecho a perseguir a un obispo cuando habla a su grey, diga lo que diga. La validez de este argumento, obviamente, depende de que sea cierto que el obispo habla a su grey. Y no lo es.
En primer lugar, aunque las declaraciones se produjeron en el curso de un acto litúrgico, se transmitieron a través de la televisión pública, TVE2, en tiempo real. Esto de retransmitir las misas católicas mediante una radiotelevisión pública implica meter el culto religioso en todos los hogares, sean o no creyentes. Por supuesto, el creyente en otra religión o el ateo el domingo a las 12 del mediodía no tenían opción: o veían la misa del señor Reig y escuchaban sus disparates homófobos o se iban a alimentar los patos en el Retiro.
En segundo lugar, y ello es más grave, el obispo Reig no habló de y para el círculo de sus seguidores sino para el conjunto de la colectividad, no por lo que se refiere al auditorio sino por lo que hace al objeto del disparate, los homosexuales. El obispo Reig calificaba de “curables” a todos los homosexuales y no solamente a los homosexuales católicos. Imaginar esta segunda hipótesis sería completamente absurdo. Pero eso no puede ser óbice para una creencia religiosa que tiene a gala dar por ciertas cosas no ya absurdas sino directamente delirantes. Si, a pesar de todo, el obispo no restringe su “diagnóstico” a los homosexuales católicos sino que, al contrario, dice reafirmarse en su criterio da la impresión de que, en efecto, quien se dice víctima de una persecución es el que persigue a los demás. Y que haya montado un circo, obligando a todos los curas de su diócesis a predicar en misa en contra de algunos de sus semejantes por razón de su orientación sexual, no lo hace menos sino más perseguidor de su prójimo al que, según su religión debiera amar.

(La imagen es una foto de Mukarra, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 19 de maig del 2012

La iglesia militante.

Diez de la mañana de un soleado día de mayo. Monseñor Pouco da una rueda de prensa para explicar la alegría de la iglesia como cuerpo místico ante los nuevos contenidos de esa materia semidemoniaca de Ciudadanía.
- El cuerpo místico de Cristo no descansa. Está siempre en acción, luchando contra el maligno, el mundo, sus pompas y sus obras. Siempre blandiendo la espada de la fe para que no eche raíces la herejía, el cisma, la blasfemia o los pecados contra natura. Fue así como convencimos al ministro, que es hombre devoto, de que omitiera toda referencia a la "homofobia", concepto incomprensible para los escolares.
- Pero, monseñor,-señala un joven reportero, recién salido del nido- la homofobia es un delito.
- Precisamente por eso, hijo mío. No vamos a convertir la Ciudadanía en una apología de los delitos.
- No -porfía el importuno-, si es al revés.
- El mal no tiene derecho ni revés, mi joven amigo. Cualquier intento de exponer las almas cándidas de los escolares al contagio con el mal y el pecado debe ser combatido. Combatido con la decisión de la iglesia, que no deja pasar una.
Once y media de la mañana del mismo día. El Cardenal Pouco  interviene en un magazin radiofónico de "Radio Calvario" en un programa llamado"El alma de España":
- Sí, fuimos nosotros quienes insistimos para que Ciudadanía condenara el "nacionalismo excluyente". Contaré una anécdota: la autoridad civil quería que se condenara todo nacionalismo sin más. Nos pareció poco prudente, porque puede haber un nacionalismo bueno, saludable, cristiano. Lo que condenamos es la exclusión porque no hay nada más anticristiano. La iglesia católica es inclusiva, quiere proteger bajo sus alas a toda la humanidad, por eso es católica. Algunos dicen que tenemos un espíritu belicoso e imponemos nuestras creencias a sangre y fuego cuando podemos. Pero yo os digo que eso es falso. Nuestras creencias, que son las verdaderas, se imponen por el amor y la caridad. Lo de la sangre y el fuego es de épocas pasadas cuando, si la iglesia pecó, así fue por la voluntad de Dios para su mayor gloria.
Dos en punto de la tarde. El día está denso por una nube de aire africano. El Príncipe de la iglesia asiste a un almuerzo en la sede del Arzobispado en honor de la alcaldesa de la capital del Reino, quien acaba de declarar que jamás cobrará el IBI a la iglesia.
- Monseñor puede estar seguro -afirma la alcaldesa mientras prueba una endibia a la salsa roquefort- de que para cobrar ese tributo habrá que pasar por encima de mi cadáver.
- Dios no lo quiera, hija. No lo digo por la exacción sino por tu cadáver. Estamos realmente reconocidos a la corporación municipal, de cuya devoción y piedad no teníamos dudas ya desde los tiempos del alcalde anterior a quien el Señor ilumine en su misión de ser el nuevo San Miguel que dirija las legiones celestiales en lucha contra las potencias infernales del aborto y la sodomía.
- San Miguel, Monseñor, y San Gabriel, que anuncia la buena nueva a la doncella.
- Todos los arcángeles, hija -sentencia Monseñor, mientras unta una rebanada de pan de mousse de cabracho, al que es muy aficionado-. Todos los arcágeles y algunos santos, como San Jorge, que derrotó al monstruo de tres cabezas: 1ª) la de la promiscuidad; 2ª) la del control de la natalidad; 3ª) la de los matrimonios gays.
- Me gustaría mucho escuchar sus razones en contra de esa monstruosidad para fortalecer mi fe.
- Pues ven esta tarde a una reunión que tengo con curas párrocos en Alcalá y las oirás. A propósito, dados los tiempos que corren nos hemos permitido pedir al catering que facturen este almuerzo al Ayuntamiento así como un pequeño óbolo para ayudar a reparar el tejado que tiene goteras.
Cinco de la tarde del caluroso día. Sigue el aire esfixiante del África. Monseñor preside un sínodo diocesano en la iglesia de San Alejandro Parvo, de céntrica ubicación. El ambiente del concilio está tenso y cargado no solo debido al aire africano sino por la decisión municipal de pedir al obispo Puig Serrat que ahueque el ala a causa de sus declaraciones homófobas. Monseñor Pouco toma la palabra:
- Parece mentira. Vengo ahora de estar con la alcaldesa de Madrid, fiel hija de la iglesia y me encuentro esta sublevación municipal, casi masona y republicana. En efecto, en efecto, basta con salir a la calle para darse cuenta de que el África empieza en los Pirineos. Un país de salvajes, hombre, gobernados por acémilas. Porque, en definitiva, ¿que ha dicho el obispo? Que los homosexuales son unos enfermos. Lo mismo que decía la OMS cuando era una verdadera organización cristiana y no como ahora, una especie de soviet internacional de la homosexualidad. Lo diré con más claridad: la internacional rosa, la que está detrás de esa odiosa campaña de acoso y derribo de este santo varón. Preciso es protegerlo y no permitir que lo linchen unas hordas incapaces de comprender que lo que Monseñor Puich pretende es devolver al redil a las ovejas descarriadas.
Nueve de la noche del día caluroso. Después de los rezos de completas y antes de retirarse a sus aposentos, el purpurado hace repaso del día, uno más que ofrece al Señor en su lucha en favor de la reevangelización de España que el Santo Padre le ha encomendado. ¿Por qué no ha de estarle resrvado por la gracia divina el destino de un nuevo Santiago y cierra España?
(La imagen es un cuadro de Champaigne con un triple retrato del Cardenal Richelieu (hacia 1640)).

diumenge, 8 d’abril del 2012

El odio a los homosexuales.

Viendo el odio que destilaban ayer las palabras del obispo de Alcalá, ese franquista que celebra misas en honra de un genocida, se queda uno sorprendido. ¿Qué habrán hecho los homosexuales a este hombre? Porque está tan furioso contra ellos que los envía al infierno sin remisión, a ese infierno del que creo haber leído que dudan hasta los papas. Para la iglesia católica la homosexualidad es un horrible pecado y parece que también para otras religiones del Libro. En muchos países, además de pecado, es un delito. También lo era hasta hace poco en España y en otros países de Europa. Y en algunos donde es delito, lleva aparejada la pena de muerte. Está clarísimo en el mapa adjunto.

Afortunadamente, en los países más avanzados de la tierra la homosexualidad no solo es legal sino que en algunos -entre ellos el nuestro, al menos hasta ahora- se han protegido sus derechos especialmente. Sin embargo, también en estos países más avanzados sigue habiendo sectores de opinión muy contrarios, furiosamente contrarios, a los homosexuales a los que no es extraño que a veces se les haga objetos de violencia en público cuando muestran su condición.

La pregunta es: ¿de dónde viene este odio a la homosexualidad? En Occidente al menos todo el mundo sabe que en Grecia y en Roma no había homofobia y que las relaciones entre varones no eran infrecuentes. Las tres religiones del libro apuntan a la condena a la homosexualidad que en él se contiene. Recuérdese, de paso, que en Israel la homosexualidad es legal. Pero la verdad es que el Antiguo Testamento no trae mucha condena explícita de la homosexualidad; algunos dicen que, en realidad, ninguna porque los dos textos básicos, esto es, la historia de Lot y Sodoma y Gomorra (Génesis, 19) y los dos pasajes del Levítico, 18: 22 y 20:13 son interpretables en varios sentidos. Personalmente creo que el Levítico condena la homosexualidad masculina, pero en una sola ocasión, sin reiterarla como hace con otras amonestaciones. El Nuevo Testamento es también preciso en algunas cartas de Pablo pero, en cambio, los Evangelios, que son lo importante, no dicen nada.

¿De dónde, pues, viene este odio a los homosexuales que no deja vivir a los homófobos? Y no es broma; en el caso del obispo citado es una manía, una obsesión que lo tiene de cruzado de la homofobia por el mundo, diciendo verdaderos disparates.

En mi opinión, parte de este odio es, en realidad, un reflejo de otro, aun más profundo, que es el odio a las mujeres, la misoginia. Por regla general, el homófobo es también misógino, aunque quienes practican lo primero suelen gloriarse de ser irresistibles para las mujeres. Eso no quiere decir nada. Don Juan es un misógino. En una actitud superficial, casi instintiva, los heterosexuales proyectan sobre los homosexuales la figura de las mujeres porque ellos se ven como hombres solo. Y en un mundo patriarcal como el nuestro (aunque hay diferencias entre nuestra parte y la de los musulmanes, por ejemplo) las mujeres son seres de segunda.

La identificación del homosexual con la mujer es propia de gente poco avisada; sobre todo en el caso de los curas quienes, por tener prohibida la sexualidad, ni saben de lo que hablan. Es el núcleo de lo que se discute en los pasajes del Levítico pues habla de realizar el coito entre varones al modo femenino. De ahí viene también la costumbre, que ya está perdiéndose, de llamar afeminados a los homosexuales. A estos se los condena con tanta más saña cuanto se comprueba que la condición anatómica de hombre no garantiza lo que se considera el adecuado comportamiento sexual. Es decir, así como las diferencias anatómicas entre hombres y mujeres son insalvables, entre los hombres son inexistentes. No se puede distinguir un homosexual de un heterosexual si no es por sus actos, lo que echa sobre las espaldas del segundo el estigma de la ocultación y el engaño, o sea, los homosexuales son pérfidos; justo como las mujeres. Así se produce ese fenómeno que se ha dado en llamar la homosexualidad en el armario.

Ese es, sucintamente reconstruido, el discurso del odio. No es el mismo que el racista o el xenofóbico ya que, en estos casos, suele haber diferencias anatómicas, en el color de la piel sobre todo. Es un odio más profundo, que está mezclado con el miedo. Pero eso ya nos llevaría muy lejos a ver cómo el odio es la proyección exterior de un sentimiento que se ha adueñado del odiador. Encontrar un alter ego que cargue con nuestros miedos y tratar de exterminarlo. Literalmente. En el Irán ahorcan públicamente a los homosexuales.

Del concepto en que la sociedad convencional bien pensante tiene a la homosexualidad femenina mejor es no hablar. El odio se exacerba a extremos criminales. Y es que hasta en la represión que sufren ciertas gentes por su opción sexual, las mujeres llevan la peor parte. Como siempre.

(La imagen es una foto de Wikimedia Commons,que está en el dominio público.).