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dimecres, 23 de setembre del 2009

¡Bienhaya, Zelaya!

¡Bravo, Mel, por fin te decidiste! Y yo que creí que nos habías salido pataruco. Así se hacen las cosas: de modo directo y contundente. Tres meses de espera para que los mandatarios extranjeros, la llamada comunidad internacional y otros mediadores, adoptaran medidas que forzaran a los golpistas a ceder y no se había conseguido nada, salvo ponernos a las puertas de las elecciones presidenciales de noviembre.

Ahora sí hay un buen quilombo y los reticentes tendrán que actuar porque la situación se ha internacionalizado de facto, gracias a la intervención -perfectamente legal y legítima- de Brasil. El conflicto no admite espera ni demora y nadie, sin embargo, tiene la menor idea de qué hacer. Micheletti es mucho más duro de lo que todos supusieron y tú, Mel, por fin, has demostrado agallas. Las cancillerías están que bufan. Pero tendrán que buscar una solución.

A estas alturas la intervención exterior, cuando menos regional, parece inevitable porque la seguridad de la embajada de Brasil y del propio Zelaya no están garantizadas. El aluvión de declaraciones de Micheletti, varias de ellas contradictorias, en las últimas horas, prueba que no cabe descartar un asalto al edificio perpetrado por quien luego se dirá que fue un comando de incontrolados o de patriotas indignados, que viene a ser lo mismo.

(La imagen es una foto de codepinkhq, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 19 d’agost del 2009

Meterse en Honduras.

A casi dos meses del golpe de Estado que derrocó a Zelaya, la situación no parece estar más clara que la primera noche, cuando el ejército envió al exilio en pijama al mandatario hondureño. Sin duda hay un acuerdo prácticamente unánime en que el presidente legítimo debe recuperar el poder, el gobierno de facto cederlo y el ejército volver a los cuarteles. Pero ese acuerdo está lejos de materializarse. El gobierno golpista cuenta con el apoyo de las instituciones fundamentales del país, el Tribunal Supremo, el Parlamento, el ejército y la Iglesia católica así como con un significativo respaldo social. Los partidarios de Zelaya, siendo cuantiosos, no tienen la fuerza suficiente para imponer un retorno del presidente expulsado. Éste, por su parte, tampoco mantiene una actitud clara y decidida en un sentido u otro, como cabía esperar de un hombre que, habiendo sido elegido en la plataforma del venerable Partido Liberal en el que el propio Zelaya representaba a la oligarquía tradicional hondureña, de repente vio la luz del chavismo, el socialismo del siglo XXI y se pasó de la noche a la mañana a la nueva izquierda latinoamericana que trata de fraguar en torno al ALBA, en la que se integró.

Zelaya lleva una frenética actividad internacional, como es lógico, de país en país, recabando apoyos. Pero no parece conseguirlos o no en la proporción necesaria para revertir la situación al statu quo ante. El gobierno golpista resiste la presión y el aislamiento internacionales y tiene muy a su favor el hecho de que el mandato restante del presidente Zelaya apenas es de tres meses, antes de las elecciones presidenciales de noviembre.

En realidad este golpe y la sucesión de acontecimientos posterior muestran un cambio apreciable en las condiciones de América Latina y su relación con los Estados Unidos. El hecho de que los gringos no aparezcan directamente implicados en el golpe militar y que el Gobierno del señor Obama se haya opuesto a él y exija la restitución del mandatario legítimo ha dejado vacío de contenido el viejo discurso antiimperialista de la izquierda que ahora parece pedir justamente lo contrario de lo que lleva decenios predicando. Tiene cierta ironía -y así lo ha subrayado el presidente estadounidense- que quienes acusaban a los EEUU de intervenir en América Latina sean ahora quienes exigen esa intervención.

Lo cual lleva a plantearse asimismo por el sentido de esa izquierda sedicentemente nueva del subcontinente cuyo inspirador es Fidel Castro y cuyo eje principal es Hugo Chávez, esa izquierda que se llama "bolivariana". Tiempo habrá de hablar acerca de ese movimiento que lleva el pintoresco nombre de "socialismo del siglo XXI" (sin que nadie sepa en qué se diferencia del fracasado en el siglo XX) pero, de momento, no es exagerado decir que el principal perdedor en el escenario latinoamericano en el caso de Honduras es el chavismo por cuanto no consigue restablecer en el poder a su aliado por la vía diplomática ni por ninguna otra, aunque a veces el presidente Chávez parezca haber insinuado que podría estar dispuesto a emplear otra. Honduras es el límite a la expansión del área de influencia del chavismo y ésta es, a mi entender, la explicación de que a casi dos meses del golpe, el señor Zelaya esté tan lejos del poder como el primer día del exilio.

(La imagen es una foto de Presidencia de la República del Ecuador, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 26 de juliol del 2009

Zelaya va y viene.

Manuel Zelaya está haciendo lo único que puede hacer: llamar la atención. El peligro que corre en un mundo en el que las noticias se suceden en tropel es que estar fuera de la atención mediática más de veinticuatro horas equivale caer en el olvido público. De ahí que vaya a la frontera, vuelva, vuelva a ir, se haga fotos y no pare de largar. No puede dejarse detener por los golpistas ni quedarse quieto como le dicen sus presuntos amigos de Costa Rica o los Estados Unidos porque en ambos casos se silenciaría su situación y se desvanecería su recuerdo.

Así que la estrategia del depuesto mandatario no es entrar ni dejar de entrar en Honduras sino que se hable de él. Ello sólo es posible atizando el conflicto con el riesgo de que en un momento dado haya derramamiento de sangre. Pero es lo único que puede acicatear a la llamada Comunidad Internacional, singularmente a la Unión Europea, que tiene las costumbres de un paquidermo, a agilizar sus medidas en relación con Honduras. Téngase en cuenta que el señor Zelaya tampoco dispone de mucho tiempo pues se le echan encima las elecciones de noviembre que además todo el mundo quiere adelantar. Esas medidas, no obstante, sólo pueden ser un embargo que normalmente perjudica a las capas más bajas de la población en tanto que los ricos los pasan como si nada. También pueden los países europeos y los Estados Unidos retirar sus embajadores. El señor Chávez ya le ha dicho al suyo que desobedezca la orden que ha recibido del Gobierno facto de Honduras de abandonar el país. Los europeos, si no nos echan, debemos irnos por nuestra cuenta. Hasta aquí la diplomacia.

De todas formas, en el momento de las presiones diplomáticas, el señor Zelaya no muestra especial perspicacia haciéndose acompañar en sus aventuras en la frontera por el Canciller venezolano, señor Maduro, porque ésta es una de las vías de ataque de los golpistas a su persona: que es una marioneta del señor Chávez. ¿Qué pinta el señor Maduro a su vera? ¿Es un fedatario público? ¿Un padrino, como si el asunto fuera un duelo? ¿No hay otro ministro de Asuntos Exteriores en América Latina o en el ALBA que no sea el venezolano?

En cualquier caso yo no fiaría mucho a las gestiones diplomáticas. Y, como dijo Palinuro en una entrada anterior, sólo quedaría la intervención militar para reponer en su puesto al presidente legítimo del país. Pero ¿están los demás países, la sedicente Comunidad Internacional, dispuestos a la intervención militar? Supongo que sólo en el caso de que hubiera un comienzo de guerra civil en Honduras. Pero ¿quién quiere encender una guerra civil en Honduras?

(La imagen es una foto de Presidencia de la República del Ecuador, bajo licencia de Creative Commons).