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dilluns, 11 de juny del 2018

El pirómano

Decía Palinuro ayer:
y eso que todavía no ha entrado en acción el aparato Borrell. Acaba de hacerlo, en la televisión y en plan bronca, agrediendo y mintiendo. Todos los catalanes, y él lo es, saben que Catalunya no está al borde de ningún enfrentamiento civil. Él, en concreto, sabe que la única violencia en Catalunya viene de los nacionalistas españoles oriundos o que allí se desplazan. Y lo sabe porque es uno de los que los alientan cuando se manifiesta con ellos y con lo más reaccionario de la España franquista. 

Lo sabe de sobra cuando sostiene que los actos públicos del bloque nacional español, con Societat Civil Catalana a la cabeza no han generado violencia alguna, siendo así que hay docenas de vídeos que muestran lo contrario y también puede mirarlo en los libros de Jordi Borràs, testimonios gráficos inapelables de un tiempo y un país. 

Por lo demás, estas provocaciones públicas a cargo de matones ultraespañoles, las bandas "descontroladas", solo se hacen ver a base de armar camorra, esa que sirve al ministro para vender la idea del "enfrentamiento civil". En cuanto convocan a algo, se reúnen dos docenas, todo lo más cuarenta abanderados del Imperio, como los que ayer fueron a dar la matraca a TV3, a pedir que la cierren. Definitivamente, esos grupos y bandas de provocadores no son un verdadero riesgo de enfrentamiento civil de una población que ha dado muestra de una convivencia pacífica ejemplar. Y todavía lo serían menos si no estuvieran funcionando los vínculos mas o menos ocultos entre los "incontrolados" y los que los controlan. No, no hay más riesgo de enfrentamiento civil que el que traigan unos gobernantes autoritarios y represores, dirigidos por un pirómano, quien ya amenazaba hace unas fechas con que llegaremos a las manos.

Borrell no es un político adecuado para un gobierno que pretenda, como dice, dialogar con Catalunya. Su intransigencia, su visceralidad y su altanería, que concentra todo el anticatalanismo de la vieja guardia socialista, darán al traste con los esfuerzos reformistas de sus compañeros de equipo, algunos de los cuales le parecerán vendepatrias por lo dialogantes.

Es el caso que el nacionalismo español, incapaz hasta la fecha de abordar el conflicto catalán con inteligencia y sentido democrático se encuentra ahora con una duplicación de tarea que no por esperable ha de resultar menos complicada para la conducción del Estado. Ayer también, una cadena humana de más de cien mil personas cubrió los 220 kms que separan las tres capitales vascas, en demanda del derecho a decidir de los vascos. Los vascos que se han hecho catalanes. La vía catalana que llega a Vasconia.

Catalunya no ha estado nunca al borde de un enfrentamiento civil y quienes sí lo estuvieron, los vascos, han dejado atrás esa etapa y se han sumado al carro de la revolución catalana. O han puesto el suyo en marcha pari passu para que no se pique nadie. Y el movimiento vasco trae pinta de ser tan transversal como el catalán. Esa cadena organizada por la plataforma Gure Esku Dago ("está en nuestras manos") tiene el apoyo de todos los partidos nacionalistas, incluido el PNV así como de las instituciones vascas. Es un movimiento tan amplio, profundo y coordinado como el catalán.

Si en el gobierno creen que cabe seguir con la respuesta represiva judicial y unos retoques (por lo demás imposibles) de la Constitución es que no saben en dónde están. Esto no es una crisis de funcionamiento con unos conflictos de partidos sin más alcance. Es una crisis constitucional que pone en cuestión la estructura misma del Estado. Y no va a arreglarse con más policía, más represión, más jueces y menos todavía teniendo que dividir las fuerzas en el doble frente vasco-catalán.

En estas condiciones todo cuanto se diga del gobierno de Sánchez, incluso lo que el mismo gobierno dice al hablar de su duración, será a beneficio de inventario de unas elecciones generales anticipadas inevitables. Un panorama interesante, teniendo en cuenta que el govern tiene cuatro años por delante...en principio. Verdad es que el central puede axfisiar de tal modo al catalán que fuerce elecciones anticipadas en Catalunya. Pero también lo es que el independentismo puede hacer caer el gobierno socialista igualmente votándole en contra o absteniéndose.

En esas elecciones generales la cuestión interesante que se plantea al independentismo catalán es si participar en ellas o no. Pero eso será un poco más adelante y mientras se va viendo cómo toman los herederos del Imperio la segunda amenaza separatista.

dissabte, 9 de setembre del 2017

Catalanes y vascos

Ahora que llevo toda la semana, en los exámenes de la UNED en Bergara, País Vasco, zona de profundo sentimiento abertzale, se me ha ocurrido hacer algunas comparaciones entre las dos (tres, contando Navarra) comunidades autónomas con mas tensión independentista.

A pesar de la furia asesina de ETA en el pasado, el independentismo vasco no asusta gran cosa a la oligarquía española (incluida la vasca) porque las magnitudes no le parecen preocupantes. Con una población en torno al 7% (entre Euskadi y Navarra) del total español y un PIB de 65.000 millones (PV), quinto puesto en la clasificación del Estado y 18.246 millones (Navarra), puesto 14, de marcharse ambas, las cifras no producirían mucho descalabro. Además esa eventualidad está ya descontada pues el cupo vasco y el concierto navarro -que hacen a estos territorios fiscalmente soberanos de hecho- apenas reportan nada al conjunto del Estado, pero sí permiten que tengan los niveles de vida más altos en casi todos los órdenes.

En cambio, Cataluña es muy otra cosa. Con el 16 % de la población del Estado y un PIB de 204.660 millones de Euros, es la primera economía del país. Además, ese PIB, con el que se financia a sí misma y también en gran medida a otras partes de España, supone aproximadamente 21 por ciento del estatal. De irse, la economía española perdería mucho. Sin duda, gran parte del griterío ultrapatriótico español, de los rugidos de los fachas, los balbuceos de Rajoy y los crispados dislates de Sáez de Santamaría reflejan el terror a perder ese momio. Sobre todo ahora que el ministro Montoro, tan parecido a Nosferatu, ya reconoce que el déficit fiscal de Cataluña es de 10.000 millones de euros, cuando hasta hace poco los gobernantes lo negaban y aún lo niegan, siendo así que, probablemente, esa cifra también sea falsa y el déficit se acerque en realidad a los 15.000 millones.

Esos datos demográficos y económicos condicionan sobremanera la evolución política de ambas comunidades y explican que, aunque el independentismo vasco ha sido violento y también articulado en tiempos de Ibarretxe, el que el Estado teme de verdad es el catalán. Dicho en plata, si se otorgara a Cataluña el sistema del cupo vasco, probablemente el país no aguantaría. Se explica igualmente la peregrina y ambigua relación de ambos territorios con España. Hasta hace poco, los partidos mayoritarios (PNV y CiU) llegaban a acuerdos con el gobierno central y completaban mayorías parlamentarias a cambio de concesiones en materia de competencias y financiación. Desde comienzos del siglo XXI (más o menos) la situación ha comenzado a variar y si el nacionalismo vasco todavía llega a acuerdos con el español (el PNV ha votado a favor de unos presupuestos infumables del PP), los indepes catalanes, no. Los caminos se separan o ahora se hace evidente que siempre estuvieron separados. A los vascos les va bien en España gracias al cupo/concierto; a los catalanes, no. Muchos de estos siguen creyendo que tienen un aliado en el nacionalismo vasco, unos por inercia y costumbre y otros porque saben que, aunque no sea verdad, no les interesa abrir nuevos frentes. Pero no es así.

Los frentes están abiertos. La burguesía vasca no solo no es independentista, sino que tiene ramalazos muy españolistas. Quizá la burguesía catalana también lo fuera pero por razones que sería prolijo examinar aquí, se ha hecho independentista. Y ahora es cuando descubre que, en el fondo, no había tal alianza. El nacionalismo vasco amenaza con la independencia pero, 1º) la amenaza es poco creíble; 2ª) no es enteramente sincera y, en el fondo, no especialmente interesado en apoyar el independentismo catalán. ¿La razón? Es obvia. Cuando Rajoy dice que todos los españoles son iguales ante la ley, como siempre, miente. Fiscalmente hablando, vascos y navarros no son iguales a los demás, sino que tienen regímenes privilegiados.

Y eso explica muchas cosas.

dijous, 4 de maig del 2017

La realidad y la ficción I. El PNV

La política se ventila en el reino de la ficción. Como los cantares de gesta, los hipogrifos o los amores de Angélica y Medoro. Con la diferencia de que mientras las fabulas literarias se desvanecen en el recuerdo y la metáfora, las políticas afectan con dureza la realidad de la vida de las gentes.

Esos 500 millones del ala que deja de ingresar el Estado habrán de ser repuestos por los demás contribuyentes. Esa es la realidad. No se cuestiona aquí si el cálculo es justo o equitativo. Solo se señala que es el precio objetivamente puesto por el PNV para apoyar los presupuestos de Rajoy y posibilitar la continuidad de su gobierno, un gobierno al que se opuso cerradamente desde el principio. Todo esto mientras Ibarretxe se persona en Barcelona y suelta a los catalanes una teórica sobre el derecho de autodeterminación de los pueblos. Ese derecho este año vale 500 millones; el año que viene, las circunstancias decidirán. Mientras el gobierno español dependa de los votos nacionalistas, estos exigirán un precio. La habilidad, parece decir el PNV, es no poner un precio demasiado alto. Eso del referéndum cierra el corazón de los gobernantes madrileños y, con el corazón, la bolsa.

Entre los indepes catalanes, la decepción es grande. Para ellos el referéndum ya no es cosa de precio, sino de principios y ven cómo los pragmáticos vascos se escurren. Ahí hay por cierto un interesante debate pendiente entre la izquierda abertzale y la CUP. Algunos sostienen, con bastante razón, que los vascos, de hecho, son ya independientes pues gozan de la substancia de la independencia que es la soberanía fiscal. Vascos y navarros. Dos excepciones que, a fuer de excepciones, invalidan el frecuente enunciado de Rajoy de la igualdad de todos los españoles. Se invocan entonces los antiguos fueros que dan lugar al concierto y consiguiente cupo blindados. Lo cual les posibilita la indeferencia respecto a quién y cómo gobierne y/o robe en Madrid.

Cuando los catalanes solicitan acogerse a la misma excepción se les dice que no por razones obvias de inviabilidad de la financiación del Estado autonómico. Además se les recuerda que esa solución (concierto) se les ofreció al comienzo de la transición y la rechazaron. Obviamente un error que no debiera aducirse como razón en contra de la legitimidad de su actual petición.

La ficción del nacionalismo e independentismo vasco, largos años enmarañado con la violencia, acaba en la dura realidad de una distribución desigual de las cargas financieras entre las CCAA. Que el Estado no tenga otra forma de conservar la integridad territorial que tanto le obsesiona sino es perpetuando un injusticia es desalentador. E injusto. Ya se sabe que, siempre que se forma una mayoría en democracia (la que busca Rajoy con sus presupuestos), la tendencia será a hacérselo pagar a la minoría.

El problema es cuando esa minoría, la catalana en este caso, confirma que no tiene posibilidad alguna de convertirse en mayoría porque es una minoría estructural y, por lo tanto, siempre estará en una posición de subalternidad. Da así en la flor de convertir su ficción de independencia en un independencia real.

dissabte, 18 de març del 2017

Todo se acaba, hasta lo malo

Magnífica noticia, aunque redundante. ETA ya había anunciado hace años el fin definitivo de sus actividades. Pero, al no desarmarse por entero y sin condiciones, justificaba la intransigencia de las autoridades. Por fin parece haberse dado cuenta y realiza el acto simbólico que debiera cerrar del todo este siniestro capítulo de la historia de España y el País Vasco.

Podía haberse dado cuenta antes y de algo mucho peor: ETA no ha servido para nada salvo para causar muerte y sufrimiento, deteriorar la fibra moral de la sociedad vasca y obstaculizar el logro de los fines nacionalistas/independentistas que decía defender. Y, lo que es peor, no solo en su casa sino también en casa del vecino. Mientras duró la violencia, el discurso del Estado español fue "en tanto no callen las armas, no cabe hablar de nada. Cuando callen se podrá hablar de todo."

Era mentira, pero la actividad terrorista de ETA impedía que se revelara como tal. Silenciadas las armas en el proceso habido en Cataluña, una tierra en la que el independentismo es y ha sido siempre pacífico (exceptuado el breve episodio de Terra Lliure) la mentira se ha revelado mentira. No era cierto que sin violencia se pudiera hablar de todo. Hablar, claro, en un sentido performativo, práctico, no meramente especulativo. No se puede hablar de autodeterminación, ni de derecho a decidir, ni de independencia, ni de referéndum, ni de muchas otras cosas.

España supo enfrentarse a la violencia porque lo hizo con violencia, en cuyo uso es ducha. Pero no sabe enfrentarse a la reivindicación pacífica, porque el diálogo y la negociación no están en su bagaje.

diumenge, 4 de desembre del 2016

El Desconcierto

Las relaciones entre el nacionalismo vasco y el catalán han sido siempre complicadas. Y, como se ve, seguirán siéndolo. Su sistema de alianzas es muy variable, según de qué asuntos se trate. Pero en el fondo de la cuestión se encuentra siempre la de la independencia. A pesar de los "años de plomo", el País Vasco no tiene una vocación tan independentista como Cataluña. En realidad es legítimo pensar que precisamente esos "años de plomo" fueron rémoras en las alas independentistas.

Ahora Urkullu sostiene que la independencia es imposible. En un mundo globalizado. Dicho así, en términos filosóficos, solo cabe asentir. En la globalización somos todos interdependientes y nadie puede ser independiente. Sí, es una verdad general; tan general que no significa nada. El significado está en el contexto: Urkullu avisa a los independentistas catalanes de que la independencia es una quimera y se ofrece como mediador entre las dos partes, el Estado -de quien espera una reconsideración drástica de su negatisvismo- y Cataluña -de la que espera acepte una solución no independentista.

La cuestión aquí es la de la propia autoridad de Urkullu para postularse como mediador. En realidad, a todos los efectos prácticos, el País Vasco y Navarra son independientes pues se autofinancian mediante el concierto y el convenio económicos respectivos. Regímenes de privilegio que todo el mundo evita mencionar como tal. Pero lo son y la prueba es que, si el concierto/convenio se generalizara a todas las CCAA, el país no podría financiarse.

Así que bienvenida sea la invitación al diálogo de Urkullu y ojalá convenza al gobierno de Rajoy de adoptar una actitud dialogante, pero no es realista que pida a los independentistas que renuncien a su objetivo en función de un criterio filosófico. Sobre todo porque él está instalado en una cómoda independencia de facto a la que otros han aspirado sin que se les haya permitido.

dilluns, 26 de setembre del 2016

Decíamos ayer...

Se han cerrado las urnas. Se ha hecho el recuento. Todo queda más o menos como estaba. Pero ahora vienen las interpretaciones, los deseos, las ascuas para arrimar sardinas. Nadie ha perdido, por supuesto. Los cálculos extrapolan al Estado los datos de dos CCAA tan atípicas como Cataluña, ambas también históricas y con peculiaridades intransferibles ni siquiera entre sí. Y no tienen en cuenta la diversidad de objetivos de los contendientes. Ni su muy distinta composición. Ni la posición real en que quedan en la legislatura. Se manejan las cantidades, los porcentajes, sin matizar su alcance. De lo que se trata no es de entender qué haya pasado sino de interpretarlo como justificación para la actitud que se adopte en el conjunto del Estado. Las opiniones, ya se sabe, son libres.

La de Palinuro:

C's: No cuenta. En el PV ha empeorado los resultados de UPyD, cuya alma había pretendido robar, según dolido sentir de la fundadora, Rosa Díez. Es difícil sacar diputados en Galicia y el País Vasco con un discurso casi exclusivamente anticatalanista. Es imposible. En España, todavía, aunque cada vez menos. C's tiene un problema de invisibilidad por indefinición. Dos pactos, dos fracasos; casi es mejor que deje de pactar.

PP Mayoría absoluta en Galicia y el último de la cola en el País Vasco, en comandita con el PSE. Gobierno sin trabas en Galicia e irrelevancia en Euskadi. Dicen los medios que se refuerza la posición de Rajoy. No se ve por qué salvo por la nada desdeñable razón de que eso coincide con los intereses casi universales de la política en España, hoy. Que gobierne Rajoy. A eso no ayuda nada ser irrelevante en el País Vasco o seguir siendo el dueño incontestado de Galicia. Ya lo era. Si acaso, al haber crecido la mayoría absoluta de Feijóo (y eso sí que es "marea"), se atisba una amenaza. Feijóo podría ser la alternativa que el PP ofreciera a cambio de que le dejen seguir gobernando.

PSOE Todas las miradas puestas en él. El dictamen del establecimiento mediático (que es también el de los otros partidos, sobre todo PP y UP) es unánime: enésimo fracaso de Sánchez; la que te espera en el Comité federal; los barones aprestan las huestes. Basta escuchar a Fernández Vara, cabeza del sector derrotista, partidario de "pasar a la oposición" o sea, dejar gobernar al PP con el presidente de los sobresueldos. Dice el extremeño que el PSOE "ha dejado de ser referencia". Será para él y sus correligionarios. La militancia piensa que es al revés: ahora es referencia. Sánchez no sale capitidisminuido de estas elecciones. Los resultados se esperaban malos y lo han sido, pero no mucho. En el País Vasco, los votantes se le han ido a Podemos que, sin embargo, ha quedado en tercer lugar y no pinta nada. Igual que el PSE. Juntos en la nada. El sorpasso es esto: la nada. En Galicia, el PSG ha aguantado y ni sorpasso ha habido, salvo para los auténticos creyentes. La posición de Sánchez en las cuestiones internas de su partido (que son muy externas) no se ve mermada ni debilitada por estas elecciones. Por lo demás, es un asunto que compete al PSOE y que este arreglará como pueda. Pero lo urgente ahora es decidir si ha de haber un gobierno o vamos a terceras elecciones. Visto lo visto y leído lo leído, si yo fuera el PSOE, iría sin dudarlo a terceras elecciones. ¿Por qué? Porque mantiene la centralidad política, reconocida por todos. Se puede gobernar sin el PSOE, pero no contra el PSOE. Y querer forzar la voluntad del partido para que claudique ante quien no lo merece es ir contra él. Por lo demás, el fementido bipartidismo aguanta.

Podemos Estaban los recuentos aún en el aire y ya rodaban tuits triunfalistas del esclarecido guía vistiendo de victoria la derrota. Podemos es principal fuerza de la oposición aquí y allí no tanto pero casi. De la oposición. No del gobierno. En realidad, Podemos no pinta nada en ninguna de las dos comunidades. En Galicia porque comparte esa nada en el pintar con las otras fuerzas de En Marea y en el País Vasco porque Podemos no lidera nada, ni la oposición y el gobierno no necesita a nadie. De hecho, el triunfalismo se matiza con derrotismo: otro dirigente, Ramón Espinar, reflexiona que Podemos pierde votos en donde no va Iglesias de candidato. Este parece reconocer que, en realidad, siguen perdiendo. Pero al estilo pelota de la vieja política, no quiere acordarse de que el 26J, con Iglesias de candidato, perdieron más de un millón de votos. Nada ha cambiado con Galicia y País Vasco y menos que nada, Podemos. Parece que se impone la línea dura con el PSOE, esto es, zarandearlo y poco menos que ordenarle que se avenga a una coalición, retándolo, incluso poniendo en duda casi la virilidad de Sánchez por achantarse ante los barones. Es la vía más rápida hacia las terceras elecciones en la esperanza de que el PP aumente su porcentaje. Así, cuanto peor, mejor. Si l@s de Podemos quieren evitar terceras elecciones, que se abstengan ell@s.

dilluns, 19 de setembre del 2016

Sin novedad en el frente

En el arte de la guerra se sabe que las escaramuzas laterales al cuerpo de la batalla son importantes cuando pueden afectar la suerte de esta. Si no es el caso, su interés se desvanece y se las deja al resultado que den. Es lo que pasa con las dos elecciones autonómicas próximas: las encuestas, esas contra las que llama Sánchez a luchar, dibujan dos resultados probables que no cambiarán la correlación de fuerzas en Madrid. En Galicia, mayoría absoluta del PP en una prueba más de la conveniencia de que los politólogos, además de aplicar sus esquemas analíticos, se asocien con con otros especialistas, por ejemplo, los antropólogos, para hacer más substanciosas sus conclusiones. En el País Vasco, según parece, el PNV habrá de pactar con otro partido y no tendrá problemas para escoger a uno que no le haga estar en deuda con el PP en Madrid.

Ninguno de los resultados previstos cambiará la situación general. La mayor intensidad que muestra la campaña de Sánchez en Galicia se debe al interés en no quedar cuarta fuerza política, por detrás de En Marea porque eso trae resonancias de sorpasso, aunque parecen inestables. Pero, en todo caso, la campaña electoral tanto en Galicia como en el País Vasco persigue sobre todo finalidades de consumo interno. Ya se sabe que el PSOE va a tener un descalabro, de lo que se trata es de mitigarlo para evitar que se emplee después en las batallas domésticas por la Secretaría General.

En lo demás, estas elecciones autonómicas son escaramuzas colaterales. El PSOE no va a pintar mucho en Galicia, pero tampoco lo haría en alianza con En Marea porque no alcanza la mayoría absoluta. La elección tiene interés en cuanto a la correlación de fuerzas dentro de En Marea, en donde los de Podemos no están enteramente a gusto. En el País Vasco, el PSOE puede aliarse con el PNV y tendrá algo más de relevancia o los de Urkullu eligen otros compañeros, elección en la que por primera vez, aparece la opción Elkarri Podemos y habrá que ver qué alianza prefiere el PNV al final. El que no cuenta nada en Euskadi es el PP, el alma del "constitucionalismo", el partido de la mayoría absoluta en Galicia. Toda comparación entre los sistemas políticos autonómicos en España es un empeño inútil.

La campaña para arrancar la abstención al PSOE arrecia. Los barones se han batido en retirada a sus baluartes locales ante la cerrada reacción de los militantes y los votantes en apoyo del NO es NO de su secretario general. Ya no sirven de nada los consejos no pedidos administrados por las viejas glorias. Incluso irritan al auditorio y lo predisponen en contra. Así que los barones parecen estar complotando alguna maniobra o un golpe de mano para sustituir a Sánchez por Díaz. O quizá es un escenario que estén fabricando los medios. O ambas cosas. Lo más probable. Pero, se piense lo que se piense del supuesto propósito, no deja de ser también para consumo interno. Y de lo que se trata es de componer gobierno aquí y ahora.

Los derrotistas proponen abstenerse a cambio de una garantía tentadora: el candidato del PP debe ser otro, cualquiera, pero no Rajoy. Pues sí, es algo digno de considerarse. Empecemos por preguntar al interesado, el propio Rajoy. ¿Qué dirá Rajoy? Obviamente, NO es NO, pero aplicado a su retirada. Acudamos entonces a preguntar al PP. ¿Qué dirá el PP? Obviamente, NO es NO respecto a la retirada del líder. Se acabó. ¿Por qué no pedir la abstención del PP? Porque, dicen, 85 diputados no son 135. Cierto, pero 135 tampoco son 156, suma de PSOE y Podemos y menos aún 171, suma de PSOE, Podemos e indepes.

¡Ah! Pero si el PSOE se alía con Podemos y más con los indepes Rodríguez Ibarra se da de baja y, con él, presumiblemente, otros. Situación compleja con tensiones desagradables. Por eso, entiendo, insiste Sánchez en una alianza PSOE, Podemos C's. Esta opción tropieza con la inquina mutua personal de los dos líderes emergentes y siempre con la espantada de Rodríguez Ibarra ante Podemos, pero ahora seguramente tendría menos arrastre, al no aparecer los malévolos independentistas.

La propuesta del gobierno tripartito (PSOE, Podemos, C's) se basa en la urgencia del momento, la necesidad de poner fin a un gobierno quemado, abrasado en su incompetencia en todos los órdenes de la gobernación del Estado. Ni un instante puede seguir un gobierno al que, al parecer, han estafado millón y medio de euros, con los que pretendía comprar documentación para atacar a un rival político con supuestos escándalos que ha resultado ser falsa. Un millón y medio de euros de los fondos de reptiles para que al gobierno le den un toco mocho, unas estampitas.

Habrá quien diga que el cenagal de corrupción y estupidez que es la política gubernativa es un asunto menor porque lo realmente importante en España es hoy la cuestión catalana. Y añadirá que un gobierno tripartito, prácticamente un gobierno transitorio, casi provisional, no podrá hacer frente a ese problema. Es posible. Pero, en cambio, lo seguro es que el verdaderamente incapaz para gestionar el contencioso catalán es el gobierno del PP puesto que ya lo ha demostrado ampliamente llevando un conflicto más o menos negociable en 2012 a una confrontación sin vuelta atrás en 2016.

Y, en definitiva, queda la hipótesis de las terceras elecciones. Algo perfectamente legítimo y también lógico. Nada de dejarse impresionar por esas afirmaciones de que serán absurdas, ridículas, una vergüenza. En absoluto. La alternativa es decidirse por un mal que se cree menor, pero no es seguro, para evitar un mal que se cree mayor pero tampoco es seguro. El menor puede ser mayor y el mayor puede resultar menor o, incluso, un bien.

En esa decisión reside el liderazgo.

divendres, 9 de setembre del 2016

Los zagueros entran en escena

Los titulares de la prensa de papel suelen tener mucha miga. Quizá sean una de las principales razones por las que se mantienen los diarios de kiosco. En algunos casos son lo único que merece comentario de todo el periódico cuya sola función es hacer bulto para que no parezca una octavilla. No es el caso de El País, cuyos contenidos siguen siendo merecedores de atención, a pesar de su partidismo de derecha cada vez más abierto.

El de hoy es una verdadera mina de hallazgos. Tanto que podemos pasar por alto esa habitual metáfora de convertir a los partidos en personas y dotarlos de atributos humanos como la esperanza, una de las virtudes teologales. De las otras, fe deben de tener mucha; caridad, da la impresión, más bien poca y, si la tienen, es empezando por ellos mismos.

Lo interesante es que el objeto de la noticia, el inicio de las campañas electorales Galicia y Euskadi, pasa a segundo plano. Lo interesante no son las elecciones, sino sus consecuencias para el bloqueo. El bloqueo es lo decisivo y si esas elecciones merecen alguna atención de los medios es porque pueden influir en su evolución. La función de la periferia es ser comparsa de lo que acaece en el centro. Y lo curioso es que los vaticinios del CIS predicen muy escasos cambios. O ninguno. 

Según el CIS, en Galicia vence holgadamente el PP por inverosímil que parezca. Mayoría absoluta conservadora. Galicia, faro de la España eterna, la de los caciques, la instrumentalización de las instituciones con fines partidistas y un sinfín de trapalladas y tropelías. La izquierda, también muy española, fragmentada en tres opciones a bofetadas entre ellas. Tendremos tiempo de hablar de sus peculiaridades, que son muchas: la cohesión de En Marea, la relación con Podemos, el descuelgue del BNGa y el atribulado destino de un Partido Socialista, carcomido por las habituales desavenencias internas de las que nadie entiende gran cosa y que a todo el mundo importan un pimiento.

Siempre según el CIS, en el País Vasco repite mayoría relativa el PNV, sigue EH Bildu en reñida competición con Elkarrekin Podemos y queda muy atrás el Partido Socialista, prácticamente equiparado al PP. Se augura coalición obligada del PNV con algún otro (u otros). Urkullu, que tendría una mayoría absoluta con EH Bildu, ya ha animado a sus coterráneos a "blindar" Euskadi ante el desconcierto que detecta en Madrid. 

Los dos casos tienen interés en sí mismos y por razones distintas. La hegemonía conservadora en Galicia necesita mayor reflexión. Igual que el fraccionamiento de la izquierda en ambos territorios con una diferencia muy notable entre ellas debido a la debilidad de una derecha española en Euskadi y el peso del nacionalismo izquierdas. Pero el vaticinio electoral es el mantenimiento del statu quo y siendo así, no se explica cómo pueden esperar "los partidos" (más bien el periódico) que se resuelva el bloqueo. Y, por si alguna duda cabía, dada la incertidumbre de la posible coalición vasca, Urkullu ya se ha encargado de decir que el PNV no votará a favor de Rajoy en ningún caso.

O sea, se espera que las cosas cambien a base de que no suceda nada. Pintoresco. Y más si se tiene en cuenta que lo que sí puede influir decisivamente en el bloqueo del Estado, esto es, el desarrollo del proceso catalán, ni se menciona. Antes de las elecciones gallegas y vascas, mucho antes, pasado mañana, viene la Diada, a la que Puigdemont ha prometido asistir. Primer president que lo hace. Sin embargo, el único zaguero de la periferia que no actúa de zaguero sino de delantero no influye en las expectativas de "los partidos" a la hora de decidir sobre el bloqueo. Y la Diada puede ser un aldabonazo en la visión española y en la europea de este asunto. 

Puigdemont se presenta a la cuestión de confianza el próximo 28 de septiembre. La tiene segura porque la CUP se ha comprometido a dársela. Calibren: tres días después de las elecciones autonómicas gallegas y vascas, en Cataluña se reafirma un gobierno independentista con mayoría absoluta y una hoja de ruta clara hacia la independencia, mientras en Galicia y el País Vasco están componiéndose gobiernos y en Madrid nadie sabe qué hacer. Porque no hay gobierno. Pero es que tampoco hay Parlamento y, por tanto, oposición.

Y como todo esto es así y por si alguien quiere medir hasta dónde llega el compromiso del PP en la lucha contra la corrupción y esos pactos firmados con C's que eche una ojeada a la información de El Plural, de la que se sigue que en el PP continua el alegre régimen de los sobresueldos. Si las cajas A y la presunta B del partido están sub iudice estos nuevos sobres vendrán de la C, la D o la H, todas ellas presuntas por descontado y nunca mejor dicho. Dado que uno de los que cobra sobresueldos es el señor Hernando, habrá que pensar que el pacto con el bueno de Rivera en contra de la corrupción lo firmó con la mano tonta.

dijous, 19 de maig del 2016

El karma de Otegi

Arnaldo Otegi es un mito en vida, cosa poco frecuente. Hay quienes lo adoran y lo llevarían a los altares y quienes lo odian y lo arrojarían a los infiernos. Indiferente, el hombre no deja a nadie que sepa algo, por lejano que sea, de la política española. Es imposible seguir su peripecia vital que se inicia en los años setenta en las filas de ETA y sigue hasta el día de hoy alternando primero actos de violencia y terrorismo y luego otros pacíficos pero radicales con una serie interminable de procesos, condenas, absoluciones, recursos, liberaciones ante los tribunales vascos, la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo español. Desde aquella época hasta más o menos 2010, las audiencias mediáticas acabaron familiarizándose con sus abogados, Íñigo Iruin y Jone Goirezelaia, más que con las estrellas del momento en la tele.

Esa abrupta, entrecortada, accidentada historia procesal corre paralela con su evolución ideológica y personal en las cuestiones relativas a la independencia y la lucha armada, la violencia, el terrorismo, etc. En cierto modo, una peripecia vital ofrece puntos en común con la de Gerry Adams que es hoy líder del Sinn Fein como Otegi lo es de Sortu. En el fondo, en el imaginario independentista vasco y especialmente en el etarra, siempre ha habido una especie de empatía con la lucha del IRA en Irlanda.

A día de hoy, el mito Otegi, como Adams en su momento, ha cumplido su última condena (por cierto, íntegra, sin beneficios penitenciarios) y, por lo tanto, es un hombre libre en situación de legalidad, dirigente de un partido legal al que, en principio, no se puede reprochar nada ni limitar en el uso de sus derechos pues no pesa condena alguna ni pena accesoria sobre él. La libertad nace del silencio de la ley, decía Hobbes y, que yo sepa, la ley no dice nada sobre que un antiguo miembro de ETA, condenado después por favorecer a ETA, habiendo cumplido su condena, no pueda ser libre.

Quienes proyectan sobre Otegi un mundo de descalificaciones, acusándolo de asesino, de no haber pedido perdón a las víctimas, de no haber condenado a ETA o sus crímenes están en su derecho, como lo estamos quienes vemos cómo muchos de esos que atacan a Otegi, tampoco condenan el franquismo ni sus crímenes ni, al menos que me conste, han pedido perdón por los más de cien mil asesinados por la vesania franquista y enterrados en fosas comunes, en donde siguen. No me parece interesante ir por esta vía del "y tú más", pero sí es importante que los franquistas y otros suplicios de extrema derecha sepan que podemos responderles en su terreno y, como se ve, multiplicado por cien mil. No lo hacemos porque entendemos que los supuestos ataques a los derechos de unas víctimas no debe servir para encubrir el ataque a los de otras.

El lío que ha montado Albiol en el Parlamento catalán era previsible. Forma parte de una política deliberada de entorpecer el proceso de paz en el País Vasco. Hay que verlo con realismo: a los fascistas, los franquistas y buena parte del PP no les interesa que haya una pacificación completa y permanente del País Vasco porque entonces arranca la reivindicación independentista en términos democráticos y pacíficos y esa sí que es peligrosa (y no la de las pistolas) como está viéndose en Cataluña.

Pero que sea previsible no quiere decir que sea aceptable. Otegi es un ciudadano libre de una Estado de derecho y en los Estados de derecho la gente va al Parlamento cuando este la invita para lo que sea. Su visita al legislativo catalán no es una indignidad, como sostiene sin argumento alguno el señor Albiol; al menos no es más indigna que el hecho de que el señor Albiol esté en ese mismo Parlamento. Con su garrulería típica, Albiol divide el mundo en buenos y malos donde resulta que los buenos lo son porque son los míos, no que sean los míos por ser buenos. Buenas sin matices son las víctimas y malo sin matices Arnaldo Otegi.

Pero Otegi resulta ser más polifacético de lo que Albiol puede entender. Ahora, este hombre de 57 años, que sigue cultivando una imagen de jeune enragé, tiene una experiencia acumulada, sobre todo carcelaria y se encuentra en un cruce decisivo de su vida, a punto de presentar su candidatura a la Lehendakaritza en las próximas elecciones de otoño. Es el momento de hacer balance y ver cómo tienes el karma. Una vida de compromiso lo llevó a la cárcel en donde fue elegido secretario general de Sortu. El karma acumulado a lo largo de su biografía debe de ser muy positivo; como probablemente lo será el de este momento. Preguntado por Artur Mas, Otegi, a quien los de la CUP han llevado en volandas en su estancia catalana, ha dicho que le hubiera gustado tenerlo de lehendakari porque aprecia sus dotes. Lo mismo le pasa a Palinuro y sospecho que Anna Gabriel y quienes llevaron las cosas al límite de forzar la retirada de Mas, quizá no estén muy orgullosos de lo que hicieron.

El karma de Otegi parece positivo. Ignoro si en verdad es "un hombre de paz", cosa que saca de sus albioles a la gente más derechas y no me parece relevante. Que sea lo que quiera, pero que ayude a pacificar el País Vasco, que es lo que está haciendo. No estoy muy seguro de que consiga llegar a lehendakari, pero bajo su autoridad puede acabar formándose en el País Vasco un movimiento independentista como en Cataluña, una forma de poner en su sitio a la izquierda "transformadora" que nunca ha transformado nada. En realidad, a eso ha ido Otegi a Barcelona, a ver si puede montar una sinergia.

Le sobra karma a Otegi. Carisma tiene también, acuñado, en las largas luchas por la independencia del hogar de los antepasados. Y, tanto si sale elegido como si no, tiene fuerza para articular un movimiento en Euskadi que siga el ejemplo de Cataluña. 

Y si el gobierno español es incapaz de articular un plan viable frente al independentismo catalán, no hace falta decir cómo lo hará si ha de combatir no uno sino dos proyectos independentistas.

dilluns, 1 de febrer del 2016

También en Vasconia

Tendría gracia que la nueva forma del café para todos del siglo XXI fuera que se generalizara la reclamación del derecho a decidir. Si los catalanes deciden, y los vascos y quizá los gallegos, hay pocas dudas de que, detrás, vendrán los andaluces, los canarios, etc. Y si frenarlo en un caso es endemoniadamente difícil, a ver cómo lo consiguen los de la "una, grande, libre" con media docena más.

Dentro de una semana Palinuro participa en una mesa redonda en Bilbao, convocada por el servicio Diplocat de la Generalitat catalana y la Universidad del País Vasco, sobre legalidad, legitimidad: el derecho a decidir. Lo hace en compañía de muy ilustres colegas: Jule Goikoetxea, María de Alba Nogueira y Josep Maria Vilajosana, todos presentados por Mario Zubiaga y Albert Royo. Creo que será muy interesante y la asistencia, libre.

dimecres, 4 de novembre del 2015

Vida activa y vida contemplativa.


Pequeño homenaje a Hannah Arendt.

La esfera pública española está cargada de electricidad, de tensión, de conflicto y miedo. Ayer, Duran lloriqueaba en el Intermedio, verdaderamente asustado, la necesidad de que haya entendimiento, cordura, paz en casa. De unas partes se escuchan voces estentóreas y amenazas; de otras, gritos júbilo y tambores de guerra.

Hay dos ideas circulando por el albero: a) esto no es un problema jurídico sino político y requiere soluciones políticas, y b) la inacción permanente del gobierno desde 2012 empieza a parecer como negligencia altamente culpable. Lo dicen todos, los cenáculos y mentideros, las tertulias de la tele, los editoriales de los periódicos más serios, empezando por El País, al borde de un infarto si los periódicos sufren tales cosas, los círculos de empresarios, las diversas cancillerías. Probablemente acabará por decirlo Rajoy cuando comprenda la situación porque es hombre de sentido común. Absolutamente común.

Que la cuestión es política es patente hace años. Un conflicto político típico en el que una parte, el nacionalismo catalán devenido independentismo, ha mantenido siempre la iniciativa mientras que la otra, el nacionalismo español en el gobierno y en la oposición ni siquiera se ha dado por enterado hasta hace un par de lunas. Y no será porque no se les ha advertido. Pero su visión es tan estrecha, pedestre y tradicional española que no han sido capaces de entender lo que se estaba preparando. Y, por cierto, a la vista de todo el mundo, pacífica, democráticamente. Es un contraste entre la vita activa, la agitación cívica catalana y la vita contemplativa de la quietud española y el marasmo de la corrupción, que no son otras las maravillas filosóficas que se  contemplan.  En Cataluña, sucesivas movilizaciones más y más numerosas de gente con reivindicaciones más y más claras que para el genio residente en La Moncloa, cuando alcanzaron el millón y medio de personas, eran una algarabía. Solo por eso debiera haberse ido a su casa fulminantemente. Porque ahora es el Tribunal Constitucional el que ha de habérselas con la algarabía que la incompetencia del gobierno ha propiciado.

No es un problema jurídico sino político. La prueba es que nadie sabe qué hacer. Poniendo en marcha los tribunales se acelera el momento, por así decirlo, de la verdad, el de la confrontación abierta si el Parlament desobedece la decisión del tribunal. La razón manda aplazar. Pero la misma razón dice que aplazar no sirve de nada porque no resuelve la cuestión sino que la posterga y por muy poco tiempo.

La irritación del nacionalismo español es comprensible, pero absurda. Todos los medios, el gobierno, la oposición, cargan contra Mas, Forcadell, el Parlament, la CUP, acusándolos de golpe de Estado... democrático. Es difícil de entender el concepto de "golpe de Estado democrático". Se amenaza a los independentistas con medidas represivas en caso de quebrantamiento de la ley pero, mientras tanto, se les conmina a que depongan su actitud y cejen en sus pretensiones. Todos reconocen que el gobierno ha sido incompetente, absolutamente incapaz de prever y gestionar la situación. Y, sin embargo, la culpa es solo de los independentistas y nadie extrae las consecuencias lógicas de la ineptitud de la autoridad central. Porque, en definitiva, si hay un problema de gobernanza en un Estado, la culpa es principalmente, si no exclusivamente, del gobierno, incapaz de garantizar el cumplimiento de la ley en todo el territorio si no es acudiendo a métodos de excepción o, según piden ya algunos, de sitio. Recuérdese a Hobbes: la legitimidad del Rey depende de que garantice a los súbditos una vida sin miedo.

Los líderes políticos se pasan la vida al teléfono, hablando sobre el problema de los problemas, la cuestión catalana. Y eso que se habían comprometido a no emplearla como arma de pelea electoral. Deben de pensar que la gente es boba. ¿Cómo no van a recurrir a meter miedo con la cuestión catalana si ahí tienen un semillero de votos españoles y los partidos están ahora justamente a ganar las elecciones. ¿A cualquier precio? Los políticos dirán que no, pero la gente sabe que no van a cumplir su palabra. Una de las razones de este desastre es que en España los políticos no cumplen lo que dicen. No paran de cruzarse acusaciones, críticas y contracríticas sobre el tema crucial en estos momentos. Tanto que ha oscurecido el de la crisis y la corrupción. Pero no hacen nada por buscar soluciones. No quieren. No saben. No pueden. 

Y ahora Bildu presenta un proyecto de ley para votar la independencia de Euskadi en 2016. Están en su derecho, visto el desbarajuste de la gran nación gobernada por esta luminaria, pero no van a ayudar precisamente a tranquilizar los ánimos de quienes ya están pidiendo que se encarcele a los sediciosos y se proclame el Estado de sitio.

El Reino es una algarabía.

dilluns, 22 d’octubre del 2012

En el fondo del pozo.

Los análisis electorales que empiezan por juzgar la voluntad del electorado carecen de sentido. La gente vota lo que quiere y punto pelota. Lo que hay que analizar es lo que dicen quienes piden el voto antes y después del resultado. Por ejemplo, en Galicia, ¿cómo va a votar la gente la versión local del desastre del gobierno del Estado? Pues lo ha hecho y Feijóo suma escaños. Pero no votos; al contrario, los pierde. Aun así, el 45,72% no está nada mal. La pregunta suscita otra pregunta: ¿tenían los gallegos algo distinto que votar? ¿Cuál era la oferta del PSdeG? ¿Y la de la otra izquierda? ¿Tenían visibilidad? He leído en Twitter que Rubalcaba se queja de que el PSOE no tiene medios de comunicación. Es verdad. No tiene nada. Pero es que tampoco tiene alternativa que comunicar y ese es el problema.
Resultado provisional: las elecciones las ha perdido el PSOE. A este lado del abanico, las ha perdido la izquierda. Pero, por la acrisolada costumbre de entender las cosas en el contexto de su subcultura, la izquierda llamada más radical celebra como una victoria los nueve flamantes escaños de Beiras et tutti quanti; es decir, sigue en la inopia, envuelta en el eco de una fraseología revolucionaria huera, como quedará de manifiesto cuando se vea que esos 9 diputados, a su vez, son una especie de grupo mixto. El nacionalismo, por su lado, se desinfla perdiendo cinco escaños lo que demuestra la repercusión que su discurso tiene entre los votantes, y el que se da el batacazo es el PSOE, que pierde siete diputados.
Las elecciones, hay que insistir, las ha perdido el PSOE y también lo ha hecho estrepitosamente en el País Vasco, al ceder nueve escaños y quedar en tercer lugar. El resultado probablemente es injusto con el gran deseo que Patxi López tenia de salir bien parado de sus años en la Lehendakaritza y quizá también pueda verse injusto para los dos partidos que han protagonizado el fin del terrorismo en el País Vasco. Pero es el resultado y extraordinariamente malo para el PSE/PSOE.
El secretario de organización del PSOE ha salido limpiándose el sudor de la frente a decir que Rubalcaba no tiene intención de dimitir y que la dirección actual posee un mandato de cuatro años otorgado por un congreso hace ocho meses. Exactamente ese es el problema, los ocho meses que ha tenido el PSOE para hacerse visible como oposición, esgrimiendo una alternativa verosímil. En lugar de esto el dicho secretario promete que el partido seguirá haciendo oposición responsable, como hasta ahora. Es decir, piensa seguir sin hacer oposición y sin enterarse de la que la calle está haciendo.
Hay una opinión extendida según la cual los gobernantes están obligados a rendir cuentas de sus actos, pero no tanto la oposición. Es algo absurdo. La oposición quiere ser gobierno y está tan obligada a la rendición de cuentas como este. La idea de que la estrategia y la táctica del partido las fija la dirección y sus allegados sin dar cuentas a nadie es inaceptable. Sobre todo porque se pide el voto. Los resultados del partido, sus errores o insuficiencias importan tanto a los votantes como a los militantes y los directivos.
La actual dirección del PSOE llama oposición responsable a una oposición que no es tal, de un partido que apenas es visible en el debate político, carente de iniciativas y con un discurso confuso en materia de organización territorial del Estado, que es asunto sensible. Desde que el PSOE decidió, hace ya algunas fechas, dejar de ofrecer entendimiento y política de pactos de Estado, el problema es que ha dejado de ofrecer también todo lo demás. Ha enmudecido.
Rubalcaba es hombre conservador. Ha eliminado el cariz republicano del PSOE y lo ha arrimado a la dinastía y ha afirmado la voluntad unitaria del Estado con un recurso pro forma al federalismo. Convertido en un partido dinástico, inmerso en las instituciones, el PSOE se mantiene al margen de las corrientes protestatarias de la calle, cuando no las condena sin más y pierde apoyos a chorros en todas partes.
Y no se trata solamente de cierto talante moderado, pactista que se proyectara como una sombra zapateril sobre Rubalcaba. Se trata de que, instalado en las instituciones, el PSOE ha perdido la sensibilidad para escuchar la opinión de la calle y sintetizarla luego en propuestas que tengan apoyo social. Se ha convertido en una maquinaria pesada de intereses, influencias, fracciones, espíritus, almas, sensibilidades o como quieran llamarlas. Es un lugar en donde se pactan las composiciones de los órganos, se negocian listas electorales, se intercambian puestos y se formulan lealtades, generalmente personales. Un lugar en donde abunda más de la cuenta la fidelidad al jefe antes que la militancia crítica, la formulación de doctrina legitimatoria antes que las propuestas innovadoras y de riesgo y donde unos cuantos ideólogos que forman una especie de élite pensante de escaso pensamiento se reparten los puestos y cargos en una mezcla de iniciativas, órganos, fundaciones en los que elaboran la doctrina que complace al poder de turno, hoy más cuestionado que nunca.
Esa inercia es la que hay que romper, la que ofrecen los cargos del partido, los de elección en las instituciones y los promovidos a posiciones de poder por su capacidad para la intriga. Es muy difícil; pero hay que romperla. El PSOE tiene que refundarse con un programa claramente socialdemócrata y llegar a un entendimiento con las demás izquierdas. Es el fraccionamiento y la falta de definición de la izquierda las que la llevan a la derrota. Como es la unidad la que lleva a la derecha a la victoria. 
Incidentalmente, los otros dos partidos de la derecha, UPyD y Sociedad Civil y Democracia, han obtenido unos resultados ridículos: el 1,48% UPyD y el 1,1% el partido de Mario Conde. Dado el mayor fraccionamiento de la cámara vasca, UPyD, con el 1,94% del voto, conserva su diputado. Un resultado menos que mediocre si tenemos en cuenta que El Mundo, siempre tan acertado en sus previsiones, pidió el voto para el partido de Rosa Díez.
No es triunfo de la derecha ni mucho menos. En las desastrosas condiciones actuales parece como si la gente hubiera votado lo único visible, por repulsivo que sea. Es una derrota de la izquierda y, más en concreto, un trecho más en la agónica carrera del PSOE hacia la irrelevancia política.
La lectura de lo sucedido en el País Vasco tiene matices propios, sobre todo al hablar de izquierda y requerirá análisis aparte, pero aparece vinculado al caso gallego por el elemento común de que también aquí el castigado haya sido el PSOE. 

diumenge, 21 d’octubre del 2012

Galicia y País Vasco. Dos mundos.

Dos elecciones autonómicas seguidas con mucho interés en todo el país por razones distintas. De los resultados también se esperan consecuencias muy diferentes. En el País Vasco, primera consulta sin amenaza terrorista, lo que se dirime es la magnitud del triunfo nacionalista. Según los augurios de los sondeos, será fácil que el bloque vasquista consiga la mayoría absoluta. Los dos partidos mayoritarios estatales gustan llamarse constitucionalistas con escaso sentido común desde el punto de vista de sus mismos intereses ya que el nombrecito pone en el centro del debate político la Constitución. Sus expectativas son modestas. El lehendakari quiere romper el techo electoral socialista apelando a la terminación de su faena de gobierno. Los otros dos partidos, esto es, la franquicia de IU y UPyD se mueven en el muy digno ámbito testimonial. No deja de tener su chiste que El Mundo pida el voto para UPyD. En esto coincide con Ynestrillas a quien UPyD parece un soplo de aire fresco y lo más parecido al falangismo.
En lo de pedir el voto bien a las claras en el día de reflexión las dos portadas de ABC y La Razón son antológicas. Pura prensa de partido. Fabulosa iconografía. Galicia, la prosperidad te aguarda con el jefe y el vicejefe saludando el futuro y abriendo camino. Y las dos hacen referencia a los temas grandes: la Constitución y la unidad de España, emparejados de un modo confuso porque no se sabe si la unidad de España no se toca porque lo prohíbe la Constitución o es la Constitución la que no se toca porque lo prohíbe la unidad de España. En todo caso, da igual. No se toca nada.
Es significativo que los dos cabezas de los partidos dinásticos hayan cerrado la campaña en Galicia. Ambos piensan tener posibilidades de gobernar la comunidad e implícitamente reconocen que no las tienen en el País Vasco. En este no es conveniente recordar al electorado la dependencia de Madrid. En cambio, en Galicia ese recuerdo es positivo. Lo que se dirime en primer lugar es si Feijóo repite su mayoría absoluta. En pro de esta se ha sacrificado todo: la petición de rescate, los necesarios recortes y hasta la lógica de los libros contables. Si Feijóo no tiene mayoría absoluta no podrá gobernar por falta de aliados. Enfrente tiene tres formaciones de izquierda, el PSG, el Bloque y Alternativa. Al PSG lo ocurre lo que al PP: no puede permitirse perder porque esa pérdida tendrá reflejo en los equilibrios internos de los partidos en el ámbito estatal. Rajoy verá cuestionado su liderazgo al que también se echará en cara su aparatoso fracaso en el asunto del rescate. Rubalcaba el suyo en un partido cada vez más inquieto y que reclama una acción de oposición más resuelta y, sobre todo, más visible.
Las otras dos formaciones gallegas, el Bloque y Alternativa aspiran a resultados que sean determinantes en la formación de un posible gobierno tripartito; incluso, dadas las malas perspectivas del PSG-PSOE, aspiran a ser mayoritarias dentro de la izquierda. Lo cual evidencia el absurdo de que concurran por separado. Y que lo hagan al grito de la unidad. Las dos quieren ser "plataformas unitarias", cada una en torno a su propio eje. En ese permanente fraccionamiento de la izquierda está la mayor baza de la derecha.
Son importantes estas dos elecciones.

dilluns, 15 d’octubre del 2012

España (católica) se rompe.

La religión ha tenido y tiene habitualmente mucha influencia en los procesos de formación de las naciones, entre ellas España. Aquí la influencia es tan determinante que, para muchos, el catolicismo constituye la esencia, la razón de ser de la nación española. Es meritorio y digno de mejor suerte el esfuerzo de los historiadores e ideólogos liberales por encontrar un punto de arranque de la nación española al margen del catolicismo. Pero no resulta convincente. Sobre todo porque localizan el tal punto en la Constitución de 1812, cuyo artículo 12 reza: La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra. ¿Está claro? A más, esa Constitución se había acordado en el nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, autor y supremo legislador de la sociedad.
La nación española ha resultado ser hasta la fecha bastante incierta, por haber sido puesta en jaque repetidas veces desde dentro o haberse impuesto ella por la violencia también hacia dentro. Parte de ese infortunio viene precisamente del hecho de haberse vinculado substancialmente con una confesión religiosa universalista, por encima de las naciones, incluso de las que ampara. Porque el catolicismo es eso, universalismo, transnacionalización. El nacionalcatolicismo solo podía ser una aberración. Lo que es. Tanto desde el punto de vista de la nación como del del catolicismo.
Hace poco la Conferencia Episcopal española se pronunció públicamente en pro de la nación española integral y en contra del independentismo catalán. Ayer el episcopado catalán sacaba la cuatribarrada y afirmaba respaldar la independencia de Cataluña, caso de que esta se produzca.
El catolicismo español se ha roto. En consecuencia, se rompe España. La rompen los católicos.
El conflicto interno de los curas tiene difícil solución porque no es una discrepancia dogmática sino que afecta a las cosas del siglo, en el que todos los gatos son pardos como sabe muy bien la iglesia católica cuya principal habilidad consiste en poner siempre una vela a Dios y otra al diablo.¿Bajo qué regla que no sea la obediencia ciega a las decisiones de la superioridad puede el episcopado español obligar al catalán a desdecirse? ¿Y por qué habría de hacerlo? Nunca fue tan vigente el mandato de Cristo de dar al César lo que es del César, incluso aunque se interprete torcidamente.
Por lo demás, el clero catalán, igual que el vasco, ha tenido siempre un fuerte acento nacionalista. Franco fusiló curas vascos por nacionalistas y todavía no hace mucho, en tiempos de ETA, la derecha insultaba a voz en grito a algún obispo vasco con tendencias también nacionalistas.  Solo Roma, a la que todos los católicos deben obediencia, puede zanjar este contencioso español. Pero no se ve cuál sea el interés del Vaticano por mantener la unidad de España, país en el que de vez en cuando gobierna la izquierda, frente a una posible independencia de Cataluña y el País Vasco, dos territorios con arraigados partidos democráta-cristianos.
Si la iglesia católica entra en un proceso de enfrentamiento nacionalista (y quizá a tres bandas) ¿qué puede hacer el nacionalismo español? ¿Enviar la Guardia Civil? ¿Españolizar?

dilluns, 20 d’agost del 2012

Estampas del verano. Mayor Oreja, el franquista que no ceja.

Hace un tiempo preguntaron a este veterano, correoso, contumaz y bastante pesado político del PP si condenaba el franquismo. Respondió que por qué tenía él que condenar el franquismo cuando, a su parecer, había sido una epoca extraordinariamente apacible, una expresión que se ha hecho célebre y lo perseguirá hasta su último día que Palinuro le desea lejano.
El menda procede de la democracia cristiana, que nunca llegó a articularse satisfactoriamente en España por estar llena de zapadores ideológicos, sobre todo la de Óscar Alzaga. Cuando el intento democristiano fracasó, Mayor, beato como es, quiso fundar su propio partido, la Unión del Pueblo Vasco, pero estos tiempos de relativismo no le fueron propicios. De vuelta se integró en el PP, el partido de los franquistas, todos ellos católicos al fin ya al cabo y ahí se quedó, formando su ala más intransigente en punto a cuestiones morales como el matrimonio y el aborto y nacionales, como la de ETA.
En su larga carrera política (de hecho no ha tenido otra; muy típico de los peperos, que hablan de la "sociedad civil" pero son todos políticos profesionales) ha sido de casi todo y la culminó como ministro del Interior del hombrecillo enfurecido, azote del Irak. Desde entonces vegeta en el cementerio de elefantes del Parlamento europeo, de donde lo traían los sectores más carcundas, ultramontanos y reaccionarios de la derecha española cuando montaban alguno de sus alborotos callejeros al gobierno del impío Zapatero, para que diera el do de pecho y dijera la barbaridad mayor. Para eso lo lleva en el apellido.
En su falta de raciocinio, de flexibilidad, de discernimiento, el hombre acabó ganándose fama de ogro tragasables con quien no convenía enemistarse pues arrastraba a los sectores más integristas de la derecha. Rajoy que, en su falta absoluta de principios morales de todo tipo, lo temía como Herodías temía al Bautista, trató siempre de congraciarse con él, de suavizarlo, no fuera a empezar a rugir y le incendiara la peña.
Pero todo tiene un límite. Por fin Rajoy ha tenido que medirse con la realidad del País Vasco como protagonista, no como espectador desde la barrera; ha tenido que tomar decisiones en lugar de criticar siempre las de los demás y hete aquí que, a la primera de todas, la excarcelación de un etarra con cáncer terminal, la fiera ha vuelto a salir del cubil rugiendo al grito de: España se rompe si el gobierno manda al canceroso a morir en su casa.
En fin, es verano y Palinuro tiende a la ensoñación y la indiferencia. Propone ignorar los aspavientos de este incansable franquista cuyo obvio interés es mantener la situación de crispación y violencia en el País Vasco cuanto pueda. Su tiempo ha pasado y sus admoniciones y avisos ya no los escucha más que su alter ego, aquel insólito Carlos Iturgaitz que se llevó con el al Europarlamento y de cuya condición racional hay serias dudas.
Solo una última reflexión: ¿qué cristianismo es el de un pavo carente de piedad para un hombre frente a frente con su muerte en un breve y cierto plazo? ¿No será otra estafa como la del apacible franquismo que, en realidad, fue una dictadura de asesinos como sabe de sobra el meapilas Mayor Oreja?
(La imagen es una foto del PP de Madrid, bajo licencia Creative Commons).

dijous, 21 de juny del 2012

Y Otegi, ¿qué?

Ignoro si el portadista de El País ha calibrado la carga simbólica que lleva relacionar dos noticias tan distintas haciéndolas así en cierto modo similares. Dos momentos de reparación de una injusticia. La de la opositora birmana Aung Sang Suu Kyi es patente. La de Sortu hace referencia a la injusticia de que unos ciudadanos vieran restringido su derecho de asociación política por razones ideológicas.
Sin duda el Tribunal Constitucional ha hecho justicia revocando la decisión del Supremo y ha reafirmado el Estado de derecho y la democracia reconociendo los suyos a gentes de ideologías políticas contrarias al orden constituido siempre que no recurran a la violencia y además la condenen expresamente. 
En España cabe defender todas las opciones políticas pacíficamente. Se demuestra así la falsedad de la tesis justificativa del terrorismo según la cual este era la respuesta al hecho de que en el país no pudieran defenderse todas las opciones políticas. Vista la falsedad del supuesto, la organización armada ya podía estar disolviéndose de una vez. Se entiende, claro está, que en España pueden defenderse pacíficamente todas las opciones políticas, pero eso no quiere decir que vayan a triunfar. Eso no lo puede garantizar nadie en democracia. 
A la derecha en el gobierno la decisión del Constitucional le ha sentado muy mal y el ministro de Justicia rezonga que discrepa de ella pero, por supuesto, la acata. Se agarra a que también discrepan cinco de los once magistrados y, muy significativo, uno de ellos de pedigree progresista. En efecto, en el progresismo patrio late un alma afrancesada jacobina que convierte la unidad de la Nación en fuente del Derecho. En cambio los otros seis progresistas son más de la tradición federalizante de la estirpe de los Austrias.
La decisión del Constitucional además de justa es políticamente acertada porque integra en el juego institucional democrático a un sector de la población que, de un modo u otro, estaba al margen. Pero ese acierto político no alcanza todo su efecto porque tropieza con otra situación de hecho que, al margen de su calificación jurídica, es políticamente un desatino; en concreto el mantenimiento en prisión del dirigente natural de ese partido recién legalizado, Arnaldo Otegi. Tener en la cárcel a un hombre que cuenta con un partido en la sociedad es crear una situación sentimental en favor de ese partido que solo podría desactivarse dejando en libertad al líder. Claro que en ese caso quizá se produzca una oleada sentimental hacia su persona que lo lleve a la lehendakaritza.
Son las eventualidades de las elecciones democráticas, generalmente muy abiertas. Por eso y porque va a dar igual, vaya la elegancia por delante: el Estado debe encontrar una fórmula por la que, sin demérito de la legalidad, Otegi recupere su libertad y el pleno ejercicio de sus derechos como ciudadano de un país libre uno de los cuales, desde luego, es propugnar la independencia frente a ese país libre. 

dijous, 10 de maig del 2012

Esto viene de Lizarra.

En septiembre de 1998 todos los partidos vascos nacionalistas, así como Ezker Batua-Berdeak y el Partido Carlista de Euskalerria, y distintos sindicatos y asociaciones firmaron los acuerdos de Lizarra-Garazi "para buscar un "proceso de diálogo y negociación" que lograra el cese del terrorismo de ETA". Por aquel entonces escribía yo unos billetes ocasionales en El Periódico de Catalunya, único medio progresista que me quedaba, después de que el peculiar concepto de la libertad de expresión del PP me echara de todos los demás. La mecánica era como sigue: el diario me pedía una opinión fundamentada sobre un hecho político relevante del momento. Yo la daba, ellos la publicaban al día siguiente y yo tenía que recorrer los kioscos buscando el periódico porque todavía no había ediciones online. Con motivo del pacto de Estella o Lizarra o Lizarra-Garazi me pidieron una opinión, se la mandé y no solo no la publicaron sino que interrumpieron abruptamente su relación conmigo y jamás volví a hablar con ellos. Y era un diario progresista que avisaba de que no compartía "necesariamente" las opiniones de los articulistas. No avisaba, en cambio, de que los articulistas sí debían compartir las opiniones del periódico.
Porque barrunto que la razón de una espantada tan repentina estaba en el contenido del billete. Este se felicitaba del pacto y sostenía que era el comienzo del fin de ETA y de la violencia en el País Vasco. Pero debía de ser el único. En el país se alzó un clamor indignado contra el nacionalismo vasco, especialmente el PNV, por entender que el pacto era un acuerdo entre los pérfidos nacionalistas para excluir de la vida política vasca a los constitucionalistas o españolistas, una trampa de ETA, el triunfo último de esta, la entrega del nacionalismo democrático al radical y totalitario. Precisamente ante la cercanía del Pacto, el PSOE rompió la alianza de gobierno con el el PNV, haciendo así realidad de antemano lo que será su profecía después: la exclusión. No tengo duda de que El Periódico sostenía ese punto de vista y el billete solo podía ser obra de un traidor, de un filoetarra, de un falso español. Punto final abrupto a la colaboración. El billete jamás se publicó.
Mi discrepancia radicaba en que lo importante del Acuerdo no era su carácter frentista de nacionalistas contra los autodenominados "no nacionalistas", sino el hecho de que el frente nacionalista, especialmente su parte izquierdista, radical, revolucionaria, próxima a ETA, pedía un escenario sin violencia. Ahí estaba el germen de lo que casi 15 años después ha sido el cese definitivo de la violencia etarra. Pasando por el espíritu de Anoeta. Lizarra-Anoeta-Vitoria. Pero hacía falta verlo y los españolistas no suelen ver estas cosas como se deduce de que ni siquiera se ven como españolistas sino que sostienen ser "no nacionalistas" en contra de toda prueba empírica.
Porque durante esos casi 15 años en el País Vasco ha pasado casi de todo, alternada, cíclicamente, represión-acción-más represión, períodos de calma, intentos de negociación, proyectos soberanistas, cambios de alianzas, pacto antiterrorista, en lo que, con cierto distanciamiento (pero no equidistancia) cabe considerar como la violencia de la historia. Entre tanto, el espíritu de Lizarra seguía evolucionando, daba un destello en Anoeta y acababa cuajando en una presencia política normalizada del independentismo radical a pesar de los estrechísisimos filtros de una Ley de partidos que equivale a un estado de excepción de hecho.
Si se hubiera apoyado en su día Lizarra-Garazi quizá nos hubiéramos ahorrado sobresaltos, sufrimientos, muertes. ¿Por qué no se hizo? ¿Porque excluía a los "constitucionalistas" o "españolistas"? ¿Y qué? Los partidos tienen derecho a aliarse con quien quieran y no hacerlo con quien no quieran siempre que lo hagan dentro de la legalidad. Pero, además de esto, que es evidente, hay otra faceta más interesante en Lizarra: al excluir a los "constitucionalistas" y "españolistas" (que son tan vascos como los otros) los nacionalistas vienen a confesar que lo que llaman el conflicto poniendo los ojos en el cielo es estrictamente un problema vasco que los vascos deben resolver en lugar de descargarlo sobre las espaldas de los españoles.
El problema es que son precisamente los españoles (en especial los nacionalistas que dicen no ser nacionalistas) los que, al no entender el problema de los vascos y tratar de interferir e imponerse permanentemente, lo convierten en un problema español. Un problema español que arranca de la negativa de los españoles a reconocer a los vascos (y a los demás) el derecho a decidir si quieren seguir siendo españoles, con lo cual las relaciones entre los dos territorios están envenenadas.
Tengo para mí que si ese derecho de autodeterminación se hubiera reconocido en los años ochenta, por ejemplo, el resultado hubiera sido el mantenimiento de la integridad de España. Al prolongarse el problema (o "conflicto"; no hay que hacer cuestión de las palabras; ni Aznar lo hacia), ya no estoy tan seguro y, de seguir los españoles cometiendo errores, acabará siendo segura la separación. 
La sentencia del caso Bateragune será jurídicamente irreprochable, no lo dudo, pero políticamente es una desgracia. Presenta a España como la eterna represora, incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos de reconciliación y pacificación, arbitraria, inaccesible a razones o conveniencias. En cambio proporciona mártires al movimiento independentista, que son presentados ante la sociedad como rehenes del Estado, le da una causa de lucha siempre bien vista: la liberación de unos héroes nacionales, una situación de irredentismo, que tiene siempre mucha fuerza de movilización y mantiene la lucha política en un nivel de efervescencia en el que también el nacionalismo burgués tiene que radicalizarse si quiere sobrevivir. Otegi en la cárcel es la garantía de una holgada mayoría absoluta nacionalista en Euskadi, el País Vasco, las provincias vascongadas, los territorios históricos, Euskalerria Sur, Vasconia y Hegoalde, que todos esos nombres tienen estas hermosas tierras (aunque no siempre con las mismas superficies), lo cual, probablemente, quiere decir algo. 
(La imagen es una foto de Daquella manera, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 5 de maig del 2012

Los dolores del sepelio.


Deslomada, contra las cuerdas, sin capacidad de golpear y, lo que es más importante, habiendo comprendido por fin que en España se puede conseguir más desde 1978 por la vía institucional que por la violenta, ETA quiere dejarlo. Se lo ha dicho a los de la Comisión Internacional de Verificación y estos, tras recordar a los gudaris que no parece bien verlos por ahí pistola al cinto, han comunicado al gobierno el nuevo giro de la situación... y lo han pillado prometiendo aliviar la condenas de los etarras en la cárcel si se portan bien al tiempo que se mete hasta el gaznate en una fea pugna con los suyos, los militantes de su partido, los de otros y los ciudadanos que actúan como víctimas en lo relativo a los contactos con terroristas. De inmediato Sáez de Santamaría, vicepresidenta y portavoz del gobierno aclara que este no va a negociar con terroristas Lo bueno del semblante querubínico de Saéz es que resulta convincente a la hora de enunciar absurdos. Si hubiera de hacerlo Cospedal con su gesto adusto y amenazador no quedaría tan bien. Cada cual está para lo que está y la vicepresidenta está para hacer creíble lo increíble. Si el gobierno tiene un adarme del sentido común que Rajoy suele apropiarse como si fuera de su consumo exclusivo, negociará con terroristas y con el mismo Satanás si hay una posibilidad razonable de conseguir un resultado beneficioso para la colectividad. Es más, contará para ello con toda la izquierda parlamentaria que se abstendrá de organizar el guirigay que organizaba el PP cuando era el PSOE quien pretendía negociar.
Por otro lado la misma Sáez de Santamaría hace saber que el gobierno no necesita comisiones de verificación para tratar el asunto. El razonamiento es parcialmente autodestructivo porque, si el gobierno no va a negociar con terroristas, la cuestión de la verificación ni se plantea. Si se plantea es porque dice que no, pero sí negocia. Afortunadamente. Esta comisión, por lo demás no es nada del gusto del integrismo nacionalcatólico. Son seis personas, creo, todas ellas procedentes de la Commonwealth o de lo que Churchill llamaba the English speaking peoples y uno de Sri Lanka que probablemente también será anglófono: la antiespaña protestante, la leyenda negra, la pérfida Albión. Para verificar nos bastamos y sobramos pues nos conocemos todos.
Lo que sucede es que el gobierno no se enfrenta aquí a la oposición, sino a la hostilidad de sus propias filas. Y con enfrentamientos así como campanudos, con los intervinientes lanzándose al rostro epítetos injuriosos como traidor que es muy fuerte y suena a teatro del Siglo de Oro, sin ánimo de ofender al Siglo de Oro. Y no solo de sus filas; también de las adyacentes. Rosa Díez ha lanzado otra acusación similar al PP por engañar con el asunto de los presos. No hace falta hablar de Mayor Oreja. En cuanto a las víctimas, a algunas de las asociaciones, ya solo las medidas penitenciarias las llevaron a hablar con el ministro del Interior. La nueva noticia de la posible negociación para la disolución de la banda puede echarlas a la calle.
En el fondo, Rajoy está sufriendo los vendavales que él mismo sembró cuando, con una falta de sensibilidad pasmosa, acusó al presidente Zapatero de "traicionar a las víctimas". Siempre que la derecha se pone estupenda habla como Calderón de la Barca, insisto, sin ofensa para don Pedro. El político del PP vasco que apadrina la iniciativa de medidas penitenciarias, Borja Semper, ha escrito una tribuna en El País (¡El País! ¡Qué clara está la traición!) titulada, muy euskaldunamente, Presos en la que se lamenta con amargura de Díez y Mayor Oreja. Pero estos están encendidos. Sobre todo Mayor Oreja que, de no ser por su figura corpulenta y un poco plomiza (como su mentalidad) recordaría al flamígero Elías o a Juan el Bautista. Sostiene el exministro que no solamente es un error monumental negociar nada con los etarras sino que se está cayendo en la trampa de estos que consiste en que volverán a las andadas en cuanto puedan y en una situación de mayor debilidad y desmoralización del campo constitucional.
Es tal la efervescencia en la derecha que se ha considerado obligado a intervenir el hombrre providencial, Aznar. Y, como siempre, ha dejado el campo mucho más minado de como lo encontró. Dice Aznar, casi desde la altura del oráculo de Delfos, que lo obligado en España es "cumplir la ley sin atajos ni ocurrencias". Estas verdades de perogrullo son muy dañinas, al menos mientras exista la posibilidad de que a uno lo acusen de ser innoble partidario de los atajos o un ocurrente. Un peligro que pende sobre Rajoy como una espada y blandida precisamente por quien tuvo la ocurrencia de acercar muchos presos etarras a las cárceles del País Vasco mientras alimentaba las esperanzas de un final feliz en una no negociación en Ginebra que jamás se produjo.
(La imagen es una foto de peru, lili eta marije, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 9 d’abril del 2012

El Aberri Eguna en paz...

... y en amor del Señor. Esto de que el Aberri Eguna se celebre el domingo de resurrección tiene varias lecturas. Hay quien señala el catolicismo del pueblo vasco y, desde luego, el del PNV quien siempre se ha visto a sí mismo como un partido demócrata-cristiano, a pesar de la jugada que le hizo Aznar al expulsarlo de la internacional democristiana. Lógicamente, la patria enlaza con un momento solemne de la liturgia, el de la Resurrección: la resurrección de la Patria Vasca.

Habrá también quien diga que los dos, el Aberri Eguna y el Domingo de Resurrección vienen de mitos mucho más antiguos, de cultos como el de Osiris en el antiguo Egipto, el dios de la resurrección, símbolo del Nilo, padre de la nación egipcia. O leyendas como la del ave Fénix. El mito cristiano de la resurrección de Jesús enlaza más directamente con los misterios de Eleusis que celebraban la vuelta de la vida a la tierra en el comienzo de la primavera, a través del mito de Deméter y Perséfone. Después de seis meses de tinieblas, cada año Perséfone retorna a la luz y la vida vuelve a sonreír . Jesucristo reduce la ausencia a tres días, pero los dos retornan del reino de los muertos.

En fin, el Aberri Eguna, la patria, la nación, la identidad, el ser mismo de los vascos en la interpretación del romanticismo nacionalista. Y, por primera vez en ochenta años, dijo ayer Urkullu, en paz. Dado que la fiesta, si no ando errado, tiene eso, ochenta años, es como para pensárselo. Ha habido menos años de paz en el Aberri Eguna que de cierre de las puertas del templo de Jano en Roma.

Por cierto, esa paz ha sido posible por la derrota de ETA; porque, se ponga como se ponga, una derrota ha sido, política y militar. Y esa derrota se consiguió con un gobierno de Rodríguez Zapatero, del que llegó a decirse que quería partir España o venderla a no sé qué o no sé quién. No es por nada, pero la justicia consiste en dar a cada uno lo suyo. Zapatero no es solo el hombre de la crisis; también es el hombre de la paz.

Y en la paz, ¡qué distinto se ve el panorama político vasco! La izquierda independentista, que ha conmemorado unida por primera vez en mucho tiempo, ha descubierto el Mediterráneo de que la acción a través de las instituciones es más eficaz que en contra de ellas y se promete resultados espectaculares en las elecciones autonómicas de 2013. El PNV, a su vez, estando obligado a diferenciarse en algo de una izquierda abertzale claramente independentista, recurre de nuevo a la ambigüedad, disfrazada de pragmatismo. Habla de "nuevo marco político", de soberanismo, pero no pronuncia la palabra maldita, Independentzia y no me parece haberle oído hablar de autodeterminación, que es el caballo de batalla.

El PNV plantea su máxima aspiración en el terreno de la más estricta legalidad lo cual supone que cualquier plan aprobado en el parlamento de Vitoria deberá someterse a las Cortes Españolas, en donde el "no" a toda veleidad independentista o soberanista está garantizado. De ahí su resignación, al extremo de entender la soberanía en términos estrictamente desarrollistas, esto es, soberanía es que mejore la vida de los vascos. Suena al Estado de obras de Fernández de la Mora solo que sin Estado. A su vez la Izquierda Abertzale (IA) está comprobando la trampa de la legalidad que ella siempre denunció pero acabó aceptando. En contra de lo que decía la IA, en España cabe defender todos los proyectos políticos sin excepción. Lo que no cabe es garantizar su triunfo, que depende de muy distintos factores. Y ahí es donde la IA va a tropezar con la piedra que ya encontró el PNV: la legalidad española no permite la autodeterminación de una parte de su territorio.

Palinuro cree que en España debiera estar reconocido ese derecho. Pero Palinuro no es más que un simple marinero incapaz de entender las profundas maravillas y el glorioso destino de una nación que convive con sus partes a cara de perro y que todo lo más que ha conseguido idealizar su vida común es el orteguiano y desencantado conllevarse.

No digo nada sobre el PSE-PSOE y el PPE porque está abundantemente claro que en 2013 pasarán a la oposición frente a un bloque de gobierno nacionalista. Y, si todos los nacionalistas, la IA y el PNV se embarcan en una política de conflicto institucional permanente con la misma tenacidad con que ETA estuvo cincuenta años pegando tiros, será cuestión de ir pensando en alguna solución ingeniosa. ¿No?

(La imagen es una foto de www.larrabetzutik.org, bajo licencia de Creative Commons)