divendres, 3 d’octubre del 2008

No dejéis que los niños se acerquen a ellos.

La policía ha desmantelado la enésima red de pedófilos en internet. En una investigación de meses ha descubierto 18.000 conexiones en 75 países. 1.600 conexiones en España en donde se ha detenido a 121 personas y hay 96 imputadas por distribuir pornografía infantil a través de la red. Según EFE, entre 2003 y 2007 se detuvo a 974 personas en España por idéntica actividad y en lo que va de 2008 llevamos ya 359. Digo esto porque lo primero que me llama la atención de este delito es la cantidad de gente que lo comete. Y siempre hombres. Da que pensar, aunque no estoy nada seguro de llegar a conclusión alguna. ¿Por qué sólo hombres?

Según parece la pornografía adulta tiende también a ser masculina si bien según mis noticias la hay asimismo para consumo femenino. Esta pornografía de mayores se entiende porque aunque deformada o "viciada" tiene su arranque en el erotismo, aquella fuerza de universal imperio a la que Hesiodo atribuye en parte la responsabilidad por el origen del mundo, de los dioses, de todo. Pero encuentro imposible de entender la pornografía infantil, aunque no toda. Parte de ésta arranca también del erotismo de los adolescentes e impúberes que es asunto complicado que ha pasado por distintas etapas en la historia. Algunas culturas (Grecia, Egipto) no han visto mal las relaciones sexuales de adultos con adolescentes y en muchas otras, como la cristiana occidental sin ir más lejos, se han admitido hasta hace relativamente poco matrimonios de adultos con niñas de doce o trece años y eso parece no ser infrecuente hoy entre los musulmanes si no ando equivocado.

Gran parte de los países occidentales ha situado la mayoría de edad para relaciones sexuales "legales" en torno a los dieciocho años, si bien todos sabemos que en muchísimos casos la iniciación sexual de los adolescentes de ambos sexos se produce antes, entre los catorce y los dieciocho. Se trata de una de esas típicas situaciones en que la norma regula una realidad social rebelde y probablemente sea sensato (es decir, conservador que es lo que quiere decir "sensatez" en este contexto) seguir así.

Sucede además que esa realidad social rebelde viene alimentada o se alimenta ella misma de una idealización literaria y artística de la sensualidad y el erotismo de la adolescencia. No es necesario ir al Marqués de Sade para dejar constancia de ello. A lo largo de la tradición cultural europea, desde el mito de Ganimedes hasta la Lolita de Nabokov, hay un retorno permanente a ese territorio oscuro y también fascinante del atractivo adolescente. Considérese a la derecha el San Juan Bautista adolescente de Michelangelo Merisi (Caravaggio), obra pintada hacia 1600 con un evidente regodeo en los aspectos más carnales de la imagen que es erótica pero no pornográfica en modo alguno. O piénsese en algunas de las figuras impúberes de Balthus o en las de su hermano Pierre Klossowsky sobre quienes Palinuro posteó en su día.

Por supuesto, al tratarse de cuestiones de juicio estético no hay modo de resultar convincente en la materia salvo para quienes estén de antemano de acuerdo con uno. Si al juicio estético se le añade como en este caso el ético esa imposibilidad se convierte en algo absoluto. Traigo un nuevo ejemplo: contémplese más abajo el cuadro del cursi de Bougereau titulado Admiración (1897). Eso sí que me parece detestablemente pornográfico en su relamida y falsa ingenuidad. Así que como el asunto es opinable, hay tradiciones y tendencias para todos los gustos y las cosas no están muy claras es acertado mantener la edad de los dieciocho años como límite y perseguir a quien se lo salte.

Pero es que en el caso que nos ocupa aquí no solo se trata de adolescentes, impúberes, en definitiva, menores de edad pero mayores de ocho o diez años, no; es que se trata de bebés, de niños de meses, de uno o dos años. Y esto sí que me deja atónito y confieso ser incapaz de comprender que alguien encuentre sexualmente atractivo a un bebé. Ciertamente que éste es un territorio muy complejo en el que hay que tener mucho cuidado a la hora de calificar unos u otros comportamientos como "aberrantes", "degenerados" o lindezas de ese tipo. Es más, me niego a admitir que haya comportamientos sexuales "aberrantes" o "degenerados" desde el punto de vista del que los practica porque, de admitirlos, abrimos la puerta a que la autoridad nos diga qué podemos y qué no podemos hacer en la cama. Otra cosa es, por supuesto, el interés de aquel sobre el que se ejerce ese comportamiento que, tratándose de niños prevalece sobre cualquier otra consideración. O sea que, aunque yo sea incapaz de comprenderlo, el comportamiento del pedófilo no será "aberrante" o "degenerado", pero es un delito, un crimen especialmente odioso.

Y vuelvo a la pregunta del comienzo: ¿qué punto oscuro tenemos los hombres para que ese delito sea específicamente masculino? ¿Qué diablos tiene en la cabeza un hombre cuando visiona complacido pornografía infantil o abusa sexualmente de un niño? Si, como dice el poeta, "en el niño sólo hay libertad" ¿qué lleva al pedófilo a arrebatársela?

(La primera imagen es una foto de Southworth Sailor, bajo licencia de Creative Commons).