dilluns, 28 de febrer del 2011

Yoyes y Txelis, laberintos de la locura.

El que ordenó el asesinato de Yoyes, José Luis Álvarez de Santacristina, quiere ahora pedir perdón a la familia. Es un gesto que indica arrepentimiento. Pero Santacristina lleva muchos años arrepentido, ya no es de ETA y predica el abandono de las armas. ¿Qué añade el pedir perdón? ¿Qué significa perdonar? Al parecer no sentir animadversión hacia el causante del daño, el perdonado. Eso es harto difícil. El directamente agraviado no puede; los familiares y amigos probablemente no quieran. Sólo puede perdonar Dios, que no existe.

Tampoco está claro que el perdón sirva de algo al culpable. Quizá lo ayude a recuperar cierta paz interior, pero será por poco tiempo ya que seguirá presente el dolor por haber causado un daño irreparable. Así que perdonar es como verter una botella de aceite en la mar embravecida.

Cierto, es un gesto y tiene su valor simbólico que es por donde interesa analizarlo. Santacristina pide perdón en realidad para su alter ego, para Txelis, para otro que ya no es él porque ha cambiado, como cambiamos todos los seres humanos. Como cambió González Catarain. Sólo que a ella la mataron por cambiar. Y el que la mató ha cambiado tanto que ahora pide perdón por el crimen. Crimen ritual, crimen de secta. Yoyes no fue la primera asesinada por traidora; antes lo había sido Miguel Solaun por idéntico motivo. Traición. Es lo que el Estado al que ETA combate a su vez llama "alta traición". Porque ETA quiere ser un Estado en la sombra. Por eso hace justicia a su modo.

Aquí lo que puede verse es el terrorífico poder de las ideologías al que muchos se entregan como quien se entrega al diablo. Ideologías, esto es, discursos que formulan juicios genéricos en virtud de abstracciones como la nación, la raza, la clase, el credo pero que tienen un enorme impacto sobre la vida de las gentes concretas, generalmente destructivo. Y son ideologías porque justifican ese impacto en función de elevados valores. En nombre de una quimera llamada Patria Kubati descerrajó tres tiros a Yoyes en presencia de su hija de tres años. Un tiro por año.

Ese momento físico, irrepetible, del asesinato lo ha convertido en materia de creación artística. Hay una película de Yoyes y ella misma es un icono de una cultura de resistencia que se manifiesta poco. Pero lo más claro del episodio del asesinato y la petición de perdón veinticinco años después es que las ideologías son estados de enajenación mental, los discursos de la locura. La nación, la raza, la clase, la religión... ideas asesinas. ¿Cómo se puede matar a otra persona aduciendo que se ha traicionado a sí misma y al pueblo vasco? Lo del pueblo vasco tiene un pasar, lo de la traición "a sí misma" indica un grado profundo de demencia.

(La imagen es una foto de elmejorcinedelcable.blogspot.com, bajo licencia de Creative Commons).