dijous, 28 de juny del 2012

La ilusión y la realidad.

En los años 80 del siglo pasado, cuando ya empezaba a considerarse en serio la posibilidad de la reunificación de Alemania, dividida primeramente en cuatro y luego en dos durante la guerra fría, circulaba uno de aquellos sarcásticos chistes de los países comunistas. Se decía: Alemania se reunifica todos los días a partir de las 7 de la tarde frente al televisor. Todos los días, a partir de las siete de la tarde los alemanes del Este y los del Oeste sintonizaban los canales de TV del Oeste. Algo parecido podría decirse de España, entroncando con una vieja leyenda: las dos Españas se unifican ante el televisor siempre que juega la selección española de fútbol.
El Kaiser Guillermo arengaba a las tropas alemanas preparadas para ir a los frentes en la Iª Guerra Mundial diciendo: Ya no conozco izquierdas ni derechas. Solo conozco alemanes. Es la fuerza de la nación; al fin y al cabo, una idea. Por las ideas mueren y matan los hombres. Y también hacen otras cosas pues las ideas son proteicas, toman muchas formas, encarnan en figuras distintas. El Rey de España podría igualmente arengar a quienes vayan a competir por la Eurocopa y quienes los apoyan viajando junto a ellos o palpitando con ellos frente al televisor, diciendo: Ya no conozco dos Españas. Solo conozco españoles apoyando la Roja. Es la misma idea nacional pasada de lo militar a lo deportivo/espectacular. Importante aquí es lo nacional.
¿Seguro? Desde luego. El nacionalismo es una idea fortísima y muy absorbente. Los nacionales llevan como un plus de legitimidad en su nombre. Por eso quienes puedan ser considerados no nacionales tratan siempre de mostrar su propensión al nacionalismo y el deporte, en concreto el fútbol, les ofrece una buena oportunidad. El fútbol es el encauzamiento del nacionalismo español porque en todos los demás ha fracasado estrepitosamente y donde más estrepitosamente justo en el fútbol cuando se juega de puertas para adentro, es decir, no compite la selección nacional sino los distintos equipos españoles. Los pitidos a la bandera y al himno hace escasa fechas son la prueba palpable.
El fútbol es quintaesencia del nacionalismo español y los otros nacionalismos no españoles. Pero tampoco son originales en esto. También lo es del resto de Europa y del mundo. El fútbol debe de ser el deporte más seguido del planeta. La razón estará, supongo, en las virtudes intrínsecas del juego que desconozco, porque en todo lo demás, es como otros. Por qué es el fútbol el rey y no el baloncesto, el balón volea o las regatas tendrá muchas respuestas. Para algunos será un deporte que pueden practicar las gentes sin medios; para otros su origen se pierde en la noche de los tiempos, pues ya los mayas, etc. Por lo que sea, es el fútbol.
Pero del fútbol se ha dicho siempre que es un medio de desviar la atención de la gente de los problemas graves, una maniobra de distracción, en definitiva, una evasión. En tiempos de Franco era artículo de fe. La derrota de la Unión Soviética en la final de la Eurocopa frente a España en 1964, justo cuando esta celebraba los 25 años de Paz del Caudillo, se leyó como el colofón de la derrota del comunismo, primero en el campo de batalla en 1939 y luego en el deportivo. Probablemente los comunistas de la época aplaudían a España, aunque no se atrevieran a hacerlo ante sus camaradas ya que la derrotada era la patria de su credo. Hoy, las dos Españas jalean a la Roja.
Y se olvidan de todo lo demás. Se evaden de una situación angustiosa, en mitad de una crisis como no se ha conocido otra en décadas, una crisis de empobrecimiento, de incertidumbre, que tiene el ánimo del país literalmente por los suelos. Uno de los datos incontrovertibles de esa crisis es la responsabilidad que en ella cabe a Alemania, con su negativa cerrada a transferir los préstamos directamente a los bancos españoles, como quiere Rajoy y a autorizar los eurobonos como quieren Hollande y Rajoy a pesar de ser de partidos opuestos. Esa situación plantea un conflicto entre España y Alemania alimentado a base de prejuicios de los unos respecto a los otros. Si los dioses, con esa tendencia suya a burlarse de los humanos, hacen hoy perder las semifinales a Italia, la final del domingo será entre España y Alemania y ahí se oirá de todo. Media hora después de la derrota de Portugal la red rebosaba de insultos a los portugueses (gitanos, vendedores de toallas, mujeres bigotudas). No quiero pensar a la media del posible partido con Alemania. De nazis no baja la cosa.
Pero, además del fútbol, España se la juega hoy en un terreno mucho más importante y de consecuencias infinitamente más graves. Realmente el titular de Público hablando de cita con la historia es hiperbólico en lo deportivo pero no en lo económico. En eso, es realista. Además de la Eurocopa, en estos días se decide el destino de Europa, la conservación del euro, el mantenimiento de España dentro de él, las dimensiones del rescate español que puede hipotecar el país por generaciones. Y no es broma. Cuando el eurogrupo dijo aprestar 130.000 millones de euros, las gentes del común, siempre ingenuas, hablaron de un Plan Marshall europeo, hasta que alguien les explicó que 130.000 millones eran calderilla, la tercera parte del monto total del rescate a la banca española. No volvió a hablarse de Plan Marshall.
Cunde el desánimo porque es opinión compartida que España va a esa cumbre con el eurogrupo a perder de fijo el partido. Por eso es comprensible que las dos Españas se evadan y se concentren en la final del domingo en donde España puede ganar. El fútbol es un ersatz, un sucedáneo, un placebo, reuna ilusión. Pero la izquierda debe saberlo pues el combate de España no es el fútbol sino las escuelas, los hospitales, la igualdad, el empleo, la estabilidad, algo de lo que no es posible evadirse ni distraerse. Porque, mientras uno se distrae, se da una batalla campal en Oviedo por evitar un desahucio, el gobierno nacionaliza Bankia en donde hay un agujero de más de 13.000 millones de € y retira la subvención de 426 medicamentos, lo cual supone un ahorro doble: en medicinas y en años de vida de los pacientes.