dissabte, 30 de setembre del 2017

Vigilia republicana

Mañana se vota en el referéndum que no iba a celebrarse. Hoy, día de reflexión. Testigos, los medios acreditados que son ya 1500 y no sé si cabrán en el centro de información. Son los ojos y los oídos del mundo. Un mundo que está dándose por enterado: llueven los manifiestos y declaraciones de científicos e intelectuales extranjeros exigiendo que se deje votar a los catalanes. Claro que no son intelectuales españoles oé, oé, oé, como los que firman manifiestos aquí exigiendo que no se deje votar a los catalanes, así que tranquilos. Vuelve la Leyenda Negra.

Ayer, último día de campaña, fue rico en episodios de todo tipo entre festivos y jocosos. Amaneció Dios con el ministro De Guindos negando indignado que alguna vez hubiera insinuado un cupo vasco para Cataluña. Jamás de los jamases. En realidad, lo había dejado entrever 24 horas antes. La política es así. Por lo que se ve, el gobierno actúa a la desesperada y otorga con una mano lo que quita con la otra. O no sabe lo que dice. El ministro portavoz salió a remachar las dos doctrinas esenciales del gobierno: a) no habrá referéndum ilegal; b) el que vote en él, que se atenga a las consecuencias. La segunda doctrina contradice la primera y el ministro, en efecto, no sabe lo que dice. Pero amenaza. Quienes compongan las mesas pueden enfrentarse a multas de 600.000 €. En todo caso, nos ahorramos la discusión: el referéndum que no iba a celebrarse, según Rajoy, se celebra mañana. En las condiciones que sea, pero se celebra. De las consecuencias, hablamos luego.

El gobierno pasó una jornada de activismo prohibitivo intenso. Cerró el espacio aéreo sobre Barcelona a los obvios efectos de evitar fotos aéreas. No sé si pensó en los drones o ya tiene previsto combates de estos, para amenizar el día a la población. La Guardia Civil entregó en la oficina estadística o de cálculo del govern otra de esas notificaciones prohibitivas o suspensivas que las autoridades catalanes ya dicen que no tienen intención de obedecer. La presión institucional es muy fuerte. Trapero ha dado orden a los mossos de que precinten los colegios electorales antes de las 06:00 del domingo. Es bueno que lo hagan los mossos, policía local, propia, y no la de fuera. Pero será de ver cómo sale el asunto teniendo en cuenta que muchos mossos han pedido permiso para ir a votar.

Los colegios, las escuelas, se han convertido en centros simbólicos del derecho de sufragio. Polarizan la resistencia pacífica de la población ante la actividad represiva del Estado. Desde la pasada noche las AMPAS y los vecinos han tomado los colegios para impedir que se cierren y garantizar que estén abiertos el domingo. Las urnas han acabado por aparecer. Resultan ser de fabricación china, muy funcionales, de sencillo almacenaje y muy apañadas de precio. Las papeletas, las volanderas papeletas están en todas partes. La Guardia Civil ha requisado millones de ellas pero hay más millones esperando. Ayer las tiraban al aire los tractores que desfilaron en columnas de a dos por las calles de Barcelona. Alguien colgó en tuiter un vídeo de una impresora enorme de última generación imprimiendo miles de papeletas.

La gente, la población, mucha de ella muy concienciada del momento, está integrada en las actividades colectivas para hacer posible el referéndum. Como decía Puigdemont, el referéndum no lo hacen las urnas, ni las papeletas, ni la policía; lo hace la gente. Esta gente que, colaborando o no con otras instituciones está personalmente involucrada en un proyecto común. Esa gente que, para El País son "grupos de activistas pro-referéndum (que) toman las escuelas". Mentira. Doy fe. Son padres y madres, vecinos del barrio y, sin duda, también habrá activistas, ¿por qué no? Y su función no es tomar las escuelas, sino ocuparlas para organizar actividades extra-escolares, cosa a la que tienen derecho. Otra cosa es qué actividade extraescolares estén organizando, pero eso es cosa suya. Creo que hay un colegio en donde van a hacer un concurso de dibujos de Piolín y el pato Lucas. En fin, el elemento lúdico de esta revolución del que El País abomina. 

La gente, la gente de la calle, los habitantes de Barcelona en una especie de curiosa exaltación, rompen moldes habituales como si estuvieran en un momento mágico de sus vidas. Se sienten independientes y quieren celebrarlo ya. Si una peña, por ejemplo, organiza una xerrada sobre el referéndum (hasta las 00:00 del día de hoy, que el personal es muy mirado) y pide un catering es posible que la empresa que lo sirve regale una parte o aporte algo porque es para la causa. Así que los AMPAS no son "activistas" , saben que los medios técnicos están previstos y de ellos se espera que mantengan la ocupación cívica y no violenta de los colegios hasta el domingo. Una vigilia independentista y republicana. La gente aprende el poder que tiene ejerciéndolo. Horizontalmente y en coordinación con sus autoridades que, al ponerse al frente del movimiento están ganándose el ascenso a la condición de gobernantes de un Estado independiente de pleno derecho.

El discurso de las fuerzas políticas españolas parece el de unas personas que hubieran perdido la memoria por anticipado. Todas ellas tienen un vacío en el recuerdo de lo porvenir (cuando este se hayaa convertido en pasado) entre el día de hoy y el 2 de octubre. Un lapsus de 48 horas, un vacío mental de dos días. No vamos a mirar ni vamos a escuchar lo que vamos a ver y vamos a oír el sábado y el domingo. Fundido en negro. El 2 de octubre, en cambio, está ya perfectamente vivido y archivado: el parlamento español no dará validez alguna al resultado del referéndum, ese que no iba a celebrarse y que, si se celebraba, sería un delito. Ya lo había anunciado unos días antes el señor Garzón, de IU: que no se reconocerían los resultados del referéndum.

Tan abierta y generosa predisposición al diálogo propicia que, según sean estos resultados, la Generalitat mueva una Declaración Unilateral de Independencia en el Parlament.