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dimarts, 28 de novembre del 2017

Hostigamiento

Rajoy considera el art. 155 muy democrático, básicamente porque le permite hacer lo que le da la gana que, para él, es lo más democrático. Se permite el lujo de aleccionar a Puigdemont desde su autoinvestidura de guardián del Estado de derecho y la ley, afirmando que es ridículo contraponer ley y democracia pues, en su opinión, son sinónimos, como si las dictaduras no tuvieran leyes. La suya, por ejemplo, esta llena de ellas y se aplican según le parece a él.

A muchos otros, el 155 nos parece antidemocrático porque es una norma de excepción que, de hecho, suspende la Constitución y, por tanto, la vigencia de la ley que se dice querer proteger. Es la fórmula misma de la dictadura desde los tiempos de los romanos: gobierno de excepción en tanto se restaura la legalidad alterada. Sobre la primera parte, la coincidencia es absoluta: gobierno de excepción y no democrático. Sobre la segunda la discrepancia es radical porque hay un cuestionamiento de la legalidad, de la ley. Y por mucho que el señor de los sobresueldos la invoque como dogma inamovible, la ley puede ser injusta. Hay leyes injustas a porrillo. Las ha habido, las hay y las habrá. Ir contra la ley injusta no es ir contra la democracia. Al contrario, la democracia se defiende luchando contra las leyes injustas.

Aclarada la mota negra de principios, vienen las objeciones de intendencia, sobre todo de parte de la izquierda. Cierto, puede haber leyes injustas pero la forma de cambiarlas no es quebrantarlas, sino reformarlas. Una minoría nacional, siendo estructural, nunca podrá reformar las leyes de la mayoría en un sentido que le sea favorable si la mayoría se opone. Es la dictadura de la mayoría. Formalmente democrática. Materialmente, no. 

Añádase otra consideración. El 155 es una norma de plenos poderes, prácticamente ilimitados, ya que se invoca el superior interés de la nación en peligro porque una parte no se reconoce miembro de ella y quiere separarse. Es una pendiente sin fondo que lleva a una situación de dictadura de hecho en la que todos los poderes públicos están sometidos a la voluntad del gobernante y aplican sus políticas. La posible imputación de Marta Rovira por el Tribunal Supremo evidencia que está jugando el derecho penal del enemigo a tumba abierta y con claros fines de hostigamiento e intimidación por razones ideológicas. Si la DI es un delito, bien puede encausarse a los cómplices, encubridores y hasta simpatizantes. Es lo que tienen los delitos de opinión. En una posibilidad no muy disparatada podría pensarse en una causa general al independentismo que permitiría procesar a los tres millones de votantes del 1/10. Más o menos, lo que hizo Franco.

En esa política de hostigamiento, que sigue típicos parámetros franquistas, el gobierno se vale de la Junta Electoral para intervenir y censurar TV3. La prohibición de que este canal público llame "presidente en el exilio" al presidente en el exilio y "consellers en prisión" a los consellers en prisión retrotrae el país a la época de la censura de prensa a cargo del ministro de Información y Turismo, por aquel entonces, Fraga Iribarne, defensor de la democracia "orgánica". Se trata de controlar los medios de comunicación como sea.

Que esto es puro franquismo se echa de ver en el cumplimiento del fenómeno que los psicólogos llaman proyección, y desconcierta a mucha gente. La derecha proyecta en los demás sus propias trapacerías, sus propios desaguisados y hasta delitos. Ahí estaba Albiol en la tele el otro día, diciendo barbaridades sobre TV3 y acusándola de ser lo que hace años es TVE.

Lo curioso de esta situación de acoso y hostigamiento al independentismo (que solo consigue ampliarlo y fortalecerlo) es el silencio de la izquierda. De la una, de la otra y de la mediopensionista. Compiten en unas elecciones en las que no hay juego limpio con una de las opciones a la que se hostiga hasta el punto de que sus candidatos están en la cárcel o en el exilio y no tiene nada que decir. Es el PSC el que ha presentado la denuncia para que la Junta Electoral prohíba los lazos amarillos por los presos políticos.  

Cuando se decide reavivar el concepto de guerra total al adversario porque lo que se busca es su exterminio no hay más límite que la propia conveniencia del atacante. De censurar la expresión en TV3 a substituirla por un canal adicto al 155, que es lo democrático, no hay más que un paso. De prohibir las "manifestaciones partidistas" de los interventores, apoderados y agentes de cambio y bolsa a prohibir los partidos mismos solo hay otro. 

Las elecciones deben tener todas las garantías y el evidente sesgo de la Junta Electoral contra una de las partes hacen temer lo peor en cuanto al desarrollo de la campaña y, por supuesto, el escrutinio. Ahí es donde está claro que, dadas las circunstancias, con un 155 a plena marcha, la única garantía aceptable es la presencia de observadores extranjeros. 

Realmente quien no vea que esta es una crisis de régimen muy grave es un irresponsable. Lo malo es que la irresponsabilidad está arraigada en la clase política española. 

dilluns, 27 de novembre del 2017

La voz del exilio

En su exilio en Bruselas, Puigdemont, digno sucesor de Marx, que se pasó allí unos años hasta que lo expulsaron, tiene un enorme impacto en España. Si hubiera que buscarle un simil histórico más ajustado sería el del general De Gaulle quien, desde su exilio londinense, encabezó la recuperación de la France Libre, entendiéndose con sus seguidores a través de la radio y la resistencia. Puigdemont lo hace a través de la televisión, los vídeos, las redes, en las que es muy activo, y personalmente. 

Su eficacia está fuera de duda. Acaba también de presentar la lista del presidente con el nombre de Junts per Catalunya, que apunta a lista de país con un fuerte liderazgo personal. Se lo explica a Ricard Ustrell en la interesante entrevista que este le hace en Bruselas. No es una lista del PDeCat, sino una del presidente, transversal, insiste, en que entran el PDeCat e independientes. Mutatis mutandis, un toque gaullista, destinado a animar a unas clases medias que pueden querer la independencia, pero no de un determinado color.

El entrevistado es claro al sostener su condición de  presidente legítimo de la Generalitat, no de ex-presidente, como le plantea Ustrell y, de hecho, este se dirige a él siempre como "president". La entrevista está llena de aclaraciones muy necesarias en asuntos en los que reinan las brumas de las tertulias. 

El presidente no acata el 155, entre otras cosas porque se aplicó unilateralmente. La cuestión de la unilateralidad consumió un tiempo precioso siendo irrelevante. Una vez estuvo claro que el 155 no se retiraría aunque Puigdemont convocara elecciones, la unilateralidad era cosa del Gobierno.

La amenaza de los muertos. Reducirla al puro nominalismo es un modo de esquivar la cuestión. Hubo amenazas de responsabilidad por consecuencias impresivibles y una de ellas, obviamente es la posibilidad de muertes.

La presidencia de la Generalitat. Dependerá del resultado de las elecciones y el acuerdo de coalición que se establezca. Puigdemont encabeza una candidatura con ánimo de ganar, con el mismo derecho que los demás. 

La renuncia a la violencia. Expresa por parte de la Generalitat, de Puigdemont, de Junqueras, del independentismo al completo. La cuestión aquí es por qué no hay también una renuncia expresa a la violencia por parte del Estado, ya que se trata de un conflicto político que debe resolverse negociando y pactando. No reprimiendo.

La aceptación de los resultados. El verdadero caballo de batalla. Nadie tiene claro que el bloque nacional español respete los resultados del 21D si no le gustan. Para ello tiene ya preparada una justificación: sean cuales sean aquellos, el gobierno catalán tendrá que acatar la legalidad. La legalidad como la entiende el bloque nacional español. 

Y eso es justamente lo que está por ver.

Además de la entrevista a Preguntes Freqüents Puigdemont concedió otra a un canal público de la TV israelí, Canal1 Kan en la que abordaba asuntos de política exterior europea, que no abordó en la otra conversación. Lo que allí fue teoría: "soy el presidente legítimo de la Generalitat", aquí es práctica: este presidente legítimo plantea una consulta en Cataluña sobre la pertenencia a la UE. Otro toque gaullista que, curiosamente, refuerza su imagen de lider nacional catalán nada fácil de contentar. Europa no puede contar con una aceptación acrítica de su fuerza de atracción.

Igualmente es fácil imaginar cómo suena en Israel la pregunta de Puigdemont en la tele ¿quién me garantiza un trato justo en un contexto en el que hay vídeos de dirigentes políticos reclamando mi encarcelamiento y participando en manifestaciones con grupos neonazis?.

Las elecciones son parecidas a las guerras: se sabe cómo se entra en ellas, pero no cómo se sale.

divendres, 24 de novembre del 2017

Los vivos y los muertos

Este asunto de los muertos está saliéndose de lo normal, desembocando en un puro nominalismo de si alguien y quién amenazó con "muertos". Y es asunto absurdo porque lo importante no es el sustantivo "muertos", sino el verbo "amenazar". Es obvio que, aunque solo Puigdemont hubiera pronunciado la fatídica palabra, en su boca no supone una amenaza sino, al contrario, la constatación de sufrirla. ¿Del otro lado nadie ha pronunciado la palabra expresamente? Es posible. Pero sí han amenazado y mucho. La insistencia en responsabilizar a Puigdemont de las consecuencias del 155, obviamente lleva implícita la posibilidad de violencia con resultado de muertes. Tampoco habría sido tan extraño que se hubiera producido algún caso durante la brutal actuación policial del 1/10. Todo cuanto han hecho los independentistas tanto en el govern como fuera de él, ha sido evitar a toda costa toda forma de violencia.

La expresión "los muertos encima de la mesa", si está literalmente recogida, no es muy afortunada. Trae a la memoria expresiones similares de los tiempos de ETA y eso es un verdadero desatino sobre todo porque es interpretativo e innecesario. No sé si alguien habló de "muertos" específicamente pero es harto improbable que los pusiera "encima de la mesa".

Ya decíamos ayer que el camino a Ítaca es largo y lleno de aventuras. Por eso conviene mucho vigilar el comportamiento durante la travesía para no añadir dificultades internas a las ya abundantes externas. Que las incomprensiones internas no se sumen a los lestrigones, lotófagos, cíclopes y otros peligros. Los planteamientos de Marta Rovira, al menos los recogidos por la prensa, pueden parecer desconcertantes; no por erróneos o impropios, sino por razonables. Por eso es importante hacer lo que se llama "pedagogía democrática".

La falta de lista única ya fue un primer contratiempo. Si esta ausencia se combina con la impresión de que tampoco hay unidad de acción, la cosa se complica y esa pedagogía se hace urgente. La idea de Rovira es que todos están trabajando por la restauración del gobierno legítimo de Cataluña. Lógicamente, cuando eso suceda, su composición concreta dependerá del resultado que cada cual de sus componentes haya obtenido en las elecciones. Así, si los números dan, es perfectamente posible que el presidente sea Junqueras y perfectamente legítimo y es de esperar la aquiescencia de las otras dos fuerzas políticas inependentistas. Pero, si los números dan otra posibilidad, también es perfectamente posible y legítimo que lo sea otro, Puigdemont, por ejemplo. Y bastante probable, dado que la lista del presidente se acerca más al modelo ideal de la lista de país que la de ERC. La cuestión es que, si tal es la opción que se impone, también de esperar es la aquiescencia de las otras dos fuerzas independentistas. 

Y a eso es a lo que ha de hacer referencia el discurso. Cuando Rovira dice que están coordinados conviene recalcarlo pedagógicamente, para dejar claro que el objetivo final es el mismo.

dijous, 23 de novembre del 2017

De Icaria a Ítaca

Pensando ayer en el cuadro de Breughel, paisaje con la caída de Ícaro, caí a mi vez en la cuenta de que el mito, aquí tan indiferentemente tratado, había tenido una curiosa prolongación que afectaba a Cataluña. Y no crea el lector que la omnipresencia de la cuestión catalana ciegue a Palinuro. Es que es así.

En 1840, Étienne Cabet, revolucionario francés, publicaba el Viaje a Icaria, una utopía al estilo de Moro que relataba la vida de una sociedad comunista ideal en una isla, hasta entonces desconocida, llamada Icaria. Icaria, Ikaria, es el nombre de una isla griega real en el Egeo, cercana a Samos, en la que según la tradición, cayó Ícaro. El paisaje del cuadro de Breughel no parece evocar la isla. En todo caso, tampoco parece que Cabet la tuviera en cuenta, porque su viajero, Lord Carisdall, cuyo diario reproduce, da precisiones geográficas parecidas a las del Señor de los Anillos. Un viaje de cuatro meses lo lleva desde Londres al puerto de Camiris, en el país de los Marvols, separado de Icaria por un brazo de mar.

La utopía de Cabet, sin embargo, no era contemplativa, como la de Moro, sino una especie de guía de acción revolucionaria, de alegato en pro de una sociedad comunista, comunitaria. Una idea que bullía en muchos corazones europeos en los años cuarenta del siglo XIX y acabó fraguando en la revolución de 1848, que fue la primera revolución a escala europea porque se hizo sentir en casi todos los países del continente; la segunda, la feminista todavía dura y la de 1968, a su modo, fue mundial. La de 1848 fue la del Manifiesto Comunista. El fracaso de la revolución y el tesón de Cabet propiciaron una expedición (a la que habrían de seguir otras) de expedicionarios y colonos por entonces llamados icarianos a las tierras del Nuevo Mundo, a fundar sociedades nuevas sobre la base del comunismo y la fraternidad. Pasaron mil penalidades y, como al héroe del viaje, los estafaron, los robaron y los desperdigaron, aunque muchas de aquellas comunidades utópicas aisladas resistieron hasta fin de siglo.

Pero esa es la historia de los icarianos. La conexión catalana viene por el hecho de que ese movimiento prendió en Cataluña, siendo su inspirador y uno de los más activos propagadores del ideal comunista, Narcís Monturiol. Un discípulo de este, el médico de Poble Nou Joan Rovira, figura entre los primeros expedicionarios a la Icaria americana con Cabet. En Poble Nou se fundó una comunidad icariana que luego adoptó una visión ácrata, sin duda más acorde con los tiempos. Y de ello queda testimonio en una via icaria que, al parecer, es el camino viejo del cementerio. Todo esto pasaba mucho antes de que, por las ironías de la historia, la isla real de Ikaria, habiendo expulsado a la guarnición turca a principios de 1912, se declaró república independiente. Durante cinco meses, hasta su anexión por Grecia, fue un Estado soberano, tuvo gobierno y ejército propio, acuñó moneda y sellos, tuvo su bandera e himno nacional. Luego, volvió a desaparecer. Como Ícaro.

Y como los icarianos. Hay algo de icariano en el hecho de que la Diada celebre una derrota, un hundimiento.

Los icarianos han desaparecido. Ahora llegan los itaquianos, los que van a Ítaca. Nada de viajar a islas desconocidas, ni cruzar océanos, ni comprar tierras o colonizar lugares remotos. Simplemente, volver a casa después de un largo viaje. Feliz quien, como Ulises, ha hecho un viaje hermoso ("Heureux qui, comme Ulysse, a fait un beau voyage"). Este viaje es la vida, su vida, la de estos itaquianos que la viven con entrega y sacrificio personales, lo cual tiene un efecto movilizador tremendo. 

Porque el aparato de propaganda nacional español podrá tachar a Puigdemont de cobarde, de rata que abandona el barco y hasta de Cipolino, según atestigua la ministra de Defensa, pero nada de esto empaña el hecho de que goza de un prestigio y consideración generalizados. Ambos se acrecientan con estos gestos de prescindir del devengo de cantidades que no le corresponden por cuanto considera ser el presidente legítimo de la Generalitat, no el expresidente. Eso se llama actitud de principios y en política no es nada habitual. Como tampoco lo es que unas personas estén dispuestas a ir a la cárcel por defender sus ideas.

Esa actitud de principios es la que emerge en esa curiosa cuestión del acatamiento que se ha convertido en el objeto de la disputa. Puigdemont debería acatar el 155 si quería cobrar la indemnización como expresidente; no acata y, en consecuencia, no cobra. Los otros no se juegan un devengo sino la cárcel y, si París bien vale una misa, la libertad bien vale un triduo, eppur' si mouve. Acatar lo que no cabe evitar es sentido común pero, si se pretende llevar el acatamiento a la zona de íntima de la conciencia, como hacen las inquisiciones y está haciéndose en este caso, el fracaso está asegurado. El acatamiento no es arrepentimiento, como sostienen los medios. Ignoran que el arrepentimiento no es una virtud, según establece Espinoza, porque no procede de la razón.

Ya se sabe que el camino a Ítaca es largo y está lleno de peligros y aventuras. 


dimecres, 22 de novembre del 2017

La intervención exterior, clave para la independencia

Mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado Nosaltres i ells, en el que se hace hincapié en la importancia de los dos factores que, estando entrelazados, contribuirán decisivamente a la independencia de Cataluña: el carácter pacífico y no violento de la República Catalana y la internacionalización del conflicto. Esta última era el paso imprescindible para adquirir la relevancia que permita confiar en una intervención exterior. Sé que mucha gente ve con escepticismo dicha intervención no solamente por la inercia institucional de la comunidad internacional sino también a raíz de las repugnantes declaraciones de algunos dirigentes de la UE, singularmente su actual presidente, Juncker. A cambio del oropel de una sobornos de tercera (lo han hecho premio Princesa de Asturias y doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca) este payo se ha permitido decir que algunas de las imágenes del vandalismo policial del 1/10 son un montaje. Faltan reflejos en la izquierda de dicha UE (si es que queda alguna) puesto que, si no fuera así, hubieran debido emplazar hic et nunc a Juncker a que, sin dilación, demuestre cuáles imágenes están trucadas y, si no aporta ninguna, a dimitir e irse a su casa.

Al margen de las maniobras de estos políticos reaccionarios de pacotilla, la lucha por el reconocimiento exterior de la República Catalana, la ayuda al independentismo catalán, llegará del exterior, cuando España haya demostrado suficientemente ser un fallido Estado fascista, gobernado por una cáfila de ladrones y sinvergüenzas que han tenido la feliz idea de montar una asociación para delinquir y la han llamado "partido político". Una vez corroborado el mayoritario apoyo a la independencia el 21D, solo quedan dos vías: a) España y Cataluña pactan una vía pacífica a la independencia mediada por la UE o 2) la UE impone a España una secesión pacífica de Cataluña en función del principio de injerencia del derecho internacional humanitario que hoy reconocen los Estados democráticos y civilizados del mundo.

Aquí, la versión castellana:

Nosotros y ellos

Si el actual conflicto entre Catalunya y España se diera en condiciones de vacío absoluto o, por lo menos político, el resultado sería ya un éxito catalán sin duda. La armas, los medios de que ambas partes se valen, siendo opuestas en significado, son tan superiores en un caso frente al otro que la cuestión debería estar zanjada ya.

Frente a las razones del independentismo, basadas en los derechos de los pueblos, las sinrazones del centralismo, basadas en la servidumbre de esos mismos pueblos.

Frente al espíritu y la práctica de la democracia y el pluralismo, los del autoritarismo homogeneizador que reputa peligrosa toda diversidad y una amenaza para la perpetuación del poder tiránico.

Frente a la cultura, el cultivo del patrimonio artístico e intelectual, la incultura del desprecio por la memoria y por las tradiciones y costumbres que contribuyen a forjar el espíritu del pueblo.

Frente a la tolerancia entre las diversas creencias y visiones del mundo, la intolerancia e intransigencia de un credo dogmático que pretende imponerse en el ámbito externo del comportamiento y el interno de la conciencia.

Frente al respeto, la falta de respeto; frente a la comprensión, la incomprensión, frente al espíritu crítico, la fe del fanático.

En efecto, si el conflicto entre Catalunya y España se diera en el vacío, en condiciones artificiales del debate entre las opciones y los objetivos, la victoria del independentismo sería clara y se habría producido hace tiempo, por lo que cada una de las partes representa y ha representado en el pasado.

Pero el conflicto se da en un contexto histórico concreto, con una correlación de fuerzas específica y que condiciona las posibilidades de cada una de las partes, sobre todo de la independentista. El independentismo carece de aliados fuera de Catalunya en el conjunto del Estado. Los electores españoles en su abrumadora mayoría, casi la unanimidad, son contrarios al independentismo catalán y no hacen ascos a la idea de que sus partidos y su gobierno recurran a medios no ortodoxos para abordar la cuestión catalana. Por el contrario, la mayor fuerza del unionismo catalán se da en España, fuera de las fronteras catalanas. Hasta el extremo de que, bien sabido es, como tal unionismo, sería invisible e irrelevante en Catalunya si sus actos no se nutrieran de levas en España a base de autobuses y bocadillos.

La fuerza del independentismo catalán reside en su propio pueblo, en su ciudadanía, que no debe ni puede esperar apoyo o solidaridad dentro de la península, salvo casos específicos y nada seguros.

De ahí que esta fuerza, que crece a medida que se acercan las elecciones del 21D tiene que mantener celosamente y sin desfallecimiento alguno su carácter de revolución pacífica y no violenta. Porque solo el escrupuloso respeto a los principios de la desobediencia civil, continuará funcionando como el elemento decisivo del independentismo, su fuente de legitimación y su lazo de unión.

Pero sobre todo será la base desde la que pueda articularse la única ayuda que el pueblo catalán va a recibir y la única que garantizará su triunfo definitivo, que es la intervención exterior. Esta ha comenzado ya a articularse gracias a la internacionalización del problema propiciado por el exilio de Puigdemont en Bruselas y es la verdadera garantía que acabará obligando al Estado a una negociación a partir del 21D y según como sean los resultados.

Por eso, dichos resultados deben ser en la medida de lo posible, superiores a los anteriores pero no debe olvidarse que, por muy superiores que sean, no servirán de nada si el movimiento cae en alguna provocación del Estado y rompe su comportamiento pacífico.

Únicamente esta firme acción no violenta garantiza el imprescindible apoyo exterior, ya que el independentismo nunca tendrá fuerza suficiente para enfrentarse en este terreno con el Estado. Su fuerza será siempre moral pero, siéndolo, dará pie a la invocación del derecho de injerencia en función del derecho internacional humanitario en el caso de que el independentismo no reciba el trato democrático y respetuoso que el Estado está obligado a dispensarle.

Los símbolos y la moral

Los independentistas presos se apuntan ya todos (y todas, supongo) a la vía del reconocimiento "político" de la famosa DI que los medios siguen traduciendo como si se tratara de arameo por "simbólico". Un acto político es un acto simbólico. Extraordinaria idea de la política. Y, no contentos con esto, interpretan ya una actitud de arrepentimiento de los procesados. Pelillos a la mar. Vamos que hasta se podrían solicitar medidas de gracia para estas ovejas descarriadas que vuelven al redil.

Vale. Aquí lo que parece haber es que unas gentes, con pleno conocimiento de causa y sentido de la responsabailidad, han adoptado una actitud política que podía llevarlos a la cárcel, de hecho los llevó y ahora los libera de ella sin que el calificativo de "política" de la actitud haya cambiado salvo en el traducción de los medios a "simbólica".

Igualmente tenemos que esas mismas gentes han descubierto que insistir en el carácter "político" de su actitud, que los llevó a la cárcel, ahora, por un extraño giro del entendimiento judicial, los libra de ella. Y lo hacen.

¿En dónde está el arrepentimiento teniendo en cuenta que todos ellos van en listas de partidos independentistas? El acatamiento al 155 no tiene ningún valor porque no lo tiene pedir acatamiento a lo que se impone por la fuerza. 

Esa es la realidad del símbolo. La independencia tiene valor político. El que tenía cuando se proclamó. Ahora vamos a ver el respaldo que tiene el 21D. En una entrevista a La Repubblica
que reproduce El País, Rajoy va de profeta y prevé el retorno a la "normalidad" después de las elecciones porque confía en que las ganen los partidos unionistas. Por si acaso, pues no las tiene todas consigo, ya avisa de que, gane quien gane, tendrá que actuar en el marco de la legalidad constitucional.

Es decir, el resultado está abierto. Y muy abierto.

La revolución pacífica catalana

Toda insistencia en el carácter no violento, pacífico del independentismo catalán es bienvenida. Pero es un pacifismo tan transversal en lo ideológico como lo es en lo cultural, social o económico. A Junqueras, su fe lo lleva al pacifismo. Pero no todas las fes llevan al pacifismo ni todos los pacifismos nacen de la fe. Hay muchas fes que predican la guerra. La del propio Junqueras, profesada por otros, así lo hace. Y hay pacifismos que nacen de la mera razón. Lo cual tampoco es definitivo porque muchos de los que predican la violencia dicen hacerlo en nombre de la razón.

Para entendernos todos, el pacifismo de la revolución catalana arranca de ella misma en cuanto acto dee autoconciencia de un pueblo que pugna por serlo con todas sus consecuencias y variantes. Un derecho que nadie puede negarle porque asiste a todos los pueblos, incluido aquel que se lo niega a los demás.

dissabte, 18 de novembre del 2017

Las pruebas de las amenazas

La mayoría de las amenazas no puede probarse; solo cuando se han cumplido. Y entonces es tarde, al menos para la que las denunciaba. De todas formas, tratándose de este asunto y tomando en cuenta otros factores como el contexto, el carácter de la derecha española, el de este gobierno en concreto y el de sus aliados, etc., se me ocurren cinco vías probatorias.

1ª y más convicente, que hayan saltado al unísono Rajoy, Méndez de Vigo y el del CNI negándolo con auténtica furia refuerza la conviccción generalizada de que hubo amenazas. Todo lo que el gobierno afirma lo niega con hechos y todo lo que sus hechos afirman lo niegan sus palabras.

2ª anhelo de violencia y muertos en el conflicto catalán lo han mostrado reiteradamente los nacionalistas españoles so capa de formularlo como temor de que sea el adversario quien los cause. Eso lo hacen en España hasta los más ilustres periodistas, indignados, quizá, de que aún no se haya producido y, lo que es peor, en lo que depende del independentismo catalán, no se producirá.

3ª numerosas personalidades han pedido la intervención armada en Cataluña. Muy en su papel de Aldonza Lorenzo ministerial, Cospedal (aquí la tienen ustedes jugando a 007 de La Mancha, absolutamente desternillante), Cospedal, digo advierte de que el ejército está presto a cumplir con el artículo 8 de la Constitución. Y otros, más flamígeros, estilo Alfonso Guerra piden enviarlo ya mismo. No ignora, supongo, que una intervención militar puede generar muertos con facilidad. España, dijo este señor en cierta ocasión, no va a reconocerla ni la madre que la parió. Pues, sí, la madre que parió a España la reconoce sin problemas, a quien no reconoce la madre que lo parió es al socialismo.

España es el país más corrupto de la UE. Para tapar la corrupción el gobierno, su principal responsable, amparado en el artículo 155, de plenos poderes, está dispuesto a lo que sea. Galtieri pretendió tapar el hundimiento de su dictadura invadiendo las Malvinas. Las Malvinas españolas están en Cataluña.

5ª) Rajoy y Sánchez compartían la amenaza a Puigdemont de que sería el responsable de la aplicación del 155, típica "advertencia" del maltratador, que hace culpable a la víctima. Por la propia naturaleza del 155, la "advertencia" implica la responsabilidad ulterior por lo que esa aplicación pueda suscitar. Incluida la fuerza militar. Incluidas las muertes. El 155 faculta al gobierno a tomar las medidas "necesarias" y deja la valoración de esa necesidad al propio gobierno y su muchachada en el Senado.  

O ¿es que no sabemos de quién estamos hablando?

divendres, 17 de novembre del 2017

¿De qué va esto?

Tiene pinta de que la justicia belga no va a entregar a Puigdemont, al menos antes del 21D. Si no lo hace, la situación de España será, como dicen los diplomáticos, "embarazosa". A ver cómo se sostiene que los dos Jordis y el medio govern presos no son presos políticos, cuando el presidente tiene de hecho asilo político en Bélgica. Gesto inamistoso, insulto, provocación, leyenda negra y el oro de Moscú, lo que se quiera, pero en España hay presos políticos. Que los del triunvirato nacional español se nieguen a reconocerlo no quiere decir nada, es una muestra más de que nada entienden.

El independentismo catalán ha dado una vuelta como un calcetín al tranquilo sistema español de la III Restauración, aclimatado a un parlamentarismo monárquico turnista (con algún sobresalto) y un grado absoluto de compadreo y corrupción. Para el status quo, la política es una cuestión de alternativas de mera gestión. Un acuerdo de fondo más o menos explícito que pone fuera de cuestión la monarquía, la Iglesia católica y un sistema corrupto de capitalismo clientelar de capturas de rentas a costa del bien público. Es el nudo de la legitimidad del sistema. La gestión, meros debates de política económica como todo horizonte político, articulados en torno a la idea de que el electorado no quiere líos ni problemas sino maximizar su bienestar personal.

¿Qué sucede cuando alguien cuestiona algún elemento de la fórmula legitimatoria o todos? Muchas cosas, desde luego pero la primera de todas es que el carácter de la política, de la acción y los conflictos cambian. Los independentistas no están movidos por un afán de bienestar personal ni un cálculo también personal de costes beneficios, sino por una idea, una convicción, incluso un ideal. La acción colectiva tiene un fondo moral muy fuerte de lucha y sacrificio por la República Catalana. Hay una voluntad común de arrostrar castigos y agresiones, perjuicios y daños por una causa. Eso es algo incomprensible para quien se mueve por razones estrictamente egoístas de medro personal, como casi toda la clase política española que además supone, quizá con razón, que es la misma motivación del pueblo, su electorado.

Si, además, se prueba que esa voluntad de sacrificio anima a los dirigentes (encarcelados o exiliados o procesados, como están muchos de la CUP) y a la gente por igual, como se comprobó el 1 de octubre, nadie puede negar que esta movilización, esta desobediencia cívica, democrática, pacífica, tiene una gran dimensión moral. Y no solo en el terreno ético sino en el pragmático en el que se habla de la moral del ejército, algo que recuerda Ortega en algún lugar. El independentismo tiene una actitud moral por su pacifismo y más moral que el Alcoyano.

Frente a ello, el triunvirato nacional español, no postula un discurso en positivo, no propone otro ideal, otra movilización por algún objetivo moral, porque no los tiene. No puede proponer una discurso regeneracionista en materia de corrupción sin que las carcajadas se oigan en el Tibet. Tampoco otro alternativo al independentismo catalán porque carece de la comprensión mínima del problema para articularlo (vuelta al Estatuto del 2006, federalismo, reforma constitucional, no reforma constitucional) con alguna verosimilitud.

Por eso, el triunvirato recurre a una política exclusivamente represiva en dos direcciones: la primera la represión directa, por la fuerza, con la policía, los tribunales, las cárceles. La segunda, la represión indirecta en parte consecuencia de la primera y en parte de carácter más ideológico. De lo que se trata es de amenazar, asustar, minar la moral de la gente, desmoralizar. A falta de moral propia, se trata de destruir la del adversario.

Algo tan viejo como Sun Tzu y las campañas del Gran Capitán en Italia, el que se gastaba una pasta para comprar bronce para fundir campanas con las que desmoralizar al enemigo. 

La última muestra de esta táctica de desmoralización del adversario, a la que, para su vergüenza, se ha sumado parte de la izquierda es la campaña desatada con motivo de las declaraciones de los y las procesadas ante el juez. Todos y todas han acatado lo que hubiera que acatar y han prometido actuar en el marco constitucional. A la campaña acusándolos de locos, irresponsables, cobardes, traidores, se ha sumado, insisto, para su vergüenza, la izquierda. Incluso la han llevado más allá, acusando a los dirigentes refugiados en Bélgica de huir y traicionar a sus seguidores. Acusar a los encarcelados hubiera sido excesivo, pero ganas no les faltan.

Es verdaderamente inmoral. No ya porque los riesgos que los represaliados afrontan son inmensos y muy reales; tampoco porque el tenor conocido de esas declaraciones se han manipulado y falseado (aquí tienen ustedes a Tardà desmintiendo una de estas falsificaciones), sino porque, como todos sabemos, las confesiones en materias ideológicas extraídas mediante métodos inquisitoriales por principio son inválidas. Cesare Beccaria ya negó la validez de las confesiones bajo tortura. En realidad, cosa menos conocida, revalidaba una negativa muy anterior, formulada por Juana de Arco a la vista del "proceso" que daría con ella en la hoguera. Nada de lo que pudiera decir bajo tortura tenía validez alguna. Obviamente, el Tribunal Supremo no es una cámara de la tortura, pero la situación, en abstracto es la misma: unas confesiones, sean las que sean, a cambio de no ir a prisión carecen de toda validez. Ningún acusado está obligado a incriminarse y se le reconoce el derecho a ser "mendaz", como lo formula el presidente de tal alto tribunal. Obviamente, esto es algo que entienden hasta los del PP, tanto más la izquierda que, aunque lejanos, tiene algunos recuerdos que hacen al caso.

Lo lamentable es que esa misma izquierda sea incapaz de comprender algo que necesariamente se escapa a sus aliados de la derecha: la fuerza moral de una causa ideal a cuyo servicio se es más útil libre que preso. Eso lo entiende y agradece todo el movimiento independentista. Si la izquierda española (o la que dice que es tal) quiere verlo solo tiene que asomarse a las redes.

A lo mejor así comprende cuán inmoral e inútil es querer desmoralizar este movimiento colectivo, transversal, muy unido y coordinado, que nace de la vida cotidiana y la sociedad civil catalanas y se orienta hacia un objetivo común de modo unitario. Y más recurriendo a estos métodos tan primitivos.

Porque esto va de revolución, de revolución democrática y pacífica de nuevo tipo.

dijous, 16 de novembre del 2017

Entre la corrupción y Catalunya

En la tragicomedia española de "los últimos de Catalunya" va a acabar procesado hasta el apuntador. Si no lo están ya Rajoy y algún otro del gobierno es en gran medida por respetos mundanos. Esos respetos de la justicia hacia un poder político por debajo de toda sospecha que tienen su prestigio por los suelos, a los pies de la Infanta, de Urdangarin, de Rato, etc. Los respetos que llevan a los magistrados a aceptar una deposición testifical del presidente a su mismo nivel simbólico, no en el lugar reservado a los testigos. Y a dar por buena la declaración sin preocuparse por las acusaciones de que en ella incurrió el deponente en falsedad al asegurar que no tenía conocimiento de las aspectos económicos de las campañas electorales, cuando hay un vídeo en el que da cumplida (y seguramente falsa también) cuenta de esos aspectos en una elección concreta.

Es patente que este gobierno y su partido no debieran estar en el poder. Procesados, imputados, acusados, condenados, con un presidente y ministros que parecen haber estado recibiendo sobresueldos durante años, la política española se hace en los tribunales y en las cárceles y la labor del gobierno está condicionada por los calendarios procesales. Su obcecación en mantenerse en un poder que, en el fondo está usurpando, obedece al miedo a perder la impunidad y el aforamiento. Es capaz de romper el país por conseguirlo.

No, dice el bloque nacional español, es el independentismo el que rompe el país. Puede ser. Pero, como sabe todo el mundo, el independentismo quintuplicó su fuerza a partir de 2010, en respuesta a la evidente campaña anticatalana del PP que la usó para encaramarse en el poder. Es el PP y su política de confrontación a ultranza con Cataluña para tapar lo que de todas formas no puede taparse lo que rompe España. 

Da risa escuchar al presidente de un gobierno y partido con 700 involucrados en procesos penales y él mismo bajo acusación de haber cobrado sobresueldos, da risa, digo, escucharlo decir que va a restablecer la legalidad en Cataluña. Porque, piénsese bien, esos sobresueldos ilegales, también son dineros públicos que luego se hurtan a los ciudadanos mediante prácticas ilegales. Los sobresueldos de M. Rajoy no son solo presuntamente ilegales y del partido; son dineros públicos. 

Ayer Pablo Iglesias tuvo un intervención irreprochable en el Congreso en relación a Rajoy y luego unas declaraciones muy ajustadas en la calificación del comportamiento del PSOE. De sus otros juicios tengo mis reservas, especialmente en relación a Cataluña, pero en el análisis de giro de 180º en la política del PSOE, nadie puede dudarlo: de la plurinacionalidad, ni mú; de echar a Rajoy a respaldar a Rajoy (que, además, con este respaldo, se crece); de la amistad con Podemos al matrimonio con el PP.

Palinuro lleva tiempo diciéndolo: Catalunya ha triturado a la izquierda española; en Cataluña en cuanto que española y en España en cuanto que izquierda. 

Y todo para nada. La política de represión es inútil;  y más a lo bestia, que es como hace las cosas la derecha, la extrema derecha, la derecha franquista que está en el gobierno. Lo ha sido hasta ahora, lo es y todos sabemos que lo será, si sigue. Reprimir por los tribunales y la fuerza bruta un movimiento popular esencialmente pacífico ha sido siempre, como muestra la experiencia, el último error del represor. 

Y algo tiene todo el mundo meridianamente claro: el independentismo catalán es un movimiento, una revolución en realidad, no violenta. Aunque la política oculta y la manifiesta del gobierno sea incitar a la violencia en Cataluña, nunca, nadie ha podido probar violencia contra las personas o las cosas en las acciones independentistas. En las nacional españolas siempre hay violencia y agresión de bandas de energúmenos a ciudadanos pacíficos. Esa es la imagen que todo el mundo conoce: un pueblo en movimiento democrático, pacífico en afirmación de lo que siente son sus derechos, en busca de un lugar propio en la historia y en el concierto de las naciones.

Enfrente, ¿qué hay? Un gobierno minado por la corrupción, desprestigiado, con un lider sistemáticamente el peor valorado, gestionando de forma impopular, agresiva, injusta, desmantelando el Estado del bienestar, arruinando el país y llevándolo a la quiebra. Un gobierno que ha roto todos los consensos y actúa arbitrariamente mediante un art. 155 que interpreta como un decreto de plenos poderes, incluido el de prorrogarlo si, por ejemplo, el resultado de las elecciones del 21D no le gusta.

Y eso es exactamente lo que el PSOE apoya. 

Lo hace por miedo, por pánico cerval a que el independentismo catalán rompa España.

Esta España.

dimecres, 15 de novembre del 2017

La gente manda

Los últimos mensajes llegados de ERC apuntan a una reafirmación del espíritu unitario, zarandeado por su decisión y la de la CUP de ir por separado. Rufian afirma que el objetivo de ERC es restablecer en el gobierno legítimo de Cataluña a Puigdemont y Rovira anuncia que están buscando una forma de frente común, sin duda con el PDeCat, con el que ya tenía un acuerdo de JxS. Si se trabaja para restaurar el estatu quo anterior y se hace en forma de frente, cabe preguntarse por qué no mantener la unitaria.

Pero vamos a suponer que hay razones suficientes en pro de la diversidad de opciones. Será porque se juzga que esta mejorará en algo lo anterior, desechando lo inconveniente, pero preservando lo conveniente. Y lo más conveniente es la garantía de que, si no las formas, el fondo seguirá siendo unitario, común.

A día de hoy, la mentalidad sociológica, inevitablemente demoscópica, lee una mayoría holgada del independentismo en intención de voto. Dentro de esta, la intención a favor de la lista del presidente gana a la de la ERC y, desde luego, la CUP. Esa especie de ventaja de salida de la lista presidencial (aunque el presidente no tenga siquiera decantada una posición partidista) se debe a que, por el factor liderazgo, es la más cercana a un espíritu de lista de país. Los manifestantes del sábado gritaban espontáneamente "Puigdemont, presidente". Si la tendencia se mantiene hasta el 21D el resultado previsible es una mayoría independentista en la que la fuerza predominante será la de la lista presidencial y habrá una coordinación parlamentaria de las tres fuerzas independentistas. 

Esa coordinación deberá afectar a la naturaleza de la República Catalana, que no podrá detenerse con la prórroga del estado de excepción de hecho del 155 en que ya vive Cataluña. Eso no puede defenderse ya ni en la Unión Europea que se verá forzada a implicarse directamente en un problema que está causando mucho trastorno y amenaza con causar más.  

Si hay cuestiones de preeminencia, muy humanas, tómese ejemplo de la república norteamericana: su primer e indiscutido presidente fue Washington. Luego, Jefferson, autor de la Declaracion de Independencia, tuvo que esperar a que lo fuera Adams, que había sido su ayudante. Y Madison, uno de los tres genios redactores de El Federalista, hubo de aguardar a que lo fuera Jefferson. 

Las personas no pueden unirse, como puede el pueblo; tienen que ordenarse.

dimarts, 14 de novembre del 2017

Plan B, no; caja B

Acostumbrado a negar, Rajoy niega también un plan B, siendo obvio que hay A, B, C y los que hagan falta. Y no solo para después de las elecciones sino también para antes y durante. El país está gobernado por un grupo de personas que, así como no tuvieron reparos en tejer una red de corrupción generalizada, tampoco los tienen para incumplir lo dicho o hacer lo contrario. Un grupo movido por una supuesta "brigada Aranzadi" a las órdenes de la vicepresidenta, capaz de incendiarlo con sus ocurrencias. 

El gobierno no tiene otro objetivo que mantenerse en el poder y aforado. Para ello aplica una política beligerante con Cataluña que le sirve de pantalla para ocultar su implicación en la trama Gürtel, no solo política, sino penal. Piensa, además, y con razón según parece, que esa política le hará ganar votos en España. Todo lo que sea ir contra Cataluña da votos en España. Y ese es, incidentalmente, el problemón que tiene la "verdadera" izquierda de Podemos, pues o se suma al griterío nacional español o se da el batacazo electoral que también tiene garantizado en Cataluña. 

Es posible, hasta probable, que unas elecciones den nueva mayoría a la derecha (PP y C's). Eso quizá sirva para paliar o resolver los problemas del PP. 

No así los de España. Todo lo contrario. 

dilluns, 13 de novembre del 2017

La encrucijada

La afirmación de Puigdemont es aplastantemente cierta. Si se cede, se habrá perdido todo. Por eso, nadie parece dispuesto a ceder. Los tres partidos independentistas y las fuerzas sociales siguen siendo independentistas de debò. Pero también puede perderse todo sin que nadie ceda. Basta con dividirse y enfrentarse. No es solo una cuestión de resistencia, sino de resistencia eficaz.

Sigue dando que hablar la cuestión de la unidad con la que, tengo la impresión, nadie está cómodo. No se ha juzgado posible una lista de país. Quienes contemplamos la política y opinamos sobre ella pero no la practicamos, nos enteramos de las decisiones una vez tomadas y suponemos que quienes lo hayan hecho habrán tenido sus razones. La controversia es muy viva y se esgrimen motivos de distinto peso pero variados en un sentido u otro, con mezcla de consideraciones de todo género, incluso personales y sentimentales. Es comprensible. Cataluña está asistiendo a su propio parto como República Catalana. Es la parturienta, el recién nacido y la comadrona al mismo tiempo. Todos deben esmerarse. Especialmente, la comadrona.

Los indepes merecen un voto de confianza respecto a que la división en candidaturas independientes es meramente táctica y el objetivo estratégico sigue incólume por la única vía por la que es posible: la de la unidad. Y tengo una razón para sostenerlo. Las tres listas que se perfilan (la del presidente, con o sin PDeCat, la de ERC y la CUP) tienen un elemento en común muy significativo: las tres quieren ser transversales. A falta de una, hay tres listas de país. Es lógico, la transversalidad manda.

La transversalidad de los tres millones de ciudadanas que el 1/10 votaron en el Referéndum, arrostrando una brutal represión y con los cuales todas las listas independentistas, sean una o mil, tienen una deuda de sangre.  

dissabte, 11 de novembre del 2017

Procesos patrióticos

El gobierno puede, y suele, decir misa. Después de los bulos de ayer sobre lo que de verdad había dicho Forcadell, al final parece que cabe considerar una victoria  su compromiso de no actuar en contra de la Constitución. Ya no se habla de acatamiento, lo cual es extraño en el país de la tradición colonial según la cual la ley "se acata pero no se cumple". Es lo que llevan cuarenta años haciendo con gran parte de esa Constitución que ahora hay que acatar para que el inquisidor te devuelva tu libertad.

Queda clara la naturaleza política e inquisitorial de los procesos, corroborada al prohibirse a la presidenta del Parlament asistir a la manifestación de hoy contra el 155. Hablen ustedes de derechos de ciudadanía. En todo caso, haya dicho lo que haya dicho Forcadell se acoge al beneficio universalmente reconocido del Eppur' si muove  galileano. Llamar a eso una "victoria" también mueve, pero a risa. La que suscita este gobierno, acostumbrado al ordeno y mando o la componenda de la corrupción, metido de hoz y (mucha) coz en un lío interno y externo que ya no controla. 

En fin, si el triunvirato nacional español y sus españoles jueces creen que han avanzado un milímetro en ese camino que no saben a dónde lleva es porque toman sus prejuicios por realidades. Llamar retorno a la normalidad constitucional a una situación con presos y exiliados políticos, un movimiento masivo de resistencia pacífica y democrática con una visibilidad pública enorme y un próximo resultado de unas elecciones que se augura desastroso para el nacionalismo unitario español, es estar en la luna. 

Los medios se suman al juego sucio de las imágenes trucadas y las campañas de todo jaez, y la prosa flamígera de fiscales y jueces califica de "turbas" o de acciones "tumultuarias" las manifestaciones independentistas de uno u otro tipo. Pero es inútil. Como inútiles son las continuas provocaciones de las bandas nacional-españolas en busca de episodios callejeros violentos. Darían algo porque hubiera un Carrer borroko. Pero la revolución catalana es masiva, transversal, democrática y pacífica.  Porque es una revolución. No va a detenerse porque los tribunales encarcelen unas docenas de independentistas. Es posible encarcelar un pueblo. Franco lo demostró durante cuarenta años; pero primero tuvo que masacrarlo. El requisitode la masacre falta aquí y no se puede encarcelar al pueblo. Y mucho menos disolverlo, según reza una conocida burla de Brecht.

La cuestión de la(s) candidatura(s). Palinuro fue uno de los primeros en proponer "lista de país", con algunas razones mejores o peores, pero invocando la primacía de la unidad. Luego ha resultado que no era ese parecer compartido y se ha formulado la cuestión de las listas por separado. Dada la naturaleza ambigua de la convocatoria, que es elección autonómica y referéndum al mismo tiempo (aparte de ilegítima, por supuesto) las dos posibilidades son razonables siempre que ambas mantengan el compromiso de la unidad, al coste que sea, incluso el de la venida del reino de los justos. 

Aparte de tener muy buena imagen, la lista de país presenta la ventaja para los que somos más perezosos de no obligarnos a elegir opciones en concreto. Pero, si hay que hacerlo, se hace. En el bien entendido de que la individuación en partidos surge de la imposibilidad de la lista de país. Si esta vuelve a ser posible, de esperar es un serio esfuerzo de todas. 

Leo que la CUP ha ido a visitar al presidente en el exilio. Deber de cortesía muy de agradecer y de alto voltaje político porque significa una manifestación de unidad y, se quiera o no, un reconocimiento del liderazgo del presidente. Hubieran hecho lo mismo con el vicepresidente de no estar este privado de libertad. Hay en estos actos un espíritu y una argamasa de unidad que blinda el movimiento. Esa unidad no puede romperse por intereses de partido y menos de personas. Una lista de país tiene que ser representativa del país.

divendres, 10 de novembre del 2017

Acatar lo inevitable

Los titulares de la prensa son interpretativos puesto que se basan en rumores y noticias orales. Habrá que esperar a conocer con más exactitud el contenido de la declaración de Forcadell. Habrá que ver si, en efecto, dijo que la declaración de independencia fue "simbólica" (como aseguran todos los periódicos) o "política", como he visto por ahí. Es un matiz que tiene su importancia, desde luego, pero es un matiz que viene acompañado de una especie de retirada táctica retórica. Hay un poco de lío sobre si se acata la Constitución o el 155. Pero, en definitiva, el mensaje que se difunde es el del repliegue del frente parlamentario del independentismo. La cuestión es saber qué valor tiene ese gesto, ese acatamiento, cuenta habida de que el Parlamento ha sido disuelto y su mesa destituida. Exactamente, ¿qué significa que se acata algo que no se puede evitar?

Es el error de mezclar las vías judiciales con las políticas y dar valor jurídico a cuestiones subjetivas, de convicciones y hasta creencias. En realidad, es el espíritu inquisitorial. El propio presidente del la sala del Supremo asume esa situación al advertir que el acatamiento pudiera ser "mendaz". Es el problema de los conversos, que son tales a la fuerza y su conversión solo tiene valor exterior, pero no interno, pues no vincula en conciencia. Para la línea jurídica lo externo es suficiente. Si Forcadell vuelve a las andadas, será perseguida. Pero para la línea política no se resuelve nada; al contrario, el problema se agrava. Forcadell seguirá siendo independentista y actuando como tal y allí donde ella no alcance habrá otra Forcadell para sustituirla. Las ideas no se encarcelan, aunque quepa encarcelar a las personas. Las revoluciones no se detienen con sentencias de los tribunales en sus problemáticas relaciones con el poder político.

No hay que perder el tiempo. Los procesos en marcha son procesos políticos en contra del independentismo. Se pretende reprimir, incluso extirpar, una opción ideológica sostenida por millones de personas. Los presos independentistas son presos políticos y hasta rehenes canjeables en alguna posible negociación política. La prueba más contundente la dan los distintos cargos públicos del PP que han dejado claro que, si en las elecciones de 21D ganara de nuevo el independentismo, seguiría aplicándose el artículo 155, algo equivalente a la perpetuación del estado de excepción no declarado.

Obviamente, eso no tiene nada que ver con la democracia ni con el Estado de derecho, sino con la dictadura. La dictadura que mana del art. 155 como manó la de Hitler del 48 de la Constitución de Weimar, su abuelo. Obviamente también, el poder judicial podrá seguir legitimando la situación, pero ya estará claro que lo hace en el marco de una dictadura, no del Estado de derecho que hoy esgrime de forma ya tan cuestionable.

Todo este conflicto se agita mezclado con un escándalo descomunal, el de la Gürtel, que es imposible ocultar aunque la batería de medios del gobierno lo ignore, las televisiones no lo transmitan, los periódicos no lo mencionen, las radios lo silencien. La fiscalía da por probado que el presidente del gobierno cobró unos 220.000 euros procedentes de la caja B de su partido. Fueron más los perceptores (incluida, al parecer, la vicepresidenta del gobierno) y muchos los años de los cobros, aunque no tantos como los de las campañas electorales que se ganaron fraudulentamente al estar financiadas de modo ilegal. "Corrupción en estado puro", declaró el otro día el jefe de la investigación policial sobre la caja B del PP. Y corrupción que afecta al Estado de derecho.

Cierto, pero lo más grave es que el presidente del gobierno esté pringado en esa basura con sus efectos concomitantes de viajes, trajes y empleo de fondos públicos para beneficio privado, sin contar el cobro de plus parlamentario por tener la residencia fuera de Madrid. Se ha dicho hasta la saciedad, pero fuerza es repetirlo: en ningún país europeo se toleraría una situación así. ¿Acaso no es esto obvio motivo de dimisión? ¿No es una prueba de que esa democracia y ese Estado de derecho que el de los sobresueldos dice querer imponer en Cataluña no valen nada? La democracia española no es lo que sus epígonos cacarean en el exterior sino este extraño adefesio de un gobierno irresponsable que los socios europeos comienzan a mirar con prevención.

Ya se verá cuando, además, caigan en la cuenta de que el episodio de los sobresueldos es público y notorio, cuando menos desde 2010 y que no ha pasado nada ni nadie ha dicho nada. La corrupción no figuraba entre las preocupaciones dominantes de los españoles y estos elegían al PP de la Gürtel en 2011 con mayoría absoluta y revalidaban la victoria (aunque por mayoría simple) en 2015 y 2016. Una democracia requiere sólidas instituciones democráticas. Pero estas siempre se pueden manipular e instrumentalizar con fines antidemocráticos, como viene haciendo este gobierno. Por eso, una democracia requiere también una ciudadanía consciente de sus derechos, crítica, fiscalizadora. Si, por el contrario, la ciudadanía tolera la merma y supresión de derechos, no ejerce la crítica ni fiscaliza nada y da por buenos los mayores, más corruptos y escandalosos desmanes del gobierno, hablar de democracia es como hacerlo de la piedra filosofal.

La autoridad del gobierno en este conflicto es magnitud negativa; la del Estado, inexistente; la de la Monarquía, aniquilada en dos comparecencias reales. Los partidos de la oposición, todos, están paralizados. Los medios, volcados en la lucha ideológica, han perdido el escaso crédito que les restaba y se prestan, incluso, a campañas propagandísticas de la parte nacional española. Cuando no de la guerra sucia.

En ese contexto, el llamado "reto independentista catalán" es una crisis constitucional, estructural, española que no va a resolverse poniendo a los tribunales a perseguir el independentismo. Es un problema profundo que afecta a esta cuestión del acatamiento y el consentimiento. Solo es democrático el gobierno que lo es por consentimiento. Pero el consentimiento ha de ser libre. 

dijous, 9 de novembre del 2017

¿Son presos políticos los presos políticos?

¿En dónde dice la Constitución (CE) que su acatamiento sea obligatorio al extremo de que, si no se produce, se va a la cárcel y, si se produce, se sale de la cárcel? Esa obligación estará en algún protocolo de toma de posesión regulado en alguna ley, pero no en la CE que ampara asimismo a quien no la acate. Porque estos presos lo están, en principio, dados los riesgos de fuga, de destrucción de pruebas o de reiteración del delito, según la jueza. Pero no por no acatar la CE.

Es puro derecho penal del enemigo, administrado con espíritu de inquisidor por el fiscal. La CE como artículo de fe, esa misma contra la que votaron en su día los fundadores del partido que la esgrime como la maza que el fiscal lleva en el apellido. Es tan absurda, tan rancia e inverosímil esta propuesta que uno se malicia si, además de presos políticos, los independentistas catalanes, son rehenes en una campaña de intimidación ideológica. 

Es curiosa la tremolina armada con la cuestión del nombre, como si hubiera un criterio universal definitorio de preso político. No lo hay. No lo tiene Amnistía Internacional que se niega a reconocer a estas personas la condición de presas políticas o de conciencia. Tampoco la tienen otros presos políticos que se arrogauna especie de inexistente derecho "profesional" por así decirlo.

La condición de preso político no depende de la calificación del juez que encarcela. Jamás, y es lógico. Ningún Estado con presos políticos reconoce tenerlos. Esa condición depende de una valoración distinta de las motivaciones y efectos de los delitos supuestos y del impacto que ello tenga en la opinión pública.

El gobierno no ocultó su cálculo desde el primer momento: al aplicar el 155 en Cataluña y dar barra libre a la judicatura estimulando el ya encendido celo perseguidor del fiscal Maza, habría cierta reacción "en la calle" breve, por lo demás y, en una semana o diez días, todo habría vuelto a normalidad, como había pasado en el País Vasco cuando se encarceló a Otegi.

Bastaba coger el AVE, mirar y ver que era un cálculo erróneo. Pero cualquiera dice a estos genios del gobierno que cada vez que hacen algo, meten la pata. La brutalidad policial del 1/10, el 155 y el disparatado encarcelamiento de medio govern así como la pintoresca euroorden contra Puigdemont, acusándolo de un delito en Bruselas del que no se le acusa en Madrid, han provocado dos efectos simultáneos que tienen al gobierno literalmente K.O.

Primero, la internacionalización. Obsérvese, internacionalización mediática. El gobierno y sus medios señalan la escasa repercusión institucional de la acción independentista en el extranjero. Obvio: en primer lugar, el medio govern en busca y captura acaba de llegar y, en segundo lugar, lo que importa hoy en la sociedad no son los debates parlamentarios, sino los mediáticos que luego condicionan aquellos. Y de presencia en los medios internacionales no andan los independentistas faltos. Con la atención de los medios internacionales enfocada a Cataluña, el margen de maniobra del gobierno, al menos de las maniobras tramposas, se reduce mucho. Añádase que esa Europa calvinista ve con el ceño fruncido que un presidente acusado de cobrar sobresueldos en B se arrogue competencias para imponer la legalidad en parte alguna.

Segundo, una fuerte, coordinada y muy bien ejecutada reacción de movilización permanente de la sociedad. Bastaba, en efecto, con coger el Ave, mirar un poco las redes. Bastaba con enterarse, vaya, en lugar de mandar matones a repartir leña por las calles, convocar manifas de autobús y bocadillo o reclamar de los intelectuales a toda pastilla un nuevo relato en defensa de la nación española. Bastaba con darse cuenta de que no era un problema de orden público sino una movilización colectiva, transversal, masiva, pacífica que abarca toda la sociedad. En fin, una revolución. Un movimiento horizontal, participativo, voluntario, de redes distribuidas que no hay modo de contrarrestar, capaz de organizar una huelga general en veinticuatro horas y paralizar el país.

¿Que si son presos políticos las personas por cuya liberación luchan cientos de miles de ciudadanos que los consideran sus líderes y representantes democráticamente elegidos? No solo lo son sino que la desatenta represión que los ha llevado a la cárcel junto al presunto maltrato que sufrieran en el traslado, los ha aureolado de símbolos.

Tan presos políticos son que el mismo gobierno filtraba hace un par de días que había mandado "mensajes" al fiscal para que moderara su rigor; si ese fiscal autónomo e independiente. Prueba, que ha pedido el encarcelamiento de todas y está dispuesto a pedir el de Forcadell para ayudar a la concordia y el entendimiento. Algo dirá la Unión Parlamentaria Internacional y especialmente su sector feminista. Y ya tenemos otro frente internacional abierto.

Todo son rumores en la corte de la III Restauración. En no sé qué cuchipanda real con besamanos y discursos, se rumoreaba que ya estaban dictadas las órdenes de prisión de los comparecientes antes de que comparecieran. En el siglo de oro eso se llamaba la justicia de Peralvillo; hoy, más refinados, derecho penal del enemigo. Pues unos de esos rumores cortesanos es que el gobierno hará saber a los independientes magistrados del Supremo la conveniencia de poner a los presos en la calle. Las interpretaciones vendrán luego.

Pero la metedura de pata es descomunal. Quedan los procesamientos y queda la busca y captura del presidente de la Generalitat en el exilio. Y, de aquí al 21D, la corte va a ser un verdadero guirigay. El PSOE ha llegado a la deslumbrante conclusión de que la vía judicial no resuelve los problemas políticos, cosa que sabían las piedras de los caminos. Pero tampoco tiene intención de hacer nada en las circunstancias. Iceta no anda lejos de apoyar la razón carcelaria. En Podemos les ha dado un ataque de fiebre española. Carolina Bescansa, como Juana de Arco en su día, levanta el pendón español, que sus compañeros tenían vergonzosamente escondido. Su apuro es tan grande y su desastre catalán tan patético que han tenido que firmar por cuatro puestos en la candidatura de los Comunes; para que vean el partido. Los de C's piensan como Aznar, a quien sobra media Cataluña. Es lo que se llama ir de sobrado. Y su antiguo partido, actualmente en medio del via crucis de la Gürtel. En serio, ¿no recuerdan los retratos de ese barbado presiente al paño de la Verónica? Doblemente afligido porque, sobre no saber cómo saldrá de la corrupción, si es que sale, tampoco sabe cómo salir de Cataluña.

Para los independentistas republicanos catalanes es la ocasión de sus vidas. Para los unionistas monárquicos españoles, también; pero al revés.


dimecres, 8 de novembre del 2017

Se trata de ganar

Se trata de ganar. Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado: trampas de todos los colores.

Las elecciones del 21D son ilegales e ilegítimas, de acuerdo. Pero son. Fácticamente. Sin duda las ha impuesto la UE porque al partido de la Gürtel no le convienen. Y Europa apuesta por ellas,

Esto obliga a participar porque, en primer lugar, si objetamos, podemos perdernos en galimatías formales de normas vigentes, "suspendidas", "aplazadas", etc., mientras los otros hacen campaña; en segundo lugar porque, por muy puros que queramos ponernos, si se predica la abstención, recuérdese, "el que calla, otorga" y, si el bloque independentista, muy ofendido, se abstiene, calla y Catalunya será gobernada por la señora Arrimadas.

Además de participar, hay que decir cómo. Palinuro es partidario de la lista única de país por varias razones, todas ellas opinables y discutibles, por supuesto, excepto una, que es un hecho. El sistema de escrutinio será el D'Hondt, que perjudica las candidaturas pequeñas y divididas. Siempre. Cierto que se trata solo de cuatro resultados, uno en cada provincia y que, en definitiva, la cosa puede afectar a lo mejor a dos diputados en total. Pero, como están las cosas, dos diputadas pueden ser decisivas. 

En todo caso, se articulen como se articulen la(s) candidatura(s) independentista(s), el mensaje tiene que ser claro y rotundo: se elige el primer gobierno de la República Catalana. Todo lo que sea apartarse de ahí, será peligroso. Y si, durante las campaña, las candidaturas independentistas se pelean entre sí, el resultado se resentirá. Esto recuerda mucho la famosa "polémica del revisionismo" en la Socialdemocracia alemana de fines del XIX primeros del XX entre Bernstein y Luxemburg. Bernstein sostenía que el movimiento (el partido socialdemócrata) era todo y el  fin (el socialismo, la revolución), nada. Luxemburg, en cambio, defendía que, siendo el movimiento (en este caso, diríamos, el independentista)  muy importante, el fin (la independencia) es todo. 

En todo caso, repito, se trata de ganar. Es cosa de vida o muerte porque, o se gana el 21, o la represión del Estado será sin precedentes.

La versión castellana: 

Trampas de todos los colores
                                                                                              
De aquí a las elecciones del 21D que el gobierno, en uso de sus facultades dictatoriales del 155,  ha tenido a bien convocar de modo ilegítimo e ilegal, el camino estará lleno de trampas, minas de todo tipo, insidias, manipulaciones, amenazas, chantajes y engaños. Habrá un esfuerzo redoblado y unitario de los nacionalistas españoles para evitar que el resultado sea una victoria del independentismo.

Es legítimo dudar de la utilidad de las elecciones desde el momento en que el gobierno, por boca del inefable Hernando, ya ha dicho que, si gana de nuevo el  independentismo se volverá a aplicar el 155. O, dicho de otro modo, el propio convocante dice que las elecciones solo valen si las gana él. Si las gana otro, hay que repetirlas… supuesto que vaya a haber elecciones. El ánimo de la dictadura es patente.

No obstante, dadas las circunstancias, hay que ir a esas elecciones. Si luego, al perderlas, el gobierno quiere anularlas, tendrá que explicarlo en Europa en donde, por cierto, aun siendo de derechas, empiezan a estar hasta las narices de los fascistas españoles en el poder. Los demócratas deben prepararse para una intensificación de las políticas de provocación de la derecha, los nacionalcatólicos, los franquistas gobernantes y su sumisa oposición.

Habrá más vandalismo de las bandas de neonazis por las calles de Cataluña y de España entera. Se saben impunes gracias a la tolerancia del gobierno y la supuesta colaboración activa de los cuerpos de seguridad, empezando por los agentes de paisano que inciten a los tumultos y agredan a ciudadanos pacíficos, contribuyentes que les pagan el sueldo a estos sinvergüenzas con sus impuestos.

El gobierno del partido más corrupto de Europa incrementará las actividades de sus policías paralelas que organizarán actos de violencia para justificar la represión, seguirá haciendo guerra sucia, difundirá calumnias y tratará de impedir las elecciones. Igualmente seguirá atacando y provocando a las instituciones catalanas, siempre en busca de un estallido en la respuesta que les permita justificar una ocupación militar completa y no solo a medias como la que tienen ahora.

La judicatura, a las órdenes del gobierno, seguirá aplicando el derecho penal del enemigo a los independentistas, retorciendo los conceptos legales y persiguiendo judicialmente opciones ideológicas y políticas no gratas a los gobernantes. Como esa jueza Lamela, que pide a Bélgica la extradición de Puigdemont por un delito del que no le acusa en España (corrupción) pero que sí lo es en ese país en donde, sin embargo, no lo son como motivo de extradición los que cita la jueza. O ese fiscal Maza , que see arroga el derecho a meter ciudadanos en la cárcel por razones estrictamente ideológicas, de si acatan o no la Constitución, como cuando la Inquisición, obvio referente del fiscal hacía lo mismo con el dogma católico.

Los medios públicos y privados, en un solo frente españolista basado en la ocultación, la manipulación, la censura y el engaño. Los dos periódicos impresos catalanes están dispuestos a publicar mentiras, bulos o infundios si perjudican al independentismo. Lo mismo sucede con la prensa de Madrid, especialmente El País, que está dejando atrás La Razón en punto a su bajísima calidad de pasquín anticatalán.

Igualmente, los llamados “mercados”, esto es, los capitalistas, los banqueros, los grandes empresarios, fomentan un clima de miedo y maniobran tratando de descapitalizar Cataluña o financian las partidas fascistas de la porra para atemorizar a los ciudadanos independentistas o las falsas organizaciones sociales españolas, tipo SCC, Dolça Cataalunya o DENAES, todas ellas plagadas de fascistas estilo del viejo somatén.

Los partidos de la izquierda española –a los que la independencia de Cataluña ha dejado al descubierto como nacionalistas españoles-han mostrado una vez más que son antes españoles que de izquierdas. Y españoles de la única España que sus clases pensantes han sido capaces de imaginar: la del señorito, el oligarca, el militar, el cura y el intelectual a sueldo. El nacionalismo supuestamente progre trata de matizar este asfixiante predominio de la España nacionalcatólica con gimoteantes referencias a una miserable tradición liberal española alimentada con cuatro o cinco nombres como Institución Libre de Enseñanza, la II República, M. Azaña y poco más. En cuanto el nacionalismo imperial y cuartelario, sintiéndose amenazado, da unas voces de manddo, estas izquierdas sin pulso ni espíritu (PSOE, Podemos, etc) corren a refugiarse bajo el espadón de turno, abominan del odioso e “insolidario” nacionalismo catalán y apoyan la política represiva del Estado contra Cataluña: su ocupación militar, la dictadura, el estado de excepción, la prisión y el exilio para sus dirigentes.

El independentismo, que ha de estar preparado para todas estas trampas, solo cuenta consigo mismo, con su propio pueblo y el apoyo exterior. Este último dependerá de la fortaleza interna del movimiento, su consistencia, su voluntad. Y todo esto, fortaleza, consistencia, voluntad del movimiento solo está garantizado por un factor: la unidad. La unidad, la transversalidad, es la clave de la victoria. Si el frente anticatalán consigue romperla, no solo caerá el independentismo; caerá Cataluña. Preservar la unidad es el imperativo categórico para estas elecciones.


La forma más evidente y clara es una única lista electoral de país, pero el asunto no es dogma de fe y menos en un movimiento democrático. También esto puede debatirse. La unidad puede tener una u otra forma práctica, sin duda. Pero, sea cual sea esta, el espíritu, el ánimo, el fondo de la cuestión, el programa, la acción, debe ser la unidad. Porque el objetivo es único.

dimarts, 7 de novembre del 2017

Las razones del nacionalismo español


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Otro gran vídeo del periodista Carlos de Urabá que deja clara prueba del estilo, los modales, las consignas, las razones del nacionalismo español. Y de las buenas relaciones de los manifestantes con la Policía Nacional. Una lástima que esta fuerza del orden no esté nunca cuando estos manifestantes (o otros de parecido talante) van agrediendo a personas indefensas por la calle por el horrible delito de no pensar como ellos o apalean y envían al hospital a alguien que no quiere gritar "¡viva España!".

En los actos públicos y manifestaciones independentistas, a veces con decenas, centenares de miles de participantes no solamente nunca se ataca a nadie sino que ni siquiera se toca el mobiliario urbano. Se quiera o no, el nacionalismo español es agresivo. La única violencia que está produciéndose en Cataluña la provocan el nacionalismo español y/o las actuaciones represivas de las autoridades centrales. No es ni puede ser Estado de derecho el que no garantiza la seguridad jurídica ni siquiera la integridad física de la población.

Violencia es asimismo la que, según denuncian los abogados defensores, pueden haber sufrido los consellers y el vicepresidente del govern, detenidos y trasladados a la prisión de Estremera, durante el trayecto. El abogado, Andreu van den Eynde, no aclarará más hasta saber los datos del examen médico a los detenidos y las explicaciones de la Policía Nacional e Instituciones Penitenciarias sobre los extremos que están en duda: si los trasladados iban esposados o no; si por delante o a la espalda; si llevaban cinturón de seguridad; si los vehículos iban a velocidad excesiva; si los detenidos fueron o no objeto de mofas; por dónde pasaron; qué se hizo con ellos; qué trato recibieron al ingresar en prisión. Todos puntos sobre los que los funcionarios armados reponsables del traslado habrán de dar explicaciones, al igual que la Policía e Instituciones Penitenciarias. Lo que salga de aquí deberá ser puesto en conocimiento de las autoridades europeas para que puedan pronunciarsse sobre la justicia española. No se olvide que los funcionarios en cuestión actuaban bajo órdenes de la jueza del caso. También habrá de darse por enterado el ministerio del Interior y el gobierno y actuar en consecuencia.