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dissabte, 5 de maig del 2018

Esto no hay quien lo pare

Los periodistas, locutores, publicistas que militan en el machismo sin complejos están de enhorabuena. Van a tener trabajo atacando a las feminazis, las violadoras, las falsas violadas, las excitadas sexualmente y demás necedades del hirsuto ideario del macho ibérico. Las actividades feministas (por darles un nombre que se les está quedando pequeño) tienen un impacto enorme en la sociedad y no solo entre la clase política y los partidos, obligados a feminizarse de verdad; también en otros ámbitos sociales, empresariales, funcionariales, mediáticos. El movimiento interpela a todas las mujeres y cada vez más de estas, en zonas mediáticas privilegiadas, se ven obligadas a abandonar la ambigüedad y defender un feminismo más consecuente, incluso radical. A la vista del cierre de filas del patriarcado en todo el arco penal, desde los delincuentes hasta los jueces y juezas que los juzgan, es preciso revisar el alcance de los términos.

¿Qué significa feminismo radical en una sociedad que encarga un estudio sobre el tratamiento jurídico de la violación a un órgano compuesto por veinte varones? Sí, el escándalo ha sido simultáneo a la noticia y casi al instante se ha dicho que ese órgano tan viril se vería iluminado por las consejas de unas cuantas catedráticas y juristas. Es la época del "tiempo real". Es de esperar que esas mujeres introduzcan algo de razón en el órgano deliberante proponiendo que, antes de deliberar acerca de lo que no sabe nada, procure informarse llamando a declarar a distintos sectores de mujeres con conocimiento directo de las circunstancias de eso que, al parecer, es tan difícil de entender, la violación.

Pero este es un asunto más en el plan general de lucha contra el patriarcado que debe ampliarse como de hecho está sucediendo ahora mismo con los hashtags en las redes en que las mujeres publicitan en masa los casos de agresión y confrontan a los hombres con una especie de memoria colectiva. Todo lo que sea exposición pública de la subalternidad de las mujeres contribuye al mismo fin. Aunque pueda parecer alejado. La aplicación obligada de la perspectiva de género, que se olvida muchas veces, cuando no se soslaya sin más, lleva a reconsiderar hasta los pilares de la cultura. La literatura, por ejemplo, en cuanto forjadora de modelos humanos, héroes y heroinas, tiene un aspecto muy distinto cuando se considera desde esa perspectiva. Basta con pensar en el ideal de mujer que consagra el Romanticismo, todo él, y acuñada también por mujeres. Puede parecer alejado, pero no lo es. Aquellos modelos condicionan los nuestros. Son herencias que llevamos.

Todavía hoy hay quien dice que los piropos son una forma de cultura popular y sana libertad de expresión de un pueblo jacarandoso. Pues eso. Hasta el feminismo más radical será siempre moderado.

divendres, 27 d’abril del 2018

Esto no tiene arreglo

La sentencia sobre La Manada ha soliviantado al país de modo tan fulminante como multitudinario y por primera vez ha puesto a todos los políticos a largar lindezas más o menos acicaladas sobre los jueces navarros; hasta los de C's, que siempre esperan a ver de dónde sopla el viento para adoptar una posición de principios, han mostrado su consternación. También han salido los habituales maestros ciruelos a avisar de los peligros de la ley de lynch y lo que llaman los "juicios paralelos". Así razonan también los tres jueces que, sin duda, se sienten víctimas de un atropello por haber aplicado escrupulosamente la ley, sin atender a las pasiones del momento. Raro será que no pidan amparo al Consejo General, que se lo concederá encantado. 

La reacción social, además de multitudinaria, ha sido muy meticulosa en fundamentar el encendido rechazo con razones de peso. Los medios y las redes se han llenado de copias de los documentos procesales, sobre todo los hechos que se dan como probados. Múltiples juristas los han analizado, escandalizados. Algunos no han podido terminarlos. Y, ¿por qué indignan los "hechos probados"? Según entiendo porque reflejan, muestran, evidencian la presencia de violencia y la violación. Si hay violencia, hay violación. Pero el tribunal ha descartado la segunda porque no encuentra la primera.  No hay violación en donde no hay violencia.

Y ya estamos en el tema de nuestro tiempo, el de la violencia y sus interpretaciones. Si el tribunal navarro hubiera querido informarse habría podido preguntar al juez Llarena, que ve violencia incluso en la no-violencia. Pero esto no sería oportuno. En un caso se trata de asegurar que hubo violencia en donde no la hubo y en el otro, todo lo contrario, que no hubo violencia en donde la hubo. 

Al margen de la cuestión en sí misma de la violencia, que es interesante, resulta patente la pauta que sientan los tribunales: la existencia o no de violencia depende de quién sea el acusado, si indepes pacíficos o una manada de jóvenes borrachos entre los cuales había un guardia civil y un militar. Es decir, violencia es lo que los jueces dicen que es, aunque no coincida con la ley ni con el sentido común. Esta situación solo sería admisible en el caso de que los jueces fuesen justos e infalibles.

Pero no es así. Para demostrarlo basta mirar el juicio de Altsasu que tiene toda la pinta de ser un proceso amañado, cargado de pruebas falsas y prácticas dudosas con una petición fiscal desmesurada y una acusación de terrorismo a unos chavales por una pelea de un bar realmente absurda e inhumana.

Seguimos con la portada de El País. Sube el paro; baja la población activa. Radiografía de la recuperación que vende este gobierno de incompetentes y corruptos. El último en la lista de imputados ayer mismo, el ex-ministro de Justicia, Ruiz-Gallardón.

Y, para ennegrecer el horizonte resulta que el PP se hunde en intención de voto por el inenarrable episodio de Cifuentes que deja detrás dos bombas de relojería: la corrupción en la URJC y el departamento de juego sucio interno al PP. Un hundimiento que, para desesperación general, favorecerá a C's. El joven partido de extrema derecha (según la prensa francesa) que, con reminiscencias falangistas, aspira a la conquista del Estado. O de lo que quede después del paso del PP.

La izquierda, irrelevante. Tan irrelevante que no merece comentario. Ni crítico. 

divendres, 9 de març del 2018

La triunfa femenina

Ha sido una huelga general, pacífica (excepto por algunas cargas policiales), con movilizaciones nutridísimas por doquier, imaginativa, que ha contado con una aprobación y simpatía generales, aunque de boquilla en muchos casos, con reivindicaciones claras, justas y factibles. Ha sido un gran éxito de concienciación. Tan rotundo que dan ganas de llamarlo éxita y hablar de la triunfa femenina. Por fin el personal, hasta el de más dura mollera, se da cuenta de que las mujeres pueden todo. Como los hombres. Pero justamente como ellos, no menos.

Es un éxito tan rotundo, inaudito, insólito, maravilloso que ha puesto un lazo morado en la solapa de M. Rajoy, al que le sienta como un cagarro de pájaro.

El hombre que no quería meterse en la cuestión de la brecha salarial, el que tiene bloqueada la legislación sobre igualdad efectiva y lucha contra la violencia machista, el que preside un partido lleno de machistas y macarras y en el que se han hecho declaraciones contra la huelga del 8 de marzo, el que está contra las cuotas, el que trató en su primer mandato de cargarse el derecho al aborto, el que tiene ministras y gobernadoras de esto o aquello beligerantes contra el feminismo.

Ese hombre aparece de pronto con un lazo morado en la solapa. Es la legión de honor de la hipocresía a la que también se han hecho acreedores muchos que viven de atizar el machismo que la huelga de ayer repudiaba. Hipocresía como la de C's, cuyos líderes y lideresas se hincharon a desacreditar la huelga por "ideológica" o "anticapitalista" para salir luego con el lacito de marras que por algo se lleva en el sitio en el que los fariseos se dan golpes de pecho.

El triunfo femenino es aplastante. Ahora ya solo falta que el del lazo morado dimita, una vez más, por sentido del ridículo.

dimecres, 7 de març del 2018

Mañana, todas a la huelga

Hasta Rajoy ha tenido que rectificar a dos de las mujeres más machistas de su partido, Cristina Cifuentes (presidenta de la CA Madrid) e Isabel García Tejerina, ministra de Agricultura. Ambas habían hablado de hacer "huelga a la japonesa", lo cual, por supuesto, es una pura estupidez. Hacer huelga "a la japonesa" en el Japón tiene sentido porque es huelga de verdad; hacerla aquí es otra cosa. Se llama comportamiento de "esquirol" o rompehuelgas. Y hasta Rajoy está en contra.

¿Por qué? Porque a todo el mundo se le alcanza que se trata de una huelga absolutamente justificada: tiene motivación económica en la brecha salarial; motivación política en la patente desigualdad de género en todas las actividades sociales y políticas, empezando por los partidos que dan prueba de ella mientras dicen combatirla; motivación social en la violencia machista en la sociedad. Tiene todas las motivaciones y legitimaciones y hace falta ser muy duro de mollera para no admitirlo. He leído que la señora Arrimadas y el señor Rivera se oponen a la huelga porque dicen que es anticapitalista y que ellos son partidarios del capitalismo. De donde se sigue que Rajoy, al apoyarla en cierto modo, es un peligroso antisistema. Aunque los políticos no lo crean, hablar no es obligatorio, sobre todo si no se tiene nada que decir.

La huelga de mañana merece todo el apoyo, especialmente si, en lugar de ser un hecho aislado, se convierte en el origen de una acción política más decisiva de las mujeres como tales y no como la parte femenina o feminista de las empresas patriarcales.

dimarts, 27 de febrer del 2018

Una utopía feminista

Charlotte Perkins Gilman (2018), Matriarcadia. Madrid: Akal.
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En la colección de utopías, que dirige Palinuro en Akal, acaba de aparecer (llegó ayer a librerías) la que generalmente se considera la primera utopía feminista. En sentido estricto no lo es, pues tiene dos antecesoras, Dentro de cien años, de Mary Griffith y publicada en 1836 y Mizora, de Mary E. Bradley (1888), pero es la más famosa y reeditada. Desde mediados del siglo XX han aparecido bastantes obras de utopismo feminista, varias de ellas de exquisito valor literario. Pero en 1915, era muy raro que una mujer escribiera una utopía. También (aunque no tanto) que escribiera libros. El gran interés que despiertan las escritoras finiseculares prueba, a contrario, que el de la escritura también era un ámbito vedado a las mujeres en sociedades que no les reconocían ni el derecho de sufragio. 

Matriarcadia lleva un modesto estudio introductorio del mismo Palinuro, quien tiene en mucha estima a Gilman, una mujer cuya portentosa vida (y muerte) está llena de enseñanzas en los más diversos campos. Gilman es un espíritu fuerte y libre y se interesa y actúa en tantas cosas que seguirla marea: desde el abolicionismo y el sufragismo a la teoría económica de la autonomía de las mujeres y el salario para el cónyuge que quede en casa, desde el nacionalismo socialista de Bellamy a la creación literaria. Su relato corto, "El papel de pared amarillo", (The Yellow Wallpaper, 1892) sigue apareciendo en todas las antologías de literatura feminista. Un breve texto sobrecogedor, gótico y kafkiano, una expedición al borde mismo de la locura.

El libro aparece ilustrado con parte de una precioso cuadro de Klimt, llamado La novia (1917-18) en la que justamente falta la novia, lo cual, en cierta medida, hace honor al contenido en el que eso de los novios y las novias pinta poco.

No es la menor de las dificultades el título. El original en inglés es Herland, un nombre endiabladamente difícil de traducir al castellano. "Tierra de ella", aparte de soso, parecería una continuación de la novela de Rider Haggard; "Tierra de mujeres" sonaría como un Western; "Ellalandia" ofende a los sentidos. Finalmente, una amiga común de la traductora y el prologuista, Silvia Funes, (San Jerónimo la bendiga) nos lo resolvió con un chispazo de ingenio: Martriarcadia. Hace justicia al título inglés y hasta más que justicia, metajusticia: es una sola palabra compuesta, como en el original, pero en el que cada lexema interpreta el contenido de la obra: el her inglés no recoge  la esencia de lo femenino en la utopía, que es la maternidad. La matr del castellano va más allá. A su vez, el  land inglés no ilustra sobre qué tipo de tierra o país sea, mientras que arcadia habla por sí sola. Matriarcadia, el paraíso de las madres. Quien busque interpretaciones psicoanalíticas, que vaya a la vida personal de Gilman. Es una mina.

Y tal es el contenido de esta utopía: un país perdido, aislado del mundo, rodeado de montañas innacesibles, en algún impreciso lugar próximo a la Amazonia y habitado únicamente por mujeres hace ya 2.000 años. Se reproducen por partenogénesis y han construido una forma de civilización matriarcal. A él llegan por accidente tres jóvenes exploradores estadounidenses que son primeramente reducidos en su belicosa condición masculina y luego convenientemente ilustrados sobre el funcionamiento de una sociedad solo de mujeres. Por supuesto esa ilustración es el programa emancipador de Gilman, que se personifica en uno de los tres intrusos, un sociólogo/antropólogo (los otros dos son un médico y un ingeniero millonario), es decir, receptor de su propio discurso. La ilustración es crítica pues se contrasta con el mundo heterosexual del que proceden los tres amigos. Género utópico clásico: sociedad feliz en algún lugar o tiempo imposibles y sociedad infeliz, la de ahora, la presente.

Al final, dos de los protagonistas regresan a los EEUU y el tercero opta por quedarse. Por qué motivos, en qué condiciones y con qué finalidad es algo que no revelaré porque no soy spoiler. Pero sí puedo dar una pista. En realidad, Matriarcadia es la segunda parte de una trilogía utópica. Viene precedida (aunque de lejos) por Moving the Mountain (1911) y continúa con With Her in Ourland (1916). Ya veremos qué pasa con los títulos si nos decidimos a sacar la secuela, lo cual depende de la acogida que tenga esta parte central, que es la que siempre se reedita. Una sociedad que rinde culto a la Gran Diosa Madre, esa con la que soñaba Robert Graves.

diumenge, 6 d’agost del 2017

La tercera ola

Las reflexiones de Hannah Arendt sobre las dos esferas de la sociedad, la pública y la privada, ayudan mucho a entender este nuevo feminismo que se anuncia. Su lema inicial fue precisamente Lo privado es público. La separación entre las dos esferas contribuye a mantener una situación de dominio patriarcal, androcéntrico. A invisibilizar causa y efecto de la subalternidad de las mujeres sumergiéndola en el magma del hogar, de la familia, del ámbito de lo privado, oculto a lo público. La esfera pública, en donde se da la actividad política de los hombres, resplandece porque no le afectan las sombras de lo privado, de lo que procede.

La ruptura de la tercera ola de abrir lo privado al escrutinio de lo público y adoptar para aquel los instrumentos de análisis de este, como salarios, jornada, ya ha dado algún disgusto a la parroquia patriarcal, al revisar aspectos esenciales de la esfera privada y proponer soluciones audaces. No se trata solamente de que se plantee el régimen laboral del trabajo del hogar, ni de que se mejore la conciliación familiar-laboral, se trata también de valorar y retribuir el trabajo doméstico del cónyuge que sea el ama de casa, una perspectiva que promete cambios muy profundos en las relaciones sociales. 

La perpetuación de los roles en la esfera pública nace en la privada en todas sus infinitas variedades y ambigüedades. Por eso hay tanta resistencia al debate sobre la esfera privada y se niega la conveniencia de abrirla a la pública. Unos por pensar que el mundo existente es el mejor de los posibles y no querer cambio alguno; otros por creer que la inclusión de lo privado, oscuro, muchas veces turbio, empaña la gloria racional de lo público y dificulta la opción emancipadora al mezclarla con factores irracionales. 

Por eso es fundamental la ruptura de la tercera ola: lo privado es público (la violencia machista, por ejemplo, es privada pero de impacto público indudable) y lo público, privado. No es que se trate de que deba ser así; es que es así y así se reconoce cínicamente cuando se acuña la expresión. base del orden social liberal de "vicios privados y virtudes públicas".

Muchas veces se critica el sesgo machista en el tratamiento mediático de las mujeres con cargo público y la tendencia a frivolizarlo, hablando del atuendo de la personalidad o su vida familiar. Muy probablemente esta tendencia al cotilleo sea irreprimible. Lo que irrita aquí es que de ella queden libres los varones. Inclúyaselos. Coméntense sus asuntos personales o su atuendo, como se hace con las mujeres. 

Aquí se apunta al elemento decisivo. La fusión de lo público y lo privado no debe ser solamente una reivindicación de las mujeres sino también de los hombres. Pue si en esa oscura esfera privada, que arranca en el instante del nacimiento, se labra la desgracia de ellas es porque se impone el dominio de ellos.

Esta fusión del nuevo feminismo puede ser la que permita vislumbrar soluciones a cuestiones controvertidas de muchas aristas como la prostitución o la trata. Sin duda van arbitrándose normas legales para comportamientos antes amparados en el sagrado territorio de la privacidad. Pero nunca serán suficientes mientras los hombres no hagan suya también la idea de que lo privado es público. Es decir, que los vicios privados dejen de ser virtudes públicas.

Y actúen en consecuencia. Lo cual es complicado porque supone renunciar a un poder que han heredado, producto de siglos, de milenios de injusticia.

dissabte, 17 de juny del 2017

Los oscuros deseos

Estos de Podemos son una mezcla de enfants terribles y enragés, con unas gotas de indignés y mucha visibilidad mediática. Han nacido para los focos. Menudo griterío ha levantado la diputada de la CA de Madrid y presidenta de su Comisión de la Mujer, Clara Serrano, de Podemos. Es muy de ver cómo se rasga las vestiduras un amplio abanico feminista, real o fingido, orientando el debate a criterios dogmáticos y aplicando las reglas de la maestra ciruela.

Después del post de ayer sobre la gestación por encargo, Palinuro ha cogido ley a esto de las camisas de once varas y se permite opinar, sin ánimo de ofender a nadie, sobre un tema que, a primera vista, parece femenino.

Y es que ahí está el error y mi sola discrepancia en las declaraciones de Serra de que la fantasía de violación y de sexo con violencia es un deseo femenino. Es un asunto oscuro y muchos críticos echan en cara a la diputada que generalice indebidamente. Correcto, aunque insuficiente. Lo peor es que no generaliza bastante. Ese es el error de su afirmación porque, piénsese un poco, esas fantasías son un deseo femenino... y masculino y epiceno y hermafrodita. Donde hay sexo, hay fantasía. Y de todo tipo. A veces, se llama masoquismo. El nombre viene del Masoch de La Venus de las pieles, pero la práctica es, seguramente, tan antigua como la humanidad. Hay masoquistas, igual que hay sádicos, pederastas, místicos, etc, por citar cuatro ocupaciones directa o indirectamente relacionadas con la sexualidad, territorio impenetrable a la luz de la razón. Solo de la fantasía.

Cuando esas pulsiones, rasgos, inclinaciones, causan un daño de cierta importancia a terceros se convierten en delitos. Qué se considere "daño de cierta importancia" es algo que expone la conciencia moral, decide la mayoría y sanciona la ley. La violación del tipo y género que sea es un delito porque daña el derecho a la integridad física y moral de otro(a). Y no hay más que hablar. 

Pero el hecho es que se habla, especialmente de este tipo de delitos, que tienen relaciones con los oscuros deseos de la sexualidad. Todos los delitos vienen con fantasías pero las sexuales tienen un carácter particularmente opaco, que alimenta tendencias morbosas. Y lo que se dice sobre ellas oscila entre los lugares comunes más detestables ("en el fondo, lo que quieren es que las violen") y las teorías más elaboradas y refinadas ("hay un oscuro deseo de sufrir violencia en la sexualidad de las mujeres"). 

Si estamos dispuestos a reconocer que esas afirmaciones pueden predicarse (aunque con índices de probabilidad distintos) de todas las personas en relaciones sexuales, sean del sexo que sean, podremos avanzar en nuestro razonamiento. Si no, habrá que saber por qué no. ¿Es porque la violación de las mujeres o la fantasía correspondiente es cualitativamente distinta de la violación de los hombres o su fantasía? No, claro. La diferencia es cuantitativa. Y que esta no es relevante se observa por el hecho de que las violaciones más frecuentes afectan a las mujeres y también a las niñas y a los niños. Si ese es el argumento que se emplea, está dentro del marco conceptual patriarcal que propicia la violación de las mujeres hasta convertirla en ocasiones en política de Estado, como dice Susan Brownmiller.

Lo problemático aquí es el razonamiento, digamos, culto, lo expuesto por Clara Serra, que está en línea con conclusiones actuales de la sexología. Lo estará, pero no es nada nuevo. Esa idea del masoquismo femenino puede rastrearse en Freud y se formula con todas sus letras en la teoría de Karen Horney, discípula del austriaco. Creo haberla leído en alguna otra psicoanalista, incluso en la hija menor de Freud, Anna, aunque no estoy seguro. 

De lo que sí lo estoy es del correspondiente escándalo que motivó Ayn Rand con su famosa novela (best seller en los EEUU en 1942 y exitazo cinematográfico en 1948), dando celebérrima forma literaria a la teoría de Horney, en una violación que describe al comienzo de la historia, El manantial. Las relaciones entre el feminismo y Ayn Rand fueron siempre muy complicadas y, a raíz de esta novela se enfrentó a la crítica feminista de que, en realidad, ella ensalzaba la violación como el triunfo del héroe. Rand respondió que no tenía conciencia de haber descrito una violación y que, si lo era, se trataba de una violación consentida. La fundadora del Objetivismo despachaba el asunto con una especie de oxímoron. 

Sin duda la fantasía es un espacio sin límites y esas de los oscuros deseos (que llegan incluso a atribuirse a atavismos del Paleolítico, cuando la arqueología rivaliza en estos territorios con la psicología) mucho más. No hay por qué escandalizarse como si fuéramos del Ejército de Salvación, pero sí es preciso recordar que ese deseo no es intrínsecamente femenino, sino humano. 

Lo importante es no olvidar cuándo el deseo se torna delito o cuándo el delito es incitar al deseo.

Y esas señoras que aplauden los comentarios machistas de Hernando y piden la dimisión de Serra por una observación realista cuyo único defecto es quedarse corta, podían proceder a la inversa. Quizá no resultaran más acertadas, pero sí menos ridículas.

divendres, 16 de juny del 2017

Gestación subrogada o vientres de alquiler

El nuevo debate trae su carácter conflictivo en los nombres. Es un asunto complicado, desde luego, y uno tiene la impresión de meterse en camisas de once varas, sobre todo siendo varón, no vaya a ser que tenga uno cambiada la vara de medir.

Me ha interesado mucho el artículo de Bea Talegón, no somos vasijas, que, además de razonado es valeroso, y tiendo a coincidir con su punto de vista. Lo articularía, no obstante, de otro modo, más pedestre y con espíritu dubitativo y en absoluto asertivo, siempre presto a reconocer mejores razones. 

A lo que entiendo, contra esta práctica se esgrimen dos tipos de argumentos, uno instrumental y otro esencial. Por el instrumental la práctica no es legítima porque a su amparo pueden cometerse delitos. Por la esencial, la práctica no es legítima porque es ilegítima, inmoral, en sí misma.

Ninguno de los dos es convincente. El instrumental puede predicarse de todo y de nada. Toda práctica humana es susceptible de abuso y para evitarlo se han inventado las leyes que serán más o menos eficaces, pero no en función de una mayor o menor perversidad del acto.

El esencial tampoco lo es porque no consigue probar en qué reside esa esencia. Todo lo más se apunta al carácter único, íntimo, inmediato, sublime de la experiencia vital de una persona en relación con un proceso fisiológico. Parece suposición bastante razonable, pero en nada distinta a la que pueda aplicarse a otras prácticas legales, como el trasplante de órganos vitales de todo tipo. El contraargumento de que, en estos casos, se trata de situaciones de vida o muerte y  la gestación por encargo no suele estar entre ellas, tampoco es poderoso porque presupone que nos arrogamos el derecho a decidir por otros lo que consideran vital para ellos. El último contraargumento de que la esencia reside en que se trata de alumbrar una nueva vida, misterio de los misterios, despide cierto aroma a misticismo, solo al alcance de la fe.

diumenge, 23 d’abril del 2017

Hacerse la rubia tampoco sirve

Ni siquiera serlo, cuando lo son. Las feministas de buena conciencia, estilo Cifuentes, deben de estar desoladas. Las recetas del tinte son un fracaso. Hasta para quienes, como Aguirre, han llegado a encabezar la jerarquía, mandar desde la cúspide. Ahí está la lideresa en un momento de rubia gloria, maquillándose en el centro de un círculo de batracios que la miran con evidente sorna. El más lanzado, Granados, hoy en prisión. Le sigue López Viejo, hoy procesado y Juan José Güemes quien llegó a estarlo en su día, si bien la causa se archivó. Ella, sin embargo, tan ufana, creyéndose una especie de Rey Sol, cuando hacía a sus cortesanos el real favor de dejarlos contemplar cómo se levantaba o cómo hacía sus necesidades. Y hasta es posible que aquellos cortesanos tuvieran más respeto por Luis XIV que estos expeditivos espabilados por su jefa quien, haciéndose la rubia, obtenía "más de los hombres", esto es, el mayor caso de corrupción de la historia de Madrid. Y los ha habido sonados.

Este "hacerse la rubia", al parecer, jerigonza de las feministas teresianas, procede del imaginario de Los caballeros las prefieren rubias, de Anita Loos y, con ello no pretendo llevarlas a los años de aquella, pero sí a los de la adaptación cinematográfica, interpretada por Marilyn Monroe y Jane Russell. El imaginario del mundo del eterno femenino en la época de nuevas oportunidades. Estas son quienes luego dicen que las mujeres no necesitan cuotas, pues llegan a sus objetivos por sus méritos propios. Lo que no dicen es que consideran méritos propios "hacerse la rubia".

Según parece la rubia Aguirre dimitirá hoy, quizá mañana. Lo dice OK diario e ignoro qué fiabilidad tiene la noticia aunque, como están las cosas, igual es cierto. A partir de aquel Congreso en que fracasó en su intento de sustituir a Rajoy en la presidencia del PP, pues Barberá y Camps sostuvieron al presidente, este se sentó con la retranca a la puerta de su casa y ocho o nueve años después ve pasar el cadáver de su enemiga. O su alma en pena, llorando tan amargas lágrimas como las dueñas barbadas que liberó don Quijote.

Si Aguirre dimite, se va un fantástico factor de entretenimiento en la capital. Pero será sustituido con creces por Cospedal, a la que se le ha quedado chica La Mancha y empieza a asombrar a España entera con sus peculiares modos. La bandera a media asta para dolernos por la muerte de Cristo fue el toque de atención. Luego se presentó en las Nuevas Generaciones a decirles que se avergüenza de la corrupción de su partido pero que no se puede generalizar. Ciertamente, es difícil generalizar un comportamiento como el suyo al mantenerse en un cargo del que decía haber de dimitir si se descubría que alguien de su partido tuviera cuentas en Suiza, cuando es el lugar en el que más cuentas tienen. Por lo menos, esta no viene "haciéndose la rubia" sino más bien "la descarnada" con peineta y mantilla, como en un cuadro de la España negra de Solana, y con un cirio de los Novísimos. 

Rubia se hace también la candidata Díaz, que tiene encandilados a los hombres de la junta gestora de su partido y los viejos guerreros de la socialdemocracia cansada. Pero no parece que con estos especímenes vaya a alzarse mucho más de donde está. Hacerse la inocente rubia predicando paz, amor, concordia y compañerismo para difuminar la imagen de la fría ambiciosa, dispuesta a pasar por encima de sus rivales sirve de poco.

dissabte, 4 de febrer del 2017

A la mayor gloria del hombre

En el Teatro del Barrio, una cooperativa sita en la zona del Lavapiés de Madrid, tienen una línea de producción sobre mujeres, con piezas escritas, dirigidas e interpretadas por mujeres. Un muy interesante experimento. En la ocasión han dado con una idea magnífica, novedosa y muy prometedora, en la obra Sección (mujeres en el fascismo español). Se justifica de entrada en que, siendo las mujeres la mitad de la población, la historia las invisibiliza. Al parecer, se intenta contar la historia de "la otra parte", reavivar la memoria de género, por así decirlo. No es pequeña pretensión y más difícil de lo que la misma pieza presume. En concreto se narra la peripecia de Pilar Primo de Rivera y Mercedes Sanz-Bachiller, con una tercera voz que no acaba de encajar en la historia y en su relato, la de Carmen Polo de Franco y que parece haber sido introducida para acentuar una línea de farsa y, al tiempo, contextualizar la obra porque, al día de hoy, poca gente sabe algo de Pilar, la hermana del Ausente, y prácticamente nada de Sanz-Bachiller, viuda de Onésimo Redondo. La aparición de Carmen "Collares" sitúa a unos auditorios que podrían perderse en la narración de la dialéctica entre Primo de Rivera y Sanz-Bachiller. Una narración esencial porque con ellas se personifica y hace palpable la labor de adoctrinamiento y estupidización de las mujeres que realizó el franquismo durante cuarenta años.

Esto es cierto, pero no suficiente. Que el franquismo cercenó los derechos conseguidos por las mujeres (y, en consecuencia, por todos) durante la segunda República y las devolvió a una situacion de subalternidad, minoría de edad práctica, sumisión y servilismo fue evidente dede el minuto 1º de la sublevación militar. En cierta medida, este fue uno de sus principales objetivos (además, claro, de derrotar a la clase obrera, la izquierda y la República y someter a las naciones no castellanas, Cataluña, País Vasco y Galicia) del que encargó en especial a la Iglesia Católica, como correspondía a la esencia nacional-católica del régimen. La Iglesia, que se pinta sola para reprimir, se puso a la tarea de santificar velis nolis la vida de todos los españoles, dedicando una atención especialísima a las mujeres, "vasos del diablo".

Sin abandonar la misión moralizante de los curas en todos los ámbitos, para llegar al ámbito  femenino "íntimo", los asuntos propios de "su condición", al "eterno femenino", que dicen los cursis, se valió de mujeres. Pilar Primo de Rivera, fundadora de la Sección Femenina (SF) de la Falange y Mercedes Sanz-Bachiller, del Auxilio Social y, sobre todo, el Servicio Social, una especie de servicio militar obligatorio femenino de seis meses de duración, fueron las encargadas de adoctrinar a las mujeres en los delirios del falangismo y el nacional-catolicismo. Es decir, no debe olvidarse que la historia de "la otra mitad" no es otra historia, distinta, silenciada, olvidada que ahora se rescatara. Es la misma historia de la primera mitad, la viril y/o sacerdotal, interpretada por mujeres con funciones cipayas.

Se señala así uno de los problemas más graves que afecta al feminismo de ayer y el de hoy mismo: la colaboración de las mujeres en su propia opresión. Es cierto que eso sucede en todos los sectores o movimientos emancipadores del tipo que sean: en su seno suele anidar la posición contraria. Pero en el caso del feminismo, esa colaboración con el patriarcado no solamente es muy abundante sino también extraordinarimente sutil. No es lugar este para extenderse, pero puede tomarse un atajo: la falta de acuerdo interno al feminismo respecto a la prostitución. Pero esto es indiferente. Lo importante es dejar constancia de que si el fascismo, la Iglesia, el franquismo son misóginos, lo peor es la colaboración activa, entusiasta, de las víctimas. Ese problema produce cierta desesperación y a ella, entiendo, se debe el acto de rebeldía del coro final que viene a ser una especie de promesa del tipo de la lucha continúa, subrayado por el hecho de que las tres se despojen de los sujetadores y los arrojen al suelo, en un signo de liberación patente. La obra tiene algunos guiños al recuerdo de la rebeldía de los sesenta, como este del rechazo al sujetador o la canción de Chicho Ferlosio, Los dos gallos, entre otros. Y esto produce cierta nostalgia. La historia contrapone la memoria de las abuelas de las actrices a la rebeldía que se articula en torno a la simbología revolucionaria de sus madres. Aquí hay algo que conviene considerar. Puestos a actualizar la rebelión del topless de los sesenta, ¿no estarían en esta línea las protestas tan mediáticas de Femen? Esto provoca también bastante controversia.

En todo caso, el espectáculo, que es una especie de cabaret con algo de danza, música, coros, proyecciones, está muy bien. La obra es corta y se hace más. El guión, muy bien aunque quizá algo recargado de símbolos y alegres anacronismos. La versión del Cara al Sol, deliciosa y la espantosa sintonía del NO-DO un magacine semanal de obligatoria proyección en todos los cines en la que se cantaban las excelencias del Caudillo pescando salmones, el ingenio de un obrero del Ampurdán y camisa vieja, claro, que había inventado una máquina de afeitar con la que, además, podía freírse un huevo y, de vez en cuando, la elegancia y la belleza de las chicas de la SF haciendo tablas de gimnasia católicamente ataviadas con camisa y pololos. A la vista de la naturaleza real y verídica de aquel régimen se comprende por qué es casi imposible parodiarlo. La dirección, muy ágil y las tres intérpretes, brillantes. Yo les hubiera puesto la camisa azul bordada en rojo, al menos a las dos falangistas. La llevaban siempre.

El diálogo entrelazado de veras y burlas gira en torno a la rivalidad entre Sanz Bachiller y Primo de Rivera. Pero no la lleva muy allá. Y debiera. Las dos mujeres eran fuertes personalidades y se odiaban. Queda claro en las memorias de la hermana del Ausente que cuenta cómo se quitó de encima a su competidora nada más terminar la guerra. Las dos de familias pudientes e ideólogas del "feminismo" nacional católico y falangista tenían orientaciones distintas. Pilar Primo de Rivera dedicó su vida a la SF, la falange y a la memoria del hermano. No se casó nunca. Ernesto Giménez Caballero, que tenía cosas de genio y de orate, planeó casarla con Hitler para fundar una dinastía nazi, pero no salió. No tuvo hijos. Franco la nombró en 1960 condesa del Castillo de la Mota. En el fondo una tradicionalista que acabó representando la imagen de una vestal en el templo del Ausente. Sanz-Bachiller era una activista, mujer de mundo, casada dos veces, con cuatro hijos y también ennoblecida por vía conyugal cuando Franco nombró a Onésimo conde de Labajos. Inquieta, emprendedora, intrigante, pero frustrada en su ambición de erigirse en la gran Madre de España, fue depuesta sin muchos miramientos a raíz de un asunto de supuesta malversación de fondos del Auxilio Social como suele pasar en la derecha. No obstante la "viuda de España" continuó toda su vida engastada en los puestos del régimen en el que fue procuradora en Cortes largos años.

La idea es brillante. Los dos personajes dan mucho juego. Carmen Collares sobra. Pero aquí no está haciéndose memoria de otra historia sino de los papeles femeninos de la historia una patriarcal. 

Si de hacer memoria de otra historia se trata, sugiero la de Matilde Landa.

dissabte, 7 de gener del 2017

El cardenal desdoblado

Día señalado el de ayer para la "gran nación". Hablaron el trono y el altar, la sagrada alianza tradicional del país. El rey, con motivo de la Pascua Militar, y ya tenemos aquí al ejército, sin el cual la anterior alianza sería ilusión. El cardenal con el mismo motivo o con cualquier otro, pues la iglesia española habla cuando quiere, con motivo o sin él. Estaría bueno. De los dos discursos, el "lego", que no "civil" por ser "militar", fue el más soso y previsible: hay que luchar sin descanso contra el terrorismo. Por tal se entiende la actividad armada de organizaciones o individuos criminales con la composición, nacionalidad, religión o ideología que quieran. La incompetencia de la autoridad política con resultado de muerte de 75 personas inocentes, 62 de las cuales, además, obedecían órdenes de sus mandos, no es terrorismo. Por eso no se mencionó en la alocución real. O quizá sí lo sea y esté comprendida en esa categoría más amplia contra la que el monarca insta a la milicia a redoblar la guardia.

El discurso del purpurado, en cambio, no tiene desperdicio. Es toda una argumentación. Pero ocurre algo curioso: los medios en general traen la noticia del titular en la imagen hablando de "ideología de género" que, al parecer, también es responsable de la violencia machista y la prostitución. Todos se remiten como fuente a una "carta pastoral" de este príncipe de la iglesia, titulada La gran urgencia: salvar a la familia. He ido a buscarla, creo haberla encontrado aunque con un nombre algo diferente (la búsqueda en Google con el título que citan los medios no da resultado), La familia, urgencia inexcusble (Carta semanal del cardenal arzobispo de Valencia, 2 de enero de 2016). La he leído dos veces y la expresión "ideología de género" no aparece ni una. Es más, la carta es un mazacote indigesto con una sola idea repetida ad nauseam : que la familia, célula fundamental de la humanidad, está en peligro y los poderes públicos deben hacer lo que puedan por protegerla, consolidarla, hacerla prosperar. Repitan eso seis o siete veces y tienen lo esencial de la carta de marras. Pedir es siempre lo que mejor se le da a la iglesia. Se añade la orden de que los poderes públicos se abstengan de legislar en menoscabo de la familia; esto es, de lo que él cree que es y debe ser la familia.

Una reiterada petición de apoyo a los poderes públicos que, de no prestarlo, serían responsables del hundimiento moral de la familia, o sea de la sociedad. Pero nada de "ideología de género". Cabía la posibilidad de que la tal carta hubiera sido expurgada, pues la página en que se aloja es un sitio web católico que se llama Religión en libertad. Pero no es el caso; son gente seria, a juzgar por lo que publican: Kim Jong Un prohíbe la Navidad en Corea del Norte y ordena que se celebre el nacimiento de su abuela.

O alguien ha interpretado y hasta inventado la arenga religiosa del ilustre prelado y luego la ha difundido a todos los medios (de hecho, todos dicen más o menos lo mismo) o realmente el propio príncipe eclesial dio una conferencia o presentó al público su pastoral y ahí precisó su doctrina en esos términos más agresivos que recogen los medios. E decir, glosó, profundizó en su carta y confió al aire lo que no quiso dejar escrito sobre el papel. Se desdobló.

Vaya por la expresión ideología de género. Tiene su mala uva. Llamar "ideología" de género a lo que los feministas llamamos "perspectiva de género" pone nervioso al sociólogo del conocimiento que todos llevamos dentro. El género, dice Cañizares, no es una idea, sino una ideología, esto es, un conocimiento falso y, además, dañino. Siendo el orador un siervo de Dios, encuentra enseguida la punta herética. Además de una abominación, la "ideología de género" es un absurdo pues la iglesia no acepta el concepto de género como construcción cultural/social del sexo porque ella sigue llamando al sexo, sexo y, según Cañizares, sabe lo que es el amor y el matrimonio, (...) la verdad y la grandeza de la sexualidad. De sexualidad, los curas no saben nada y, si algo saben, es por malas artes.

El problema de la doctrina cañizaresca viene justo del propio enunciado de "ideología de género" porque esta es uno de los pilares de la iglesia, aunque más de la católica que de las protestantes. Toda la concepción cristiana de las mujeres y su relación con los hombres (no hablemos ya de los dioses) está recorrida por esa ideología patriarcal de género como una cadena. Una cadena interna y externa. Lo que irrita a Cañizares no es la ideología de género, sino la de un género que no sea patriarcal. Pero él no se da cuenta; es la cadena interna. Lo que le importa es que funcione la externa, esto es, que las mujeres no se escapen, que acepten la función que les corresponde en la familia asentada sobre el matrimonio único e indestructible, entre un hombre y una mujer, abierto a la vida; lo de "abierto a la vida" se completa y precisa más tarde con un los derechos de los hijos a nacer, con lo que queda claro que la iglesia sigue sin aceptar el divorcio ni el aborto. Por supuesto, ni hablamos de la posibilidad de mujeres sacerdotisas. A eso es a lo que quiere Cañizares que se adapten las mujeres y no caigan víctimas de la "ideología de género".

Este ideólogo de género macho alfa, subgénero eclesial, viene ya como un san Jorge a liberar a la princesa de Trebizonda de las fauces del dragón ideológico de género, que es el mal. Cómo el bueno de san Jorge, que murió decapitado, acabó alanceando dragones es un misterio que seguramente viene de la inventiva de Jacobo de Vorágine, que echó mano del mito de Perseo y Andrómeda. Pero este ejemplo no valdría para el prelado porque, a diferencia del casto san Jorge, Perseo iba animado de una concupiscencia ardiente.

El nuevo san Jorge acomete al dragón afirmando que la "violencia de género" (¿acaso no lo dice ya la fórmula?) y la prostitución son productos de la diabólica "ideología de género". Ambos fenómenos son tan antiguos como las sociedades patriarcales, el de la prostitución con ese mismo nombre ("el oficio más viejo, etc") y el de la violencia machista con ninguno hasta que se inventó lo del "crimen pasional". ¿Qué más quiere la víctima que el héroe la mande a la inmortalidad de un balazo? Uno podría sospechar que hay algo desajustado en el hecho de poner el efecto mucho antes, una eternidad, de la supuesta causa. Pero ya se sabe que desde los tiempos de Hume, eso de la causalidad no está nada claro, así que ¿por qué no va a ser la "ideología de género" de hoy causa de la prostitución en Babilonia, por ejemplo, llamada "causa retroactiva"?

El problema no es que el purpurado tenga una concepción dogmática y sectaria de la familia. Cada cual tiene libertad de concepciones. El problema empieza cuando el mismo purpurado, ya rojo de santa ira, sostiene que quienes profesan una idea y práctica distintas de las suyas, por el mero hecho de existir, ya suponen un peligro para la familia católica. Exactamente ¿por qué?

Por la misma razón por la que considera que es una maldad adoctrinar a niños en ideología de género que no sea la suya: porque lo dice Dios, que habla por su boca.

diumenge, 1 de gener del 2017

Año nuevo, vida nueva

Es tradicional empezar el año haciendo (y haciéndose) promesas. Tan tradicional como incumplirlas. Hasta hay quien se promete no volver a incumplir una promesa. Pero las promesas se hacen. Un año nuevo tiene algo de vida nueva. Verdad es que cualquier día podría verse como el comienzo de un año nuevo, pero que haya una fiesta oficial y universalmente dedicada a ello ayuda. Sobre todo porque es ver el año nuevo como comienzo de una nueva vida. Y a los efectos es irrelevante que la fecha, 1º de enero, sea en verdad universal o no. Hay un montón de países del mundo, entre ellos la China, que no es un pequeño enclave, en los que las cosas van de otro modo. Tienen su propio año nuevo, según sus tradiciones y creencias.

Esta afición por considerarse universales es muy propia de los occidentales y, en muchos aspectos, es una afición basada en hechos, aunque no en todos. Esto de las festividades de año nuevo es costumbre occidental (que tampoco ha coincidido siempre en las fechas), poco seguida en otras partes.

Puestos a buscar un fenómeno universal, propio de todas las culturas, algo así como el tabú del incesto, según Lévy-Strauss, propongo la opresión de las mujeres. Habrá, sin duda, excepciones pero, por lo que sabemos de cierto, la sujeción, la opresión, la cosificación, el maltrato, la violación y el asesinato ha sido el destino universal de las mujeres en todo tiempo y lugar. El patriarcado ha sido y es la forma ordinaria de organización social desde siempre. El patriarcado y la misoginia. Hasta cierto punto, la civilización se ha erigido sobre la misoginia. Las lenguas están impregnadas de ella, las tradiciones, los usos inmemoriales, los folklores. La poesía la canta, el teatro la dramatiza, la novela la narra, la filosofía la explica, la religión la glorifica.

Habiendo encontrado el factor universal solo queda señalarlo, calibrarlo, medirlo y enjuiciarlo. Para ello, lo más fácil es mirar las estadísticas de violencia machista, ahora que eso se ve ya como un delito y no como un timbre de gloria, los asesinatos de mujeres en todos los países, todas las clases sociales, todas las religiones. El feminicidio es global. Cada país ocupa luego un puesto en los infames listas de cantidad de asesinatos machistas, pero todos están en el ranking. El feminicidio es el factor más transversal que hay. Los principales sospechosos somos todos los hombres con independencia de edad, condición, estudios, ingresos o credo. He aquí algo que ayuda poco a estudiar el fenómeno empíricamente, pero abre la consideración de que, por tratarse de algo tan oscuro, profundo y maligno, es un buen punto para hacer una promesa: el año nuevo no asesinaremos más mujeres. Un año nuevo que equivaldría a una vida nueva.

Y vida nueva en el sentido de la Vita Nuova de Dante que es la que se abre al poeta la primera vez que ve a Beatriz, aquella "maravilla seguida de otra maravilla".

Actualización a las 15:00 del 1º de enero de 2017: un hombre asesina a una mujer a puñaladas en Rivas Vaciamadrid.

15 horas de tregua han tenido las mujeres este "nuevo" año.

dilluns, 3 d’octubre del 2016

Feminismo en clave de humor cruel

Natza Farré (2016) Curs de feminisme per microones. Barcelona: Ara Llibres (168 págs.)
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Natza Farré es una periodista autónoma (en el sentido fiscal, según ella misma aclara) de gran capacidad de comunicación. Por la originalidad de su trabajo, el desenfado de sus exposiciones, lo penetrante de sus juicios y su rara sensibilidad. De ese batido puede salir un libro tan particular como este. La autora lo concibe como un manual de instrucciones y lo considera un curso de feminismo. Escribir un ensayo sobre el feminismo, materia grave y de enjundia que suele motivar tratados de doctrina sociológica, filosófica, jurídica, histórica, recurriendo al manual de instrucciones de un microondas, requiere atrevimiento... y seguridad. Quizá solo pueda hacerse empleando el humor del principio al final. ¿Qué humor? Todos, el seco, el negro, el sarcástico, el irónico y hasta el sardónico. Vamos, que a fuerza de reír se sale llorando del libro. Por supuesto, de lo que menos se habla es del microondas.

El curso tiene cuatro niveles o grados. El nivel básico es como una declaración genérica de principios. El feminismo es la revolución  de hoy, en la que estaría bien que ayudaran los hombres. Pero no son imprescindibles. Basta con que no estorben. Es generosa actitud, pero desesperanzada. Los hombres estamos hechos para estorbar. Las mujeres también. Lo tenemos en común. Ayuda, es verdad, y Farré lo señala, que ya se nos empieza a encarrilar en los roles de género con los cuentos, los juegos y juguetes. 

En el nivel elemental se muestra lo irritante que es el juicio de las personas en función de sus atributos sexuales. Relata la impresión que le produjo un artículo titulado "10 cosas que tu vagina intenta decirte" y se imagina su vagina diciéndole cosas que no querría oír (p. 43). Me vino a la memoria un curioso libro de Diderot, en realidad su primera novela, escrita en 1749,Les bijoux indiscrets (Los dijes indiscretos). El sultán del Congo, Mangogul, desconfiando de la fidelidad de sus concubinas, se hace con una sortija mágica que, si se frota y orienta hacia las partes de una mujer, la vagina de esta comienza a hablar en voz alta sobre sus devaneos amorosos para corrimiento de su dueña e información del sultán. No hay acuerdo sobre el sentido exacto de la novela del ilustrado. Por lo demás, a los hombres también les pasa algo parecido: los penes parlantes aparecen de vez en cuando en la historia de la literatura. Una de sus últimas manifestaciones, Yo y él, de Alberto Moravia.

Los medios de comunicación perpetúan los prejuicios sobre las mujeres, a pesar de que el 60% de las estudiantes de periodismo lo son. Pero no pintan mucho por su condición femenina. En el orden mundial, solo el 27% de los cargos directivos en los medios son mujeres (p. 47). Como consecuencia. también el acceso de las mujeres a los espacios de opinión de los medios está restringido. Esto, a su vez, está relacionado con la llamativa brecha salarial por razón de sexo. Hoy se escucha una contracrítica en el sentido de que las ocupaciones con mayor responsabilidad las ocupan hombres porque están mejor preparados. Pero eso no es cierto y, aunque lo fuera, sería una prueba más de una situación circular: cobran menos por estar peor preparadas y están peor preparadas por cobrar menos.

El nivel medio aborda las contradicciones más claras de la situación. Aquellas en las que todo el mundo dice una cosa, hace la contraria y nadie porfía. El ejemplo con que abre el capítulo es apabullante: en el primer gobierno de Tsipras, esperanza blanca de la izquierda europea, ni una mujer (p. 71). Palinuro también lo hizo notar desde el primer día: un gobierno de siete machos y mucha gente argumentaba lo que siempre se aduce en estos casos, que hay cosas más importantes. Siempre hay cosas más importantes cuando se trata de cumplir con lo que se cree. Eso pasa mucho con las situaciones de conciliación (p. 79) o con la forma en que las mujeres perpetúan la sumisión cuando dicen que sus maridos las "ayudan". Los maridos, según la autora, no "ayudan", sino que cumplen con su deber (p. 102). La idea de que la mujer solo se realiza a través de la maternidad le parece a Farré tan falsa y tan persistente como la teoría geocéntrica. Incluso cita a Galileo (p. 94). Y puede llegar hasta hoy, cuando decimos que el sol sale y se pone. El lenguaje es el depositario de los errores de la especie. En lo cósmico, en lo social, en lo sexual, en todo.

Por eso, el nivel alto del curso de feminismo se refiere a la la cultura. Con especial hincapié en la lengua. El lenguaje condiciona nuestra vida. "Te vistes como una puta", "los hombres son más racionales, las mujeres , más emocionales". Dos ejemplos citados por la autora entre los cientos de miles que podría aducir. Por eso, concluye, los hombres matan a las mujeres (p. 139). Los diccionarios, depósitos de los dislates lingüísticos más ancestrales, hacen su aparición. El conocido ejemplo de las dos acepciones de "hombre público/mujer pública" (p. 136). Sin duda alguna; la lengua es misógina y su base es convertir al género masculino en la medida de todas las cosas. No el Hombre, como quería significar el filósofo, sino el varón, el vir que está en la raíz de virtud. Desde luego, corregir ese sesgo esencial es tarea ciclópea. Detiénese la autora brevemente a señalar con guasa los nombres de las mujeres: Misericòrdia, Consol, Empar, Dolors, Concepció, Socors (p. 139). Ignoro si existe "Angustias" o "Martirio" en catalán o son productos del maximalismo castellano o del cante jondo.  

Hacia el final, el humor que se ha derrochado a lo largo de la obra toma tonos más siniestros y trágicos. Se trata la violencia de género y de la situación de las mujeres como botín de guerra en todas partes (p. 149). Y en este momento hay más guerras que nunca por doquier y millones de desplazados. El 98% de víctimas de la explotación sexual de 4,5 millones en el mundo son mujeres. Respecto a la prostitución, los datos son escalofriantes: solo un 5% de las mujeres la ejerce libremente (p. 151). Que cada cual extraiga sus conclusiones.

Corona el libro un certificado cuyo punto central es una reflexión sobre el frecuente insulto de feminazi. (p. 159). Está claro que, cuando ese término se emplea en un debate, se aplica de inmediato la ley de Godwin y su consecuencia: el debate se ha acabado.

Lean el libro de Farré, respondan a los ejercicios de autoevaluación y sin hacer trampas, como pide la autora y vean en qué grado de feminismo se encuentran.


diumenge, 26 de juny del 2016

Vida de mujer

Kate Bolick (2016)Solterona. La construcción de una vida propia. Barcelona: Malpaso editorial (340 págs.)
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Soy feminista de todos los feminismos, el de la primera ola, la segunda y las que vengan, el feminismo de la igualdad y el de la diferencia, el burgués y el revolucionario, el pacífico y el violento, el heterosexual, homosexual o transexual. De todos. Así que, cuando tropecé con este curioso libro de Kate Bolick, lo leí de un tirón, completamente entregado a la causa que la autora propugna: el derecho a ser una solterona, una spinster, en el lenguaje coloquial inglés. En realidad, el derecho de las mujeres a configurar sus vidas de modo autónomo, sin perspectiva matrimonial ni maternal, sin tener que organizarla en torno a un marido, unos hijos, una familia. Por eso celebra el título de una obra de Chambers-Schiller que recoge una expresión de la célebre novelista Louisa May Alcott, La libertad es el mejor marido. 

El libro de Bolick es una especie de crónica en la que se entrelazan dos hilos narrativos: su experiencia tratando de construir su vida, básicamente en Nueva York, en Brooklyn, de acuerdo con sus convicciones y su paulatino descubrimiento de que este espíritu de voluntaria soltería femenina fue el que animó a cinco notables mujeres, todas ellas escritoras, intelectuales y a las que considera las responsables de haber "despertado" a su profunda intención. Son sus cinco "despertadoras: la poeta Edna Millay (1892-1950), la ensayista Maeve Brennan (1917-1993), la columnista Neith Boyce (1872-1951), la novelista Edith Wharton (1862-1937) y la activista social Charlotte Perkins Gilman (1860-1935).

Nacida en Newburyport, Massachussetts, en los 70, en el seno de una familia de clase media, su  padre es abogado y su madre, tras criar a dos hijos, quiso volver a una actividad profesional que se vio truncada por el cáncer. En esa peripecia se consolida la determinación de Bolick de abrirse paso en la vida. Con una licenciatura en estudios culturales, o sea, básicamente, inglés y literatura, trabaja en una revista Atlantic, diversifica mucho sus tareas en otras publicaciones y hoy en día es una columnista muy cotizada en diversas publicaciones, entre ellas el Wall Street Journal y con apariciones muy frecuentes en los medios audiovisuales. Según como se mire, cabe decir que ha triunfado. Su libro se ha vendido muy bien y se ha traducido al español, entre otras lenguas.

Bolick da el feminismo por supuesto y su decisión de vivir sin ajustarse a los patrones de vida femeninos es compatible con una vida amorosa y sexual ciertamente intensa. Precisamente, su primera pareja estable la encuentra en dicha revista, Atlantic, fundada en 1857 por un grupo de intelectuales progresistas, WASP decorum y con una referencia a los bostonianos de Henry James, presencia indiscutible en la literatura estadounidense a la vuelta del siglo XX. Cuando decide irse a vivir con su pareja, lo primero que hace es comunicarselo a su jefa. La respuesta de esta da el tono del ambiente de trabajo y los círculos que frecuenta Bolick:  "Me da igual con tal de que no folléis en mi mesa de despacho".

La solterona se lee, en parte, como unas memorias, un reportaje, una obra de iniciación y en trabajo de investigación biográfica, todo en uno, en un estilo muy vivo y poético. Claro testimonio de una firme voluntad de llegar a ser una escritora. Es también una obra de una intelectual sobre intelectuales, más o menos localizada entre Brooklyn y Greenwich Village, los centros de la intelectualidad progresista estadounidense desde la mitad del siglo XIX. Especial relevancia tiene Washington Square, como símbolo de ese movimiento, que viene a ser como un Bloomsbury británico trasplantado al otro lado del océano, aunque con muy otro talante, dentro de las pautas victorianas, vehículo de identificación anglosajona.

A medida que va averiguando detalles y datos de sus cinco "despertadoras", Bolick también va adaptando su vida a las pautas que encuentra en ellas y con las que tiende a identificarse. La más característica de todas, a la que llama la "ensayista", es la irlandesa Maeve Brennan, una escritora de fuerte carácter y acusada personalidad, que llegó a ser muy influyente en la vida social de su época y de la que, en el fondo, da la impresión de que Bolick llega a enamorarse a través del tiempo. Leer a autores/as a las que uno admira tiene esa función que es una experiencia inefable, cuando parece que el autor (o autora) estuviera no solo dirigiéndose a la lectora personalmente, sino orientándola en la vida. En un texto de memorias de Brennan, Writing a Woman's Life se pregunta Bolick si lo que en él se dice es lo que pasa con ella: que está escribiendo su propia vida antes de vivirla.

Brennan vivió años en un hotel Art Deco en Washington Square que entonces se llamaba Hotel Earle y en cuya habitación 305 también vivieron Bob Dylan y Joan Baez, que lo menciona en su preciosa canción Diamonds and Rust. Más tarde, el hotel sería reformado y ahora se llama Washington Square Hotel. La investigación de la vida de Brennan lleva a Bolick a abordar la cuestión de si la irlandesa, que murió en una residencia, sola y abandonada de todos, era esquizofrénica y, aunque el resultado de sus indagaciones no es conluyente, termina de perfilar una figura interesante y muy atractiva.

Es lo que sucede también con la "columnista" Neith Boyce quien, en sus años de juventud, participó en la proclamación de la "República Libre e Independiente de Washigton Square". Sus apasionadas lecturas sobre las confesiones de Boyce, su propósito de vivir sola y soltera, se entrelazan con su vida personal y su ruptura con su pareja, que antecede a una temporada de intensa vida sexual con multiplicidad de relaciones de no mucha consecuencia, eso que los estadounidenses conocen como dating.

El cambio de ritmo de vida coincide con sus investigaciones sobre la muy interesante y en su tiempo reconocida poeta, Edna St,. Vicent Millay, Premio Pulitzer de literatura y autora de ese extraordinario poema, Renascence en el que se lee: The world stands out on either side/No wider than the heart is wide;/Above the world is stretched the sky,/No higher than the soul is high. Millay era una ferviente feminista y una persona extraordinariamente seductora. Fue la musa promiscua y bisexual de Greenwich Village.

Las dos "despertadoras" con las que Bolick parece congeniar más y en ello coincide con este crítico, son la visionaria social, Charlotte Perkins Gilman y la novelista Edith Wharton. Nuevo episodio en cierto modo pirandelliano en el que la autora y su personaje (que tampoco es personaje, pues se trata de una persona de existencia real) entrecruzan sus destinos o peripecias.  En enero de 2009, el editor de Atlantic anuncia que la revista está muerta a causa de la crisis. Bolick tiene que volver al free lance y reinicia una temporada de nomadismo, cambiando frecuentemente de vivienda. Todas sus despertadoras habían sido espíritus inquietos y Gilman, que era sobrina nieta de Harriet Beecher Stowe, la autora de La cabaña del tío Tom, prescindió incluso del afán de tener una casa, una vivienda permanente. Si bien llegó a casarse dos veces. Incidentalmente, cabe advertir que las cinco mujeres, Brennan, Boyce, Millay, Gilman y Wharton, que Bolick ha escogido como ejemplos de  independencia y soltería, todas se casaron y alguna, incluso, como Gilman, dos veces. Bien es cierto que todos los matrimonios naufragaron de un modo u otro, excepto, de nuevo, el segundo de Gilman. Puede parecer contradictorio y, en parte, lo es, pero esos fracasos prueban la verosimiltud del oxímoron "solterona casada". 

Por último, mi coincidencia con Bolick es completa en el caso de la novelista, Edith Wharton, también premio Pulitzer por La edad de la inocencia.  El modelo de vida que se había fijado Wharton era el comprendido en el anagrama LAT (Living Apart Together), que es lo que, según Bolick, también hicieron la expatriada Mary Cassat y Simone de Beauvoir. La autora de esa fantástica novela que es Etham Fromme, mujer de la alta sociedad neoyorquina, casada con un hombre bisexual y bisexual ella misma, pasó la mayor parte de su vida también expatriada en París, y constituye una especie de puente tendido entre Henry James y la generación perdida, Hemingway, Scott-Fitzgerald o Gertrude Stein y, como ellos, tomó partido en la primera guerra mundial y visitó los frentes, alineada con el bando francés. Justamente, la investigación de Wharton, cuando ya Bolick cuenta treinta y tres años coincide con la definitiva sensación de que ser free lancer en Nuev York, vivir sola y soltera es muy difícil en esta sociedad que sigue siendo patriarcal. Pero es la culminación de su periplo y, como ella misma dice, mientras Brennan la había puesto en marcha, Boyce le había dado las palabras, el relato para pesar críticamente sobre el matrimonio y establecerse por su cuenta, Millay le había enseñado a vivir como una persona sola, Edith le mostraba que, para vivir sola, una tiene que tener un pensamiento muy intencional.
  
¿Son gente las mujeres? se pregunta al terminar  Bolick. Hay que acabar con la imagen de la "mujer ambigua". Redondea la autora sus consideraciones sobre las mujeres con derecho a tener sus propias vidas y resistirse a la presión social para que sean madres. Cree que es una tarea en la que se ha avanzado mucho en los Estados Unidos, pero queda camino por recorrer. Desde la mujer del Código Napoleón hasta Kate Bolick la situación ha cambiado más que en todos los siglos anteriores. Y probablemente quede otro tanto, o más, por hacer. Aunque no sé si se llegará a una sociedad que se reproduzca por partenogénesis, como se expone en la curiosa utopía escrita por Charlotte Gilman, Herland, con la que simpatiza la solterona si alguna vez decide ceder a la presión social que hace de la maternidad el destino de las mujeres.

dimecres, 15 de juny del 2016

Más sobre el debate del lunes

He leído todo tipo de comentarios sobre el esperado debate a cuatro, único de esta campaña electoral. Declaraciones, artículos, columnas. Me he enterado de cómo sonreía fulano, de si mengano tenía el gesto adusto, de cómo vestían todos y cuáles eran sus gestos más y menos favorables. He leído sobre los gustos, filias y fobias de unos u otros, sobre si iban bien documentados o no y sobre su manejo de las cifras y datos. Y, por supuesto, de si "ganó" este o aquel o aquel otro o de si el que "ganó" lo hizo porque no "perdió" y observaciones tan inteligentes como estas.

Pero lo que no he visto en parte alguna ha sido un juicio sobre el conjunto del debate, una valoración de su categoría, del peso de los argumentos, de la forma de exponerlos, de sus distintas facetas y mucho menos he leído alguna reflexión sobre la pertinencia o impertinencia de los razonamientos y los temas abordados. Posiblemente porque la categoría de los analistas y expertos comunicólogos sea aun inferior a la de los políticos, que ya es decir.

Lo más llamativo del debate y lo que al menos algún análisis habría de señalar fue su pavorosa falta de nivel intelectual. Ni una idea nueva, ni un juicio o conceptos audaces, inesperados, sobre asuntos de los que habla todo el mundo en la barra de los bares con más conocimiento de causa, más familiaridad y más perspicacia que estos líderes de pacotilla. 

Las elecciones costarán 160 millones de euros (aparte de lo que no se ha podido producir en estos seis meses de desidia y marasmo) por culpa de la incompetencia de estos mismos cuatro individuos, incapaces de ponerse de acuerdo en nada, salvo en repetir la jugada y en que el coste lo paguemos los ciudadanos. Ellos no solamente no pagan sino que se consideran con derecho incuestionable a volver a presentarse y reclamar el voto tras haber fracasado una vez, con orgullo, con soberbia, sin pedir disculpas y todos sosteniendo que tienen la fórmula mágica, el bálsamo de Fierabrás. ¿No es increíble?

Falta de nivel intelectual es, incluso, caritativo. No se trata de pedir a esta gente que esté a la altura de los tribunos, diputados y oradores del pasado, de un Donoso Cortés, un Emilio Castelar o un Manuel Azaña. Al lado de aquellos políticos estos son analfabetos funcionales. Pero sí nos asiste el derecho de que, además de asesorarse sobre el peinado, la corbata y el perfil, esta gente aprenda a hablar en público y no convierta los debates en una aterradora lluvia de lugares comunes, latiguillos, topicazos y meras estupideces, que dejen de decir "Mire usted, señor X...", "oiga usted, que aquí se trabaja", "¿sabe usted lo que le falta , señor Y? Yo se lo diré...", déjeme decirle...", "hay algo importante que quiero decirle...", "nosotros pensamos", "nosotros proponemos", "le digo sinceramente...", "creemos, como no podía ser de otra manera...", etc., etc.

Añado una consideración a la que Palinuro dedicó un párrafo en su post de ayer, sigue el bloqueo, pero no he visto tratado en otros lugares y, sin embargo, merece especial consideración: el patriarcado, el machismo rancio que destiló todo el debate, del principio al final. Ni una sola mujer en el plató para hablar de lo que interesa al 52% de la población. Solo una entre los tres moderadores y no tenía parte en el guión ni palabra en la función. ¿Alguno de los participantes lo hizo observar? Ni uno. Todos tan a gusto en un mundo en el que cuatro machos (y españoles,  blancos, de clase media, edad media, heterosexuales, residentes en capitales y católicos de confesión y práctica o culturales) hablan en nombre del conjunto de la población española cuando, tomando estos datos en consideración representan a menos del 20% la población entre todos ellos

Ninguno de estos machos hizo la menor referencia a las mujeres como no fuera, en algún caso, para tratarlas como objetos y no como sujetos. Salvo una referencia de pasada a que sigue habiendo una brecha salarial considerable entre hombres y mujeres (en el caso de Sánchez quien, creo recordar, se permitió la machada de decir que el PSOE es el "partido de las mujeres") no hubo ninguna otra referencia a cuestiones feministas. Los periodistas hubieron de insistir un par de veces para que se dignaran decir unas breves y desdeñosas palabras sobre la violencia machista. 

Ninguno de ellos introdujo en su discurso una perspectiva de género. Dudo incluso de que sepan lo que es. Incapaces de desglosar las cifras y datos que manejaban (y que están desglosadas por sexos; basta con buscarlas) para explicar que, si el índice de paro es X, el de paro femenino es X x N; si el de pobreza es Y, el de pobreza femenina es Y x N; si el de precariedad es Z, el de precariedad femenina es Z x N, siendo N siempre un número positivo. Ninguno de ellos habló de la prostitución, de la trata de mujeres, de la sobreexplotación, el acoso sexual, el laboral, el trabajo de las empleadas del hogar. Ni una palabra.

Que esto lo haga la derecha, esto es, el Sobresueldos y Rivera está en la naturaleza de las cosas. Que lo hagan los dirigentes del PSOE y de Podemos es intolerable. La próxima vez que alguno de estos dos fantoches diga algo parecido a que "la revolución será feminista o no será", mandadlo a escardar cebollinos. 

Una cuestión, y va en serio. Mucha gente se pregunta cómo es posible que siete millones de personas voten a la derecha. Yo me pregunto cómo es posible que once millones de mujeres voten a estos cuatro machos que no saben hablar porque su capacidad de raciocinio se concentra un palmo por debajo de su ombligo, que es su punto de referencia.

diumenge, 24 d’abril del 2016

La prostitución

En el marco del Seminario sobre cuestiones de género de nuestra Facultad en la UNED, la semana que viene vamos a tratar el tema de la prostitución. Participarán en él Beatriz Gimeno, Lucía Etxebarria, Paz Moreno Feliú y lo moderará nuestra decana, Consuelo del Val Cid. Abordaremos la cuestión desde una perspectiva pluridisciplinar, básicamente jurídica, sociológica, psicológica y antropológica pero siempre con una nítida impronta feminista. De lo que se trata es de reflexionar sobre una cuestión compleja de forma que el resultado de las reflexiones coadyuve a resolver un problema que es un lacra social que afecta sobre todo y principalísimamente a las mujeres. Partimos además del supuesto de que nadie, sea hombre, mujer o de un tercer género, puede sustraerse a una cuestión que nos interpela a tod@s directa o indirectamente.

A partir de hoy, dejaré el anuncio fijo en la columna de la derecha de Palinuro para darle mayor publicidad.

El seminario tendrá lugar el próximo jueves, 28 de abril, en el salón de actos del Rctorado de la UNED, calle Bravo Murillo, 38, a las 18:00. Entrada libre.

dimarts, 16 de febrer del 2016

La filosofía y las mujeres

En la UNED (Fac. de Políticas y Sociología) hemos organizado un seminario permanente sobre cuestiones de género. En principio, lo queremos de periodicidad mensual. Luego, iremos viendo, según el interés que despierte y la productividad que tenga. La primera sesión, o sea, la inauguración, será el próximo jueves, 18 de febrero, a las 18:00 en el salón de actos de la OEI, ubicado en el Rectorado de la UNED, calle de Bravo Murillo, 38. Consistirá en una mesa redonda con coloquio posterior en torno al reciente libro de la filósofa Mercè Rius, Contra filósofos o en qué se diferencia una mujer de un gato. Con ese título puedo ahorrarme toda explicación sobre el contenido por redundante. Acompañaremos a Mercè en la mesa  y haremos nuestros pinitos Consuelo del Val (decana de la Facultad), Paloma García Picazo y un servidor, ambos profesores de esa misma facultad. Después, habrá coloquio que esperamos muy vivo porque el tema lo merece. Se grabará íntegro y supongo que podrá verse en streaming

Estamos ya preparando la segunda sesión del seminario para el mes de marzo, que será explosiva, pero no suelto el tema ni l@s intervinientes para mantener el suspense. En su momento lo diremos. No es preciso señalar que agradeceremos todas las participaciones que se quieran hacer llegar y asimimo las que nos sugieran posibles temas por tratar en convocatorias posteriores, siempre en la línea del feminismo más militante.

Entrada libre y tod@s bienvenid@s

diumenge, 14 de febrer del 2016

Delicias del patriarcado: mujeres, niños

Dos mujeres más asesinadas presuntamente por sus maridos y probablemente en sendos crímenes machistas. Dos mujeres septuagenarias muertas a manos de sus esposos seguramente de edades parecidas. Hace unos días, en una interesante entrevista a una estudiosa de estos asuntos, decía esta que la violencia machista cruza clases sociales, profesiones, niveles de ingreso. Y edades. Cualquiera diría que a los setenta años, cuando la nieve de la edad cubre sus sienes, los hombres deberían haber aprendido a domeñar sus pasiones, sus impulsos más criminales. Evidentemente, no es así, o no es frecuente. Según parece los partidos están dispuestos firmar un pacto de Estado contra la violencia de género. No tengo muy claro que estas cosas sirvan para mucho. Incluso es posible que tengan efectos desmovilizadores porque, mientras se establece el pacto y este actúa, aunque no sirva para gran cosa, mucha gente puede pensar que no hace falta nada más porque ya está el pacto.

El problema es básicamente de educación y de trasmisión de valores y pautas culturales en el patriarcado. O sea algo que llevará mucho tiempo, años incluso, antes de que las cosas cambien visiblemente. Por supuesto, bienvenido sea el pacto, pero su efecto será moderado en el mejor de los casos.

La educación y el sistema de valores y pautas culturales. La educación es esencial. Es casi todo en la vida. Por eso los curas no quieren perder su control, porque es decisiva para la trasmisión de su doctrina. Y en ese dominio de la educación se producen los casos de pederastia que tanto han ensuciado el nombre del catolicismo. Generalmente afecta más a los católicos que a los protestantes y es bastante razonable vincular esta práctica con la estúpida orden del celibato.

La cuestión es aquí si es lícito incluir la pederastia como crimen de patriarcado y, si bien se piensa, así es. La pederastia es un comportamiento en el ámbito de la conducta basada en la obediencia infantil a las figuras de padres. No hay duda: son delitos típicos del patriarcado.

dilluns, 25 de gener del 2016

Feminicidio

No sé qué decir. Todas las palabras me parecen hueras. Siento una mezcla de indignación, vergüenza y consternación. Tengo claro que es un problema muy complejo en el que se mezclan tantos factores de todo orden que las soluciones propuestas (y todas serán siempre pocas) se me antojan intentos de vaciar el mar a cucharadas. Basta ver lo que ha ocurrido hace unas fechas en Colonia, Alemania, para darse cuenta de las dimensiones de la cuestión. Es el ordenamiento jurídico, dicen unos. Y el sistema educativo, dicen otras. Es la tradición, sostienen las de aquí. Es la religión, apuntan los de allá. No, está en el lenguaje, en la tradición. Es agresividad innata según estos. Ni hablar, es la cultura de la competitividad según aquellas. Es el capitalismo, es el comunismo, es el salafismo. Es la estructura social patriarcal, la ruptura de la emancipación creciente de las mujeres o su sumisa aceptación de la falocracia y el patriarcado.

En realidad es todo eso y mucho más.  Y las soluciones todas insuficientes, parciales. Las autoridades sienten que están en la obligación de hacer como si hicieran algo, y andan hablando de un pacto de Estado contra la violencia machista, cosa tan etérea como inútil pues seguro que ni siquiera se pondrán de acuerdo en llamar "machista" a este violencia. ¿No había una ministra del PP, sin par lumbrera, que quería llamarla "violencia en el ámbito doméstico"?

Aprovechemos la estupidez de esta propuesta para una reflexión complementaria. Confieso no tener ideas nuevas positivas para acabar con esta monstruosidad y, por lo tanto, apoyo todas, absolutamente todas las que se tomen a ese fin. Pero sí se me ocurre que, si no somos capaces de arradicar el mal, por lo menos no debiéramos ampararlo, justificarlo o fomentarlo. Hablar de "violencia en el ámbito doméstico" es ser cómplice del feminicidio, como lo es reírse de la "corrección política", relativizar la agresividad de todos los comportamientos machistas en la sociedad, desde el piropo al maltrato, dar pábulo a las mentiras de las falsas denuncias, reír las gracias de los imbéciles que hablan de feminazis, tolerar los chistes degradantes para las mujeres o no protestar y luchar con ellas siempre en defensa de sus derechos. Cada vez que callamos por temor o conveniencia ante cualquier atropello, somos cómplices de feminicidio y menoscabamos nuestra dignidad de seres humanos.

diumenge, 20 de desembre del 2015

Hechos, no palabras

Sufragistas se estrenó anteayer, viernes. Es una buena película dirigida por Sarah Gavron, interpretada por Carey Mulligan y Helena Bonham Carter. Meryl Streep hace un par de breves apariciones representando a Emmeline Pankhurst, la fundadora de la Women's Social and Political Union, WSPU (Unión Social y Política de las Mujeres) y líder del sector más combativo del movimiento sufragista inglés, desde comienzos del siglo XX hasta la fecha de su muerte, en 1928.

Para la mejor comprensión de la historia debe hacerse una advertencia previa. El título en español, Sufragistas, induce a error por partida doble. Como se observa en el original inglés, el plural es una invención del traductor español. Debería ser Sufragista. Y tampoco debería serlo porque sufragette no es exactamente sufragista. Me explico: todas las sufragettes eran sufragistas; pero no todas las sufragistas eran sufragettes sino solamente las seguidoras de Pankhurst, partidarias de la acción directa y la lucha violenta por los derechos de las mujeres. El movimiento inglés, por tanto, estaba dividido, como suele pasar en estos casos, entre un sector radical con tácticas de atentados, incendios y explosiones que hoy, quizá, llamaríamos "terroristas" y otro pacifista y moderado. Y la película versa sobre el radical con el que la directora simpatiza abiertamente. Lo que sucede es que en español, a diferencia del inglés, no tenemos dos términos y de ahí el error. No es una película sobre las sufragistas, sino sobre las sufragettes y no en plural sino en singular porque es sobre una de ellas, Maud Watts, personaje ficticio.

Sin ser un alarde, la película es correcta, está bien ambientada, tiene un buen guion y las interpretaciones sacan lo mejor de una historia que a veces bordea lo melodramático.

La cuestión es la ya señalada: protesta pacífica, actividad paulatina, reformista y gradual o acción directa y, como decían los anarquistas por entonces, la "propaganda por el hecho". Es decir, la cuestión es la de la desobediencia civil y su intensificación en el recurso a la violencia. El debate está muy trillado: la violencia, dicen las gentes de bien, es siempre condenable. Bueno, dicen otras gentes tan de bien como las anteriores, excepto la que se da en legítima defensa. El problema es determinar el alcance de la legítima defensa. La que aparece en el código penal es individual y restringida a una agresión física, inmediata, real, concreta. No encaja por entero en la acción política de carácter colectivo. Negar el voto a las mujeres con la ley en la mano y su respaldo coercitivo con aplicación de la violencia si llega el caso, ¿justifica el recurso a la legítima defensa? ¿Lo hace la agresión a unas u otras minorías? Materia opinable, por supuesto, que ha dado y seguirá dando tema para controversias de todo tipo.

En sus términos más básicos se trata de saber si la obediencia a la ley como derecho positivo es un deber sin excepciones o cabe desobedecerla y aun quebrantarla por razones de conciencia cuando se considera que es inicua. Obviamente, ningún ordenamiento jurídico puede admitir la desobediencia a la ley por razón alguna, aunque quepa encontrar excepcionalmente algún atenuante en casos de extrema necesidad. Pero, si nunca nadie que haya desobedecido la ley por considerarla injusta se hubiera salido con la suya, los Estados Unidos no existirían, las mujeres seguirían sin derecho de voto, la esclavitud sería legal, no habría derecho de huelga, etc., etc. El cumplimiento de la ley es obligado, incluido el de la ley injusta. Pero, a veces, alguien inicia una lucha, rompe una ley injusta por razones de conciencia y acaba consiguiendo que el legislador la derogue y apruebe otra más justa. Así consiguieron las mujeres el derecho de sufragio, los indios la independencia de su país, etc.

Por eso también resulta tan irritante y repulsiva la insistencia de Rajoy y otros nacionalistas españoles, por ejemplo los del PSOE, en que los independentistas catalanes tienen que cumplir la ley, sin preguntarse si es justa o no. Que esto lo diga la derecha, partidaria del ordeno y mando, es lógico; que lo secunde también la oposición de izquierda solo es atribuible a su actitud claudicante.

La película es muy oportuna. Nunca está de más que la gente, las generaciones actuales, que dan por descontado el nivel de derechos de que disfrutan (por ejemplo, el derecho a votar), sepan que conquistarlos costó mucho trabajo, mucha lucha, mucho sufrimiento y hasta muertes. Ya con eso la película estaría justificada por su aportación a un relato, el de los orígenes del feminismo, que no suele aparecer en los circuitos. Pero hay más porque, con gran habilidad, la historia enriquece el contexto en que se da la lucha por el sufragio, recordando que las mujeres eran tratadas como menores de edad a todos los efectos civiles, necesitadas de la tutela masculina (padre, marido, hermano) para ejercitar derechos elementales como una compraventa. La igualdad jurídica se da hoy por supuesta y sigue siendo falsa. En la película se dice que las mujeres cobran menos que los hombres en los empleos y, además, trabajan un tercio más de horas. Y eso, ligeramente modulado, sigue siendo así hoy. También se denuncia que están sometidas a malos tratos y acoso sexual por sus jefes, cosa que igualmente pasa hoy día. Y eso sin mencionar la violencia machista de triste actualidad.

El relato singulariza el ejemplo histórico del movimiento sufragista radical en una peripecia individual de una empleada de una lavandería en muy malas condiciones laborales. Ello le permite mostrar cómo el movimiento sufragista era interclasista. Emmeline Pankhurst era por entonces la viuda acomodada de un abogado de éxito. Su transversalidad fue una fuerza a la hora de afrontar la sujeción de la mujer, como tituló su libro John Stuart Mill, el gran defensor de los derechos femeninos; libro que tendría gran impacto en España, traducido como La esclavitud de la mujer. Y afrontándola seguimos porque, aunque se ha avanzado mucho desde los tiempos de las Pankhurst, queda aún muchísimo por hacer. La sociedad patriarcal apenas ha cedido en su poderosa maquinaria de opresión de las mujeres y, en cambio, ha conseguido una verdadera legión de defensores (¡y defensoras!) para quienes la igualdad de género es ya un hecho y no ha lugar a más medidas remediales de una situación de sostenida desigualdad que no aceptan

Esa misma transversalidad, en cierto modo, es la que explica que, a raíz de la primera guerra mundial, Emmeline Pankhurst reorientara su ideología y acción en un sentido favorable a la guerra contra los hunos germánicos. Luego de la concesión del derecho de sufragio a la mujeres mayores de 30 años, Pankhurst entró en la Cámara de los Comunes como diputada del Partido Conservador. En su epílogo narrativo final, la película relata los años en que se fue implantando el derecho de sufragio femenino en los distintos países del mundo, pero no hace mención a esa evolución político-ideológica de la famosa sufragista. No está de más recordar asimismo que el Partido Laborista Independiente, al que quiso afiliarse hacia fines del siglo, la rechazó por ser mujer,