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dilluns, 18 de juny del 2018

Adiós a Franco

Ayer había tuits amenazando de muerte a Pedro Sánchez si se sacan los restos del dictador de su ridícula Valhalla particular. Da igual a dónde quieran llevarlos. A su casa o al osario municipal. Lo pecaminoso y delictivo a los ojos del facherío es moverlos. Quien entraba y salía en vida en el templo bajo palio, bajo palio debe seguir por toda la eternidad. Para eso ganó una guerra. Sin duda, la virulenta reacción de amenaza hizo vacilar al gobierno, afirmando que la decisión no estaba tomada.

No merece la pena discutir. No basta con haber ganado una guerra; hay que ganar la paz. Junto a los restos de Franco pasarán a la nada aberraciones como la Fundación Nacional Francisco Franco, dedicada a ensalzar la memoria de un delincuente y un tirano. Cosas que debían haber pasado hace cuarenta años. Como la prohibición de hacer propaganda del franquismo, el fascismo y el nazismo, tres primos hermanos, exhibir su simbología y realizar actos públicos de ensalzamiento.

Al parecer, se quiere convertir el adefesio en un lugar de la memoria. No es descabellado, dado que algo habrá que hacer. Lugar de la memoria por no decir de la vergüenza. Pero con dificultades. Al fin y al cabo, el problema no es solamente el traslado del cuerpo del dictador (y, de paso, del Ausente), sino el de miles de caídos de ambos bandos que allí yacen. Es decir, lugar de la memoria fúnebre, un cementerio, en el fondo. Pues bastará con considerarlo un memorial por los muertos de ambos bandos. Eso o dejarlo en rango de cementerio sin más con unas horas de cierre y apertura. 

dissabte, 5 de maig del 2018

El cero y el infinito

Nordald Grieg (2017) Spansk Sommer/Verano español. Segovia: Arqueología de imágenes. 183 págs.
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Hace cosa de un mes, Palinuro tuvo el honor de ser invitado por tres entidades segovianas, Republicanos de Segovia, Círculo republicano Antonio Machado y Segovianos por el derecho a decidir a dar una charla sobre la República y Cataluña. Fue una interesante experiencia hablar para un auditorio poco familiar para mí, pero muy receptivo y reflexivo. Aprendí mucho. El honor se duplicó por ser presentado por Ainhoa Zufriategui, copropietaria con Aku Estebaranz de la empresa de fotografía y editorial Arqueología de imágenes, un proyecto basado en líneas Verkami. Muy interesante en sí mismo como ejemplo de actividad productiva empresarial digital, utilizando las redes como mercado.

Ainhoa y Aku son los editores de este precioso libro que recibí en inmerecido obsequio. Y digo precioso por la forma y el contenido y en los distintos matices del adjetivo. Una edición cuidadísima, en cartoné, con un diseño minimalista y elegante, maquetación agradable, caritativa con el lector. Una pieza única, de colección diría si tuviera afición alguna por ese vicio. ¡Y bilingüe! Los traductores (en este caso traductoras, Cristina Gómez-Baggerthun y Kirsti Baggerthun) tienen que estar muy seguras para exponer a la vista pública el entramado de sus versiones. Este detalle presta al texto un aroma clásico. Cierto es que fotografías hay pocas; antiguas, sí, de los años treinta, casi todas del II Congreso de escritores antifascistas en Valencia, en 1937. Son muy buenas y están muy bien tratadas y, aunque son solo cinco, nos familiarizan de golpe con el aspecto de este escritor, poeta, periodista noruego, que estuvo en la guerra civil española y del que confieso que no sabía nada. Sin embargo, habló en el congreso. Hay una foto y el texto trae también el de su breve intervención.

La cuestión picaba. Grieg (lejano descendiente de Edvard Grieg) estuvo en el Congreso de Valencia y dejó este reportaje en el que habla de primera mano de los bombardeos de Valencia y Madrid y de la batalla de Brunete, que se publicó en Noruega en 1937. Era un periodista y autor respetado y reconocido miembro del Partido Comunista noruego. A partir de entonces, a diferencia de lo que sucedió con otros escritores de filiación comunista en las Brigadas Internacionales o el mentado Congreso, no hubo reediciones ni traducciones y pareció como si a Grieg se lo hubiera tragado la tierra; o la historia. Algo extraño. Y este libro sumamente interesante tiene en parte la clave para descifrar este misterio.

Grieg no solo era miembro del Partido, sino un comunista estalinista a machamartillo. Fue inquieto y nómada desde muy joven, anduvo embarcado y sin embarcar por medio mundo e incluso estaba en China en 1927, justo cuando la matanza de comunistas en Shangay que cuenta en La condición humana André Malraux, que no pisó la ciudad hasta media docena de años más tarde. A la vuelta de los periplos, Grieg profesó comunista y pasó unos años en Moscú a principios de los treinta. Retornó a Noruega como enviado de la IIIª Internacional y se dedicó a defender a capa y espada teóricas los infames procesos de Moscú de 1934 y 1936. De ahí, vino como corresponsal de guerra a España en 1937 en donde estuvo unos meses, desde el Congreso a la batalla de Brunete y siempre moviéndose en el ámbito comunista. Casi todos los personajes con los que habla son estalinistas o próximos a ellos, John Cornford, André Malraux, Ludwig Renn (que había escrito un viaje a pie al Oriente), Neruda, Bergamín, etc. Cuando, habla con las brigadas internacionales lo hace con el batallón Thälman y en la batalla de Brunete mandan los tres generales comunistas de la República, El campesino, Líster y Modesto. Probablemente salió de España de nuevo a Noruega en 1938.

En 1939 se firma el pacto germano-soviético, que determinó el curso de la guerra por venir y provocó una crisis profunda en el movimiento comunista mundial, con una avalancha de deserciones de intelectuales afines al partido. Se publicaron muchos libros del "gran desengaño". El más famoso, el de Arthur Koestler (otro corresponsal de guerra) Darkness at Noon que en España se llamó El cero y el infinito. Fueron tantos los desengañados por el pacto Ribbentrop-Molotov que el propio Koestler y el diputado laborista Richard Crossman recopilaron un libro de ensayos de desengañados de diferentes países bajo el título muy significativo de The God that Failed (El Dios que fracasó). Un acierto porque acabó siendo una canción de Metallica, aunque con espíritu muy distinto.

Uno de los desengañados fue Grieg, que rompió el carné del PC y se dedicó en cuerpo y alma a combatir a los nazis, en contra de las indicaciones del Komintern, primero en las fuerzas armadas de su país y, luego, al ser este invadido por los hitlerianos, en las de la Commonwealth, con sede en Gran Bretaña. Murió al ser abatido su avión (parte de un escuadrón australiano) en una misión aérea sobre Berlín en 1943. Tenía el grado de capitán. Estos datos los he sacado de Wikipedia.

Se explica por qué desaparece de las crónicas y jubileos históricos este joven noruego de claro mirar. Sigue siendo conocido en Noruega, pero muy poco fuera de ella. Se había "desengañado". De hecho, en la época y años posteriores, los desengañados (que fueron docenas y de distintas ocupaciones, desde poetas y literatos a generales soviéticos o miembros de los servicios secretos) tuvieron mala reputación. Es famosa una desgraciada obra de teatro de Sartre, Nekrasov en la que hace burla de los casos de "yo escogí la libertad" o al "servicio de Stalin".

Pero en el caso de Grieg tenía que haber algo más. Y lo había: el propio Grieg, su carácter, su espíritu, de los que da buena cuenta esta breve crónica de unos meses de la guerra civil. Condenado a una vida regalada, atendido por el ministerio de Propaganda, que redactaba los partes para la prensa y alejado de los frentes, Grieg se las ingenia para romper el círculo protector y presentarse en Madrid en manos republicanas, con las brigadas internacionales en La Moncloa y acaba metido directamente en lo más crudo de la batalla de Brunete, en donde la República quiso romper decisivamente el avance fascista sin conseguirlo y a un coste bestial por ambas partes.

Grieg intercala una narración escueta, directa, de los hechos, algunos de extraordinario salvajismo con observaciones y anécdotas de muy diversa índole, así como consideraciones sobre los comportamientos de los hombres en las trincheras. Y, al final él, que había venido como parte de un proyecto comunista, acaba describiendo la monstruosidad de la guerra en términos humanos y hasta poéticos. Su texto describe a la perfección lo que él ha visto, esto es, lo que quería ver: seres humanos combatiendo por la libertad. Justo lo que le había movido a él toda su vida.

Insisto, es un libro precioso.

dilluns, 23 d’abril del 2018

Destino: el exilio

La Palma de Cervelló es ya casi una segunda casa. Después de pasar aquí la mítica noche del 1º de octubre y la conferencia de ayer en el Teatre de l'Aliança Palmarenca, hoy hemos vuelto al local, pero como espectadores de la obra que presentaba el grupo Terra Teatre, Els darrers dies de la Catalunya Republicana. Es adaptación del diario de Antoni Rovira i Virgili, periodista, escritor, político y diputado catalán de ERC, en los días finales de enero de 1939, cuando el gobierno de la Generalitat, el parlamento y mucha otra gente emprendieron el camino del exilio a Francia.

Un episodio conectado con los acontecimientos de los últimos meses aquí, que repiten el patrón: exilio, cárceles, represión de catalanes. En la obra hay una dimensión aun más trágica, pues ese exilio de unas personalidades no era sino una parte mínima del éxodo masivo que provocó el desmoronamiento del frente del Ebro, en donde realmente la República perdió la guerra. Cosa que se evidencia en el discurso escenificado, cuando el peregrino Rovira i Virgili dice que la guerra se hizo contra Catalunya y Catalunya la ha perdido.

Quienes conocen el trayecto final de esa escapada, atravesando Figueres y La Jonquera hasta la salida de Le Perthus quedan impresionados recordando que por la vía central de ese pequeño pueblo, el Carrer Mayor que es, en realidad, muy angosto, pasaron en breves días 450.000 refugiados, hombres, soldados, mujeres, ancianos, niños, carros, maletas, colchones. Un río humano de angustia y desolación. Camino del exilio. 

Ese sentimiento en eco colectivo y angustia personal es el que se refleja en la adaptación de Jordi Hervás en un magnífico monólogo de una hora de duración, con música de Edmond Bosch y bajo la dirección de Marc Hervás, hermano del actor. La caída de Cataluña, el sentido de la guerra, la peripecia personal y familiar de los exiliados, muchos, muchísimos de los cuales no volverían a ver su tierra. El drama de una generación que ha marcado a las posteriores. 

Esta obra es una gran experiencia.

divendres, 9 de juny del 2017

Los seres humanos

Gobiernan los decendientes ideológicos y biológicos de quienes un buen día se llevaron por la fuerza a Timoteo Mendieta, lo fusilaron sin más y tiraron su cuerpo en una fosa común, como venían y siguieron haciendo durante años con miles y miles de Mendietas en todo el país.

Creyeron que, con este genocidio vivido durante años por una población aterrorizada y el régimen criminal que instauraron la gente se resignaría, se callaría, olvidaría.

Olvidar que una noche cualquiera un grupo de delincuentes armados irrumpa en tu casa cuando tienes 13 años y se lleve a un padre con siete hijos y, sin más contemplaciones ni juicios ni nada, lo asesine ante la tapia de un cementerio y entierre su cadáver de cualquier modo es mucho olvidar. Los asesinos, sus cómplices, sus beneficiarios y quienes hoy (sin atreverse a hacerlo a las claras, aunque lo piensan porque tienen la misma alma de asesinos y cobardes que sus antecesores) se oponen con uñas y dientes a que la gente pueda recuperar los restos de sus familiares, bárbaramente masacrados, no contaron con el tesón, la voluntad, la fuerza de espíritu y el innato sentido de la justicia que anida en muchos corazones humanos, como el de la hija de Mendieta, quien ha vivido para este momento de recuperar los restos de su padre pues quiere que la entierren con él. Estos asesinos, los de ayer y los de hoy jamás comprenderán ese fondo oscuro lleno de esperanza que hay en la humanidad cuando se revela en casos concretos, escuetos, sencillos pero inabarcables en su profundidad moral.

Creyeron que era cuestión de tiempo y de (falta de) dinero, como llegó a decir ese granuja, diputado del PP y a la vez vergüenza del Parlamento, Hernando, de que los familiares solo se acuerdan de los fusilados cuando hay dinero de subvenciones. Por cierto, este elemento es diputado por Guadalajara, la tierra de los Mendieta. Ya podía pasarse por su casa a pedir perdón por lo que los suyos hicieron y él ha venido a coronar.

Algo impensable. El gobierno al que apoya este sujeto, sin duda para hacer buenas sus odiosas palabras, ha dejado sin fondos la Ley de la Memoria Histórica. Ni un euro para desenterrar a los asesinados por sus antecesores, amigos y correligionarios. Es normal. No van a emplear fondos públicos para esta tarea de justicia cuando los necesitan para robarlos, para pagarse borracheras, cacerías, putas y trajes caros, que para eso ganaron la guerra y ochenta años más tarde pueden seguir mostrando su espíritu de asesinos.

Los fondos para la exhumación de Mendieta y otras dos docenas de asesinados más (cosa que ha sido posible, a su vez, gracias a la perseverancia de una jueza argentina) provienen de aportaciones voluntarias, privadas y, en muchos casos, extranjeras. En este caso, un sindicato noruego que ha aportado 6.000 euros para financiar la excavacion.

Realmente, España tendría que estar gobernada por extranjeros y no por esta banda de ladrones, descendiente ideológica de otra de asesinos.

divendres, 27 de gener del 2017

Bethune. Una vida ejemplar

Una exposición interesantísima sobre la vida de Norman Bethune en el Conde Duque de Madrid. La organizan la Fundación Canadá, la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales y el ayuntamiento de Madrid. Colaboran el de Valencia y la embajada del Canadá. Y el resultado es espléndido pues, con muy escaso material (una película documental de la época y fotografías) documentan toda la vida de este médico canadiense que vino a España en 1936 con las Brigadas Internacionales y murió en China, en 1939, ayudando al VIII ejército de Mao Tse-tung en la segunda guerra chino-japonesa. En ambos lugares (España, 1936-37) y China (1938-39) su comportamiento fue ejemplar y extraordinariamente útil. En España puso en marcha un servicio móvil de transfusión de sangre que cargaba en retaguardia y actuaba en el frente. En china elaboró equipamientos para operar práticamente en la línea de fuego. En China tiene estatuas y el presidente Mao escribió su historia en forma de recuerdos que aprendían de memoria sucesivas generaciones. En España prácticamente nadie sabe quién fue. Aquí, los de Bethune perdieron la guerra. En China, la ganaron.

La exposición documenta detalladamente la vida de Bethune, una auténtica aventura. De una acomodada familia tradicional de origen escocés, era hijo de un pastor presbiteriano (también lo había sido algún otro antepasado) y tuvo una educación muy religiosa, aunque él salió ateo. Estuvo como voluntario en el servicio de ambulancias en la Primera Guerra Mundial, como algunos otros norteamericanos célebres. A su regreso pasó diversas peripecias y acabó establecido como médico de prestigio en una posición muy desahogada. Pero siempre mantuvo una visión idealista de la medicina como auxiliar en la tarea de emancipar a la humanidad del capitalismo. En 1936, España era el lugar en el que estos idealistas podía hacer algo más que hablar: actuar, frenar el fascismo, ayudar a la República.

La exposición se detiene especialmente en el terrible episodio de la masacre de la población civil que huía de Málaga hacia Almería. Decenas de miles de personas a merced de la aviación franquista y de los cañones del Canarias, Baleares y Almirante Cervera. Bethune estuvo allí con su servicio de transfusión y ayudando en lo que pudo. Lo dejó por escrito en un relato, El crimen de la carretera de Málaga-Almería.

La etapa china está mucho más someramente documentada, pero lo suficiente para comprobar que este hombre trabajó hasta el último momento, ayudando a los soldados y tambien a los campesinos, en condiciones terribles, mimetizándose con sus pacientes y siempre sin perder su fe en la misión emancipadora de la medicina y, por supuesto, en la seguridad de esa misma emancipación. Una fe capaz de mover a un médico canadiense de buena familia, respetado, prominente, rico, hasta llevarlo a morir a miles de kilómetros, pobre, consumido por la fiebre y con la sangre envenenada.

Hace falta algo más en esta historia. Si no me equivoco, la exposición no menciona (en todo caso, no lo he visto) un hecho que es determinante en la vida de Bethune: su pertenencia al Partido Comunista del Canadá desde el año 1935, fecha en que visitó la Unión Soviética. La ausencia de este dato es significativa. No por lo que hace al propio Bethune, que siempre proclamó abiertamente su pertenencia al partido, sino por lo que hace al modo de contar la historia. Las Brigadas Internacionales fueron sobre todo un asunto de la IIIª Internacional, del partido comunista "mundial" (por así decirlo) porque las otras tendencias, CNT, PSOE tenían sus propias milicias. Las Brigadas Internacionales han pasado a la leyenda y gozan de universal simpatía. Porque la merecen. Esas brigadas pararon a Franco en noviembre de 1936, salvaron Madrid y dieron a la República el tiempo necesario para reorganizarse. Y lo hicieron a un coste altísimo. Hubo batallas en las que pereció la mitad de los efectivos.

Las Brigadas Internacionales son leyenda. Norman Bethune, también. No es preciso ocultar que el origen es comunista. Salvo que se haya convertido en costumbre.

Por cierto, el documental, que narra sintéticamente la guerra de España y el servicio de transfusión de sangre, es magnífico. Un documental de alta calidad artística, aunque de material pobre. Muchas de sus fotos se han hecho célebres. 

divendres, 30 de desembre del 2016

Vae victis

Paloma Aguilar y Leigh A. Payne (2016) Revealing New Truths Abour Spain's Violent Past. Perpetrator's Confessions and Victim Exhumations. Oxford: Palgrave Macmillan. 110 págs.
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Las profesoras Paloma Aguilar y Leigh A. Payne son dos reconocidas especialistas en materia de transiciones y, sobre todo, de justicia transicional o, como es el caso de España, falta de justicia transicional y post-transicional. Tienen ya una copiosa obra que las avala en la que se mezclan la minuciosidad de la historia con la versatilidad de la Ciencia Política.

Ambas publican ahora en inglés este pequeño pero denso libro ("Nuevas verdades sobre el pasado violento de España. Confesiones de los perpetradores y exhumaciones de las víctimas") sobre la sempiterna cuestión de la peculiaridad de la transición española que ha pasado de ser considerada en sus orígenes como "modélica" a serlo como una especie de pacto vergonzante, cuando no de traición y, en último término, un fracaso. Las autoras tienen una visión muy crítica de la transición, pero debido a su condición de rigurosas académicas y personas de sensibilidad, lejos de hacer una interpretación ideológica y sesgada, como es frecuente en los sectores izquierdistas (generalmente inconsistentes), entienden las circunstancias coadyuvantes a esta insatisfactoria evolución colectiva y tratan de comprender la complejidad de los factores que en ellas jugaron.

La transición se basó en un "pacto del olvido". En España no se habló de la violencia, no se revisó el pasado, no se atendieron las demandas de justicia, como en otras partes. El "Pacto del olvido" está en las memorias de muchos dirigentes de la transición. Estos creían que construir la democracia no era compatible con una revisión del pasado. Toda la justicia transicional que se ha hecho son algunas medidas de reparación económica hasta 2007 y algunas declaraciones simbólicas después. 

Frente a la propaganda agobiante durante la dictadura y el peso de la reivindicación de la "reconciliación nacional" en la transición, el relato dominante ha sido que dicha reconciliación se consiguió ya siempre que no se reabran heridas y que las cuentas están echadas pues ambos bandos en la guerra civil cometieron barbaridades. Las autoras refutan esta exoneración con dos muy sólidos y conocidos argumentos: las "barbaridades" de ambos bandos en la guerra civil no son comparables ni de lejos y, además, la cuenta pendiente es la de las barbaridades que continuó haciendo la dictadura en sus cuarenta años. 

La pregunta obvia es: y ¿cómo es posible que, a la muerte del dictador no hubiera una transición democrática limpia, con comisión de la verdad, justicia para las víctimas, exposición de los victimarios, etc? Las autoras que, muy realistamente, postulan una "coexistencia contenciosa" como la forma quizá más afortunada de ajustar cuentas democráticas con un pasado colectivo de crímenes, injusticias y terror, concluyen que tal cosa no se ha dado hasta la fecha cuando, por diversos lados, especialmente la intervención extranjera (la argentina) e internacional (la ONU), está empezando a forzarse una respuesta adecuada. 

Pero la pregunta sigue en pie: ¿por qué no se hizo y sigue sin hacerse? Aguilar y Payne aducen algunas también conocidas razones: el desequilibrio de las fuerzas políticas que pactaron la transición; el miedo; el subsiguiente silencio;  la intervención exterior; el conformismo de una población que a partir del decenio de 1960 accedía a cierto bienestar que no quería perder; la complicidad de los criminales; el "pacto de sangre" entre ellos; la política de reconciliación nacional, suscrita por la izquierda. Son los más notorios. 

Añado uno, poco explorado hasta la fecha por su difícil captación y su carácter algo escurridizo que no permite identificarlo bien. En el llamado "franquismo tardío" y primeros tiempos de la transición, se hicieron encuestas preguntando por la cultura política de los españoles. Sorprendentemente casi todas concluían con una alta valoración popular de la democracia. Un pueblo que llevaba cuarenta años de tiranía, sin libertades de ningún tipo y sin elecciones libres decía tener convicciones demócratas. Como  el resultado casaba con los intereses de los encuestadores y otros "modernizadores" se daba por bueno y se atribuía tan misteriosa mutación a causas verosímiles, aunque triviales: el turismo, le cine, la televisión, etc. En lugar de pararse a pensar en que esa conclusión era mentira, que los españoles decían ser demócratas porque, al estar Franco a las puertas de la muerte, pensaban que la democracia era tan inevitable como el calor en verano y el frío en el invierno. Pero mentían. Su cultura política era autoritaria, franquista. Y sigue siéndolo. Todos los españoles, incluidos los dirigentes de la izquierda conceden un plus de legitimidad a los vencedores de la guerra y sus herederos de la derecha hoy que actúan como tales, como se comprueba por los últimos acontecimientos: entrega del gobierno al derecha sin necesidad y perfecta coincidencia del programa de esa derecha neofranquista con la Corona.

Ese dato explica por qué España pudo considerarse a sí misma como una democracia sin ajustar cuentas con la dictadura y los criminales que la hicieron posible y todavía gozan del producto de sus delitos; sin hacer justicia a las víctimas; al contrario, honrando a los victimarios hasta hoy con Fundaciones, valles de los Caídos, misas en honor al genocida, calles y honores. Esa es la respuesta a la pregunta que las autoras se hacen sobre si sería posible algo así con Hitler en Alemania, con Mussolini en Italia. El nazismo y el fascismo fueron derrotados; el nacionalcatolicismo, no. Alemania e Italia se convirtieron en democracias; España, no. A la vista está.

El libro de Aguilar y Payne da audiencia a los relatos enfrentados de aquella longa noita da pedra del poeta Celso Emilio Ferreiro. Hubo, sin duda, relatos de los perpetradores que hubieran debido tener más eco, pero no lo tuvieron por las razones apuntadas y por otras que las autoras sintetizan con elegancia, asegurando que todos los relatos de la violencia requieren cinco factores: guión, actor, momento, escenificación y audiencia. En el fracaso de las escasas confesiones de perpetradores, el asunto no tuvo que ver con los dos primeros, sino con los tres últimos.

Algunas confesiones (llamadas aquí "históricas heroicas") todas publicadas y famosas, sirven para situarnos a la perfección en el espíritu que animaba a los asesinos rebeldes y que llevaron luego a cabo sistemáticamente, a conciencia, ascendiendo así de la condición de asesinos a la de genocidas. Las más famosas, las barbaridades que dijeron (y cometieron) Franco, Mola, Queipo, Yagüe y demás criminales.

Otra de las confesiones que las autoras tratan en extenso son las del aristócrata catalán José Luis de Vilallonga quien, enviado por su padre a "hacerse un hombre" a Bilbao, pasó quince días en un pelotón de fusilamiento, asesinando vascos. Añadiré que, en alguna parte de sus memorias, este Vilallonga cuenta cómo su padre, poseedor de una colección de más de 300 pares de zapatos que los rojos le habían robado en un asalto a su palacio, hacía fusilar a cuantos brigadistas internacionales se le ponían al alcance porque, decía que eran los únicos capaces de entender la grandeza de morir por un par de zapatos. Esta era la gente.

Se añaden algunas confesiones de algún cura muy posteriores y las de miembros anónimos de los pelotones de fusilamiento o los verdugos del garrote vil para demostrar que, en efecto, de ese lado del conflicto es poco lo que cabe esperar. Si acaso lo que las autoras llaman "negaciones ridículas", esto es, el caso de los perpetradores que niegan su participación, aunque haya pruebas fehacientes de lo contrario. Dedican con toda razón un espacio a un caso que es una verdadera vergüenza para el país, la Universidad, la Academia y la disciplina de la historia, el inenarrable Diccionario Biográfico Español, redactado por la Real Academia de la Historia, con fondos públicos (p.71), hace tres o cuatro años y cuya voz Francisco Franco ha sido elaborada por Luis Suárez, medievalista, franquista incondicional, mando de la Hermandad de la Santa Cruz del Valle de los Caídos y miembro de la Fundación Francisco Franco. Algo así como si el equivalente alemán hubiera encargado la voz Adolf Hitler a Carl Schmitt. Y la Academia de la Historia sigue sin repudiar este atentado a la honradez y la decencia intelectual que niega que Franco Bahamonde fuera un dictador. 

Lo que ha impedido un relato contencioso y la democracia por tanto, es el "pacto de sangre" que se encuentra debajo del "pacto del olvido" (p. 78) No ha habido en España "justicia post-transicional. Algunos relatos del lado de los vencidos han venido a perturbar la narración aceptada y oficial que, en realidad sigue humillando a las víctimas como hace cuarenta años. Las autoras mencionan un par de magníficas novelas, convertidas en películas, como El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas o Soldados de Salamina, de Javier Cercas.  Yo añadiría Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, cuya capacidad para retratar el ambiente de la sórdida, miserable, cruel e inhumana posguerra española es superior a la de los otros dos porque la vivió.

Al silencio y perpetuación de la injusticia contribuye la actitud cómplice de los tribunales, como se ve an Callar al mensajero, de Francisco Espinosa. Y no solo los tribunales: todas las instituciones del Estado, la Corona, la Iglesia católica, la enseñanza, las universidades y una buena mitad de la población española son franquistas. Poca coexistencia contenciosa saldrá de ahí como no venga de fuera. Y de fuera está viniendo, como señalan Aguilar y Payne, de la Argentina y de la ONU.

En España no podrá haber democracia en serio mientras el país no sea capaz de mirar su pasado, entenderlo, hacer justicia a las víctimas y señalar a los victimarios. Mientras no sea capaz de afrontar la verdad.

A ello coadyuvará mucho este libro. Urge su versión castellana.

dimarts, 9 d’agost del 2016

Sorpresas del verano

Ayer, y por casualidad, tuve ocasión de ver una película casi desconocida que, sin embargo, merecería mayor notoriedad. Estrenada en 1964, no pudo verse en España hasta 1979 porque trataba precisamente de España y de un episodio de los últimos maquis. No es que sea un relato antifranquista. Casi no tiene ideología ni hay crítica especial al régimen fuera de la que se derivaba de la realidad cotidiana a nada que se tuviera una cámara y se pudiera fotografiar lo que era la realidad del país a comienzos de los sesenta.

El director es Fred Zinnemann, el de Solo ante el peligro, y es claro que la historia había de interesarle porque tiene muchos elementos en común con la gran peli de Gary Cooper: un hombre solo contra todos. La trama está sacada de una novela que no conozco, que dio el título al film en inglés, Behold a pale horse, un verso del Apocalipsis de San Juan (6,7-8), algo así como "He aquí un caballo ceniciento" cuyo jinete se llama muerte. Es el cuarto jinete. Quizá haya algo de desmesura en el título, al dar el tono apocalíptico a una historia de guerrilleros, Guardia Civil, resistencia, franquismo. A lo mejor por eso le cambiaron el nombre en la versión española a este intragable ...Y llegó el día de la venganza. Y, desde luego, se lucieron. Casi hubiera sido mejor que tradujeran del original.

La película es una rareza. Hay muy pocos films sobre la guerra/posguerra de España hechos fuera y, entre estos, menos norteamericanos. No sé si hay alguno además de Por quién doblan las campanas. Yankees, quiero decir. Porque esta es una película indudablemente yankee pero de una calidad más que notable. El trío protagonista, Gregory Peck (un trasunto de Quico Sabaté, el último maquis), Anthony Quinn (un capitán de la Guardia Civil) y Omar Shariff (un cura) bordan sus papeles bajo una dirección muy competente. Sin duda, cualquier casticista señalará los sempiternos fallos (que si el rejoneo de Anthony Quinn al comienzo es un pelín ridículo, que si los guardias civiles no tienen esa pinta de rangers, que si a Gregory Peck le sobra una cuarta para ser español, etc) pero la verdad es que la ambientación y el guión son excelentes. Está rodada en el blanco y negro que se llama "sucio", con lo que se evita que canten algunos colores, por ejemplo, el de los ojos de los protagonistas. La fotografía es excepcional y debe señalarse el trabajo de documentación que han hecho el director y el equipo, reconstruyendo escenarios de la guerra civil y la derrota republicana directamente sacados de fotos famosas de la época, fotos de Capa o de Centelles o de otros no menos característicos. Y cuando digo "sacados", quiero decir "reproducidos". Los planos del gendarme desarmando a los vencidos combatientes de la República trasmiten el espíritu de aquellos tristes momentos.

La historia es sencilla: Manuel Artiguez, un guerrillero solitario, vive en el exilio en un pueblo francés muy cercano a la frontera, desde donde hace incursiones en España en las que mata guardias civiles y roba dinero para la causa, no para sí mismo. El capitán de la GC, Viñolas, la tiende una trampa, aprovechando que su madre (de Artiguez) ha sido hospitalizada y está muriéndose. La intriga se complica porque la madre muere antes de que pueda servir de gancho para la emboscada de su hijo, pero los franquistas querrán ocultárselo a Artigues para hacerlo venir. El guerrillero sabe la verdad mediante los oficios de un cura del lugar quien le avisa de que su madre ha muerto. La película, ya se ha dicho, no es un alegato antifranquista, pero no se anda por las ramas en llamar a todas las cosas pr su nombre. Solo este episodio del cura "bueno" o "comprensivo" desmerece algo de la calidad del fin, al caer en esa trampa en que caen muchos relatos del franquismo, de presentar una Iglesia católica resistente a la dictadura. Nada más falso: la Iglesia católica se fundió con el franquismo, fue complice y beneficiaria de los crímenes de la dictadura, llevaba al dictador bajo palio y su función opositora al régimen (un puñado de curas de los barrios marginados) fue inexistente.

Aun sabiendo que su madre ha muerto, Artiguez cruza la frontera y va a donde lo están esperando para ajustar cuentas. 

Lo dicho: estrenada en 1964, cuando ya la guerra estaba lejana y se abría paso el desarrollo de los tumultuosos años sesenta, no levantó gran atención. Sin embargo, es una estupenda película.

dijous, 21 de juliol del 2016

Las fosas de la ignominia

Otro vídeo del programa de TeleSur dedicado al franquismo. Son como cinco minutos dedicados a los 114.000 asesinados por los fascistas y enterrados en fosas comunes en todo el país. Mi aparición en él es brevísima, pero lo dejo por la importancia del tema en sí y para que quede constancia de quién es quién aquí y ahora. Veamos:

Hay 114.000 asesinados en fosas comunes. España es el segundo país en este macabro record, detrás de Camboya, otra dictadura asesina, esta vez comunista que, seguramente, tendrá defensores hoy día, como también hay gente en España que defiende, protege y admira a Franco.

Entre ellos, el presidente de los Sobresueldos. Hay un claro mandato de la ONU de que España haga justicia con esta barbarie. Hay una Ley de la Memoria Histórica aprobada por el gobierno Zapatero que prevé el desenterramiento de esta víctimas. Pero el Sobresueldos retiró la aportación financiera del Estado. El mismo Sobresueldos que, preguntado en un programa de Jordi Évole, por estos enterramientos delictivos de compatriotas suyos dijo que a él "no le constaba" que hubiera miles de asesinados en fosas comunes. Eso, tras haber suprimido la subvención oficial para desenterrarlos. Tal cosa da la medida de la calaña moral del presidente que, sin embargo, no tiene inconveniente en mantener a su padre, dependiente, con cargo a unos fondos públicos que niega a los demás dependientes. Es difícil imaginar un comportamiento más repugnante.

Difícil, pero no imposible. Este sinvergüenza se queda corto al lado de su portavoz, Rafael Hernando, para quien los familiares de los asesinados por la gente a la que Hernando sigue, solo se acuerda de ellos cuando hay subvenciones. Una afirmación no solo odiosa en su miseria moral sino también cruel, típica de un sicario porque, precisamente son los compinches de estos tipos quienes han suprimido dichas subvenciones.

En efecto, que cada cual responda de sus actos y sus palabras.

dimarts, 19 de juliol del 2016

El franquismo sigue vivo y gobierna

Ayer tuve el privilegio de intervenir en una tertulia de Catalunya Ràdio titulada Les ferides obertes del franquisme juntamente con Monserrat Ginès, presidenta de l'Associació de Víctimes de la Repressió Franquista en Tarragona y Andreu Mayayo, catedrático de Historia Contemporánea de la UB. El tema, como corresponde al aniversario de un 18 de julio, era el franquismo en España. El programa entero se encuentra en el enlace más arriba o aquí.

Tiene poco sentido que me repita. Dije cuanto quería decir en total libertad. Agradezco infinito a Catalunya Ràdio la oportunidad que me dio de expresarme. Una vez más, los medios catalanes emiten un discurso del que los medios españoles no quieren ni oír hablar. Ninguno me llama jamás a hablar de este o de cualquier otro tema. Y lo entiendo: tienen gente mucho más preparada y capaz de decir cosas más originales e interesantes que el pobre Palinuro. No hay más que oírlos y verlos.

Dos veces tuve reparos que oponer a las opiniones de mi colega Mayayo, por lo demás hombre ponderado y sabio. Una lo hice en antena y la otra la dejé pasar por ese prurito que tiene uno de no discrepar demasiado de una sola vez. Pero ahora, con la calma del distanciamiento puedo hacerlo porque, entre otras cosas, ambos puntos son muy significativos.

El primero fue cuando Mayayo insistió en lo que, a mi parecer, era reducir el franquismo a la guerra civil. Esa precisión sí la hice y no merece la pena extenderse. El franquismo fue mucho más que la guerra civil: fue una dictadura cruel, genocida, basada en el terror, la represión, el asesinato indiscriminado de una población inerme durante 40 años Fue un régimen de delincuentes que convirtieron todo concepto de ordenamiento legal, derecho, seguridad jurídica de las personas en una burla y que se basó en el miedo que inculcó en la población y que todavía dura. El intento de reducir el franquismo a la guerra civil es el proemio a la afirmación de que ambos bandos cometieron barbaridades en dicha guerra. Al margen de que eso tampoco es cierto pues las barbaridades de los fascistas fueron cuantitativa y cualitativamente muy superiores a las de los republicanos, está la cuestión de que la esencia del franquismo se manifestó no en la guerra, sino en la postguerra, en los 40 años de "Victoria" y terror que sus seguidores, hoy gobernantes, continúan celebrando no como un golpe de Estado de uno militares felones y perjuros, sino como el glorioso alzamiento nacional.

El segundo, que no precisé entonces, pero lo hago ahora se dio cuando afirmé que la diferencia entre la derecha demócrata europea y la no-demócrata española (o sea, el PP) es que la europea se enfrentó al fascismo con las armas en la mano mientras que la española es la heredera directa de ese fascismo triunfante. Esa diferencia me parece esencial. Sin embargo, Mayayo vino a decir más o menos que en todas partes cuecen habas y que también en Alemania y otros países fascistas, personajes de esta calaña habían conservado su puestos en empleos importantes. Es una relativización absolutamente inexacta. En Alemania hubo un proceso de desnazificación: los principales dirigentes nazis fueron ajusticiadoss, otros pagaron con años de prisión (Hess, por ejemplo) y muchos, muchísimos otros, miles, pasaron por los campos de desnazificación. ¿Que hubo casos en que dirigentes nazis consiguieron sobrevivir y hasta prosperar? Sin duda. Pero es que en España sucedió al revés: además de los asesinatos y prisiones, todas las profesiones civiles y militares fueron "depuradas" durante el franquismo. Decenas de miles de maestros, profesores, médicos, abogados, jueces, cuando no fueron asesinados o encarcelados o se les robaron sus propiedades, sufrieron inhabilitación y ostracismo.  Nada de eso pasó en la transición. Nada. Ni un juez de los delincuentes que formaron el Tribunal de Orden Público de Franco, por ejemplo, fue molestado; ni un policía torturador; ni un periodista o cura delatores. Nadie. No hay punto de comparación.

dilluns, 18 de juliol del 2016

La neurosis española

80 aniversario del golpe de Estado protagonizado por un militar perjuro y felón que desembocó en tres años de cruenta guerra civil. Tras la guerra, el mismo militar y sus cómplices instauraron un régimen genocida, de terror, dedicado al exterminio de todos quienes no fueran sus partidarios. Aquel régimen de delincuentes erigió un remedo de Estado y ordenamiento jurídico que acabó siendo reconocido por la vía de hecho por los demás países.

Durante toda la dictadura España siguió siendo un régimen de hecho, pero no de derecho. Y así sigue a día de hoy porque, mientras no se reconozca el delito cometido hace hoy 80 años, no se haga justicia con los responsables y no se resarza a las víctimas, en puridad del concepto, no podrá hablarse de Estado de derecho. Ni 40 ni 400 años de ejercicio del poder pueden convertir a una banda de criminales y asesinos en un gobierno respetable de gentes honradas. 

Y ese es el problema que sigue impidiendo la plena homologación de España con las naciones civilizadas y democráticas. Un país en el que sigue habiendo más de cien mil personas asesinadas y enterradas en fosas comunes a las que no se ha hecho justicia es un país enfermo, que no puede mirar a su pasado ni puede encontrar paz en el presente.

Durante los cuatro años de gobierno de los neofranquistas del PP, se ha paralizado el tímido e  insuficiente intento de hacer justicia de la Ley de la Memoria Histórica. Una prueba obvia de que los herederos biológicos e ideológicos de los criminales de julio de 1936 siguen en sus trece y pretenden que el país olvide su deber de conciencia para con las víctimas del genocidio franquista.

La verdad es que, en esta lamentable actitud de olvido participa desde el comienzo la izquierda, que debiera ser quien presionara sin descanso para que se haga justicia al más inhumano, más cruel y despiadado episodio de la historia de España. El error comenzó con la propuesta de "reconciliación nacional" que hicieron los comunistas en el exilio en los años 60. Los franquistas entendieron el mensaje y, durante la transición, engañaron a todo el mundo con una ley de amnistía que también los amnistiaba a ellos y una izquierda ingenua acabó aceptando como justa una ley de punto final. Pero que una ley inicua sea aceptada como justa no la hace menos inicua.

Y los torturados, asesinados, los exiliados, los niños robados, las gentes expoliadas, quedaron en el olvido, al margen de toda justicia.  La corrupción fundamental sobre la que estaba erigida la dictadura de Franco, esto es, la conversión de la delincuencia y la ilegalidad en legalidad y viceversa ha llegado al día de hoy porque la transición cambió una "constitución" irrisoria por otra que ha acabado siendo tan irrisoria como la anterior, pero no cambió en absoluto el conjunto del ordenamiento jurídico. Y es aquel ordenamiento jurídico de la dictadura, perverso y degenerado, en el que, al modo de Orwell, la ilegalidad era la legalidad, el delincuente, inocente y el crimen una virtud, el que explica por qué la corrupción es un fenómeno endémico en España: porque es herencia del régimen de Franco, contrario a todo principio de derecho.

Pero, como sucedía en el mundo griego, como sucede en Antígona, si los muertos no son honrados, los vivos no conocerán la paz. Por mucho que estos franquistas del gobierno, esta banda de presuntos malhechores y corruptos, trate de evitar que se haga justicia a la víctimas y los victimarios ocupen el lugar de deshonra e infamia que les corresponde, la justicia acabará imponiéndose. Mientras tanto, España seguirá siendo un país enfermo.

dilluns, 25 d’abril del 2016

El refugi de la Plaça del Diamant

Al día siguiente del de Sant Jordi nos despedimos de Barcelona visitando el refugi de la Plaça del Diamant, número 232 de los 1400 que hay en Barcelona, construidos, prácticamente desde el comienzo de la guerra civil. Porque la ciudad ostenta el honor de ser la primera de la historia en sufrir bombardeos sistemáticos desde el aire. La aviación italiana y alemana estacionadas en Palma de Mallorca, utilizaban la isla como un portaaviones y lanzaban oleadas de bombarderos de modo sistemático, aunque con pautas variables para causar el mayor destrozo material y desmoralización posibles. En Barcelona la población excavó con pico y mala miles de metros en toda la ciudad para protegerse de las bombas, pues no había otro procedimiento. Los ciudadanos se convirtieron en topos. La República no tenía aviación y la poca que tenía estaba en el frente. Y tampoco había baterías antiéreas, de forma que la ciudad estaba abierta a los bombardeos.

En Madrid que también fue muy bombardeada por los fascistas, se hicieron muchos refugios igualmente. Pero tengo la impresión de que fueron construidos por las instituciones públicas, no por los propios ciudadanos. Tienen mejor acabado. Una de ls consecuencias de ser centro o periferia.

El refugio de la Plaça del Diamant, que se descubrió a fines de los noventa y se abrió al público en 2006, es el que aparece en la novela de Mercè Rodoreda, así que el Ayuntamiento, supongo, mandó erigir al lado de una de las entradas un bronce de Xavier Medina Campeny con la figura de la Colometa en una alegoría de un bombardeo. Aparecen unas palomas y la explicación oficial por doquier es que la Colometa se llama así por las palomas. Y eso no es cierto. Casi desde el momento de conocerla, Quimet decide que su novia Natàlia se llamará la Colometa. Las palomas aparecerán en la historia mucho después, cuando aquel monta un palomar con fines comerciales, creo recordar.

Abrir al público el refugio de la Plaça del Diamant y ponerle una estatua de la Colometa apunta a una política urbanística de relativo buen gusto. La ciudad lleva la huella de su historia. Y si Gràcia es un distrito con personalidad propia, la Plaça del Diamant es un ámbito único dentro de él.Y el refugio, ya ni cuento. Ahí estamos el amic Bernat i jo mateixo al mig d'un des túnels, a mes de 12 metres de profundidat. Donde esperaban doscientas y pico personas en condiciones bastante más duras e inseguras, hasta que sonara el fin de la alarma y pudieran salir a ver qué destrozos habían hecho los facciosos.

dilluns, 18 d’abril del 2016

Tierras del Bajo Ebro

La jornada de doblete de Palinuro el sábado pasado fue intensa, pero muy gratificante. Sendas conferencias, una por la mañana y otra por la tarde que ya había anunciado previamente. Ambas a invitación de la Assemblea Nacional Catalana, una en El Perelló y la otra en Flix y las dos sobre el actual contencioso entre Cataluña y España. Una en un antiguo colegio, reciclado ahora por el Ayuntamiento como Hostal d'Entitats y la otra en un local municipal llamado Ca don Ventura. Los dos locales muy agradables, modestos y limpios. Siendo los medios escasos, no había posibilidad de grabar y no habrá vídeo en las redes, me temo. De mí sé decir que, a pesar de la coincidencia temática, las conferencias fueron distintas porque eran enfoques distintos. Lo aseguro. Dos variaciones sobre un mismo tema. El tema más importante en España hoy. Hasta en el centro mesetario está ya reconociéndose. Ayer Ana Pastor entrevistaba en El Objetivo a Carles Puigdemont. Twitter estuvo todo el rato lanzando mensajes. Debió de ser interesante. Estábamos volviendo. 

En El Perelló y Flix, los auditorios, sumamente interesados y movilizados. Este procès que ha calado hasta en pueblos de tres mil y menos habitantes, es imparable. Hay que verlo de cerca, hay que ver que la gente se reúne un sábado de buen tiempo por la mañana o por la tarde, para hablar de una asunto de interés colectivo, público con un proyecto independentista. Nuestras sociedades son muy individualistas, ciertamente, pero aquí hay una movilización por acción colectiva, algo que mis compatriotas, en el resto del Estado parecen haber olvidado o actualizan de formas cuando menos pintorescas, por ejemplo, saliendo a la calle a pronunciarse colectivamente sobre si un payo de Gran Hermano puede quedarse o no. Hay cierta distancia. Este movilización es por una causa romántica y abstracta pero trascendental, una causa nacional. Algo así solo se da una vez en la vida. La verdad, es emocionante.

El colegio de El Perelló tenía un extenso patio, obvio recreo de los chavales y estaba decorado a lo largo de todo el muro por la parte interior por un larguísimo fresco que, entre otras cosas, resumía la historia de la zona desde el paleolítico al día de hoy, desde una reproducción de pinturas rupestres que hay en una cueva del lugar hasta los tiempos contemporáneos. Tiene la obra buena factura y un toque ingenuo fuerte, seguramente a propósito porque es pintura didáctica para ojos infantiles. Hay una presencia notable de temas de la guerra civil. Al parecer, los autores son una profesora y un antiguo director del centro que estuvo muchos años represaliado por republicano. Porque en la imagen la guerra está presente y en la vida real, la postguerra. El Perelló es un lugar próspero, centro de una importante zona mielera. Habia una feria agropecuaria que arrancaba de una plaza presidida por un enorme olivo. Además de la miel, El Perelló produce aceite y el olivo es allí un árbol sagrado. Bueno, más sagrado porque el olivo es sagrado en todo el Mditerráneo. En la feria se exhibían algunos animales, ponies, caballos, cabras de granjas generalmente ecológicas. Nos hemos acostumbrado de tal modo a los entornos absolutamente urbanos que ver animales suspende el ánimo. Incluso unos conejos o unas gallinas.

En Flix, me cupo el honor de ser presentado por Andreu Carranza, novelista, autor de El poeta del poble, sobre Iacint Verdaguer, que fue premio Josep Pla de 2015. Lo leeré próximamente y comentaré en Palinuro, si me atrevo, porque esto de la Renaixença tiene mucha enjundia y es complejo, empezando por el nombre, condenado nombre, que no es exactamente Renacimiento pero, en el fondo, sí lo es. Los catalanes tienen dos términos, renaixement y renaixença y los castellanos solo uno, por lo que tienen que utilizar el catalán. Otro asunto donde lo nacional y lo cultural están muy presentes. Y menudo personaje este de Mosén Jacinto Verdaguer, como se estudiaba en el bachillerato español. Pues como aquel otro que llamaban Raimundo Lulio, o sea Ramon Llull. Como Andreu también se llama Ramon, decubrimos un punto de unión más. Los ramones somos tribu bien avenida.

Nos alojamos en un lugar muy original, un resort rural llamado Riu de Baix, justo al borde del Ebro. El Ebro es el destino de Flix, que ocupa el centro del meandro del río de forma que, en buena parte, la localidad es como una península a la que se accede desde una ribera o la otra mediante puentes o en barco. Y quien dice Ebro dice la batalla del Ebro, cuyo centro fue precisamente Flix, el que soportó lo más duro de aquella lucha de más tres meses y que fue la última de la guerra, tras la cual esta estaba ya de hecho perdida para la República. Aquí murió muchísima gente, militares y civiles, cayeron toneladas de bombas, hubo inmenso destrozo y quedan huellas por todas partes. En general, la zona ha sufrido siempre gran violencia. El domingo por la mañana subimos a visitar el castillo nuevo, el que se ve en la foto, si bien la bandera que ahora luce es la estelada y que fue de gran importancia durante las guerras carlistas. Mas tarde visitamos un refugio antiaéro, el único que se puede ver de los ocho que hay en la ciudad. Eso da idea de la frecuencia y virulencia de los bombardeos que realmente empezaron muy pronto porque los fascistas querían destruir una planta química, aparte, claro de asesinar a la población civil que siempre les es un objetivo caro. Hemos quedado en volver para visitar la zona con más tiempo ya que los frentes ocupaban mucha mayor extensión que Flix. Por las reproducciones que he visto, la batalla se planteó por ambas partes con tácticas de la tricheras de la primera guerra mundial y, que yo recuerde, muchos de los relatos y recuerdos hablan de los contactos que se establecían de trinchera a trinchera cuando no estaban matándose. Las instalaciones de la memoria permiten ver hasta simulacros. Por eso tenemos que volver. La guerra civil se estabiliza cuando los fascistas no consiguen entrar en Madrid (noviembre del 36) y se decide cuando se pierde la batalla del Ebro (noviembre del 38).

divendres, 5 de juny del 2015

Los viejos soldados nunca mueren.


Esta línea de la antigua  balada antimilitarista, reconvertida luego en timbre de honor por el general MacArthur en la guerra de Corea, se aplica a la inenarrable ceremonia de ayer en la que Felipe VI homenajeó en París a los combatientes españoles republicanos de la novena compañía de la división Leclerc y haciéndolo, si no yerro, bajo los colores de la bandera de quienes los expulsaron de su país. Palinuro lo trató en un post titulado ¿con esto tampoco va a pasar nada? Aquí solo una reflexión complementaria, para ver más de cerca esta vergüenza de la Gran Nación.
 
La Europa de hoy es el resultado de la derrota del fascismo. España lo es de su victoria. Allí ganaron quienes aquí perdieron. No compartimos memorias. No compartimos nada. En Europa abundan los recuerdos, monumentos, homenajes a los antifascistas. No hay ninguno que honre la memoria de los fascistas. Aquí es al revés: apenas dos o tres placas y recuerdos a los antifascistas, generalmente por iniciativa municipal, y una plétora de monumentos, calles, plazas, arcos, fuentes, paseos y hasta pueblos enteros dedicados a honrar la memoria de los fascistas. La historia la escriben los vencedores y, por eso, el arco de La Moncloa, a la entrada de Madrid,  sigue llamándose Arco de la victoria.
 
Felipe VI hiló un discurso vergonzoso. Por el contenido y por la circunstancia. Citó como si fuera motivo de orgullo, la presencia en Francia de artistas e intelectuales españoles, entre los que mencionó a Picasso, Dalí y Machado. Pero no dijo nada de las razones de la marcha de muchos de ellos.  Y eran poderosas. Palinuro le ofrece un par de ejemplos, entre otros posibles, por si las desconoce. Julián Zugazagoitia y Lluís Companys eran dos españoles que también se fueron a Francia en aquellos años. Los ocupantes alemanes los capturaron, se les entregaron a Franco y Franco los hizo fusilar. ¿Entiende S.M. por qué se iban los españoles, incluidos los combatientes de la Nueve?
 
Pero hay más. Hay la circunstancia. Casi nadie subraya el hecho verdaderamente aleccionador de que el discurso de Felipe VI se hiciera en presencia de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, nieta de exiliado político del franquismo e hija de emigrante económico de ese mismo franquismo. El franquismo que nombró Rey a su padre.
 
No, los viejos soldados nunca mueren. Solo se difuminan.

dijous, 4 de juny del 2015

Con esto, ¿tampoco va a pasar nada?

Que el Rey pueda ser un imbécil o un criminal capaz de homenajear en España a los compañeros de quienes su protector Franco asesinó a mansalva y cuyos huesos yacen aún en fosas comunes en todo el país está dentro de la naturaleza de las cosas. Hasta es probable.
Que al gobierno de mangantes neofranquistas esto no le produzca reparo alguno y hasta le parezca bien, también es muy probable dado que está compuesto de nacionacatólicos y fascistas más o menos nostálgicos, a quienes la coherencia ética nunca ha parecido asunto de interés porque desconocen qué sea la ética, la conciencia u otras zarandajas. Si hay que disimular y hacer como que la justicia y los derechos humanos nos importan, se disimula y se hace. Al fin y al cabo, lo suyo es robar.
Que la oposición -en gran medida heredera de los héroes de la Nueve en París y de los asesinados en el genocidio franquista- todavía no haya dicho nada, ni protestado siquiera, demuestra su grado de abyección moral, habiendo cambiado un lugarcejo al sol de las elecciones por su responsabilidad por el restablecimiento de la justicia en nuestro país. Demuestra que no solamente no tiene valor para presentar una moción de censura, sino que también carece de él para respetar sus propios ideales y la memoria de quienes murieron por ellos. O sea, que es tan escoria y bazofia como la corona, el gobierno y su partido.
Que los medios no den la noticia, no digo ya completa, como aquí, sino ni siquiera manipulada, censurada, por temor a que la gente ate cabos, demuestra que, si los políticos de la oposición son miserables y cobardes, los periodistas lo son por partida doble porque su deber es precisamente este: informar de algo que tiene una indudable trascendencia.
El Rey homenajea en París a los republicanos españoles, compañeros de los cientos de miles que los fascistas también españoles asesinaron y enterraron en fosas comunes y que el gobierno de este Rey y él mismo siguen negándose a desenterrar y hacerles justicia.

dimarts, 4 de març del 2014

Resnais se va a Marienbad.

Acaba de morir nonagenario Alain Resnais que un día fuera símbolo de la nouvelle vague. O, más que morir, quizá haya desaparecido como alguno de sus personajes y retorne luego en un flash back a los que solía recurrir.

He visto poco cine de Resnais y el poco que he visto me gusta poco, desde el punto de vista puramente cinematográfico. Sus dos películas más famosas, Hiroshima mon amour y El año pasado en Marienbad son muy originales y muy poderosas. Visualmente fascinantes. Pero tienen algo de rebuscado, de artificioso, que les hacen parecer un poco cursis. Lo que es meritorio tratándose del horror de Hiroshima. Para Marienbad la cosa se explica por los escenarios. La mayor parte en el Nyphenburger Schloss, junto a Munich, el mayor palacio de Europa, con unos jardines infinitos, en donde vivía y era devorado por su locura Luis de Baviera. Y dentro del Nyphenburger, el pabellón de caza, el Amalienburg, con increíble salón de los espejos. Hay un tercer castillo, también rococó espléndido, pero no recuerdo en donde está en Munich. En todo caso, una delicia para la vista y un sopor para el entendimiento.

Resnais había empezado con fuerza rodando un documental impresionante, Nuit et brouillard, sobre los campos nazis de concentración. También hay interferencias con dos tiempos de narración alternados, pero la fuerza del tema todo lo puede. Desde que se filmó (1955) se han producido obras maestras sobre este siniestro episodio, pero Resnais fue uno de los primeros, si no el primero. El título, Noche y niebla es el del decreto de Hitler de siete de diciembre de 1941 por el que se ordenaba la desaparición forzosa de todas los individuos desafectos al régimen por la razón que fuera, en todo el Reich, incluidos países invadidos. Millones de personas se esfumaron de la faz de la tierra sin dejar rastro; ni una tumba. Luego, el delirio se concentró en la solución final con los judíos. Es el relato de Noche y niebla (otra vez el pobre Wagner cargando con el mochuelo del desvarío ajeno), una pieza de muchísimo valor. Lástima que el estilo se le complicara en preciosismos. Aunque es posible que no sea el caso en otras que no he visto y son muchas, puesto que la última que rodó lo el año pasado.

Resnais dirigió también La guerre est finie, (1966) La guerra ha terminado, considerada su película más ortodoxa, menos experimental. Lógico. El guión era de Jorge Semprún y contaba en términos literarios, al estilo de Federico Sánchez (aunque aquí el héroe, interpretado por Yves Montand, se llame Diego), el conflicto que enfrentó en 1964 a Santiago Carrillo y la mayoría de la dirección del PCE entonces en el exilio, en París, con Fernando Claudín y Jorge Semprún, dos de los intelectuales más conocidos del partido. Es una película de ambiente español (españoles en España y en el exilio francés), contada por un español y que fue protagonista del conflicto. El conflicto que terminó con una pintoresca expulsión de ambos, últimos retazos de tácticas estalinistas. Un episodio que Semprún convirtió en un guión y Claudín en sendos libracos de difícil lectura, sobre todo hoy. Claro que el film también ha envejecido. Es la historia misma la que ha envejecido. Pero cuando vi la película en 1969 me pareció excelente, de una gran audacia, reflejando una realidad, la de la vida clandestina que todos los de izquierda conocíamos a través de cauces también clandestinos, y no salía a la luz pública.

De aquel conflicto -que era muy grato ver relatado en términos literarios, incluso con toques sentimentales y eróticos, a cargo de Ingrid Thulin y Geneviève Bujold- salieron luego los llamados "claudinistas", intelectuales procedentes del PCE pero, como sucedía periódicamente, enfrentados a la dirección y consiguientemente expulsados. En el film, el protagonista tiene rasgos heroicos, es el hombre de media edad, en la plenitud de la vida, que se enfrenta por un lado a los viejos anquilosados en formulas muertas de la dirección del partido y por otro a los jóvenes intempestivos, acelerados, radicales, recién salidos del cascarón y partidarios del recurso a la violencia para derrocar la dictadura, de cuyo lado habían ido mis simpatías cuando el film se rodó. Pero el hombre heroico vence a los dos enemigos del comunismo, el izquierdismo infantil y el revisionismo senil. Y por eso se lleva a las dos chicas, su compañera y la joven radical que comprende que sus amigos (los grupúsculos de Carrillo) son unos chavales dedicados a jugar con cosas serias y sabe en dónde hay un hombre de verdad, uno que tiene también ciertos toques paternales. El guión hace lo posible por explicar la doble vida del agente revolucionario que duda del sentido, no de la causa, sino del modo de alcanzarla. Y lo consigue, aunque a veces incurra en algún tópico de thriller.

Toda la experiencia de la clandestinidad está aún por narrar y esta película de Resnais es una aportación curiosa.

El papel de Montand es sobrio, como solía, pero no tiene mucho de específicamente español. En realidad es el mismo de Grigori Lambrakis en Z (1969), de Costa Gavras, también con guión de Semprún (y fabulosa banda sonora de Mikis Theodorakis, entonces deportado dentro de Grecia) y el de Michael Santore, en Estado de Sitio, 1973, también de Gavras. Montand hace siempre la misma interpretación, ya sea un hombre de partido en la clandestinidad, un diputado comunista con aureola popular o un agente de la CIA. Montand es siempre un profesional.

divendres, 21 de febrer del 2014

La huella del pasado.

Me llamó mi amigo y colega Gustavo Zaragoza, de la Universidad de Valencia, a ver si quería participar en un teaser que está rodando otro amigo suyo, Borja Soler. La idea es producir un documental sobre España por el que, al parecer, ya se han interesado varias televisiones europeas. Le dije que sí, claro. El documental lleva por título España ida y vuelta, lo que hace innecesaria toda ulterior aclaración.

Me llamó luego Borja y me citó para ayer en un conservatorio María de Ávila, sito en la calle Clara de Campoamor, bocacalle a su vez de General Ricardos, pasado el convento de las clarisas y poco antes de Vista Alegre. Llegué allí a la hora convenida de una desapacible mañana de invierno madrileño y me encontré unas curiosas instalaciones, en un extenso terreno ajardinado aunque no muy bien cuidado, con diversas edificaciones de los años cuarenta, unas restauradas con esmero (las que se destinan a conservatorio de música "Moreno Torroba" y una escuela superior de danza) y otras abandonadas, alguna en lamentable estado, como la capilla en la que Borja había decidido rodar mi intervención. Un vistazo a las instalaciones, su disposición, los estilos arquitectónicos, diversos motivos ornamentales (algún templete y una réplica descabezada de una estatua clásica ya en la entrada) decían a las claras que aquellas instalaciones se habían concebido oiginalmente para otros fines.

Tuve mucha suerte. Borja me presentó al administrador del centro (una dependencia municipal), José María Sánchez Molledo, doctor en historia, especie de cronista de Carabanchel que tiene publicados varios libros sobre este peculiarísimo y antiguo pueblo de Madrid, dividido en dos, el alto y el bajo, residencia veraniega de reyes y nobles y domicilio incluso de la que fuera más tarde Emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo. Naturalmente, Sánchez Molledo se sabía a la perfección la historia del conservatorio, de la que habla en un libro de fotos que me regaló con dedicatoria, Carabanchel. Así era y así es. Fascinante, por cierto. Respira orgullo y patriotismo del lugar. Algo parecido al espíritu de Vallecas, pero en otro estilo.

El caso es que, en efecto, el tal conservatorio solo lo es desde los años ochenta. Antes, desde 1947, había sido un orfanato. El Orfanato Nacional de El Pardo. Ahora sí cobraba aquello un sentido distinto. Una obra en la tradición de las casas de misericordia. Las piezas encajaban, las edificaciones, los motivos ornamentales, la capilla. La razón del abandono es que las actuales apreturas económicas han obligado a suspender la restauración. Pero el plan subsiste y también se restaurará la capilla. Porque lo merece. El interior de la cúpula esta adornado con unos preciosos frescos muy deterioriorados pero en los que cabe distinguir todavía a los cuatro evangelistas. Son obra de un artista muy reconocido, cuyo nombre he olvidado quien, según me contó el administrador, había ido a visitarlos hace poco, ya en silla de ruedas.

Al salir, los patios, los campos, bullían de adolescentes de ambos sexos que terminaban sus clases. Una alegre multitud, inquieta, abigarrada, multicultural. Jugaban, se perseguían unos a otros, formaban corros. Pero yo tenía clavada en el ánimo la idea del orfanato. Y, en lugar de ver mozos con sudaderas multicolores, deportivas, mochilas historiadas, veía niños demacrados uniformados con batas o albornoces de áspero tejido y calzando alpargatas. Un orfanato en la postguerra. Busqué en Google y hay mucha información. El blog de la ilustración, de un antiguo residente, contiene gran cantidad de fotos de época que dan una idea de cómo era la vida en el lugar en los años sesenta y setenta. Es una información teñida de nostalgia y buenos recuerdos. A veces, conmovedora. No hay niños demacrados ni miseria. Y hay más. Una página de recuerdos cuyo subtítulo reza: un orfanato en donde los niños pasaban buenos ratos y que es una inmensa fuente de información e imágenes de una época, con valor historiográfico.

¿Y por qué de El Pardo, estando en Carabanchel? Porque el orfanato estaba originalmente en El Pardo. Al llegar la guerra, los niños fueron trasladados a Valencia y el orfanato fue lugar de acuartelamiento de las brigadas internacionales. Después de la contienda quedó todo muy dañado y, como Franco decidió fijar su residencia allí y alojó su guardia personal en las instalaciones, hubo que llevarse los niños a otra parte. Se hubiera hecho de todas formas, al menos con la mitad de los huérfanos, pues la República, régimen depravado, tenía juntos a huérfanos y huérfanas, en contra de los leyes divinas. Actualmente, las antiguas instalaciones son residencia de la Guardia real. Los niños fueron a parar a Carabanchel Bajo y a las niñas se las llevaron a Zaragoza. Es fácil imaginar que separarían hermanos de hermanas, cosa que sí debe de estar en las leyes divinas. Franco inauguró las instalaciones de Carabanchel con pompa y boato. No sé si a la de Zaragoza llegó a ir el alcalde.

Cuánto esconde ese conservatorio. Las piedras hablan; las paredes hablan; todo lo que los seres humanos hacen, habla de ellos. El pasado está en el presente. A veces de modo manifiesto.

La imagen es la portada del blog de Juande, titulado Orfanato Nacional de El Pardo (Nos diste mucho para olvidarte)

dijous, 2 de gener del 2014

Por qué los fascistas de hoy son peores que los de 1939.


En 1939, cuando terminó la guerra civil desencadenada por el golpe de Estado de unos generales delincuentes y unos obispos criminales, España quedó dividida en dos partes: los vencedores y los vencidos. Estos últimos carecían de derechos de todo tipo. Nada era seguro para ellos: ni la propiedad, ni la familia, ni el honor, ni la profesión, ni la integridad física, ni la misma vida. Estaban sometidos a la voluntad y el capricho de los vencedores que los trataron sin piedad durante cuarenta años. Demasiado tiempo que ha dejado huellas imborrables en la memoria colectiva.

A su vez, el bando de los vencedores también se dividió en dos: los fascistas por convicción y  por conveniencia. Nada tengo que decir de los primeros: no engañaron nunca. Lo suyo era una tiranía basada en la opresión, la explotación, el saqueo, la tortura, el terror, el asesinato. Ya fueran civiles, militares o clérigos, los franquistas de convicción estaban en su papel, esgrimiendo el título del derecho de conquista por la fuerza de las armas.

Luego estaban los franquistas por conveniencia. No fueron responsables del genocidio, ni lo iniciaron y muchos, probablemente, abominaban de él en privado. Pero se doblegaron, se adaptaron, tuvieron miedo. Comprensible: a nadie le gusta ver cómo asesinan impunemente a tu vecino, como violan a su mujer o secuestran a sus hijos; a nadie le gusta que lo apaleen, lo torturen o lo tiren por la ventana. El miedo es reacción muy humana y no será Palinuro quien se lo reproche. Los franquistas de conveniencia se callaron y aprendieron a sobrevivir en silencio, humillados, pero seguros. Pasa siempre con las tiranías: unos se someten de grado, otros a la fuerza. Todos se someten, aunque su sumisión no suscite el mismo juicio moral. Es la cuestión del "no había más remedio"; "todos lo hicieron"; "todos levantaban el brazo"; "todos bautizaban a sus hijos". Y también la cuestión (que algunos podemos plantear -permítasenos- con legítimo orgullo) del "¿todos? Yo, no". Mis padres y mi hermano no se doblegaron. Yo tampoco. No hay más. No pedimos nada. No creemos ser más o mejores que otros. Simplemente no nos doblegamos. Y, como nosotros, bastantes más. 
Insisto. Entiendo a los franquistas de conveniencia... de entonces. Era mucho el miedo, el terror, el silencio.  ¿Y los de ahora? Ahora no hay miedo, no hay torturas, ni asesinatos (al menos, a la antigua usanza, contra la tapia de un cementerio), ni terror. Es decir, estos de hoy en el gobierno, en el PP, en los medios de la derecha, en la iglesia, no tienen nada que temer, no ya de sus compadres franquistas; ni siquiera de una izquierda que ha resultado ser abandonista y timorata. Y, sin embargo, son tan duros y desalmados como los genocidas: no hay justicia para las víctimas del franquismo, no hay reconocimiento de culpabilidad en el genocidio, no hay condena de la dictadura, ni renuncia a la memoria del franquismo, ni ilegalización de las organizaciones franquistas de todo tipo, pero sí glorificación del fascismo y prosecución, cuando no endurecimiento de su tarea reaccionaria y nacionalcatólica en el terreno legislativo.
Es decir estos franquistas de hoy, hijos, nietos, yernos, parientes, seguidores, discipulos, beneficiarios del franquismo son mucho peores que los de conveniencia de la dictadura.
Porque vuelven a ser los franquistas de convicción, que sólo admiten un régimen en el que únicamente se escuche su voz, se nieguen los derechos de todos los demás, se repriman las protestas con la máxima dureza, se desprecie la cultura, el progreso, la educación y la ciencia, se recluya de nuevo a las mujeres en la sumisión y se condene al pueblo a la miseria o a la emigración.
¿Ustedes tienen claro que habrá elecciones en 2015? Yo no.

(La imagen es una foto de Esperanza Aguirre Gil de Biedma, con licencia Creative Commons).

dimarts, 10 de desembre del 2013

¡Qué alto hablan los muertos!


Los muertos. Los asesinados, paseados, fusilados, desaparecidos y enterrados en las innumerables fosas comunes a lo largo y ancho de España.

Durante los cuarenta años de la dictadura se decretó el silencio sobre esta tragedia. Nadie podía hablar de ella. Un silencio sostenido en el miedo de una población aterrorizada que había comprobado en sus carnes cómo los vencedores de la guerra actuaban en la posguerra sin misericordia alguna con los vencidos, asesinándolos, amedrentando a los familiares y allegados supervivientes, represaliándolos de modos arbitrarios, robándoles los hijos.

Un silencio denso, sostenido en el terror del Estado y con la complicidad de la iglesia católica que había declarado Cruzada el golpe de Estado de 1936 y la subsiguiente guerra civil. Complicidad que, en muchos casos, derivaba en colaboración activa en las denuncias, persecuciones y asesinatos. Esa misma iglesia que beatifica a sus quinientos mártires, mientras olvida a las decenas de miles asesinados por los de su bando, muchos de ellos, católicos y algunos, sacerdotes. Sacerdotes asesinados y sacerdotes asesinos. Esa es la realidad.

Un silencio que sobrevivió al franquismo y se impuso a la transición. Aquella política de “reconciliación nacional” del PCE, probablemente animada de nobles intenciones, degeneró en un olvido de los muertos que quedó torticeramente consagrado en una ley de punto final, norma antijurídica, que se llamó la Ley de Amnistía, por la que los asesinos decretaron su impunidad.
La transición arrancó con una mácula que ha acabado devorándola. Quienes sellaron aquel pacto creyeron que con él consagraban la reconciliación y quienes lo contemplamos, no supimos o no pudimos o no quisimos elevar la voz y creímos –o quisimos creer- que aquel pacto era la esperada y siempre dilatada reconciliación de los españoles que, tras reconocer noblemente sus culpas, todas, recuperarían esa unidad entre el hoy el ayer en que se basan las naciones.

Así, el silencio de la dictadura prosiguió durante la democracia, incluso con gobiernos socialistas. ¿No era cierto que la transición había traído la reconciliación?

No, no era cierto. La derecha española sigue siendo lo que era, viéndose como la vencedora de la contienda y negando toda justicia a las víctimas del franquismo. El gobierno de Zapatero aprobó una tímida, alicorta, Ley de la Memoria Histórica, que el PP en el poder incumple y ha anulado de hecho. El presidente del gobierno comenta a veces con displicencia que está harto de oír hablar del franquismo y la República.

Pero la palma de la iniquidad se la lleva ese diputado y portavoz del PP, Hernando, quien sostiene que los familiares de los asesinados solo se movilizan en busca de los suyos cuando hay subvenciones, una expresión indigna que califica a quien la profiere como un ser despreciable y sin escrúpulos. Teniendo en cuenta, además, que precisamente es su gobierno quien ha suprimido las subvenciones

Sin embargo, los muertos se han alzado y están haciendo oír su voz. Un sonido que ha cruzado el océano y ha encontrado audiencia en la Argentina, en donde una jueza que aplica la doctrina de la jurisdicción penal internacional, acuñada entre otros, por Garzón, ha puesto en marcha un procedimiento para hacer justicia a las víctimas del franquismo. Algunas de estas, valiéndose de sus propios escasos medios -y no de ninguna inexistente subvención- emprenden un viaje de 10.000 kilómetros a edades muy avanzadas para buscar allende los mares la justicia que los tribunales españoles debieron brindarles. Es el caso de esa anciana de 88 años, Ascensión Mendieta que, por fin, ha podido relatar ante un tribunal lo que lleva setenta y cuatro años callando: cómo su padre, dirigente de UGT, fue fusilado en 1939 -bajo la acusación de un vecino- por "auxilio a la rebelión", tras un juicio sumarísimo de guerra, sin derecho a defensa; una farsa. Fusilado y enterrado en secreto. Y toda la ambición de Ascensión es llevarse a la tumba cuando menos un hueso de su padre. Es imposible que los Hernandos de este mundo entiendan esto.

Y los muertos hablan cada vez más alto y más recio. Es la voz del derecho, de la justicia, de la reparación. La que el gobierno y la iglesia se obstinan en desoír, aunque ya se escucha en el mundo entero. La ONU pide al gobierno justicia para las víctimas del franquismo. Contra dos torturadores de la dictadura hay ya una petición de extradición. Y a estas, seguirán otras.

Esa voz no se puede acallar porque ya no es posible volver a matar a los muertos. Esa voz mueve a los vivos que han perdido el miedo y ven cómo crece la solidaridad hacia ellos, dentro y fuera de nuestro país. Cómo se pide (¿a qué espera la oposición para sumarse?) la constitución de una Comisión de la Verdad, que haga justicia a las víctimas y exponga a la luz pública a los victimarios.

Es una voz potente la de los muertos. La única que puede traer la verdadera reconciliación entre los españoles.