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dissabte, 10 de juny del 2017

El narcisismo al servicio de la derecha

Un partido con tres años de existencia dice a otro de 138 años que no quiere alianza con él porque no quiere ser el aliado "júnior". Un partido que no es un partido sino una confusa amalgama de gente mal avenida no quiere ser el "júnior" de otro que sí es un partido unido, coherente, disciplinado y que acaba de dar una muestra sin parangón de democracia interna. Un partido con índices de participación del 15 por ciento (¡y telemática!) dice que no quiere ser el "junior" de otro con participación de más del 70 por ciento de la militancia y real, no virtual, material, tangible. Un partido cuyo líder (Iglesias) es el peor valorado popularmente (por debajo, incluso, de Rajoy) no quiere ser júnior de otro cuyo dirigente (Sánchez) es el segundo en valoración. El primero, en realidad, pues este lugar lo ocupa Rivera.

Cualquiera diría que tal pretensión es absurda y carente de lógica. Quienes la plantean, esto es, Iglesias y el núcleo duro (duro de mollera) del anguitismo e IU, tampoco la creen. Su costumbre de mentir al uso de la vieja política a la que tanto dicen combatir, los ha encallecido hasta el nivel de la más risible hipocresía.

Niégase ahora a ser júnior el mismo que, tras las elecciones de diciembre de 2016, se pidió la vicepresidencia del gobierno, típico órgano subalterno y de júnior.

¿Qué valor o crédito puede darse a estas declaraciones? Por supuesto, ninguno. Lo de ser o no júnior es una excusa. Podía haber dicho que no quiere unión o acuerdo con el PSOE porque su líder se llama Pedro y no Segismundo. Lo importante, lo que interesa aquí es que Podemos se niega a una alianza de la izquierda para echar a la derecha. Y rechaza expresamente imitar el ejemplo portugués, el único gobierno real de izquierda que hay hoy en Europa meridional. El único que puede de verdad acabar con la derecha.

Porque, en realidad, su objetivo, como sabe todo el mundo, no es echar a la derecha, sino acabar con el PSOE, cumplir el delirante sueño del simple maniqueo cordobés, Anguita, empecinado desde hace 50 años en probar que Lenin tenía razón y hay que acabar con la traidora y fementida socialdemocracia. Si, entre tanto, gracias a esta simulada lucha por unos principios que, en el fondo, no son tales, gobierna la derecha, a estos "izquierdistas" les da igual. Al fin y al cabo, los recortes, los abusos, los ataques, los robos, no van con ellos que, gracias a la credulidad de la gente, ya cuentan con nóminas suculentas y son tan parte de la antaño llamada casta como Villalobos, los Hernandos o Susana Díaz. Predicadores y vividores de lo público. La única diferencia entre Iglesias y cualquiera de los Hernandos son veinte años de ejercicio de cargos que, como sabemos, no es nada.

Ya oigo a los trolls de Podemos -ese ejército de fanáticos que hace el ridículo en las redes- indignados de que pueda tergiversarse de este modo la realidad. ¿No han presentado una moción de censura (MC) contra Rajoy? ¿Cómo puede decirse que, en realidad, es para apoyarlo? Pues muy sencillamente. Tan sencillamente que hasta los fanáticos de Podemos lo entenderán porque es un mecanismo muy simple. Otra cosa es que lo confiesen ya que, como sus líderes, viven de mentir.

Sí, presentaron una MC con su propio candidato sin consultarla ni negociarla con nadie, a sabiendas de que, si no la negociaban, no saldría. Una vez presentada, enfrentaron con ella al PSOE como un hecho consumado, al mejor estilo de quienes todos sabemos y, aunque trataron de dulcificarla admitiendo negociar el candidato, la MC estaba presentada y al otro solo le quedaba apoyarla o quedar como un servidor de Rajoy, oponiéndose a ella. Era un cálculo basado en la errónea expectativa de que Díaz ganaría las primarias y, así, sería fácil acabar con el PSOE, unciéndolo al PP. 

Con su esperanza puesta en la SG de Díaz, los de Podemos demostraban tener tanta idea del PSOE como los analistas y mercenarios de la prensa: ninguna. No salió Díaz; no podía salir. Salió Sánchez y para Sánchez es muy sencillo devolver la pelota de Podemos. Si presentaron su moción de censura sin contar con el PSOE (es más, aprovechando el vacío de poder de las primarias para tratar de hundirlo), tendrán que defenderla sin el PSOE, que se abstendrá. Y hará muy bien. Me consta que los socialistas tienen preparada una respuesta educada, cortés y mucho más constructiva que la propia MC, que no lo es. Si de mi dependiera, iría un poco más allá y, de ser yo el PSOE, ni asistiría al debate de una MC teóricamente contra el PP pero prácticamente contra el PSOE. Pero no me harán caso y también harán bien. 

Porque, en el fondo, lo que va a suceder ahora es muy sencillo. Podemos perderá la MC y, al anunciar que no aceptará alianza alguna con el PSOE porque no quiere ser júnior o cualquiera otro pretexto tan necio como este, lo que está diciendo es que permite a Rajoy terminar su legislatura. Adobarán, sin duda, su defensa de la MC con críticas, insultos y agresiones al PSOE para justificar de antemano su oposición a la unidad de la izquierda en nombre de la... izquierda.

Iglesias es el aliado objetivo de la derecha que esta izquierda vociferante ha sido siempre sin resultado aunque, a veces, como es el caso ahora, algunas circunstancias extraordinarias (caras nuevas, uso de los medios y complicidad con ellos) permitan que hoy los sigan algunas otras gentes, además de la habitual parroquia comunista. Y dejándose engañar, pues aquí, en el fondo, no hay engañadores y gente engañada, sino gente que quiere que la engañen. 

Que esto es así se ve palmariamente en el discurso de Iglesias quien sostiene que Podemos está casi a la par con el PSOE y hasta lo supera en "algunas áreas" (sic). Es la esperanza anguitista en boca de su fiel discípulo: esperad un poco, tened paciencia, que llega el sorpasso. Mientras tanto, que siga gobernando el PP. Y, para después, otros cuatro años del PP. Están para eso.

Pero no les saldrá gratis. Llegado el momento, después del Congreso, el PSOE deberá cumplir su promesa en primarias de pedir la reprobación y dimisión de Rajoy. Si esta no se produce, deberá considerar la posibilidad de plantear una moción de censura propia con Sánchez como candidato.

Porque, obviamente, hay que echar a este gobierno de presuntos delincuentes que ha destruido el país, lo ha esquilmado y lo ha partido. Pero echarlo de verdad. No hacerlo cara a la galería para consolidarlo. Y esa nueva MC, planteada por un partido socialista democrático, se presentará previamente como negociación a los demás partidos de la oposición y, entre ellos, claro, Podemos. Ante esta situación los morados tendrán dos opciones: a) sumarse para echar a Rajoy y hacerlo como "júniors" que es lo que son; b) oponerse y cargar con el estigma de ser los aliados objetivos de la derecha. 

Elegirán lo segundo y, en las próximas elecciones, volverán a la región del 7/9 por ciento del voto de IU. Como siempre. Porcentaje insuficiente, pero bastante para que no gobierne el PSOE que es lo que siempre han buscado. 

diumenge, 28 de juny del 2015

Estrategias.


La encuesta de Invymark que publica la Sexta, también conocida como telepodemos, parece inaugurar un tiempo nuevo de ascendencia consolidada de los dos partidos dinásticos, en especial el PSOE que se recupera a ojos vistas de las horas bajas zapateriles y postzapateriles. Y eso que seguramente el trabajo se hizo antes de que Sánchez sacara a pasear la banderaza rojigualda. Lo esperable es que la lluvia de oro y sangre haya insuflado anhelos patrióticos por doquier excepto en las tierras irredentas, como Cataluña.

La consolidación del PSOE como fuerza más votada contrasta con el bajísimo porcentaje de voto que se adjudica a Podemos, un insignificante 4,1%, casi para quedarse fuera del Parlamento. Los españoles no elegimos presidente del gobierno sino representaciones de partidos. Pero el significado viene a ser el mismo. Igualmente el gráfico representa lo que los españoles piensan que va a suceder, no lo que quieren que suceda. Si esa es la pregunta, las proporciones son sensiblemente distintas. Más de un 20% quiere ver a Iglesias de presidente, casi a la par con el actual, pero once puntos por debajo de quienes prefieren a Sánchez. Y también Rivera es menos deseado que Iglesias aunque, a la hora de decir quién ganará, esos mismos ciudadanos le den ventaja sobre Podemos.

Esta disonancia entre lo que la gente dice querer y lo que piensa que va a pasar es muy curiosa y seguramente se explica porque todo el mundo nos vemos como más abiertos, innovadores y partidarios del cambio pero no juzgamos por igual a los otros. La oscilación más pronunciada entre el deseo y la realidad (16 puntos) afecta a Podemos. Y es también Podemos quien aparece más entretenido perfilando su estrategia. El peligro de contaminación de los cenizos de IU se ha conjurado, aunque a costa de emplear un término que tiene escasa justificación desde un punto de vista ilustrado. Sobre todo porque quien llamaba cenizos a los de IU se quedaba luego colgado en un ascensor.
 
La estrategia apunta ahora al bipartidismo, término que cada vez se escucha menos. La pugna será con el PSOE por la hegemonía de la izquierda. Y es de esperar que en términos civilizados, sin ataques fuera de lugar ni juego sucio. Se trata de unas elecciones y lo lógico es que quienes a ellas concurren quieran ganar, superar a las otras. Así lo formula Podemos, que pretende superar al PSOE para llevar a cabo cambios históricos. Será más o menos realista, dada la facilidad con que los políticos se ven ya en la historia, pero es legítimo. Como legítimo es que el PSOE no se deje superar y se adjudique la tarea de realizar los cambios y, ¿por qué no? también históricos.
 
Lo curioso es a dónde ha ido Iglesias a situar la vía de superación del PSOE, a la cuestión nacional.  Era imposible que Podemos no señalara el carácter grandilocuente, aparatoso, falso del patriotismo del abanderado. El patriotismo de tambor y estandarte. Pero este territorio es resbaladizo. ¿Cuál es, entonces el "verdadero patriotismo"? Aquí la respuesta puede ser doble: una, que no hay "verdadero patriotismo" y todo patriotismo es falso; dos, que sí, hay un "verdadero patriotismo".  Este consiste en un proyecto plurinacional.
 
Y ¿qué es un proyecto plurinacional? Uno que emane del reconocimiento de España como nación de naciones. La determinación, incluso en esa forma de resonancias bíblicas, no goza de universales simpatías. Subsiste, además,  el problema de cómo hacer realidad práctica, en el campo de la organización política y las normas jurídicas, esa alambicada fórmula de la nación de naciones. Los socialistas traen bajo el brazo una propuesta federalista que no saben ni como articular. Los de Podemos lo fían a un proceso constituyente para el que, como se ve, disponen de un apoyo entre el cuatro y el veinte por ciento del electorado y cuando llegue. Entre tanto, la legalidad vigente no permite autodeterminación alguna. La propuesta parece pensada para disgustar a los dos bandos en lid, el nacionalismo español (en cuyas filas está ya firmemente encuadrado el PSOE para terror del PSC) y el catalán en donde Podem es considerada como una fuerza netamente unionista.
 
Es posible que Podemos cumpla el viejo sueño de superar a los socialistas. Pero no será en el terreno nacional, en donde la más mínima ambigüedad se paga muy cara. La nación no admite reparos ni escrúpulos. Se está con ella o contra ella.